En un abrir y cerrar de ojos, nuestras vidas cambiaron por completo. A pesar de que solo han pasado un par de meses, recuerdo con nostalgia mi último día "normal" antes de que decretaran el estado de emergencia en todo el país y de que entráramos en cuarentena. Fue un domingo. Muy temprano en la mañana de ese día, me encontré con una amiga en el sendero peatonal del Cerro de Monserrate. Aunque había llovido mientras amanecía, no estaba tan helado. O puede que no recuerde haber sentido frío dada la caminata tan buena que nos dimos. Subimos los más de 500 metros a un buen ritmo, logrando llegar a la cima del cerro en ¡tan solo cincuenta minutos! Mientras divisábamos la Bogotá nublada e imponente, nos preguntábamos en cuanto tiempo lo lograríamos en la próxima semana. Nunca me imaginé que días después iba a tener que cambiar planes y alejarme de todas las personas que quería para cuidarlas y para cuidarme. Mucho menos me imaginé que iba a vivir una pandemia. Recuerdo escuchar en las noticias como un nuevo coronavirus se estaba propagando de país en país, pero por la mente no me pasaba que fuera a llegar a Colombia. Tal vez sea porque uno tiende a sentirse indestructible y a pensar que estas cosas no le pueden pasar a uno.
He tenido que aprender a decir adiós a los hábitos y al estilo de vida que llevaba antes. La persona de ese día ya no es la misma de hoy. Seguramente tampoco será la misma de mañana. Pero, también he tenido la oportunidad de redescubrirme y reconocer cosas que pasan a mi alrededor que antes desconocía. Una noche, compartiendo reflexiones del confinamiento con Lina y Jerome, dos grandes amigos emprendedores radicados en Cali, llegamos a la conclusión de que la humanidad tiene una capacidad infinita de resiliencia. Como muchas personas, ellos entraron en una etapa de duelo, adaptación y transición después de que sus vidas dieran un giro de 360 grados por la coyuntura global. A pesar de todo, la mirada de su quehacer sigue enfocada en iluminar a un mundo donde las diferencias sociales cada vez se acentúan más. A través de nuestros computadores, conversamos largas horas sobre cómo cada persona afronta el miedo, la incertidumbre y la desesperanza sacando lo mejor de sí; como cada persona es un mundo, a la vez que el mundo lo somos todos. De estos sentires y pensares nació Relatos Resilientes.
¡Qué paradójico es que tengamos que distanciarnos físicamente para manternos unidos y fuertes! La pandemia del Covid-19 nos ha hecho repensar cómo fortalecer el sentido de comunidad y de solidaridad a pesar de la distancia. Relatos Resilientes busca llenar ese vacío. Recortamos distancias a través de la virtualidad. Aprovechamos las posibilidades que nos brindan las plataformas digitales para escuchar historias que anhelan ser contadas y amplificar voces que nos unen. Ante todo, buscamos que cada relato empodere a su autor. Luego, aspiramos que los testimonios personales generen empatía y movilicen a la sociedad a luchar por la igualdad, la justicia y la equidad. Somos una sola historia de un mundo compartido construyendo la nueva normalidad. Somos un universo de historias con fuerza transformadora. Somos nuestra propia historia entrelazada con las de los demás. Conociéndolas podemos aprender a cuidarnos mejor colectivamente. A través de la comunidad de Relatos Resilientes, le damos sentido a lo que estamos viviendo, juntos y una voz a la vez.
