El equipo albiazul no atraviesa un buen presente futbolístico. Desde la salida de un referente como Radamel Falcao García en el mes de julio, acompañada de los malos resultados en la presente edición de la Liga BetPlay y sumando las decisiones erradas en el mercado de fichajes con refuerzos como Bruno Savio y Guillermo De Amores, quienes aun presentando molestias físicas previas fueron anunciados como incorporaciones estelares para suplir la salida de Álvaro Montero y Daniel Cataño, es evidente el mal momento del equipo, lo que ha venido generando malestar entre la hinchada capitalina. La reciente eliminación del torneo no hace más que confirmar un libreto que Millonarios repite semestre tras semestre: planteles cortos, improvisación y una dirigencia que prioriza el equilibrio financiero por encima de la competitividad.
Con el inicio del torneo local el pasado 11 de julio, el panorama ya lucía complejo para el entonces entrenador David González, cuyos malos resultados lo llevaron a dar un paso al costado en plena temporada, aumentando las dudas entre la afición y la opinión pública. Todo ello ha dejado en evidencia que la gestión de Enrique Camacho al frente del club está lejos de ser acertada y ha profundizado la crisis del equipo. Ahora bien, el nuevo entrenador del conjunto capitalino, Hernán Torres, enfrenta una tarea titánica: buscarle un rumbo a un equipo corto de ideas, debilitado futbolísticamente y que viene de un fracaso doloroso que volvió a evidenciar las carencias estructurales de la institución.
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Una de las falencias más notables de Millonarios en este escenario es la falta de presencia goleadora. Leonardo Castro, su máximo anotador en la temporada con 12 tantos, se ausentó por lesión el semestre pasado y dejó un vacío difícil de llenar. Jugadores como Daniel Cataño o Juan Pereira apenas sumaron cuatro goles cada uno, cuando su rol principal no es la de un anotador natural, lo que demuestra que el equipo depende de un solo atacante para sostener su ofensiva. Incluso, el propio Falcao, en su corto paso por el club en 2024, marcó cinco goles en 16 partidos, cifras discretas para su historial, pero suficientes para evidenciar que era uno de los pocos con peso real en el área rival.
La eliminación reciente dejó aún más claro que el problema va más allá de lo deportivo: radica en una dirigencia que insiste en competir con una nómina limitada en lugar de construir una plantilla acorde a la historia del club. Millonarios no solo sufre por falta de goles: sufre por la falta de planificación. Lo que pasó este semestre ya había pasado en temporadas previas como 2019, 2022, 2023-II o la misma Libertadores 2024: cuando el equipo pierde a una de sus piezas principales, se queda sin alternativas. El patrón se repite porque la raíz nunca cambia.
A esto se suma que, mientras otros clubes como Nacional, Junior o incluso Medellín han entendido la necesidad de fortalecer nóminas amplias para competir en dos frentes, Millonarios se mantiene en un modelo austero que lo pone en desventaja desde el primer minuto. El resultado es predecible: cuando se lesiona su único delantero confiable o baja su rendimiento, el equipo se derrumba ofensivamente.
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Las críticas a la dirigencia no son nuevas ni se limitan a la voz de la hinchada. Periodistas reconocidos han señalado las fallas profundas en la administración del club. Carlos Antonio Vélez, por ejemplo, aseguró que la dirigencia de Millonarios prioriza lo económico sobre lo deportivo, frenando el crecimiento competitivo (Noticias RCN, 2024). En la misma línea, Iván Mejía habló de una “política de miseria” en la conformación de la nómina, denunciando la falta de inversión en jugadores de jerarquía (Pulzo, 2024). Estas opiniones solo confirmaron lo que la eliminación acaba de poner en pantalla gigante: el talón de Aquiles del equipo no está únicamente en la cancha, sino en los escritorios.
La eliminación también fracturó aún más la relación entre la institución y su afición. Las protestas, los mensajes en redes y el desgaste emocional de los hinchas reflejan una indignación acumulada. No se exige solo ganar, que es parte de la grandeza del club, sino respeto por la historia y por el escudo. Las tribunas pasaron de reclamar títulos a reclamar planificación.
El presidente del club, Enrique Camacho, ha defendido públicamente las contrataciones bajo su dirigencia, asegurando que “no necesariamente armar un buen equipo da títulos” (Infobae, 2025). Aunque reconoce algunos errores, sigue evitando asumir la responsabilidad completa. Sin embargo, la realidad deportiva demuestra lo contrario: sí existe una relación directa entre la planeación institucional y el rendimiento en la cancha. La lesión de Leonardo Castro dejó en evidencia que jugadores llamados a ocupar el puesto de goleador, como Santiago Giordana, apenas han convertido ocho tantos en tres temporadas, una cifra insuficiente para un club con aspiraciones de grandeza.
Además, la eliminación tiene consecuencias que trascienden el orgullo deportivo: afecta taquillas, premios, visibilidad internacional y la capacidad de atraer refuerzos competitivos. No clasificar no solo deja un vacío futbolístico, deja también un vacío económico que condiciona el futuro inmediato del club.
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Millonarios tiene tradición, hinchada y un proyecto técnico que intenta sostener un estilo de juego, pero si no se resuelve la falta de fichajes adecuados y no se plantea una gestión más seria, su grandeza seguirá reducida a balances financieros y recuerdos del pasado. El reto de Hernán Torres es enorme, pero su éxito dependerá de si la dirigencia entiende, de una vez por todas, que el fútbol no se gana en los escritorios: se gana en la cancha, con jugadores a la altura de la historia del club y con una planificación que esté a la altura de un gigante del fútbol colombiano.
Hoy, tras la eliminación, queda claro algo que ya no se puede esconder: Millonarios no quedó afuera por un mal partido, quedó afuera porque su dirigencia lleva años jugando a perder.





