La otra cara del norte de Bogotá

Domingo, 17 Marzo 2013 17:14
Escrito por

En barrios como El Codito, Toberín y Verbenal, la noche se vive de manera diferente. A la policía le toca controlar a los casi tres mil jóvenes que salen a rumbear cada fin de semana. Rumbas que pueden terminar en grescas, casos de violencia domestica, borrachos en la UPJ y heridos en los hospitales.

Panorámica de Bogotá desde el barrio Cerro Norte.||| Panorámica de Bogotá desde el barrio Cerro Norte.||| Foto: Federico Gutiérrez García|||
2224

Desde la cancha de básquet, ubicada en toda la cima de la montaña que marca el final del barrio Cerro Norte, la vista es espectacular. La ciudad se ve como una cuadricula de luces bien definida, adornada al fondo por unas nubes negras que relampaguean como si en su interior se estuviera librando una batalla olímpica. El silencio era absoluto: la calma antes de la tormenta. Poco tiempo después se presentó la primera novedad de la noche, un apuñalado y un herido por una piedra. Por la radio se escuchaba la voz aguda de una teniente recriminando a los policías por su falta de operatividad. “Es qué se esconden o qué”, gritaba la voz que salía de la radio.

Todas las noches al llegar las 10:30, en la estación de Policía de la localidad de Usaquén, ubicada en la calle 127C con 46, se produce un estruendo y algarabía digna de unos niños que salen de la escuela. Son los policías que dejan atrás el segundo turno del día, de 2 p.m. a 10 p.m., y se lo entregan a otro grupo que, con su cara desconsolada, son conscientes de que se mantendrán despiertos hasta las 6 de la madrugada.

La localidad de Usaquén se encuentra dividida en ocho cuadrantes, cada uno con su respectivo CAI. Durante cada turno hay un total de 118 policías patrullando la localidad, sin contar con las patrullas denominadas como ‘escorpiones’, que en grupos de cinco hombres vigilan las zonas de más alta peligrosidad.

El coronel Camilo Cabana, comandante de la Policía de la localidad, esperaba que durante la noche no se presentara ninguna novedad especial en los barrios de El Codito, Verbenal, Toberín y Villa Nidia, los cuales se prestan como escenarios para las riñas callejeras.

Según el capitán Norberto Caro, subcomandante de la Policía de la zona, el mayor índice de heridos y muertos se presenta debido a la gran cantidad de peleas que se dan a altas horas de la madrugada. Al interior de los barrios se observaban múltiples establecimientos donde los jóvenes se emborrachaban. Es en éstos donde según decía el capitán ‘se cocinan’ los futuros enfrentamientos. Por tal motivo en estos barrios, todo el mundo es requisado sin excepción después de determinadas horas de la noche. “Lo hacemos por la seguridad de ellos y de nuestros policías”, afirmaba el capitán.

La teniente Katerine Vanegaz, encargada de patrullar Verbenal, iba en una patrulla a la cual le sonaba todo. Su figura pequeña y delgada no intimidaba a los borrachos, que llegada las tres de la madrugada se empeñaban en pelear. Pero al hacer sonar su bastón eléctrico, el sonido producido por los electrochoques hizo que la pelea se disipara rápidamente. Tan sólo uno de los involucrados fue montado al camión que más tarde lo llevaría a la UPJ. “Señor agente me robaron, ustedes no entienden me robaron”, gritaba el hombre al interior de la patrulla.

“Dame la libreta Solmery”, decía un hombre que a juzgar por su acento era proveniente de la zona norte del país. Un sujeto que minutos antes le había pegado a su novia y que cuando la teniente pronunció las palabras “llévenselo para la UPJ para ver si allá le pega a los locos”, trató de escapar. Solmery se iría con su rostro empapado en lágrimas y sin presentar un denuncio. Un caso de violencia domestica, tan sólo veinticuatro horas después de ocurrido el día internacional de la mujer.