Ayer me escribió mi mamá preguntándome si iba a votar en el plebiscito. “Claro, tengo que hacerlo”, le contesté. Me dice “Ahh, cierto. A los estudiantes universitarios a veces les piden esos certificados”. “No. A mí no me lo piden. Pero voy a votar porque tengo que hacerlo”, le respondí.
Hoy, 2 de octubre de 2016, voté por primera vez en mi vida. No porque tuviera que presentar un certificado ni porque alguien me lo exigiera. Voté porque es mi derecho, mi responsabilidad y mi obligación. Voté porque es mi privilegio. Qué privilegio que mi primera vez en un puesto de votación fuera para votar por un acuerdo de paz que busca el fin de un conflicto en el cual nuestro país ha estado inmerso durante las últimas 5 décadas. Sin embargo, como se le ha dicho a los superhéroes… un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Responsabilidad que, en este caso, es tríple. Responsabilidad como ciudadana colombiana, con mi generación y con el sexo femenino.
¿Cómo no salir a votar?, ¿Cómo abstenerse cuando hace 59 años un grupo de mujeres se quejó de las injusticias, luchó por nuestros derechos y consiguió el éxito? Hace 59 años una gran cantidad de mujeres pudieron votar, al igual que yo, por primera vez en sus vidas. Lograron, por medio del voto, participar en las decisiones del país, tener voz en la política colombiana y mostrar que su opinión es importante. Ellas tomaron una decisión respecto al Frente Nacional. Hoy yo la tomo por la paz.
¡Qué privilegio!, ¡Qué responsabilidad! Pude votar para definir mi futuro, el de mi generación y el de las generaciones futuras. Voté por el perdón y la reconciliación. Qué derecho tengo yo, una simple estudiante, de no perdonar a quienes ya han sido perdonados por las personas que sí se han visto afectadas por el conflicto, que sí han vivido en la guerra y a las que sí les han quitado familiares, amigos y vecinos? ¿Qué derecho tengo yo de decir que no? ¿Cómo podría votar en favor de que siga la guerra? Claro, es muy fácil para aquellos que han visto el conflicto desde la comodidad de su sofá . Ojos que no ven, corazón que no siente.
Tenemos derecho a votar pero también debemos hacerlo pensando en alguien más que nosotros mismos. Hay que votar pensando en el futuro del país, en las víctimas y en los más desfavorecidos. Hay que votar pensando en nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Por eso yo esta mañana me bañé, me cambié, desayuné y me fui a mi lugar de votación. Voté por primera vez. Voté porque es mi responsabilidad, mi obligación y, desde hace 59 años, mi derecho.
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