A modo de editorial, amor por el Periodismo

Martes, 10 Marzo 2020 18:12
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Dicen que el periodismo es el primer borrador de la historia, sin embargo, para algunas personas es un estilo de vida y una manera de vivir para acercarnos a la realidad que nos acontece, buscando fuentes y buscando dar respuestas a todas las incertidumbres que nos genera el mundo donde vivimos.

Barco varado en la isla de Lesbos durante la llegada de miles de inmigrantes a la isla (Grecia, 2016)||| Barco varado en la isla de Lesbos durante la llegada de miles de inmigrantes a la isla (Grecia, 2016)||| Fátima Martínez|||
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El Periodismo, bien entendido, es información bien resuelta para que sea legible para un público general, sin embargo, el periodista, que dista mucho de ser frío y objetivo, procura poner tiritas a las heridas que no han dejado de sangrar desde tiempos remotos. Desde que el hombre se ha topado con las realidades más crueles, ha necesitado contarlo y narrarlo a los demás, aún con poesías griegas. Hablemos de la corrupción en América Latina, de los genocidios indígenas de las selvas amazónicas, de las fronteras europeas, que a veces son mares mediterráneos, que albergan cementerios al fondo, puertas cerradas para el inmigrante maltratado, al dejar las guerras propias de su lugar de nacimiento, o de conflictos armados, como el de Colombia, que no terminan de sanarse incluso después de 60 años. 

El periodismo es la búsqueda incesante por saber qué está pasando en nuestro mundo y de procurar, al mismo tiempo, dar respuestas a cómo sobrellevarlo de la mejor manera para que no nos duela. Llevo más de 17 años dando clases de Periodismo en diferentes universidades, en España principalmente, y desde 2017, desde el llamado ‘proceso de paz’, hecho a la medida de Santos, y puedo asegurar que ninguna clase se parece otra. ¿Por qué? Porque las noticias, la actualidad, los acontecimientos no dejan de sucederse, de blanco a negro, de frío a calor, desde una epidemia que asola nuestro planeta, con un virus que tiene una corona de prefijo. Y aunque tratamos de dar respuestas, el origen, la génesis, parecen un misterio por resolver. Sí, hasta el Papa, en Italia, tuvo que darse unos días para recuperarse de una gripe ‘extraña’, que no resultó ser la protagonista que sacude los medios de comunicación internacionales estos meses.

Amar el periodismo es una forma de vivir, no siempre remunerada, que nos ha llevado a muchos, por amarlo, a intentar salvar el lugar donde habitamos, pero con poco éxito, con poco éxito, y muchos fracasos, para poder frenar las barbaries que, cada vez, nacen y nos golpean como una ola de incendios sobre el Amazonas o en África, que se descubren por las imágenes de la NASA que se multiplican en redes. Y clamamos, todos clamamos cómo es posible que esté pasando, pero olvidamos, después del llanto… Como los amores imposibles, como los amores más dolorosos.

Lo intentamos, procuramos darle sentido, darle forma a lo que nos cuentan, a las marchas latinas que llenan las calles de clamores populares, procuramos tomar imágenes que nos signifiquen, de algún modo, los contextos vividos, padecidos, los nuevos feminismos, de mujeres guerreras, con canciones que tienen como título ‘El violador eres tú’, culpando al Estado de los machismos que millones de mujeres padecen en sus propios países de origen. No nos damos cuenta de que nos hemos enganchado al horror para refugiarnos en el paraíso, que aún estando perdido, anhelamos, incansables de alcanzar. Es la información, estúpido, lo que nos queda, pero entre bits y celulares, que llamamos ‘inteligentes’.

Amar este imposible de palabras, de vídeos, de imágenes, de redes, y seguir, hoy parece una odisea, pero la más bellas de las odiseas que nos lleven a coger un avión y plantarnos en ciudades nuevas, como Londres, Atenas o Bogotá. Un día cualquiera, cuando nunca lo esperas, ya te has lanzado a un vacío del que sueles salir vivo para contarlo. A eso, muchas veces, lo llaman periodismo.

Y pasa, como tantas otras cosas, pasan, que lo cuentas, unas veces, de un modo, y muchas otras de otro, usando las redes, los medios digitales o las imágenes, buscando un impacto, que no siempre obtienes pero que deseas. El sueño sigue y perdura, la pasión, con el tiempo, se cierne en ganas de parar para leer, pensar y escribir, de nuevo, si es que se quiere el cambio social, que se demora en horas. El leit-motiv se termina transformando en un estilo de vida, apto para supervivientes, que abrazan lo imposible, la utopía, la lucha, ese extraordinario paraíso, donde habitar con todas nuestras dudas.

 

 

Fátima Martínez,

Periodista