Sorpresas electorales en Bolívar y Cauca
En Colombia pasan tantas cosas que se requiere que ocurra algo realmente inédito para que declaremos que una elección ha sido histórica. Sin embargo, más allá de lo evidente -la victoria de una mujer abiertamente homosexual en Bogotá y la de un independiente en Medellín, en el bastión uribista-, hay otros tantos elementos que hacen de esta la jornada electoral más importante de la que se tenga recuerdo.
Primero, y quizás lo más importante, fueron las primeras elecciones regionales del posconflicto. La Farc, tras su aparatosa desmovilización y pese a los ataques de varios sectores que hicieron recordar los años de la Unión Patriótica, pudo participar en estas elecciones con resultados que, aunque no tan promisorios como los que tuvo la UP, sí son un palo, como se le dice en Colombia a los resultados electorales inesperados.
En Turbaco, Bolívar, a escasos kilómetros de la turística Cartagena, un exguerrillero ganó la Alcaldía. Y no cualquier exguerrillero sino Guillermo Enrique Torres, alias 'Julián Conrado', mejor conocido como el Cantante de las Farc obtuvo 17 mil votos, 6 mil por encima de su rival, Leonardo Enrique Cabarcas, el candidato de Cambio Radical.
Torres no la tiene fácil en un departamento gobernado históricamente por casas políticas señalados de vínculos con el paramilitarismo. Prueba de ello, la elección como gobernador de Bolívar de Vicente Blel, hijo del parapolítico del mismo nombre. Para completar el pastel, las elecciones en Cartagena agregan un ingrediente que promete: tras varios años de interinidad, por cuenta de la destitución de varios alcaldes, Cartagena eligió sorpresivamente a un independiente que promete acabar la corrupción en el Corralito de Piedra: William Dau Chamat.
Y ese es solo el panorama en Bolívar, si vemos el resto del país, las sorpresas no dejan de aparecer. Al otro extremo, en Cauca, los caucanos eligieron por primera vez a un afrocolombiano como gobernador de ese departamento: Elías Larrahondo. Larrahondo ganó, hay que decirlo, con el apoyo de los caciques de siempre. Pero es histórico que, en toda su historia republicana, esta sea la primera vez que un departamento como el Cauca con una importante población afro en su litoral, tenga a un gobernador de raza negra.
En Cauca hubo otros resultados sorpresivos y frescos. En Silvia, por ejemplo, los electores eligieron a una mujer misak: Mercedes Tunubalá Velasco. Ambos resultados son aún más importantes si se tiene en cuenta la cantidad de asesinatos a líderes sociales que se han presentado en el Cauca y que han supuesto una persecución a la diversidad de pensamiento. Finalmente, no obstante, la diversidad se impuso.
Un líder social gana en Buenaventura
Ahora, si de líderes sociales se trata, hay una victoria que marca, por así decirlo, un homenaje a todos aquellos que han sido asesinados en estos años. Se trata de la sorpresiva victoria del líder social de Víctor Hugo Vidal, quien se impuso con el apoyo de la Colombia Humana de Gustavo Petro y con el del Polo Democrático Alternativo. Todo en un puerto que no hace muchos años vivía con la sombra del miedo a sus espaldas por cuenta de los descuartizamientos en las mal llamadas casas de pique. A lo que se suma que la victoria de la izquierda se da en el principal puerto colombiano sobre el Pacífico y en la segunda ciudad en importancia en el Valle del Cauca. No se trata, de ninguna manera, de una victoria pírrica.
Un Eje Cafetero verde
Subiendo por la cordillera central, las noticias de unas elecciones atípicas nos llevan al Eje Cafetero. Son tantos elementos que excede el objetivo de este texto. Valga mencionar dos: en Armenia, el voto en blanco estuvo a punto de vencer a todos los candidatos, algo que sólo había ocurrido una vez en la historia de Colombia, por lo menos en lo que se refiere a ciudades de este tamaño. Fue en 2011 cuando, en Bello, Antioquia, el blanco se impuso, obligando a las autoridades a unas nuevas elecciones.
Segundo, en Caldas, bastión uribista (de allá es, por ejemplo, el excandidato presidencial Óscar Iván Zuluaga y el exministro Fernando Londoño, quien dijo que había que hacer trizas el acuerdo de paz), la vencedora fue la Alianza Verde, que se quedó con la Alcaldía de Manizales y con la Gobernación de Caldas, quitándole el poder al uribista Centro Democrático.
El Uribismo pierde en Antioquia (y en buena parte del país)
Llegamos a Antioquia y la sorpresa es ya tan conocida que pareciera no ameritar un análisis. En Medellín, el candidato independiente Daniel Quintero venció por amplio margen a Alfredo Ramos, hijo del investigador exgobernador de Antioquia, Alfredo Ramos, y carta del expresidente Álvaro Uribe Vélez en su tierra antioqueña. Quintero ganó por encima de las maquinarias y de las encuestas que siempre lo dieron como perdedor.
No obstante, es la confirmación de una tendencia extraña pero real: el uribismo nunca ha ganado en su propia tierra. Valga recordar que en las elecciones pasadas perdió la Alcaldía con Federico Gutiérrez, aunque muchos digan que es un uribista vergonzante; y la Gobernación, con Luis Pérez. Esta vez el panorama es similar y Uribe pierde con Quintero, en Medellín, y con Aníbal Gaviria, el eterno gobernador, en Antioquia.
Esta tendencia, no obstante, es nacional. En 17 años desde la llegada de Uribe al poder, el uribismo nunca se había visto tan maltrecho: perdió en todas las ciudades capitales y en las gobernaciones más importantes. En Bogotá, por ejemplo, hizo el ridículo, primero, quitándole a Ángela Garzón su aval a la Alcaldía, por haberse burlado del expresidente.Y, luego, su reemplazo: Miguel Uribe Turbay quedó de últimas en las elecciones, incluso, por debajo del candidato del petrismo: Hollman Morris.
Al final la gran vencedora en la capital fue Claudia López: primera alcaldesa de la capital en sus 481 años de historia. Y, además, abiertamente homosexual. Con el agregado de que la Alianza Verde sacó 12 curules al concejo, lo que la convierte en una fuerza importante.
Fue tal la derrota del uribismo que, incluso, perdieron en ciudades donde han sacado mejores votaciones que lo que han sacado en la misma Antioquia. En Cúcuta, por ejemplo, bastión del uribismo y del exalcalde Ramiro Suárez Corzo, condenado por homicidio, el vencedor fue el candidato de la Alianza Verde: Jairo Tomás Yáñez.
El caudillismo derrotado
No obstante, sería equivocado decir que el único derrotado fue Uribe: los otros caudillos también salieron derrotados: Petro, por ejemplo, no pudo continuar en cuerpo ajeno con Hollman Morris. Y, en el caso de Fajardo, si no es por Claudia López, estaría arruinado. Fajardo perdió en su casa: Antioquia y en Medellín y en otros bastiones como Cali, donde su candidato Alejandro Eder nunca despuntó. Y de Vargas Lleras ni se diga. El exvicepresidente se convirtió en un apoyo que nadie quería reconocer. Casi que un paria.
Los nuevos barones
En esta ocasión no ganaron los caudillismos; sin embargo, sí hubo algunos nuevos caudillos que midieron su caudal electoral. Los Char, por ejemplo, revalidaron su buen momento, arrasando en Barranquilla, con Jaime Pumarejo; y en Atlántico, con la exalcaldesa Elsa Noguera, quien se quedó con la gobernación de ese departamento, por encima de Nicolás Petro.
Petro perdió, no obstante, se quedó con una curul en la asamblea departamental, al sacar la segunda votación más alta. Todo en virtud de una enmienda incluida en el Estatuto de la Oposición que hizo que en Bogotá, por ejemplo, Carlos Fernando Galán, segundo en la contienda con un millón de votos, algo nada desdeñable, se quedara con un puesto en el cabildo de la capital.
La otra gran ganadora fue la gobernadora saliente del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, quien puso como reemplazo a su candidata, Clara Luz Roldán, que sacó unos históricos 900 mil votos. Estos dos nuevos barones electorales prometen animar una pelea que va a ser trascendental: las elecciones de 2022.
Un país complejo
Finalmente, la otra sorpresa es que con estas elecciones emergió una cuarta Colombia: no se trató de la Colombia uribista que votó No en octubre de 2016 y que puso con 10 millones de votos -la cifra más alta en la historia- a Iván Duque como presidente. A Uribe le fue tan mal que, como pocas veces en la vida, tuvo que salir a reconocer la derrota con “humildad”.
No se trata, tampoco, de la Colombia que puso en segunda vuelta, por primera vez en la historia, a un candidato de izquierda y con unos nada desdeñables 8 millones de votos, incluso más que los que sacó Uribe en su momento. A la Colombia Humana le fue tan mal, que el mismo Petro reconoció la victoria de Claudia López con un tufillo de mal perdedor.
No se trata, tampoco, de la Colombia fajardista que casi pone a Fajardo en segunda vuelta (de no haber sido por su indefinición a la hora de unirse a Humberto de la Calle). Fajardo perdió en casi todas las contiendas que disputó y, en ese sentido, sus resultados se parecen a los de otro barón electoral: Germán Vargas Lleras, quien, aunque ganó, perdió más. Podría decirse que la Colombia que emergió fue la de la histórica Consulta Anticorrupción que, aunque perdió, obtuvo más votos que el presidente Duque: 11 millones.
En resumen, el país que emergió fue un país vibrante y complejo, difícil de entender y de vaticinar (como lo evidenciaron las pifias de las encuestadoras). Falta ver lo que ocurra de acá a las próximas elecciones. Hay, no obstante, un departamento que funciona como una bolita mágica: Nariño. Nariño, al sur, pareciera llevarle siempre la contraria al resto del país: cuando en Colombia gana la derecha, en Nariño gana la izquierda (algo que recuerda las diferencias políticas que llevaron a que algunos califiquen a los pastusos de tontos siendo que no lo son). En esta ocasión, esa tendencia se mantuvo: mientras el país votó por la centroizquierda, en Nariño (donde ganó el Sí y ganó Petro), los nariñenses eligieron para gobernador y para alcalde a los partidos tradicionales, debido al fracaso de su gobernador progresista: Camilo Romero.
Nariño es una muestra para Colombia: si los candidatos elegidos este histórico 27 de octubre no hacen bien su tarea, es probable que las fuerzas más tradicionales, reproduciendo esa curiosa tendencia latinoamericana de ir de izquierda a derecha (de Bachelet a Piñera y viceversa; de Macri a Cristina) en pocos años. Como si fuera un continente bipolar. Pero no. Sencillamente: América Latina y Colombia son más complejas de lo que parecen.