Lo que la lluvia se llevó en Soacha

Jueves, 16 Diciembre 2010 05:03
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En Soacha, 526 familias han perdido sus hogares en los deslizamientos que ocurren desde el 30 de octubre. Las personas de Loma Linda y La Capilla, los dos barrios de Altos de Cazuca más afectados por el invierno, continúan resguardando lo que queda de sus casas y esperan volver a tener una oportunidad de tener una vivienda digna.

Norma contempla el desastre. La pared azul era la fachada de su casa.||| Norma contempla el desastre. La pared azul era la fachada de su casa.||| Foto: Sabina Triana/Plaza Capital|||
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-Mi casita..!- musita entre sollozos Norma Villanueva, entre pedazos de ladrillo, varas retorcidas y polvo, escombros de lo que fue su casa en medio de una montaña, ubicada en el municipio de Soacha, a las puertas de Bogotá.

Este sector solía estar lleno de casitas, como de un pesebre, hasta que el 31 de octubre del 2010 se deslizó la tierra que las sostenía Todo quedó destruido. Norma se queda allí, llorando y contemplando el desastre, como si no pudiese creer lo que sucedió semanas atrás. Los sonidos de los cinceles que golpean los muros para retirar las ventanas de la casa de enfrente ensordecen el lugar, que huele a cemento, tierra y humedad.

La montaña literalmente se abrió por la mitad y con ella se llevó en Loma Linda las casas de 110 familias de Soacha, este municipio que ha sido afectado por la miseria, la violencia y ahora las fuerzas de la naturaleza.

Los barrios más afectados se encuentran en Altos de Cazuca, este sector de Soacha limita con la capital al encontrarse con la localidad de Ciudad Bolívar. El acceso a los barrios se da por la Autopista Sur, antes de llegar al centro de Soacha. Altos de Cazuca tiene una población estimada de 300.000 personas, según International Peace Observatory. Los habitantes de Cazuca son considerados como población vulnerable, la mayoría son desplazados y trabajadores informales que llegaron hace 20 años a ocupar esos terrenos. La composición del terreno hace que tenga problemas de movimientos de tierras.

“El día 30 de octubre, exactamente a las seis de la tarde, evacuamos la casa, nosotros permanecimos en la esquina y estaba lloviendo, tronando, relampagueando. Nos quedamos ahí hasta las tres de la mañana cuando entramos a la casa y dejamos la puerta abierta”, cuenta Luz Marina Arias sentada en el cuarto de una casa prefabricada, encajada en el esqueleto de una de cemento. El día de la entrevista llevaba 8 días viviendo allí, pagando arriendo con los subsidios que les dio la Alcaldía Municipal. No han podido volver a trabajar vendiendo artículos variados en el centro ya que vigilan los escombros que quedan de su casa.

Las casas colapsaron totalmente cuando cedió la tierra que sostenía sus bases. Estas familias llevaban 20 años habitando estos terrenos, que al comienzo no hacían parte de un barrio legalizado pero que ya contaban con servicios públicos de luz y agua. La Secretaria de Planeación y Ordenamiento Territorial, Anadelia Abril Fernández, explicó: “La gente se ubicó en una mina degradada que existió hace muchos años, como ahí no hay alcantarillado, las aguas hervidas se fueron filtrando afectando la estabilidad de la montaña y sumado a la inestabilidad del terreno, se causó el deslizamiento”.

La casa de Judith se desmoronó

Las lluvias que se presentaron durante los últimos días de octubre hicieron que se inundaran los desagües de las casas. Según un informe oficial de la Alcaldía de Soacha, el domingo 31 de octubre se estaban presentando deslizamientos de un centímetro por hora, lo que hizo que evacuaran inicialmente a 70 familias. Después las lluvias empeoraron y los deslizamientos de tierra se volvieron más rápidos. Para el martes 2 de noviembre, las familias evacuadas eran 150, y el movimiento en masa de tierra era de 20 centímetros por hora.

El viernes cinco de noviembre 469 personas habían dejado sus hogares, sacando sus cosas y salvando lo que podían. Más tarde, ese día se sumaban a ellos 280 familias más, que no perdieron sus casas, pero que tuvieron que salir porque sus viviendas se encontraban en una zona de alto riesgo.

“No es fácil salir de la casa que habíamos construido. Allí vivimos 9 años, 8 meses, 10 días. Nunca se nos pasó por la cabeza que fuera a pasar algo así”, relata Judith Portela quien está pagando arriendo ahora en una casa ubicada unas cuadras más arriba de la zona del derrumbe. “En el momento en el que uno sale, queda totalmente desubicado. De la noche a la mañana cambia la vida totalmente”, cuenta Judith, que tiene que empezar de nuevo, como si hubiese llegado con su familia del campo, con un trasteo. Ella tenía una pequeña tienda en la casa, su esposo es vigilante y sus dos hijos estudian.

La casa de Judith se desmoronó por completo, así como las que la circundaban; después de que la tierra se desplazó y sepultó las casas ubicadas abajo, la de ella perdió estabilidad en las bases generando una ruptura total del piso. Ahora sólo queda un montón de ladrillos y polvo, algunas vigas se asoman en medio de la pila de cemento, las columnas totalmente arqueadas dejan ver solo un hueco en lo que solía ser una casa, como si hubiese sido demolida.

Los delincuentes aprovechan

Caminar por los senderos que llevan a Loma Linda y La Capilla es estremecedor; desde la autopista sur se entra por la calle donde queda ubicada la planta de Cemento Argos, a medida en que se ingresa al barrio, la carretera desaparece para dar lugar a un camino de retazos de hogares, con pedazos de bloques, colchones, muñecos, ladrillos y basura. Justo a la entrada del barrio se encuentra la estación de Policía de La Capilla, que también fue afectada por los deslizamientos. La pared de la entrada se derrumbó, el sistema de desagüe colapsó y se inundó en su interior. “No sabemos cuándo nos van a mover, pero tenemos que irnos de acá”, afirma Jason Fernando Castillo, comandante de guardia de la Estación.

La Policía ha estado muy ocupada después de que se presentó la emergencia ya que se han presentado robos, saqueos y atracos. Casi un mes después de que las familias lo perdieran todo se ingenian cómo seguir con sus vidas. Solo estuvieron en el Coliseo León XIII durante 8 días, ya que la Alcaldía les dio un subsidio de arrendamiento por 250.000 pesos mensuales. Las familias que eran propietarias de las casas recibirán el subsidio por seis meses, mientras que los arrendatarios tendrán la ayuda solo por tres.

En medio de los escombros se ven hombres trabajando, rescatando los bloques que quedan enteros, desarmando las paredes que quedan erigidas como fantasmas. Esos hombres han comprado la demolición. Lo que queda de las casas es vendido por montos que van desde sesenta mil pesos hasta doscientos mil.

Los habitantes de Loma Linda y La Capilla que perdieron sus casas se han ido a diferentes sitios a buscar un lugar donde vivir. Mientras que la situación se normaliza, algunos de ellos intensifican los trabajos para recuperar lo que queda de sus casas. La mayoría de casas ya no tienen puertas, ventanas, varillas, tomas y bloques, puesto que han sido arrancadas para reutilizar o vender.

Gestionan proyecto de vivienda

Hay algunos propietarios que se han negado a desalojar. Este es el caso de Sandra Patricia Páez. El derrumbe llegó justo hasta la casa de su vecina quien iba a demoler definitivamente, por lo cual, su esposo compró las ruinas con esperanza de que mantuvieran en pie su vivienda. Ella afirma que es lo único que tienen y que no la van a abandonar. “Nosotros compramos el lote, hicimos las bases y montamos una casa prefabricada en el año 92. Después con la caja de compensación CAFAM nos otorgaron un subsidio de vivienda en el 97 y ahora dicen que no nos dan nada, ni reubicación ni nada”, afirma Sandra con preocupación.

En los días que han pasado desde el derrumbe, Sandra se ha dedicado, junto a sus tres hijitos, a sacar vigas. Al reciclarlas reciben trescientos pesos por kilo; a veces sacan hasta veinte kilos, lo cual les ayuda para conseguir algo de dinero ya que con la situación no puede ejercer su trabajo como lavadora ambulante de carros en el centro de Bogotá.

Ella espera recibir ayuda del municipio para poder tener una vivienda digna y así desalojar su casa, pero junto con las otras 526 familias que fueron afectadas en todos los barrios, sufre la incertidumbre que produce el no estar segura del pago que hace el gobierno.

Abril Fernández explicó que la Secretaría de planeación está gestionando un proyecto con un terreno que le dio el Ministerio de Protección Social, “ya existe un diseño urbanístico del proyecto que fue donado por una constructora del municipio y estamos legalizando el terreno, pero no depende de nosotros, es un proyecto que cuesta alrededor de 75.000 millones de pesos”. Por ahora el gobierno local ha entregado los subsidios de arrendamiento y con ayuda del  Comité Local de Atención y Prevención de Desastres  (CLOPAD) se ha atendido la emergencia.

Justo dos semanas después de la catástrofe, el 12 de Noviembre, el ex alcalde de Soacha José Ernesto Martínez, fue asegurado por la Fiscalía que lo acusaba de celebración indebida de contratos y destrucción de documento público. Los afectados por el invierno estaban asustados por la noticia ya que él había ofrecido ayudas después de visitar la zona. El día 18 llegó el nuevo Alcalde; se trata de Claudio Galán Pachón, hijo de Luis Carlos Galán Sarmiento, candidato presidencial asesinado en el 89 en ese mismo municipio.

En su atareado despacho Claudio Galán atiende las labores relacionadas con el problema del invierno y las inundaciones. Después de visitar la zona, habló para Periodismo Publico.com, aseguró que conseguiría los equipos necesarios para solventar la emergencia y señaló: “entendemos la tragedia que viven. Estamos poniendo todo nuestro empeño para poder apoyarlos y que esto sea lo menos traumático para ellos. Primero a través de los subsidios mientras se encuentra una solución definitiva, para lo cual vamos a estar gestionando”.

En el cerro donde se encuentra Loma Linda, ese barrio que fue despedazado por la fuerza de la tierra; sólo se oyen los golpes del martillo contra los ladrillos, tratando de sacar los bloques. Los sollozos de Norma se ven interrumpidos por una voz joven: “Ma, deje de llorar, hay que agradecerle a Dios que seguimos con vida!”