Antes de que iniciara el Paro Nacional el pasado 21 de noviembre, tanto mis compañeros como yo estábamos muy asustados, principalmente por las declaraciones dadas en la rueda de prensa del Ministro de defensa el día anterior. Nos empezaron a predisponer tanto a nosotros como a muchas personas en todo el país. Actuando además con allanamientos, militarizaciones y mecanismos de censura. Pánico, miedo, insomnio, llanto, terror. Las situaciones de represión desmedida presentadas en las manifestaciones pacíficas provocadas en primera instancia por el ESMAD bajo las órdenes del Alcalde (sí, lo investigué con autoridades y policías), aumentaron esa sensación de adrenalina que pudo llegar a parcializar nuestra visión analítica como difusores de datos. Y las redes sociales, son armas de doble filo, a veces te salvan y en otras te hunden. Ayer sólo sirvieron para propagar la tortura que miles de bogotanos vivían desde sus casas, una tensión incomparable, un miedo imperdonable.
Tanto en la movilización estudiantil del 21N como en el cacerolazo de ayer en la Plaza de Bolivar de ayer 22, lo que además de ser injusto con los manifestantes pacíficos, da pie a una ola de violencia entre algunos "capuchos" que se ponen al frente y generan caos mientras que el resto de la movilización huye como mecanismo de distracción (unos "berracos" por exponerse así). Aquellos que disfrutan y manifiestan su odio porque les gusta, o aprovechan el desorden para vandalizar, también los hay obvio, maleantes que no van con las intenciones del paro, pero que son pocos en comparación a las multitudes que claman con cantos y bailes. Además de los muchos infiltrados que están esperando a servir como justificación ante la represión desmedida, totalmente salvaje y verdaderamente incoherente, donde sufren principalmente los inocentes, los que "quedan en la mitad".
¿Por qué no nos dejan expresar nuestro inconformismo? Es entonces cuando salen a flote nuestras reacciones de supervivencia y violencia. Rabia, ira, violencia, terror, impulsividad, corazones a mil, miedo, inseguridad... Bien me lo dijo un ESMAD con los ojos tristes: "Una guerra absurda entre nosotros los peones". Este caos genera aún más adrenalina, nublando el razonamiento mismo en el momento. Y nosotros desde nuestra labor también nos exponemos a miles de cosas, esforzándonos al máximo para que al final ningún bando nos apoye o crea en su totalidad: Sí amigos, me han empujado y pegado "vándalos", me han escudeado, apuntado, insultado y requisado super feo miembros del Esmad, me han caído piedritas, he quedado encerrada o "secuestrada" por horas gracias a la policía, que en una o dos ocasiones también nos ha ayudado o "protegido". Pero eso no nos detiene, aunque claro, nos espanta y a su vez, fortalece. ¿Nos estamos acostumbrando también a toda esta violencia?
En una clase vimos que en situaciones de inmediatez se puede perjudicar el sentimiento de análisis y parcialidad que éticamente ha de tener un periodista. Y por eso quiero pedir disculpas, como una profesional a punto de salir. En horas de la noche me dejé llevar por la situación de pánico vivida y ayudé, e incluso fui víctima directa de la desinformación. Salí corriendo del mierdero de la Plaza a mi casa por el susto que estaba viviendo mi localidad, un cambio drástico de las agresiones físicas a las emocionales que vulneraron aún más mis capacidades intelectuales. Gases, golpes, espera, angustia, temblor, insomnio. En mi caso, mi familia ya estaba en situación de desorden emocional por lo que eso no ayudó, a pesar de las preparaciones en movilizaciones sociales que llevo cubriendo desde hace ya dos años, fue la primera vez en la que me sentí totalmente impotente. Dejándome llevar por la angustia cuando deberíamos mantener la calma, analizar ambas facetas. No trato de justificar mis acciones, e incluso siento que al igual que yo, muchos medios fueron irresponsables al ser generadores de pánico sin antes analizar la situación. Hace años no estábamos en un contexto como estos en una zona que vive su urbanidad desde una burbuja protegida, lo que ha dado, aún más, pie a este error nefasto que ahora se traduce en más desconfianza hacia nuestra labor periodística.
Doy fe que esta situación vivida quedará marcada en mi evolución como periodista, ayudándome a conservar la calma y mantener un razonamiento lógico aún en situaciones tan "calientes" como la vil estrategia de pánico presentada el día de ayer. Creo que de eso se trata, de comprender el error y evolucionar día a día con las situaciones del mundo, del diario vivir. El Paro continúa y desde mi cubrimiento me siento más preparada y fuerte para las situaciones futuras. Nosotros que estamos inmersos diariamente en esas situaciones de tan alto impacto físico, moral y emocional, tenemos que prepararnos mentalmente para preservar siempre nuestros valores profesionales. Y prometo, que a partir de ahora, no me dejaré llevar por el pánico, sino por mis conocimientos y registros. Feliz #23N