Mientras los patrulleros de turno están comiendo, ‘Jacko’ se sienta al lado del que más tiene comida, esperando que le den unos bocados. Una vez el escogido termina de comer, el perro se va y se sienta al lado de otro compañero esperando sus sobras, lo hace hasta que se acaban los patrulleros y la comida. La escena se repite varias veces a lo largo del día en el CAI de Contador en el sector de La Calleja.
Así es ‘Jacko’, el perro ‘criollo’ de lomo negro y pecho amarillo, que vive a escasos dos pasos del CAI en una casa de madera donada por la comunidad. Ahí duerme parte de la noche según cuentan los patrulleros. “Siempre duerme en su casa, pero durante la noche rasguña la puerta y se la abrimos, se mantiene un tiempo y vuelve a salir”, señaló el patrullero.
Fue una noche hace casi año y medio, la primera vez que Jacko llegó al CAI. Una pareja lo entregó a los patrulleros como un perro perdido. Allí, a mitad de la noche, entró a la caseta y durmió en una esquina, “Tenía una de estas camisas de sobra y se la ubiqué en la esquina, allí se acostó se quedó dormido”, comenta el patrullero Álvarez.
Una vecina del sector preguntó por el perro y aunque no lo podía adoptar, fue la encargada de traerle un collar con el número del CAI. En los días siguientes, la libertad de Jacko se veía restringida. Álvarez señala que la primera llamada que recibió fue la del perro merodeando por el sector de Prado, luego el sector de Unicentro y, por último, el sector de San José de Bavaria. “Yo nunca fui a recogerlo, les decía que, si lo podían traer hasta el CAI perfecto, siempre lo traían”, señaló el uniformado.
El perro no permanecía en el lugar por más de dos días hasta que en una salida a patrullar, Jacko se le atravesó a una moto y se rompió la pata. Al saber esto, los habitantes angustiados por el perro, se ofrecieron a pagarle la veterinaria y la operación. Estuvo una semana en la veterinaria. “Cuando lo visité estaba tan feliz de verme que se orinó encima y me manchó el pantalón, de ahí en adelante no se ha vuelto a perder”, aseguró el patrullero Álvarez, quien con el patrullero Sánchez decidieron adoptarlo dándole el nombre del perro de un compañero: Jacko. Desde ese momento, se convirtió no solo en el perro del CAI, si no en el compañero fiel de los patrulleros y vecinos del lugar.
Ahora es común no verlo cerca a la caseta, los patrulleros del CAI comentan que, aunque se pierde durante cuatro o cinco horas por el sector de La Calleja, siempre regresa, toma agua y se acuesta en su casa dentro del CAI o frente a él. Se la pasa merodeando el sector como si igual que los oficiales patrullara constantemente la zona, cuidando a “sus madrinas”.
Según comentan los patrulleros, ‘Jacko’ tiene como seis “madrinas”, personas que constantemente están preocupados por él. Le traen comida, le cambian las cobijas, el agua y lo acarician. “Lo quieren tanto que cada dos meses está estrenando collar, cobijas o pañoletas”, aseguró Álvarez.
Por otro lado, el perro de tamaño mediano con una cabeza pequeña, que ya reconoce el uniforme de la Policía “mantiene un aire de desconfianza con todo individuo que es llevado al CAI”, comentó un patrullero. Allí a los individuos les aúlla, sin embargo, nunca los ataca o los muerde. Por otro lado, es igual con los perros cercanos al CAI, a unos olfatea, a otros les aúlla, pero como está castrado- debido a los aportes de la comunidad- no los ataca ni les busca pelea.
El perro ha sido compañero fiel de los agentes del lugar, cuando un patrullero se pega una escapada a la Olímpica, que queda cruzando la calle, Jacko, sin correa ni nada lo acompaña, fiel al uniforme de policía, y lo espera frente al establecimiento comercial, donde los transeúntes y trabajadores también lo conocen, lo llaman y lo acarician.
Sin embargo, esta libertad no siempre ha sido beneficiosa, la compañía del canino también tiene sus momentos grises. En las mañanas, la desconfianza del perro se traduce en aullidos hacia los deportistas que pasan por la zona, quienes manifestaron su inconformismo. Asimismo, cuando se suben a la patrulla Jacko los empieza a perseguir y a ladrar durante varias cuadras. “Eso me ha costado varios regaños de mis superiores, porque toca parar, llevarlo al CAI y eso nos retrasa” asegura un uniformado.
Jacko ya es un símbolo del parque Contador, incluso ya es un símbolo de la Policía de la zona. ¿Quién se imaginaría que el perro perdido que llegó hace año y medio, a las diez y media de la noche, se convertiría en el fiel compañero de la policía y los vecinos del sector?