Bajo el yugo de la bota militar

Viernes, 25 Septiembre 2020 15:17
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Cada semana está apareciendo un caso nuevo que involucra abuso y exceso de poder. Crece la cantidad las víctimas de asesinatos y violaciones cometidos por los que quieren que llamemos "héroes de la patria". Mientras el miedo creciente alimenta la protesta contra el abuso, los que están a cargo de estas instituciones callan en complicidad frente a la violencia.

Colombianos bajo el yugo de la bota militar|En homenaje a Juliana Giraldo||| Colombianos bajo el yugo de la bota militar|En homenaje a Juliana Giraldo||| @vivianreyesc|@vivianreyesc|||
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El 9 de septiembre se hizo historia en Bogotá con más de 10 muertos y más de 200 heridos por agresiones policiales. El pueblo, cansado del abuso, se levantó en una horda de violencia y destrucción contra la autoridad. Los CAI destruidos y la ciudad en llamas, fueron solamente una consecuencia de un inconformismo que se había estado gestando desde hacía mucho tiempo atrás. Javier Ordóñez fue el Florero de Llorente para quienes no reconocían en la Policía más que una institución corrupta y abusiva.

Aquellos que alzaron sus voces en defensa de la institución, quisieron disfrazarlo todo señalando que son solo algunas “manzanas podridas”, que los buenos eran más. La costumbre para un país que vota por el “menos peor”. Pero el abuso de poder ha sido sistemático y endémico en quienes portan el uniforme. No son hechos nuevos o aislados y ponernos su chaqueta no la convierte en una mejor institución.

Las respuestas débiles por parte de los que están arriba en la línea de mando solamente reafirman lo estructural de su fractura. El presidente Duque salió con una chaqueta verde a visitar los CAI, cuando el día anterior los que las portaban arremetían a balazos a los manifestantes, asesinando al menos diez personas. Hace trinos que parecen sacados de la plantilla: “para cuando la fuerza pública mate un civil”. Y, por su parte, el ministro de Defensa, Carlos Holmes, pide disculpas a regañadientes en un discurso manipulado que demuestra que la política es prioridad ante la vida y la justicia.

Los 'héroes de la patria' 

Los asesinatos a manos de los “héroes de la patria” no son nuevos en la violenta historia del país. La fuerza pública y militar, a cargo del Ministerio de Defensa, también han jugado su papel de victimario en el marco del conflicto, moviendo piezas que destruyen y atentan contra la población civil. La desconfianza generalizada se exacerba cada semana en la que se ha tenido que contar un muerto, o cientos de ellos. Y, en medio del luto, los nombres de los fallecidos se han maquillado con excusas para justificar lo injustificable.

Los mal llamados falsos positivos; errores; balas perdidas; borrachos y vándalos, solo por mencionar algunos. En Colombia, las balas rebotan. Los reos se golpean a sí mismos (rompiéndose el cráneo y estallando sus riñones). Los jóvenes manifestantes son vándalos, capuchos con influencias comunistas. Los grafiteros tienen armas en sus maletas, no pintura. Las niñas son violadas por provocar a los soldados del Ejército. Y la ira del pueblo está amparada por las guerrillas del país, que a sus cúpulas ciudadanas les da piedras para defenderse contra balas.

Juliana Giraldo, asesinada por culpa de un disparo de un militar el 25 de septiembre, no fue tampoco un caso aislado en nuestra fuerza militar. Hace un par de meses, una niña indígena fue violada por siete soldados, y no era primer caso que se denunciaba al respecto. O las tres mujeres violadas en un CAI del centro, irónicamente, durante las manifestaciones contra el abuso policial. Quieren presentar los casos como “manzanas podridas”, porque no permiten que se haga memoria. No hay un solo tributo o acto de perdón que recuerde a las víctimas. Solo trinos que se pierden el en feed y discursos repetidos, que son más parecidos al silencio que a la búsqueda de parar esta violencia y abuso contra el pueblo. Por eso rotulan de vándalo al que se escriba los nombres de las víctimas en las paredes, porque también quieren matar su memoria.

Colombia no debe olvidar o estigmatizar a sus muertos. Es necesario reconocer que hay un problema estructural en el poder. Mientras eso no se haga, seguiremos enterrando vidas, y con ellas, la posibilidad de establecer una verdadera democracia.