En Colombia, desde hace un tiempo los dueños de los animales de compañía cuentan con servicios especializados, que se han establecido en el mercado como tendencia al cuidado y a la humanización de éstos. Entre estas alternativas, se encuentra una en especial, las funerarias para mascotas. En estos lugares, usted puede encontrar opciones como la cremación individual o colectiva y el entierro en un cementerio para su amigo de cuatro patas.
Funeravet, la primera funeraria para mascotas en Colombia, fue creada en el año 2001 por el médico veterinario Henry Cortés, dada la disposición inadecuada que les han dado a los animales muertos hasta hoy, como desechos hospitalarios. Y aunque esta práctica aún no ha cambiado, estos establecimientos se ratifican como una opción diferente y más digna de darle un destino final a las mascotas.
Los costos que se manejan en estas empresas están entre los 140 mil y los 750 mil pesos. Estos precios varían según el peso del animal y el tipo de servicio que se escoja. La cremación colectiva es más económica que la individual mientras que el servicio de cementerio es el más costoso de las opciones.
Ecocapital, la empresa distrital que ofrece el servicio de recolección de cadáveres de animales, tiene un convenio con las veterinarias de la capital, para llevarlos allí en el momento en el que fallezcan. Sin embargo, el manejo que se le da al animal aquí es como basura sanitaria de alto riesgo biológico y se incinera junto con desechos médicos. Para algunas personas éste no es el manejo que merecen sus mascotas, sin embargo, no tienen conocimiento de la opción de las funerarias para ellos.
Manuel López, administrador de Funeravet y médico veterinario, dice que el proceso para llevar allí a una mascota fallecida empieza por la difusión de sus servicios, ya sea por internet, por páginas amarillas o por voz a voz, luego el traslado del animal en donde se conserva mientras la familia decide la disposición final que se quiere para éste.
Pero Funeravet no es la única empresa que ofrece sus servicios al público, existen otras como Mascopaz o Bosques del silencio, que igualmente funcionan solo en Bogotá y alrededores, en donde también pueden tomarse los servicios de cremación o entierro. Sin embargo, en Funeravet y en Bosques del silencio la duración del espacio para la sepultura de los animales es de 5 años, mientras que en Mascopaz la mascota se quedará allí para siempre.
Perros, gatos, hámsteres, conejos y aves son algunos de los animales que son llevados a estos establecimientos. López recuerda el sepelio de uno en especial, el de un loro que cuando iba rumbo al cementerio en el transporte especial, fue alcanzado por siete carros más en los que iban tres generaciones de una familia que habían compartido con el animal, que vivió 60 años.
Angélica Corredor, una estudiante de administración de empresas, tomó por primera vez los servicios funerarios para su mascota Bambi hace 5 años. En esa ocasión Angélica quiso que su perrita descansara de manera más digna pues “yo esperé devolverle a ella esos 15 años que vivió conmigo y me brindó tanto amor de esa manera, dándole un descanso más humano”, según cuenta. Ella ha utilizado los servicios de Funeravet dos veces más, para sus perros Benji y Tomi. En su tercera experiencia, que fue en el mes de agosto de este año, tomó la decisión de llevar a Tomi, su perrito que murió atropellado, al cementerio. Constantemente ella, junto con su familia, visita a su hijo, como lo llama, “porque él más que mi mascota fue un miembro de mi familia”, dice. Ahora Angélica guarda dentro de dos cofres, entregados por la funeraria, unos mechones de pelo de Benji y Tomi, como símbolo de su presencia.
Para Manuel López, la humanización de los animales se ha dado de manera paulatina, porque sentimos empatía por ellos. Según él, esto se resume en que “antes el perro estaba en el campo, luego se metió al patio de la casa, luego a la cama del hombre y luego a su corazón”.
Finalmente, para la psicóloga de la Universidad Externado Laura Moyano, la configuración familiar ha cambiado dado que cada vez las parejas piensan menos en tener hijos e incorporan en su hogar a las mascotas. En este proceso, “las personas pretenden expresar sus emociones propias en los animales, atribuyéndoles, por ejemplo, sentimientos que instintivamente ellos no tienen como celos, vanidad o enamoramiento”, según ella. De esta manera, Moyano cuenta que los sujetos sienten la necesidad de “simbolizar la importancia que dan los animales dejándolos en el recuerdo y permitiendo que sea posible visitar los restos de sus mascotas”.