El arte, un deleite relegado

Viernes, 09 Noviembre 2018 15:23
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Somos víctimas de lo actual, cómplices de los viral, postergado los placeres de antaño del arte hemos consolidado las tendencias en ocasiones ilógicas del hoy.

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  • Coautor 1: Kimberly Vega

El libro guarda descubrimientos mágicos, la pintura viajes de auto reflexión, el poema anhelos de amor, la danza una sofisticada expresión y la sinfonía una innocua exaltación, deleites pasados que se opacaron en la novedad y se estancaron en las falsas creencias de los gustos añejos, nublando lo que en verdad al principio le brindo al hombre la libertad y la posibilidad de plasmar su reflexión y pensar, en algo material y de admirar.

Cada día y cada año se ven bibliotecas más vacías y discotecas más llenas, no hay excepciones acá todos somos culpables de esta aberración, el hombre cegado por tendencias desplazó al arte y sus derivados, para darle paso a la tecnología y sus facilidades. Evolucionamos y esto no quiere decir que este mal, pero obviamos la apreciación de la verdadera belleza de la cultura y el arte, esa que antaño se honraba y respetaba.

La fama y moda arrasaron con la templanza de la admiración, cambiaron los buenos hábitos por actuales y menos fructíferos, ya no se lee igual, ya no se contempla nada como antes, las grandes historias se redujeron a videos y la cultura a una red social. Somos el resultado de una mala divulgación de conocimiento, aunque tenemos toda la información al alcance, nos limitamos a seguir masas sin cuestionar ni reprochar el porqué de los actos. Hemos sepultado nuestra historia y arte catalogándolas como arcaicas y la hemos reemplazado con banales superficialidades por una sociedad que nos indujo vulnerablemente a ello.

Aunque reconocemos esta nefasta realidad callamos ante la penosa conciencia de nuestra conveniente omisión. Presumiendo de Colombia, un país de Gabriel García Márquez, Rafael Pombo, Jorge Isaacs, José Asunción Silva, entre otros, sin probablemente haber leído ninguna de sus obras o entenderlas, alardeando ante el mundo de nuestra cultura y diversidad, sabiendo que la valoran más afuera que acá.

El mundo se ha vuelto más complicado aún, los pocos que luchan contra la adversidad de esta realidad, aunque esto conlleve sacrificios y prejuicios, desgastan letras, sudor y pintura con la esperanza de marcar una diferencia en estas generaciones. Sus esfuerzos poco a poco van dando fruto, cada vez más personas aprecian el arte y la cultura, en la última encuesta realizada por el DANE sobresale el hecho de que cada vez los colombianos están leyendo más, esta vez con un promedio por persona de 5,1 libros al año, lo cual demuestra que vamos por buen camino.

El proceso es largo, el daño profundo, la disnea del arte agobiante, pero la meta de una sociedad más culta es más que prometedora, es unir los senderos que se bifurcaron en los auges de la tecnología y lo tradicional de la inspiración, es abrir los ojos de las nuevas generaciones, incentivarlos a ver más allá de las palabras, traspasar la admiración del lienzo y escuchar más de lo que la melodía ofreció.

Rememoremos lo bello del pasado, rescatemos las bellas costumbres que tenían nuestros padres y los padres de ellos, y avancemos con la seguridad del buen camino, del buen saber. Invitemos más a galerías, museos y bibliotecas y menos a discotecas y bares, compartamos más libros y menos videos, hablemos más de artistas y menos de youtubers, dejemos de esquematizar y exaltemos más las palabras, las rimas, los trazos, las sombras, las esculturas y los mensajes. Seria un pecado subvalorar lo más significativo y profundo que el hombre pudo crear, el arte.