Las calles como tarima

Miércoles, 02 Septiembre 2020 11:00
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Más de siete millones de músicos han quedado a la deriva después que el Gobierno Nacional anunciara en marzo la cuarentena estricta en todo el país para evitar la propagación del coronavirus en el país.

 

Eldrin Ojeda, vallenatero.|Cóctel Band @bandacoctel|El público|El público|Eldrin||| Eldrin Ojeda, vallenatero.|Cóctel Band @bandacoctel|El público|El público|Eldrin||| @alejandra_lmr|@alejandra_lmr|@mariabarriosf|@alejandra_lmr|@alejandra_lmr|||
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  • Coautor 1: María José Barrio Figueroa

¿Qué pasa entonces cuando los establecimientos están cerrados y los músicos quedan relegados al recuerdo del pasado sin el COVID-19? Salen a la calle. Por todos los rincones de la ciudad suenan las voces de los músicos que han tenido que encontrar otras maneras de ganar dinero y de mostrar el talento que antes pertenecía a las tarimas. 

La Guajira y Cartagena en Colombia y de toda Venezuela son algunos de los lugares, desde donde vienen, estos artistas buscando cómo ganarse su día a día. Salsa, vallenato, baladas, boleros, entre otros, son los géneros que suenan día tras día por nuestra ventana. Hace seis meses la mayoría de estos cantantes se encontraban en grupos musicales para tocar en fiestas y cócteles, pero ahora no les queda de otra que salir a las calles.

“No podemos quedarnos quietos, venimos a Bogotá en busca de un mejor futuro”, dicen. Acompañados por su pareja, hermanos o amigos, cada grupo y artista musical recorre la ciudad. La 'Banda Cóctel', por ejemplo, se formó durante la pandemia, a medida que iban encontrando músicos los unían, hasta que formaron un maravilloso grupo de latin jazz que ahora consta de seis integrantes. Para ellos, ha valido la pena deleitar con su música las calles de esta ciudad. 

“Hay días en los que no recibimos mucha ayuda, otros en que sí, algunas puertas se cierran y otras se abren, pero, lo importante es eso que la gente nos aporte con lo que pueda (…) igual, aquí estamos, pa' lante, lo importante es que estamos con vida y con salud, que eso no se recupera”, asegura Eldrin Ojeda, cantante de vallenato.

La suerte no es de todos los días, buscar oídos que quieran escucharlos es una travesía. Algunos se levantan a las seis de la mañana para ensayar, unos terminan a las ocho de la noche cuando en el día sólo han recibido dos mil pesos y otros a las cinco de la tarde porque tienen que recoger a sus hijos al otro lado de la ciudad.

Viajan por toda Bogotá, de sur a norte, de Suba hasta Normandía o de Kennedy hasta la Calle 100, cantando, llevando los parlantes y los instrumentos en los brazos, esperando que les ayuden, aunque sea, con cien pesos. En algunos lugares les botan dinero por las ventanas y los halagan por la energía que transmiten, mientras que en otros no pueden cantar la primera nota porque en los edificios les piden que se vayan. 

“Para nosotros es muy difícil agarrar y cantar en una, dos, tres, cuatro torres y de repente como la gente ya sabe que pasan todos los días los cantantes, lleguen, te cierran la ventana y te digan ‘ey, hágame un favor, acá no puedes cantar porque me molesta, tengo un niño pequeño, estoy enfermo’ (...) ya con una sola persona que se queje, nos vamos, no queremos meter en problemas a los celadores", dijo Luis Mirabal, mariachi, quien ahora canta como solista.

Para Wilson Vásquez, acordeonero y vallenatero, la pandemia sirvió para “cambiarle la mentalidad a más del 70% de los músicos a nivel nacional”. Tuvieron que acomodarse a un estilo de vida que les era ajeno y el Gobierno que un día les dijo que eran el “principal producto de exportación” ahora los ha dejado en el olvido. A pesar de esto cada uno de ellos aún sale de su casa con la esperanza de que la gente se asome a su ventana con un gesto de entusiasmo y con el recuerdo de aquellos días en que el público tenía ojos solamente para ellos.