Plantón en memoria a Sergio Urrego

Domingo, 14 Septiembre 2014 06:37
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“Mi sexualidad no es mi pecado, es mi paraíso” era la consigna más escuchada por los asistentes del plantón.

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  • Coautor 1: Laura Garcia

Al ritmo de tambores, el  grupo Toque Lésbico comienza el plantón.  La seis mujeres que integran el conjunto gritan “Los niños y las niñas homosexuales tienen derechos” y los asistentes se unen a sus estribillos. No hay un código de vestuario, pero las camisas blancas de hombres, mujeres y estudiantes encapuchados resaltan en la multitud. Globos rosados y negros, pancartas que señalan “no más discriminación” o “mariqueando por una educación laica” completan el cuadro del acto simbólico en memoria de Sergio Urrego.

“Los que quieran escribir un mensaje en solidaridad con la familia de Sergio pueden venir”, dice Alejandro Michells, jefe de la Mesa de gays de Bogotá. Varios de los asistentes se acercan a dejar su huella con témperas y marcadores en las carteleras que hay en el piso. En la entrada de la Institución, el afiche dispuesto por las directivas del plantel ha sido reemplazado por un letrero que decía “que viva Sergio, arriba la igualdad”.

La última en llegar al plantón es Alba Reyes, madre de Sergio Urrego, quien de inmediato se dirige a la entrada del colegio. El apoyo de la comunidad LGBTI y de los asistentes en general conmueven al máximo a la señora que empieza a llorar desconsolada mientras contempla el colegio en el que su estudió su hijo. Sus familiares corren a consolarla y los medios de comunicación se lanzan sobre ella para hacerle preguntas.

Mientras los manifestantes entonan “mi sexualidad no es mi pecado, es mi paraíso. Yo también fui Sergio” y al tiempo piden “¡qué abran las puertas!” a una sola voz, Nuria Álvarez, ex orientadora de la institución, sale del colegio como respuesta a los asistentes del plantón.

—Bienvenidos de corazón. Su comportamiento ha sido impecable, ¡los felicito! Yo estoy de acuerdo con que esto no vuelva a pasar. Dejemos que la Justicia y el Ministerio de Educación haga lo correcto —dice Nuria.

—¿Por qué no sale la  rectora? —gritan los manifestantes.

—¡Qué este sea un momento de perdón y no de odio! —responde Nuria desechando la pregunta.

En medio de la declaración, doña Alba llega a hacer sus propias preguntas. Nuria Álvarez ignora la presencia de la mamá de Sergio, termina su intervención con un “los amo”, se voltea y  se dirige de nuevo al plantel educativo.  “¿Dónde están los niños que ustedes han matado? ¡Justicia, justicia!”, pregunta Alba por medio de un megáfono y la gente repite lo que ella reclama.

La premisa del plantón es que sea una manifestación pacífica, los organizadores lo dejaron claro desde que los asistentes llegaron al punto de encuentro en el centro comercial Portal de la 80. Sin embargo, la Unión libertaria estudiantil, grupo anarquista al que pertenecía Sergio, llega al evento y rompe la regla, rayando las fachadas del colegio.

Mientras la madre hace un homenaje a su hijo, sembrando un árbol en la zona verde de las afueras del Gimnasio Castillo Campestre, suena de nuevo el grupo Toque Lésbico y globos rosados y negros inflados con helio se elevan hacia el cielo como representación de que Sergio no será olvidado. Tal como lo ha pedido su madre.