Eran las 5:30 de la mañana en la fría ciudad de Bogotá. Me preparaba para salir después de un duchazo veloz que me hizo entrar en sí. Comí una mogolla que, a esa hora de la mañana, fue seca y casi me raspaba la garganta. Me encomendé a Dios y me dispuse a trabajar como uno de los más de 150.000 bogotanos que, según Alianza In, gremio que busca regularizar las aplicaciones de transporte, colaboran con plataformas como Didi, Uber y Cabify, entre otras aplicaciones de servicios de movilidad del país.
No puedo mentir, estaba nervioso. La investigación que hice me llevó a querer experimentar esta actividad por mis propios medios, sintiendo así la realidad de miles de conductores que arriesgan sus vidas diariamente. Nadie sabe quién se sube al carro de uno, cuáles son las intenciones o si simplemente será el último viaje que se haga.
La inscripción a las plataformas es sencilla, con unos pocos pasos se puede estar esperando la confirmación por parte de la aplicación para poder empezar a trabajar y a generar ingresos. La aceptación como conductor en Didi puede durar hasta tres días hábiles. Según ellos, verifican los antecedentes del solicitante por medio de su cédula de ciudadanía. Después, cuando se acepta, se debe hacer un reconocimiento facial que permita a la aplicación conocer si la persona que se inscribió es la que conducirá.
Cuando llegué a mi carro eran las 5:40 de la mañana, ingresé a la aplicación y me conecté para poder recibir mi primer viaje. Tenía la meta de hacer 25 carreras en el día, ya que, durante la primera semana de inscripción, si se logra hacer un mínimo de 120 viajes, Didi completa la diferencia entre lo que se haya generado y lo que haga falta para llegar a 1'700.000 pesos colombianos.
Tenía la idea de solo trabajar en el norte de la ciudad, siempre he vivido por esa zona. La primera recomendación que me dieron conductores que llevan años en la aplicación, es que lo mejor es conducir por zonas que uno conozca y trayectos cortos para lograr los beneficios económicos que te ofrece la plataforma por completar cierta cantidad de viajes.
Dos minutos después, y sin darme la oportunidad aún de salir de mi parqueadero, la aplicación marcó un viaje que era perfecto para mí, desde la calle 100 hasta la 127 con novena. La adrenalina corrió por todo mi cuerpo. Vi el valor de la carrera y me pareció razonable para la hora y la distancia. Gané mis primeros 12.800 pesos, aunque la aplicación marcó 16.000 pesos, ya que Didi retiene el 20% de cada carrera.
Un fantasma tras el volante
La mañana transcurrió con relativa normalidad, entre idas y venidas. El tráfico de la ciudad es sofocante hasta el punto del desespero. El bochorno matutino de Bogotá hace que cada pito o cada “buñuelo” despreocupado de la vida que se ponga en frente sea un enemigo. Los pasajeros no ayudan, muchos con total indiferencia se suben al carro y ni un “buenos días” sale de sus labios. El sol se va poniendo en su punto más alto entre conversaciones de celular, de algún descuidado que le cogió la noche para ir al trabajo.
- Jefe, no se me preocupe, ya voy a llegar. Le juro que esta tarde salgo una hora después para poder reponerle el tiempo.
Es extraño lo poco que tienen en cuenta los usuarios de estas plataformas en que hay una persona al lado suyo escuchando todo lo que dicen entre sí o por su celular.
Eran, aproximadamente, las 10 de la mañana, me salió una carrera relativamente larga que cubría la 134 con séptima y Chapinero Alto. Como a esa hora el tráfico y el trabajo están en hora llana, decidí aceptar aquella solicitud. Cuando llegué a la ubicación que marcaba la aplicación, se subieron dos muchachas. Se notaba que acaban de terminar una noche de fiesta llena de baile y alcohol. El olor de la que se subió en el asiento del copiloto vaticinaba el gran esfuerzo que debería hacer para lograr no emborracharme con el tufo que emanaba aquel ser trasnochado, pero aún con la noche viva en sí por la alegría que transmitía.
- Marica ¿te acuerdas de Pipe? Dijo la mujer sentada en la parte trasera, inclinándose un poco hacía adelante para que su voz pudiera llegar hasta su amiga sentada en frente. Pero no sé, continuó. Ese man tiene novia y es muy difícil que le termine por mí.
- Es que usted la cagó comiéndoselo anoche, sentenció la de olor a trasnoche. Si usted ya se lo dio a un man antes de tenerlo asegurado, ya perdió.
No pude evitar que se me escapara una pequeña sonrisa de los labios, solo pensaba en que muy seguramente ninguna de ellas había reparado en que yo estaba escuchando. O tal vez sí, simplemente no les importaba. Al fin y al cabo, sabían que nunca me volverían a ver. Rápidamente, dejé de sonreír y continué con mi expresión seria, esquivando tráfico, cansado ya por casi cuatro horas conduciendo en la quinta ciudad más congestionada del mundo, según Global Traffic Scorecard en su informe anual de 2022.
Seguridad para los conductores
El día te da cierta seguridad, el tráfico y la luz hacen que te sientas a salvo. Todo esto cambia cuando llega la tarde y el sol se va poniendo. El miedo se iba apoderando de mí, es que realmente el único control que hacen la mayoría de las plataformas a los conductores es cuando estos se registran. Cualquier persona con un celular puede solicitar un viaje, la seguridad es casi nula. A pesar de las promesas de Didi y otras aplicaciones sobre la seguridad y las múltiples funciones para poder reportar una contingencia que se presente en el viaje,.la falta de control real sobre los usuarios que se inscriben en las plataformas significa que los conductores se jugarán la vida en cada trayecto.
Caída la noche, estaba siempre pendiente de quién se iba a subir, intentaba ver más allá de caras y gestos. No sabía qué estaba buscando, alguna señal en la cara del pasajero, algo que me advirtiera sobre un posible peligro. Las noticias y denuncias en redes sociales van mucho más allá. Muertos por apuñaladas y Robos violentos para despojar de los automotores, son solo algunas de las situaciones a las que día a día están expuestas las personas que deciden conducir su carro para llevar dinero a sus hogares.
No siendo poco, decenas de denuncias en redes sociales muestran la cruel realidad que deben soportar los conductores que han sido víctimas de algún tipo de delito por delincuentes camuflados de usuarios. En muchos casos, la policía es poco diligente ante las denuncias e incluso llegan a revictimizar a las personas afectadas. En ocasiones, piden sobornos para cambiar la declaración sobre el robo del vehículo. Ya que las aseguradoras son muy claras en sus condiciones al establecer explícitamente que no responden ante situaciones relacionadas con el trabajo en plataformas de transporte de usuarios, sin importar cuál sea la contingencia.
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¿Vale la pena?
A las 7 p.m. terminé mi carrera número 16. Aún estaba lejos de lograr la meta de 25 carreras. Las ganancias iban en 145.000 pesos, después de 13 horas de trabajo continuó. El tráfico estaba comenzando a mermar, y yo estaba por los lados de la Caracas, cerca de la 72, a la espera de algún sonido de alerta en la aplicación que me encaminara más al norte. Salió una carrera por debajo del 7 de agosto. Para ser sincero, nunca me di cuenta y pensé que era más al norte; cuando llegué, percibí dónde estaba. Pensé varias veces en irme, pero la usuaria no me dio tiempo. Se subió una mujer alta, con una falda que a duras penas le cubría parte de las piernas, llevaba una chaqueta grande que le cubría hasta el cuello. Me saludó cortésmente. Arranqué, y a mitad de camino, escuché que estaba llorando. Un llanto apagado que solo era obvio por unos pequeños gemidos que, para escucharlos, se debía agudizar el oído.
Cuando íbamos a mitad de camino, de repente soltó:
- ¿Si sale mi mamá le podrías decir que eres un amigo?
- Por supuesto, le dije intentando parecer despreocupado.
Cuando llegamos a la dirección marcada, me preguntó ¿Cuánto es? La miré y le dije: “No vale nada, espero que todo vaya bien”. Se bajó del carro, puse dirección hacia mi casa y con una sonrisa me dije: “No sirvo para esto”.