El futuro está en sus manos y otros clichés para cambiar el mundo
Años de grandes cambios y el 2016. Este año hemos sido testigos de acontecimientos que seguramente serán ejes fundamentales para contar la historia. La amenaza terrorista, la campaña por la presidencia de Estados Unidos, el éxodo en Siria, las pruebas nucleares de Corea del Norte y el ejercicio de la democracia tanto en el Reino Unido como en Colombia son algunos ejemplos.
El ex Primer Ministro de Inglaterra, David Cameron, llamó a los ciudadanos del Reino Unido a las urnas. Una pregunta fue formulada y la respuesta fue oída, dejando a uno de los países más poderosos del mundo en ridículo. Una pregunta basada en el racismo y en el miedo que recibió una respuesta que nadie se esperaba. “¿Debería el Reino Unido seguir siendo miembro de la Unión Europea, o debería dejar de ser miembro de la Unión Europea?”. Debería dejar la UE, fue lo que dijo la gente.
El poder (y el peligro) de decidir fue lo que dejó al Reino expuesto a las críticas. Tachado de racista y xenófobo, sigue recuperándose de la tormenta política que desencadenó el referendo de junio. “El futuro está en sus manos”, se dijo previamente al referendo. Una frase gastada y que perdió su significado fue la bandera de la campaña que nadie se tomó en serio. El futuro estaba efectivamente en sus manos y lo echaron por la borda.
¿Qué pasará con el plebiscito en Colombia?
En primer lugar, de ganar el no, la firma del acuerdo en Cartagena se convertiría en el chiste peor contado de la historia política contemporánea de Colombia. El proceso que duró más de cuatro años y que concluyó con una fiesta monumental en la costa del país sería “eso de lo que no hablamos”, pues qué pena con los señores observadores de la ONU y con los señores historiadores que mirarán al pasado y se preguntarán qué fue lo que pasó.
El problema de esta campaña es que no fueron los argumentos los que se pusieron sobre la mesa para decidir sino que fueron los personajes. Se convirtió en una pelea entre Santos y Uribe, entre “esos paracos” y “esos guerrilleros”. Al igual que en la campaña del Reino Unido, el miedo se convirtió en la moneda oficial, y quien más miedo apostara, más apoyo recibía.
“Se meterán a las ciudades”, dijo Santos en algún momento. “Habrá impunidad”, repite Uribe (sorprendentemente) sin cansarse. Un disco rayado es en lo que podría resumirse esta contienda. Ahora queda esperar. Esperar a que los números en los que están representados millones de colombianos tengan la última palabra. Esperar a que a las 4 de la tarde, cuando se cierren las mesas de votación, el conteo se haga de la manera más transparente posible. Esperar, como todos los procesos electorales, que sea lo mejor para el país, que encontremos una solución ya sea en el "sí" o en el "no".
La opinión expresada en este artículo no representa la posición oficial de Plaza Capital.