Se rompe un tabú
Al comenzar la noche del pasado domingo, los brasileros supieron que habían dejado atrás otro tabú. Después del obrero metalúrgico del nordeste, una mujer, antigua guerrillera, se había convertido en la persona más poderosa del país.
Dilma Rousseff, 62 años, fue elegida, con más de 55 millones de votos, presidente de Brasil. Un país de dimensiones continentales, con una población de 150 millones de habitantes, la octava economía del mundo y la mayor de América Latina.
Pero el éxito en el área económica del gobierno del que ella fue parte, y que sacó de la miseria a más de treinta millones de brasileños, no fue suficiente para garantizar la victoria el 3 de octubre, fecha de la primera vuelta. Fue necesario someterse una vez más a las urnas el 31 de octubre para darle continuidad a un proceso reconocido en todo el mundo.
Vida de luchas
No fue fácil para Dilma. Nacida en Minas Gerais, de padre búlgaro y madre brasileña, la ahora presidenta nunca había participado en una elección. Su historia política comenzó durante la dictadura militar (1964-1984), combatiendo al régimen. Durante su juventud hizo parte de varias organizaciones clandestinas, y participó de la lucha armada.
Detenida en los inicios de los setentas, fue torturada en los sótanos del centro más siniestro del Brasil, el cuartel de la policía política o Delegación de Orden Político y Social (DOPS) del Estado de Sao Paulo. Estuvo tres años en la cárcel. Al salir se estableció en Porto Alegre, capital del Estado de Rio Grande do Sul, para estar al lado de la familia de su marido, con quien tuvo una hija. Allí se afilió al PDT (Partido Democrático Trabalhista o Laborista), fundado por Leonel Brizola, uno de los más grandes líderes del Brasil contemporáneo.
Burócrata eficiente
Fue Secretaria de Hacienda del Municipio de Porto Alegre, y Secretaria de Minas y Energía del Estado de Río Grande do Sul, en los gobiernos del PDT. En las elecciones para el gobierno del Estado de 1998, el PDT se alió con el Partido de los Trabajadores (PT). Tras la victoria del PT fue invitada para asumir de nuevo la Secretaria de Minas y Energía del Estado. En la mitad de su mandato, los dos partidos rompieron su alianza y Dilma terminó afiliándose al PT. Allí comenzó su aproximación a las más altas instancias del partido.
Reconocida como una burócrata competente, enérgica, exigente, Dilma fue nombrada Ministra de Minas y Energía en el primer mandato del presidente Lula. Fiel escudera del Presidente más popular, dos años después acabó por asumir un cargo con gran poder en el país, la Casa Civil (Jefe de Gabinete).
La herencia de Lula
Lula entonces identificó a Dilma como la persona ideal para sucederlo, y comenzó a construir el camino para convertirla en candidata del PT. El Presidente la puso al frente de dos de los programas más importantes de su segundo mandato: el PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento), con obras de infraestructura en todo el país, y “Mi Casa, Mi Vida”, el más grande programa de habitación popular desarrollado en el Brasil.
Lula, que hacía tiempo se había hecho más grande que su propio partido, impuso el nombre de Dilma y garantizó con ella la continuidad de un gobierno que terminaba con la aprobación del 83 por ciento de los brasileños.
Serra, en otra orilla
En las elecciones de este año, innumerables partidos lanzaron candidatos. Sin embargo, el principal adversario fue José Serra del Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB).
Ministro del gobierno de Fernando Henrique Cardoso –que antecedió al de Lula y donde se comenzó la recuperación económica-, Serra también tuvo una historia de militancia durante la dictadura. Era el presidente de la Unión Nacional en la época del golpe militar. Se asiló en Chile y regresó a Brasil al final de la década de los setenta.
Fue diputado, senador, ministro de Estado, alcalde y gobernador de São Paulo. En 2002 perdió la elección presidencial frente a Lula.
A pesar de provenir de la izquierda, el Serra del 2010 se reinventó como un aliado de las fuerzas más conservadoras. Junto a él estuvo un puñado de partidos de derecha, el principal de ellos los Demócratas, o DEM, socios desde los tiempos de Cardoso. Más aún, junto a Serra se perfiló el mejor aliado del mundo contemporáneo: los medios, considerados como el cuarto poder.
Periódicos, cadenas radiales, de televisión, revistas, todos de gran circulación en el país, hicieron la defensa de su candidato, y en el ataque a Dilma Rousseff: más allá de las ideologías y del conservadurismo, lo que estaba en juego en estas elecciones eran los negocios del capital.
Temerosa de que en Brasil ocurriese lo mismo que en otros países latinoamericanos (ley de los medios, regulación del mercado), la gran prensa, dominada aquí por cinco familias, luchó de todas las formas para seguir dictando las reglas del juego.
Campaña de desprestigio
Fueron semanas llenas de revistas que explotaron las debilidades del gobierno de Lula y de la misma Dilma. Ediciones de los noticieros de televisión dedicadas casi del todo a atacar la imagen de la candidata del PT. Artículos y columnistas dedicados a destruir reputaciones y a convertir cualquier rumor en una noticia digna de titulares.
La campaña de este año fue una de las más duras desde el retorno de Brasil a la democracia. Además de un cáncer que debió enfrentar el año pasado, Dilma Rousseff se vio en medio de campañas difamatorias a través de llamadas telefónicas y de Internet, de panfletos mentirosos sobre su participación en la lucha armada, de denuncias de corrupción de funcionarios cercanos a la candidata, y de una hipócrita guerra santa sobre temas como el aborto.
Con la iglesia en contra
La participación de la Iglesia Católica merece un comentario aparte. Sacerdotes alertaron en sus sermones acerca del peligro de elegir a una ex-guerrillera con una posición dudosa sobre el aborto. Hasta el mismo Papa interfirió en los asuntos de un Estado laico. En reunión con los obispos brasileros, los dejó en libertad para que orientaran los votos de sus fieles.
Lo que garantizó la victoria de Dilma en este domingo memorable fueron los aciertos del gobierno del que fue ministra, como lo ha indicado el periodista brasileño Rodrigo Vianna, del sitio web “O Escrevinhador”:
- La creación de un mercado de consumo masivo (recuperación del salario mínimo y del salario de los funcionarios, Bolsa Familia- un sistema de subsidios para los más pobres- política más agresiva y popular de crédito) que tuvo un papel fundamental en la superación de la crisis económica mundial, pues Brasil dejó de depender de las exportaciones y pudo basar su crecimiento en el mercado interno.
- La generación de empleo: fueron más de quince millones de nuevas vacantes de trabajo generadas en ocho años.
- La relación respetuosa con los movimientos sociales: asociación con sindicatos, diálogo con las centrales obreras y con el Movimiento de los Sin Tierra (MST).
- La recuperación del papel del Estado: fin de las privatizaciones, valorización de los funcionarios oficiales, nuevos concursos públicos, aumento de la planeación estatal (por ejemplo, en el campo de la energía), fortalecimiento de la banca pública (ya no como financiadora de las privatizaciones sospechosas, sino como inductores del desarrollo).
- Además de una política externa solidaria y volcada sobre el continente: desvinculación del ALCA (Área de Libre Comercio) que patrocinaba Estados Unidos, creación de UNASUR, sociedades con China, India, Irán, fin del alineamiento irrestricto con Washington. Dilma en la presidencia
La votación del domingo dio un panorama exacto de lo que el gobierno Lula representó para el país y de la apuesta que hicieron los brasileños para que siga el cambio.
Eran 135 millones de electores registrados. De los 99.462.514 votos válidos, Dilma conquistó 55.752.092 y Serra obtuvo 43.710.422. Analizando más en detalle, es posible percibir cómo las políticas sociales del gobierno de Lula lograron incluir a las poblaciones más pobres del Norte y del Nordeste. En esta última región, Dilma logró más de 18 millones de votos contra siete millones de Serra. Pero aún en las regiones distintas al Nordeste, Dilma logró ventaja: fueron casi 37.400.000 votos frente a 36 millones del candidato del PSDB.
Más que Dilma, quien venció fueron los millones de brasileños que todavía tienen la esperanza de un país soberano y menos injusto. Que creen en las personas, más que en los números. Venció una nueva América Latina, más generosa, como los hermanos venezolanos, bolivianos, ecuatorianos, paraguayos, argentinos, cubanos, uruguayos, salvadoreños, nicaragüenses, y tantos otros que todavía sueñan en el continente.
Victoria de unidad En su primer discurso como presidente, ese mismo domingo, Dilma dejó claro cuál es el principal compromiso de su mandato: erradicar la miseria del país. Fueron palabras de unidad, de compartir, de esperanza y de verdad. Fueron las palabras de un proyecto de mundo con espacio para todos. Fueron las palabras de una mujer que se dio entera en la lucha por la justicia social y por la democracia. Fueron las palabras de una madre y de una abuela, protagonista de su propio destino. Fueron las palabras de quien hizo parte de la historia reciente y de quien va a construir la historia de futuro de esa nación llamada Brasil.
- Daniela Bonamigo vive en Porto Alegre, Brasil, periodista graduada por la Universidad Federal do Rio Grande do Sul, Brasil, en 1994. Desde 2002 trabaja como editora de noticias de televisión en TVE (Piratini Fundación Cultural), la TV para el Estado de Rio Grande do Sul.