Para la mayoría de los deportistas, ostentar un título de Campeón Nacional, Regional o Panamericano no es solo cuestión de prestigio, también es la posibilidad de dedicarse a lo que los apasiona a tiempo completo. Esto no sucede en el ajedrez, donde los triunfos suelen pasar inadvertidos, y la fama es huidiza.
Rubén Ávila está llegando a los 60 años, tiene el pelo blanco y la piel curtida por años de sol detrás del volante de un taxi. Hoy, va de un lado a otro de la ciudad transportando pasajeros, pero en su juventud este futuro no podría encontrarse más lejano. Desde que tenía 16 años Rubén quiso ser ajedrecista profesional.
Vivía con sus padres en una casa al sur de Bogotá en el segundo piso de una tienda de barrio propiedad de la familia. Dice que Ramiro, su padre, era tan devoto al ajedrez como su madre a las figuras de la Virgen María. “Mi papá fue el que me enseñó a jugar. Yo tenía por ahí unos 9 o 10 años”, recuerda Rubén.
La cuadrícula a blanco y negro, y las desgastadas piezas de madera lo cautivaron. Una y otra vez repasó los nombres y las jugadas básicas que le había enseñado su papá. Lo que para Ramiro era un pasatiempo esporádico, para Rubén se convirtió en su obsesión. Soñaba con convertirse en Mijaíl Botvínnik, campeón mundial de ajedrez en 1960, pero pronto se dio cuenta de que su sueño necesitaría más que 15 horas semanales de práctica para hacerse realidad.
La Federación Colombiana de Ajedrez ha organizado torneos anuales y mensuales en todo el país desde su fundación en 1946. Actualmente, existen 29 ligas en Colombia dedicadas a la práctica y promoción de este deporte, donde los torneos van desde 20 hasta más de 100 asistentes. El valor de la inscripción también varía dependiendo de la modalidad, si es relámpago, rápido o clásico, y de las categorías de edad. Según la Liga de Ajedrez de Bogotá, el costo oscila entre $10.000 y $100.000 pesos. Tanto hoy como hace 40 años, es necesario participar de estos torneos si se quiere incursionar en el mundo del ajedrez profesional.
A diferencia de un deporte como el fútbol, donde el entrenamiento en escuelas deportivas es necesario, en el ajedrez, en un principio, requiere de un tablero y manual que explique las jugadas clásicas. Mientras mensualmente, un aspirante a futbolista gasta en implementos deportivos, transporte y la cuota de la escuela donde entrena unos $300.000 o $350.000 pesos; un futuro ajedrecista profesional invierte entre $150.000 y $250.000 pesos.
A primera vista, el ajedrez parece mucho más rentable que el deporte rey. Sin embargo, la situación se invierte al ver la remuneración que reciben los profesionales de cada disciplina. Según información de la Federación Mundial de Ajedrez, el indio Viswanathan Anand es el actual campeón mundial de ajedrez. La revista Forbes India estimó sus ganancias anuales en 189.000 dólares (alrededor de 48o millones de pesos). Mientras que, la revista deportiva France Football calcula que Lionel Messi, el futbolista mejor pagado de 2015, recibe 36 millones de euros únicamente de su salario, suma que equivaldría a unos 99 mil millones de pesos colombianos. Esta exorbitante diferencia no es exclusiva de los grandes círculos profesionales, también se ve a menor escala.
Alfonso Sandoval tiene 20 años, es futbolista profesional desde que tenía 14 años y ha estado en escuelas de fútbol desde que tenía 11. En 2010, empezó ganando $600.000 ,un poco más del salario mínimo de ese año. Hoy, jugando en las divisiones inferiores de uno de los principales clubes del país, gana 2 millones de pesos mensuales, sin importar si su equipo gana o pierde, o la cantidad de goles marcados en cada partido.
A pesar de que los premios de los torneos de ajedrez pueden llegar hasta los 4 millones de pesos, gran parte de las remuneraciones en este tipo de eventos no pasan de los 2 millones de pesos, y muchas veces ni siquiera son monetarias. “Vivir del ajedrez es difícil”, dice Rubén, que recuerda una etapa de su vida en la que intentó hacerlo. Vivía haciendo lo que le gustaba, pero en una incertidumbre constante. “Si no quedaba en primer puesto no recibía un peso”, asegura y explica que en el ajedrez no existen premios para el segundo o tercer lugar.
Ganó varios torneos locales y regionales, y se jacta de estar a un pelo de llegar a ser Gran Maestro, aunque no existe manera de probarlo. Lo que lo detuvo de perseguir una carrera en este deporte, además de la baja remuneración económica, fueron las responsabilidades familiares. Hoy, juega ajedrez con sus compañeros de trabajo en sus ratos libres y aunque ya no sueña con ser ajedrecista profesional, practica el deporte con la misma entrega que cuando se imaginaba sosteniendo el título de campeón mundial.