Auscultando al artífice de historias

Miércoles, 02 Noviembre 2016 16:43
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Hablar con Mauricio Arévalo es como leer uno de esos libros que capturan al lector desde la primera página. Su variedad de textos, obras y artículos periodísticos reflejan a un hombre tan cautivador como su propia vida.

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A finales del siglo XIX, un joven genio criado en Francia llamado Arturo Muñoz Avellaneda, de procedencia colombiana, decidió explorar su país de origen. En Duitama, Boyacá, conoció a una mujer de abolengo, de la cual se enamoró perdidamente y con quien decidió mudarse a una vasta casa en lo que ahora es Chapinero. En el Palacio Liévano, que hoy es la Alcaldía Mayor, fundó la primera escuela mixta de Comercio de Colombia. Además, tuvo con su esposa, entre otros hijos, a Rosana, una mujer de la alta sociedad bogotana de los años 30’, que por rebeldía decidió casarse con un hombre de una familia pobre de Bello, Antioquia.

En su generación pululaban personas extravagantes, vinculadas con el arte y revolucionarias. Enrique Muñoz, uno de sus hermanos y de los primeros artistas plásticos miniaturistas a nivel mundial, realizó su carrera en letras y se quedó encerrado en la Berlín oriental cuando construyeron el muro. El artista colombiano, sumido en el alcoholismo, decidió arrendar la casa familiar de Chapinero a habitantes de calle, a cambio de licor. Su padre, en medio de una demencia senil, regaló toda riqueza que pudiera poseer y Rosana y sus hermanos perdieron todos los bienes materiales a heredar. Por la decadencia de su vivienda familiar decidieron venderla, para convertirse en trabajadores de la clase media pujante bogotana.

Un árbol genealógico casi tan complejo como el de los Buendía de Macondo es el interludio perfecto para contextualizar la vida de un artista. Normalmente, para entender un buen texto a profundidad, es vital conocer el contexto histórico en que fue creado. Por eso, lo primero que me cuenta Mauricio es cómo tuvo que reconstruir su historia familiar para poder comprender sus inquietudes literarias y artísticas, y las raíces de su intelectualidad. Su padre siempre quiso estudiar historia, y su madre fue una mujer criada en un feminismo radical e influenciada por la llegada del comunismo a Colombia. A pesar de no haber podido estudiar, ambos sembraron esa inquietud intelectual en Mauricio y su hermano, Camilo, que daría como fruto a una generación de profesionales con gran impacto social a través de sus campos de acción.

La ubicación espacio-temporal de un relato es vital para entender su contexto. En ese aspecto, la casa, un terreno amplio por la 57 con 21 en Chapinero, es uno de los símbolos familiares más importantes para Mauricio. El espacio perfecto para un visionario de inaugurar una casa cultural, una sala de teatro o una galería de arte. Un espacio que lo conecta con su familia y con sus raíces, un espacio que quiere de vuelta, un espacio en el cual podrá afianzar su instinto natural por las letras, por el arte, por la literatura, por la sociedad. Actualmente, escudriña sus detalles desde un apartaestudio cercano, donde reside con Iván Rodríguez, su pareja, con quien vive desde hace cuatro años. Con una sonrisa inmensa en su rostro, asegura que “Iván ha sido para mí un gran apoyo, y me ha enseñado a creer más en mí”. A pesar de ser ambos poco sosegados, han logrado conformar un hogar juntos donde prevalece el apoyo mutuo y el cariño, aunque afirman, entre risas, que el orden no es su mayor fuerte.

‘Mauro’ siempre contó con el apoyo de su familia. Liliana, su ‘mamita’, asegura que en su infancia e incluso ahora son muy unidos. “Desde muy pequeñito descubrió su habilidad y hasta hoy anda exactamente en lo mismo”. Le gustaba hacer cuentos con los búhos de su tía, jugaba con sus muñecos a ser profesor y a los dos años, su buena memoria le hacía pensar a todos que ya sabía leer. En el periódico del trabajo de su madre, a los siete años, le publicaron su primer cuento. En el jardín ya se sabía el nombre de los autores de los cuadros más famosos, y era el niño más inquieto y desordenado de la casa. Para Liliana, es un líder innato, un defensor de los marginados y una persona con sus convicciones muy arraigadas.

Mauricio es un hombre muy familiar. Ser el pequeño de la casa lo convierte intrínsecamente en el más consentido. Y quien más lo consiente es su papá, Henry, quien describe su relación como bastante amistosa y abierta. Para él, “(Mauricio) es el ser humano que en este momento me sirve como guía, como modelo a seguir. Es mi ídolo”. Los hijos que se dedicó a cuidar con esmero y amor son ahora su objeto de admiración. De su hijo menor, admira su disposición de compartir su conocimiento sin egoísmo y su capacidad de afrontarlos los obstáculos con decisión. Al igual que su esposa, Henry mantiene una comunicación frecuente y grata con su hijo, y respeta su orientación sexual y sus decisiones profesionales y personales.

Su mejor amigo, Marco Forero, también estuvo presente desde su infancia. Actualmente, con 28 años y ejerciendo la arquitectura, recuerda las tardes de videojuegos y largas charlas en las vacaciones del colegio. “Yo conozco a Mao desde que tenemos unos 4 años. Éramos vecinos, así que su familia y la mía hemos sido cercanas desde entonces”. Eran amigos de juego, y compartían las fechas especiales en familia. Nunca coincidieron en alguna institución educativa, pero eso no impidió que su amistad fuera más allá de todo lo material. “Él es mi mejor amigo y la persona a quien más he admirado. Sus logros siempre han sido una motivación para los míos. Incluso es para mí como un hermano”.

A sus 28 años, ‘Mauro’ recuerda su educación básica y media anecdóticamente y describe su formación como contextualizada en “un mundo pequeño, con muchas fronteras y muchos prejuicios”. Sus inquietudes hacia el arte en un ambiente insulso se convirtieron para él en un conflicto, porque sus fronteras le impedían ver más allá de su entorno escolar. En un colegio conservador, donde primaba la disciplina y la obediencia, un niño con venas artísticas fue enseñado a seguir unos parámetros de conducta instaurados e inobjetables. “El colegio me enseñó de disciplina y me abrió muchas puertas, pero nunca me dijo: cuestione el mundo en el que esté”. A pesar de todo, siempre vió la educación como un motor de dinámica social y como un elemento de progreso y ascenso. Eso hizo que sintiera una inquietud colosal por el cosmos que lo llevó a estudiar literatura en los Andes.

En un ambiente mucho  más liberal, luchó contra prejuicios de tipo “todos tendrán portátil y yo no” en una de las universidades más caras del país. Al llegar, se dio cuenta que “había sido un estúpido” al cerrarse a un universo de prejuicios sociales e ideas preconcebidas. Conoció personas de todos los estratos sociales, con pensamientos diferentes y tumbó sus fronteras para poder encontrar su identidad sexual tranquilamente. Además, su facultad valoraba mucho la diversidad de voces, lo que le facilitó insertarse en estudios de género y le permitió hacer una tesis de grado sobre la teatralidad del travestismo. “Allá no solo me  toleraban mi identidad sexual, sino que era algo valioso, otro punto de vista, otra forma de abordar la literatura y el arte. Yo siento que durante mi carrera me prepararon muy bien, fui muy feliz”.

Fue en ese ambiente universitario donde, por medio de su amiga Fernanda Cepeda, conoció a Iván. Según Fernanda, “Yo ví un buen chico para mi Maito y con cupidas intenciones los presenté. Fue amor a primera vista”. La relación entre ‘Mao’ y su amiga se remonta a una escuela de teatro, donde hace más de diez años ambos desarrollaron una buena amistad. Fernanda, al empezar a estudiar en el Rosario, formó junto a sus compañeros el ‘Grupo Rosarista de Interés en la Identidad Sexual’, donde conoció a Iván, “un chico, muy pilo él y siempre como dispuesto a trabajar”. Después de insistir en que se reunieran, los citó a los dos en un bar y, “después de presentarlos, los dejé para que conversaran y así empezó esa bonita historia que aún tiene muchas páginas por escribir”. Desde ese entonces, son un equipo, que busca diariamente crecimiento mutuo y que espera crear riquezas desde distintos fuertes: Mauricio, desde el cultural/social e Iván, desde el político/económico.

En los textos literarios, es frecuente ver puntos de inflexión que mantengan la atención del lector y sean determinantes para la continuación de la historia. Como la vida de este artista es un libro mismo, fue él quien tuvo que decidir los giros fortuitos que lo han convertido en quien es hoy en día. E Iván, un personaje definitivo en esta historia, fue el ente racional que lo llevó a decidir quedarse. A punto de viajar a Brasil para realizar un doctorado, decidió enfrentar un prejuicio definitivo: “Me decían: Usted es muy inteligente, ¿qué hace en este país? Vaya a hacer algo más importante que lo que está haciendo acá”. Estaba a punto de irse, cuando se enamoró y decidió apostarle a crear una familia con su pareja. “Y él, en su sabiduría, me dijo: Si quieres ir a Brasil, vámonos... ¿Pero estás completamente seguro de que quieres irte?”. Mauricio sentía su doctorado como un deber más que como algo que haría por gusto, porque ser un académico había sido más una exigencia social que su pasión. Y decidió quedarse y redefinir su rumbo.

Con ayuda de los personajes principales de esta historia, ‘Mao’ empezó a reconstruir los pilares básicos que definen su vida: Su labor como profesor, como director, como escritor y como periodista. En esos cuatro puntos podía acoplar su ambición profesional con sus inquietudes artísticas e intelectuales. Fue ahí donde Iván le preguntó: “¿Qué es lo que siempre has querido hacer?” y decidió retomar su idea añeja sobre su novela. “Yo quiero escribir y publicar, no escribir para mí mismo”.  Y ahí emprendió su proyecto: ¿Alguna vez jugaste a las escondidas?. La novela, que navega entre vacíos y ausencias, la terminó a finales de 2012, la presentó a un concurso del Distrito y no pasó nada. “El veredicto no me satisfizo. Dijeron, para los concursantes en general, que tomáramos cursos de redacción, lo que es pura mierda conmigo porque yo sé que no. Además dijeron que tocaba incluir más humor y comedia, y mi mamá, que estaba ese día conmigo, dijo: si es un concurso de novela cómica digan, y que Mauricio no se presente. Por supuesto que no me gusta no ganar, pero sentí que me midieron con la regla equivocada”. Desde ese entonces, buscó medios para autopublicarse.

El trabajo de Mauricio en la creación de un medio de comunicación propio coincidió súbitamente con el Premio del Ministerio de Cultura para que publicara su libro. “Yo toqué muchas puertas para publicar mi novela y se me cerraron. Era muy frustrante, porque las grandes, las chiquitas, hasta las que se estaban formando, me cerraron las puertas”. Y así llegó Manuela Fajardo, otra persona vital para entender el desenlace de esta historia. Con ayuda de ella y de Mónica, la directora de un pequeño proyecto editorial independiente llamado Mo Ediciones, se presentaron para el premio y lo consiguieron. “Fue una corredera porque teníamos una semana para presentar el libro armado, así que tuvimos que diagramar, editar y organizar. Carolina Sanín me ayudó con el prólogo, y lo presentamos. (...) Ganarme el premio fue un banderazo muy grande, porque me permitió marcar mi inicio como escritor”.

Y la historia del artista empezó a definirse. Mientras publicaba su novela, comenzaba su camino con Revista Artificio, el medio cultural que dirige, y emprendía su camino como director de teatro y profesor. En el ámbito artístico, fue Ricardo Camacho quien lo guio por los estudios teatrales, le presentó la escuela del Teatro Libre y sembró en él esa inquietud hacia el escenario, especialmente hacia la dramaturgia, la producción y la dirección. En su universidad formó lo que hoy se conoce como el ‘Festival de Teatro de los Andes’, e hizo su tesis de maestría conjugando todo lo que le interesó en su carrera: “La literatura brasileña, porque estudié un autor brasileño, la teoría de género, porque estudié el travestismo y la construcción de masculinidades diversas, y los estudios teatrales, porque mi propuesta era conectar la idea de cómo construimos nuestras identidades a partir del teatro”.  Actualmente, ya ha trabajado en dos proyectos creativos con la Compañía Nacional de las Artes, entre ellos una adaptación de Romeo y Julieta en un universo felino. Las puertas que se han abierto para Mauricio como creador en teatro y narrativa han potencializado su creatividad y su amor por el arte.

Su pasión innata hacia la enseñanza también se ve reflejada en sus estudios. Después de resultar por azar en un aula de clase como suplente, entendió el impacto social que puede producir en los adolescentes desde el colegio. Laura Cruz, una de sus primeras estudiantes, describe a Mauricio como “un profesor que sabe cómo hacer para que sus alumnos lo escuchen y queden enamorados de los temas que habla”. A pesar de su exigencia, lo considera una persona influyente en su vida y que “ayuda a que los estudiantes propongan, sientan el conocimiento como propio, y crezcan en su proceso personal de aprendizaje”.  ‘Mauro’ se describe a sí mismo como cariñoso y paternal con sus estudiantes, y siente gran afecto y orgullo de quienes pasaron por sus clases, que considera son “buenas personas para la sociedad”. Actualmente lucha con el prejuicio de los profesores de colegio como losers profesionales, mientras ambienta un aula de realismo mágico y literario para sus estudiantes en el Colegio Nueva Granada, al que llegó también por azar, luego de dejar por un tiempo la enseñanza en el colegio donde él mismo estudió.

En medio de su reconciliación con el quehacer profesional en el campo de la educación, este personaje multifacético también ha llevado a cabo uno de sus proyectos más consentidos y queridos: Revista Artificio. Un medio que fundó “con las uñas” en busca de una nueva voz divulgadora de cultura, con un formato fresco pero serio. Al ver los enfoques esnob y académicos de las pocas revistas culturales en el país, decidió, con ayuda de varios compañeros y de Iván, apostarle a un medio independiente. “La cultura es algo que tiene un impacto social y también debe ser de todos. Y nosotros nos metimos en ese mundo con las uñas y empezamos a hacernos un nombre y a ser reconocidos sobre todo por actores y compañías teatrales. En el ámbito teatral somos ahorita una de las voces independientes más importantes”. Y en medio de su trabajo con la revista, ha logrado mostrarla no sólo como una forma de divulgación de eventos culturales sino como un productor cultural. Con la Compañía Nacional de las Artes han financiado dos producciones, y siguen proponiendo proyectos que generen un cambio social desde la cultura.

Como escritor, director de teatro, creador de un medio cultural, bloggero de Arcadia, crítico de teatro, maestro de secundaria y participante de proyectos como Dramaturgia n videncia, Mauricio Arévalo muestra su trasfondo multifacético y apasionado. Como persona, resalta su liderazgo, su valentía, su compromiso y su empatía. A pesar de que sus parientes y amigos cercanos lo tilden de poseer un genio complicado y un perfeccionismo arraigado, en todos prima la admiración y el cariño hacia un artista que logró definirse, vencer sus prejuicios y escribir su historia. Hoy quiere seguir escribiendo su relato en un contexto de reconciliación y memoria a través del arte. Quiere ayudar al país desde su oficio para que sea más ameno y para fundar una nación con mejores bases. Junto a Iván, quien quiere llevar más oportunidades económicas a la gente, buscan desestigmatizar el concepto de riqueza para demostrar que la verdadera riqueza está dentro de cada uno.