* Los nombres de Simón y Erick fueron cambiados a petición de ellos mismos
El sábado 1 de abril de 2023, pasadas las siete de la noche, Erick recibió a su amigo Alejandro en la puerta del apartamento. Habían planeado salir de fiesta durante Semana Santa. Erick aceptó la invitación porque las cosas con Simón, su pareja, no iban bien. Tomaron rumbo a Theatron, el bar de Chapinero, dispuestos a distraerse y dejar atrás los problemas..
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Erick asegura que no recuerda haber consumido licor aquella noche. Aun así, le pidió a su amigo que lo cuidara. No imaginaba que, en lugar de hacerlo, Alejandro se convertiría en su agresor sexual. En medio de la fiesta, Erick se desmayó y lo siguiente que recuerda es haber despertado confundido, sin entender qué había pasado.
Hablar de abuso sexual suele remitir a víctimas mujeres. Sin embargo, los hombres también sufren esta violencia, aunque sus historias casi nunca se cuentan. Según cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal, en 2023 se practicaron 24.349 exámenes por presunto abuso sexual en Colombia. De ellos, 2.930 correspondieron a hombres, es decir, el 12 % de los casos. Solo en abril de ese año se realizaron 7.518 exámenes, y 237 fueron a hombres, catorce menos que en el mismo mes del año anterior.

El informe Forensis 2023 muestra que los hombres sufren más agresiones de conocidos, delincuentes o extraños, mientras que las mujeres son atacadas con mayor frecuencia por familiares, parejas o exparejas. Además, los escenarios de la violencia difieren: es más común que un hombre sea agredido en la calle, mientras que las mujeres suelen ser violentadas en casa.
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La psicóloga Zharik Gonzales explicó, en conversación con Plaza Capital, que los hombres pueden ser vulnerables en el hogar cuando presentan algún factor de diversidad o vulnerabilidad, como la orientación sexual, la identidad de género o una discapacidad. En cambio, añadió, la violencia hacia las mujeres está más relacionada con una estructura social patriarcal que las subordina. Así, un hombre “normativo” —blanco o mestizo, cisgénero, heterosexual, sin discapacidad y neurotípico— tiene menos riesgo de ser violentado en casa.

Ese contexto ayuda a entender por qué la agresión que sufrió Erick tiene características particulares: ocurrió en un lugar público, asociado al dominio masculino, y terminó en la intimidad del hogar, un espacio tradicionalmente vinculado con lo femenino. En una sociedad que suele considerar a los hombres LGBT como “menos hombres”, esa percepción puede aumentar su vulnerabilidad.
Juan Sebastián Pulido, psicólogo de la Universidad Nacional, señala que los hombres víctimas de abuso enfrentan estigmas que dificultan la denuncia. “La sociedad ha enseñado a los hombres a sufrir en silencio, lo que impacta su disposición a reportar estos casos”, dice. En los centros médicos, su palabra suele ponerse en duda. A Erick le pasó. “Cuando fui al hospital con una amiga, creyeron que la víctima era ella”, recuerda.

“Después de la fiesta, mis amigas me llamaron a preguntar cómo me había ido. Les conté, confundido, y una de ellas, feminista, me dijo: ‘Mañana mismo vamos a urgencias, eso es una agresión sexual’. Fuimos a varios centros médicos y no me creían hasta que llegamos a la Clínica del Occidente, donde finalmente me atendieron”, cuenta Erick.
En Colombia, el Ministerio de Salud estableció en 2012 un protocolo de atención integral a víctimas de violencia sexual. Incluye la detección y prevención de enfermedades de transmisión sexual, la entrega de medicamentos retrovirales para evitar el contagio de VIH/Sida, y el acceso a anticoncepción de emergencia o interrupción voluntaria del embarazo en el caso de mujeres. Sin embargo, un psicólogo del Distrito, que pidió reserva de su nombre, reconoció que, en la práctica, “a menudo se brinda mayor atención a las mujeres, especialmente en casos de feminicidio o violencia de género. Con los hombres, rara vez se activan las rutas legales o de apoyo específicas”.
Erick recuerda que la atención médica no fue la mejor. “Mientras estaba en la clínica, llegó otra persona en shock por un abuso sexual. El personal médico la amarró. Fue impactante ver esa frialdad”, dice. Para Pulido, ese tipo de trato puede agravar el trauma: “Si la víctima recibe mala atención, no volverá a confiar en el sistema. Eso puede derivar en ansiedad, estrés postraumático o depresión”.
Simón, la pareja de Erick, también resultó afectado. Dice que la situación cambió su confianza, la intimidad y su forma de relacionarse. Pero la carga emocional para Erick era aún más pesada. “Ya tengo suficiente con esto como para echarme otra carga encima”, confiesa sobre la idea de denunciar. “Solo pensar que no me creerán me afecta muchísimo.”
Durante el protocolo médico, Erick enfrentó una nueva falta de empatía. El infectólogo le sugirió que pidiera a su agresor hacerse las pruebas de ETS. “¿Usted cree que eso es fácil? ¡Él me agredió!”, le respondió Erick. Su pareja decidió entonces confrontar al agresor. “El comentario del médico fue práctico, pero frío. Así que decidí hacerlo yo”, relata Simón.
En mayo de 2023, Erick terminó su relación con Simón. Simón llegó a insinuar que Erick representaba “un riesgo” para su salud, pese a que él había seguido todo el tratamiento preventivo. “También me dijo que debía aprender a tomar, aunque antes me había dicho que una persona ebria no se toca”, recuerda Erick.
Después de la ruptura, comenzó a sufrir insomnio, pesadillas y ataques de ansiedad. “Llamaba a mis amigos para poder dormir, incluso dormí con mi mamá. Fueron meses muy duros”, dice. En julio y agosto intentó quitarse la vida, pero sus amigos lo impidieron. Su psicóloga le había dado un papel con teléfonos de emergencia “por si alguien me encontraba en la calle”, relata.
La violencia no terminó ahí. En un último intento de hablar con Simón, este lo culpó de todo y divulgó su historia entre conocidos. Erick fue agredido por la nueva pareja de Simón y algunos amigos, lo que le dejó una desviación en el tabique y hematomas en el rostro. Ya antes había sido golpeado por él. Esa vez, decidió denunciar.
Acudió a la Fiscalía por violencia de pareja y agresión sexual. Su caso fue remitido a la Fiscalía 23 de delitos sexuales de Bogotá. Sin embargo, nunca fue entrevistado por la fiscal encargada. En octubre supo que su denuncia había sido archivada. “Me culparon del abuso porque supuestamente había tomado clonazepam, lo cual no es cierto”, afirma. Una secretaria le dijo: “Si tiene secuelas psicológicas, lo siento, pero ya le toca a usted hacerse cargo y vaya a terapia”.
Erick ha enviado derechos de petición sin respuesta. Su caso quedó atrapado en el limbo institucional. Mientras tanto, comenzó a investigar por su cuenta sobre la violencia sexual contra hombres y sobre las relaciones abusivas en la comunidad LGBT. “Necesitaba entender lo que vivía. No entendía nada”, cuenta.
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Estudios citados por medios internacionales como CNN y la BBC señalan que la violencia en parejas del mismo sexo puede ser tan o más frecuente que en relaciones heterosexuales. Diversos estudios académicos y revisiones sistemáticas confirman esta tendencia. Según datos de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), el 43.8 % de las mujeres lesbianas y el 61.1 % de las mujeres bisexuales en Estados Unidos reportaron haber sufrido violencia física, sexual o acoso por parte de una pareja, frente al 35 % de las mujeres heterosexuales (Walters et al., 2013). Un metaanálisis internacional estimó una prevalencia de violencia de pareja del 33 % entre hombres que mantienen relaciones con hombres (Rollè et al., 2020). Asimismo, una revisión de literatura concluyó que “la violencia doméstica ocurre al menos tan frecuentemente, y probablemente más, entre parejas del mismo sexo que entre parejas de distinto sexo” (Edwards, 2014).
En los círculos LGBT masculinos, muchos callan por miedo o vergüenza. Erick confirma que el apoyo que recibió vino sobre todo de sus amigas feministas y de su psicóloga. Con ellas se armó de fuerza para contar su historia y participar en la Contramarcha, una movilización alternativa al Pride en Bogotá, donde llevó una pancarta con su testimonio. Estos resultados apuntan a la necesidad de reconocer que la orientación sexual no constituye un factor protector frente a la violencia de pareja, y que los modelos de atención deben incluir las relaciones no heteronormativas.
Hoy, su denuncia sigue archivada. Erick asegura que el 98 % de las denuncias por violencia sexual o de pareja en Colombia terminan cerradas sin resolución. Esa impunidad desmotiva a las víctimas y las deja más expuestas a sus agresores. Incluso en la Comisaría de Familia fue revictimizado: tuvo que compartir audiencias con su agresor, pese a que la ley lo prohíbe. En una ocasión, un abogado le amenazó con enviarlo detenido a un calabozo. “Tuve que llevar la Constitución y fallos impresos para defenderme”, dice.
“Durante mucho tiempo temí por mi integridad. Subirme a un bus o pensar en mi expareja me causaba ataques de pánico. Por eso caminaba a todas partes, siempre acompañado de alguien con quien me sintiera seguro”, concluye.
La historia de Erick expone una verdad silenciada: la violencia sexual y de pareja también golpea a los hombres, sobre todo a los de la comunidad LGBT. Y el sistema judicial colombiano, muchas veces, no está preparado para protegerlos.
Reportaje de Raúl Galván para Plaza Capital.








