El boom de los movimientos sociales del siglo XXI que cobra protagonismo desde el activismo

Lunes, 28 Septiembre 2020 10:47
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La información, la inconformidad y las ganas de impactar en la sociedad son algunas de las causas que han desatado los movimientos sociales, especialmente, en los últimos años en varios países de Europa, Asia, África y América Latina. Los jóvenes han sido los grandes protagonistas. 

Imagen de la carrera Séptima de Bogotá durante el Paro Nacional 21N en 2019||| Imagen de la carrera Séptima de Bogotá durante el Paro Nacional 21N en 2019||| Fátima Martínez|||
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En las dos décadas del siglo XXI, los movimientos sociales a nivel global han tenido un auge sin precedentes. Del mismo modo, que se han derrocado gobiernos, ha aumentado la consciencia colectiva en estos movimientos sociales, así como se ha recalcado el papel que pueden asumir los individuos dentro de su propio entorno político-social.

“Las causas sobran cuando la gente es revoltosa”, dijo el escritor Franz Kafka. Sin embargo, los movimientos sociales como la Primavera Árabe en 2011, las protestas en Latinoamérica en el año 2019 por la igualdad social y, recientemente, el último movimiento #BlackLivesMatter del año 2020 en Estados Unidos demuestran que Kafka no estaba equivocado.

Los movimientos sociales están de moda

Hay una mayor voluntad para moverse, alzar la voz, e incluso de ser necesario, recurrir a la violencia. Las masas han perdido cada vez más el miedo a las represalias de las fuerzas estatales. ¿A qué se debe esta histeria? ¿Acaso las nuevas generaciones se quejan más o las anteriores eran demasiado conformistas? O quizá perdura el legado de los movimientos sociales que lucharon por el derecho de la mujer, la no violencia en la guerra de Vietnam, los movimientos obreros y sindicales.

¿Qué le pasa a la gente? ¿Cuáles son los factores detrás del surgimiento masivo de los movimientos sociales? Un mundo globalizado donde el acceso a información es rápido y llega a una mayor cantidad de personas, la inconformidad ante las falsas promesas de las clases dirigentes, la narrativa de la democracia en la que se protegen los derechos humanos y la búsqueda de los individuos por pertenecer a un grupo, en sociedades donde suele reinar el individualismo, pueden ayudar a descifrar que le está pasando a la gente.  

Según el politólogo neerlandés Cas Mudde, los movimientos sociales son grupos organizados con un enemigo claro: usualmente es una ideología, un sistema, una institución o conducta cuya orientación busca reformar o mantener no algún ámbito de la vida política, social, cultural o económica (o todas al tiempo). Estos grupos desean demostrar asuntos que suceden a nivel estructural y son clasificados de conductas reprochables.

La globalización ha forzado a los políticos a repensar sus acciones, establecer más alianzas con otros países (gastar más en viajes para “conferencias importantes”) y ampliar la agenda política. A su vez ha cambiado la mentalidad del ciudadano común, ahora existe una mayor facilidad para intercambiar bienes y servicios. Se puede adquirir información instantánea y gratuita de lo que pasa en África, América, Asia, Europa, y Oceanía. Los periódicos, la televisión y las redes sociales permiten a las personas tener un contexto (fragmentado y con sesgos difíciles de detectar) de las múltiples realidades conviviendo simultáneamente en determinado tiempo, borrando los límites del espacio en comparación a las décadas anteriores como lo han estudiado varios sociólogos como Manuel Castells y Luc Boltanski.

¿Cómo influye la globalización en los movimientos sociales?

Esto tiende a una saturación de mensajes y dificultad para priorizar las coyunturas actuales, pero también a la popularización de determinadas temáticas como la discriminación, el cambio climático, y los índices de pobreza donde se pueden evidenciar patrones de ineficiencia a nivel mundial. ¿Cómo influye la globalización en los movimientos sociales? Es sencillo, los movimientos sociales tienen un objetivo claro: acabar con el racismo, derrocar a un político autoritario, acabar la brecha salarial entre mujeres y hombres, entre otros.  

Estos mensajes son reproducidos por los medios de comunicación a partir de mensajes simples “combinando la composición gráfica y la propaganda política” (Canden, 2011), generando una mayor visibilización y alcance del mensaje difundido y traspolado a otros escenarios políticos para captar la atención de las élites mundiales y reforzar la idea de que es necesaria la acción. Por ejemplo, el caso de la iniciativa feminista #MeToo patrocinado por la activista Tarana Burke en 2007, donde hubo denuncias masivas de acoso sexual por la plataforma MySpace, la campaña política de Birmania en 2007 conocida como la revolución del azafrán después de que el precio de la gasolina se incrementara en un 500%, y la Primavera Árabe en Medio Oriente en 2011 donde se derrocaron varios dictadores. Hay ojos y voces por todos lados con la misión de ser catalizadores, voceros y testigos de los movimientos sociales.

La democracia liberal que busca la defensa de los derechos humanos

Otra narrativa importante dentro de la globalización es la democracia liberal, cuyo canon son los derechos humanos, los cuales sentaron la ruta para empezar a exigir unos mínimos vitales que el Estado debe garantizar. Ya no deberían existir excusas para incumplir dicho contrato al ser consideradas cargas autoimpuestas. El rol que las democracias liberales le da a los miembros de su sistema es importante y por ende, la política debe ser entendida y construida como un bien común donde se escuchan las diversas e incluso contradictorias opiniones en busca de consenso entre gobernantes y gobernados.

Esto aumenta la legitimidad en un contexto democrático, en especial cuando la imagen que se tiene de lo político está caracterizada por su falta de autenticidad y transparencia en la toma de decisiones y rendición de cuentas. Los derechos como la libertad de expresión, el derecho a la protesta, la igualdad y la justicia tomaron una mayor relevancia pues son constantemente vulnerados e ignorados. Al ser identificada una práctica sistemática empieza el descontento a nivel mundial. Es en medio del descontento movimientos sociales buscan consolidarse como una fuerza informal mostrando las inmensas brechas existentes no solo a nivel de capital sino en materia de bienestar entre unos y otros grupos sociales, manifestando su inconformidad ante dichas desventajas. Las movilizaciones sociales ofrecen la oportunidad de ejercer una acción política concreta para redefinir o reconsiderar algún concepto del status quo.

Crear una nueva cultura política

Algunos movimientos llegan a sugerir, presentar y exigir alternativas para la solventación o mitigación de determinado asunto (aunque esto no es necesario ni obligatorio), pero primero estos asuntos deben ser lo suficientemente grandes, relevantes y urgentes para la opinión pública, para ello deben valerse de la empatía y la solidaridad. Para llegar a más personas fue necesaria una transformación del discurso, del engorroso lenguaje técnico y político al uso de símbolos e imágenes sencillas, así como lenguaje coloquial y familiar, creando una nueva cultura política.

La forma que utilizan los movimientos sociales en su mayoría de carácter pacífico y a nivel simbólico, aunque algunos medios de comunicación tradicionales cuyos dueños tienen narrativas políticas muy bien definidas como el magnate Robert Murdoch que se enfocan en las alteraciones de orden público que puedan resultar de las aglomeraciones de personas como el daño a monumentos, graffitis e insultos a los enemigos de la causa. Entonces, entra el Estado entra ejercer represiones fuertes a los abanderados de los movimientos sociales. (como el caso de las protestas en Hong Kong en 2019) y el rechazo por parte de algunos miembros de la sociedad.

Esto ha llevado al debate de si debiese o no existir una forma de regular o moderar estos métodos de protesta, aunque se corre el riesgo de llevar los movimientos sociales a su institucionalización y por ende, a su neutralización. Es importante destacar la evolución de los movimientos sociales para focalizarse el nivel horizontal (en aquellos que conforman la sociedad) y no en el vertical (de gobernados a gobernantes), partiendo del principio de responsabilidad de los individuos donde es más eficiente realizar un ejercicio de reflexión a nivel micro y así poder para arrancar de raíz las causas del mal social. 

El problema es que se volvió moda hacer parte de un movimiento social pues estas causas ganan seguidores muy rápido, aunque pocos se mantienen dentro de estas organizaciones más de seis meses. Es sencillo abanderar una causa por un día, al estilo utilizar el #blackout-tuesday y apoyar la causa antirracista para cumplir con la expectativa social de ser empático, pero tres días después realizar algún acto de discriminación. No hay una forma de seguimiento ni control hacía ciertas conductas, debe ser un acto constante y voluntario, de lo contrario no tendrá éxito el movimiento social y pasará a ser olvidado o reemplazado.

Activismo: ¿Por qué un individuo decide hacer parte de este tipo de acciones colectivas?

El mundo individualista vuelve más complejo encontrar relaciones profundas y reales, aumentando la sensación de desarticulación con la sociedad. Los agentes son propensos a cuestionar el orden establecido, pues ante la imposibilidad de cambiar la estructura se genera un rechazo a la realidad y un anhelo de alterarla. Además, en la búsqueda de la identidad y de contestar la pregunta de ¿quién soy yo?

El activismo es presentado como una decisión atractiva, pues otorga sentido a tus acciones y te incluye en una categoría determinada, “soy feminista” o “soy ecologista”, aunque no todas las personas que se unan a esta causa persiguen la moda, muchas de ellas no llegan a permanecer firme con estas convicciones durante largo tiempo. El deseo de pertenecer a determinados grupos sociales y demostrar que se comparte determinada orientación cultural hace más fácil unirse a un movimiento social.

Los movimientos sociales abren la posibilidad de satisfacer necesidades personales a partir de una actividad emancipatoria, otorgando el sentimiento de libertad y protagonismo. El valor agregado de las personas que pertenecen a los movimientos sociales es ser considerados reflexivos y críticos de su entorno, capaces de analizar a profundidad realidades propias y ajenas, asumiendo que el individuo ha pasado por un proceso de reconocimiento acerca del asunto a defender. Si los movimientos se volvieron moda debe cuestionarse si hay un mayor o menor grado de compromiso hacia esa problemática a tratar.

El auge de los movimientos sociales en el siglo XXI demuestra cómo la globalización permite al individuo participar en múltiples procesos políticos donde lo más importante es mantener el discurso de una la sociedad en constante transformación y en constante revisión de sí misma. ¿Llegarán los gobiernos a imponer formas para restringir los movimientos sociales?

La gente descubrió que está cansada, agotada y explotada, son muchos y no dudarán en juntarse y hacer lo necesario para ser escuchados. Sean moda o no, los movimientos sociales continuarán...