Niños campesinos de veredas, sin conexión a internet y sin escuela, durante todo el año pandemia

Domingo, 14 Marzo 2021 19:01
Escrito por Jess Angulo

“Queremos internet, libros y colores”, piden los hermanos Jean Carlos y Joseph, desde la vereda Buenos Aires, donde tras un año de pandemia no tienen internet, ni señal de celular,  para aprender de sus clases virtuales. A tan solo cuarenta minutos de Bogotá, entre las lomas de la falda del Páramo Chingaza, se esconden unas pequeñas veredas, llamadas las veredas de Buenos Aires, Santa Helena y La Epifanía, pertenecientes al municipio de La Calera, en Cundinamarca. 

Jean Carlos y Joseph|Jean Carlos, Joseph y Jackeline|Laidy y Doña Dora|Sede Santa Helena|Sede Santa Helena|Sede Veredal Santa Helena|Sede Veredal Buenos Aires|Salón Sede Buenos Aires|Restaurante Sede Buenos Aires|Sede Veredal Buenos Aires|Sede Buenos Aires|Regreso a clase 2021||| Jean Carlos y Joseph|Jean Carlos, Joseph y Jackeline|Laidy y Doña Dora|Sede Santa Helena|Sede Santa Helena|Sede Veredal Santa Helena|Sede Veredal Buenos Aires|Salón Sede Buenos Aires|Restaurante Sede Buenos Aires|Sede Veredal Buenos Aires|Sede Buenos Aires|Regreso a clase 2021||| Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Agulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|Jess Angulo|||
6434

Pese a estar tan cerca de la capital del país existe un descarado abandono estatal hacia los niños campesinos de Cundinamarca. En el municipio de La Calera las escuelas veredales y colegios departamentales públicos están funcionando en modalidad virtual desde el decreto de emergencia por el COVID-19. Desde entonces los niños, niñas y adolescentes están recibiendo clases por medio de guías y una plataforma virtual educativa, que resulta obsoleta para los niños campesinos que no cuentan con acceso a internet y computadores.

Hace un mes y medio todos en Colombia festejaban el regreso a clase de los niños en las grandes ciudades, pero la pandemia ha expuesto la otra cara de la educación y de la desigualdad social y económica del país. Fuera de las urbes no todos los niños tienen los mismos privilegios ni atención del gobierno. Después de un año de educación remota los niños de las veredas en los municipios aledaños a la capital aseguran no haber aprendido nada desde que empezó en Colombia la emergencia sanitaria por el coronavirus. Los niños del campo están teniendo clases virtuales desde zonas rurales sin acceso a internet y sin computadores en sus casas, en condiciones precarias en las que es muy difícil recibir una educación de calidad, y mucho menos retener conocimiento.  

Según el informe Proyecto Educativo Municipal realizado por la secretaría de educación y desarrollo social, hay un total de 32 escuelas oficiales rurales y departamentales integradas al municipio de La Calera, que albergan aproximadamente 2400 niños y adolescentes, de los cuales muchos no cuentan con la posibilidad de recibir clases en modalidad remota ya que viven en veredas demasiado apartadas de la zona urbana y tampoco cuentan con cobertura de internet para realizar investigaciones, enviar sus trabajos o realizar consultas a sus profesores. Las metodologías que están ofreciendo las instituciones educativas integradas al municipio de La Calera son guías en físico y el blog institucional, pero eso no beneficia mucho a los niños que viven en las veredas pues tienen que recorrer largas distancias para recoger esas fotocopias y tampoco cuentan con un subsidio de transporte.

Inconformidades de los padres de familia

Ahora, desde el inicio de la pandemia, todo corre del bolsillo de los padres de familia, quienes no tienen los recursos, por esta razón muchas veces los padres tienen que ir caminando con los niños desde las veredas hasta el pueblo o hasta la escuela más cercana. La deserción estudiantil se suma a la lista de preocupaciones de padres de familia, esto debido la baja calidad en la educación que existe en las zonas rurales.

Laidy Torres, estudiante de bachillerato, nos relata el caso de una amiga de su curso llamada Andrea que le tocó retirarse porque sentía no estaba aprendiendo nada durante la pandemia. “Ella me dijo que prefiere validar decimo y once. Porque decía que no entendía nada…”. Otro caso similar al de Andrea es el que nos cuenta Jackelin Rodrígue, madre de familia y trabajadora de la escuela veredal Buenos Aires, nos relata como unos hermanos se retiraron de la escuela debido a la pandemia y la baja calidad en la educación, los padres de los hermanos recogían papa y como no tenían tiempo de explicarles las tareas a sus hijos decidieron retirarlos de la escuela y ponerlos a recoger papa a ellos también. “Además, los niños al ver que el estudio no estaba teniendo frutos prefirieron el trabajito, la plata”, dice Jackeline Rodríguez.

También, los padres de familia han expresado su inconformidad con las instituciones educativas ya que, en ocasiones, algunas guías no traen las explicaciones, ni los ejemplos, y hacen pasar a los niños de un tema a otro sin importar si aprendieron o entendieron algo. Todo esto, sin contar la falta de acceso a internet y la escasez de recursos tecnológicos que tienen las familias campesinas, lo que hace imposible que los niños puedan recibir clases virtuales e ingresar a el blog institucional que los colegios les brinda. “Nosotros nunca hemos tenido una clase virtual, ni por zoom ni nada de eso, prácticamente nos ha tocado estudiar solos desde que empezó la pandemia, porque clases no nos están dando. Y el colegio ni los libros nos da para nosotros tener en donde consultar para nuestras tareas”, dice Laidy Torres.

Otra de las quejas por parte de los padres y estudiantes en las zonas rurales es que los colegios nos les brindan útiles escolares, ni subsidio para comprar materiales o guías, todo deben pagarlo ellos de su bolsillo, aunque son personas de bajos recursos económicos. Por esta razón, los niños se quedan sin los materiales para estudiar, pues no pueden pagar todas las veces estos útiles escolares. Desafortunadamente, no solo las condiciones de los estudiantes son precarias, también los colegios veredales se encuentran en muy malas condiciones, algunas instituciones aún tienen los pisos en tablas, las paredes agrietadas y están sin pintar. Dora, madre de familia, denuncia que la alcaldía no da ni siquiera la pintura para pintar las escuelas, y que lo que hay pintado ha salido del bolsillo de los papás de la zona. De hecho, la última vez, los que regalaron pintura para la escuela fue la empresa de Agua Manantial que queda ubicada en la vereda Buenos Aires.

Por último, los ciudadanos de estas zonas rurales tampoco logran comprender la razón detrás de no dejar ir a los niños a clases presenciales con alternancia, esto teniendo en cuenta que en el campo casi no hay contagios por coronavirus, pero en Bogotá, donde hay por todas partes contagiados ya abrieron los colegios. De hecho, los ciudadanos de la zona sospechan que tal vez los colegios no tienen los recursos suficientes para mantener las medidas de bioseguridad y protección de los niños. Según Laidy, la razón que les dio el colegio Departamental de La Calera el colegio fue la siguiente: “Nos dijeron que el problema es que aquí los colegios tienen muy poquitos salones y también muy pequeños. Es por eso que no se pueden meter por ejemplo los 37 que somos en mi curso en esos salones pequeños y sin buena ventilación”.

Lamentablemente, las instituciones educativas rurales tampoco se han pronunciado con respecto a el regreso a clase con alternancia, creando un sentimiento de desilusión entre los niños y padres campesinos. Entre los afectados, se encuentran dos familias de la vereda Buenos Aires, ubicada en el municipio de La Calera, angustiados por la situación de sus hijos y de los niños de las veredas aledañas nos comparten su experiencia sobre cómo sus hijos han estudiado desde que inicio la pandemia en marzo del año pasado. La familia de Leidy Catalina Torres, de 15 años, y la familia de los hermanos Jean Carlos Sabogal, de 10 años, y Joseph Cortez Rodríguez, de 5 años, nos relatan lo difícil que ha sido estudiar para los niños del campo sin ningún apoyo gubernamental.

Laidy Torres, estudiante de bachillerato virtual

La familia de Leidy ha vivido desde hace más de 32 años en La Calera. Esta adolescente de 15 años confiesa amar el estilo de vida que goza en estas zonas rurales. Laidy se encuentra cursando grado décimo en el Colegio Departamental Integrado de La Calera, su materia favorita en el colegio es la química y después de estudiar le llama mucho la atención estudiar algo relacionado con la estética, porque le encanta todo sobre la belleza, los peinados y esas cosas que, según ella, ponen a las mujeres bellas. Y profesionalmente, Laidy asegura que le interesaría estudiar recursos humanos o enfermería.

En una tarde soleada muy inusual en el páramo, Dora, madre de Laidy, cuenta con voz nostálgica que, aunque nunca ha tenido un subsidio por parte del Gobierno y tampoco le han brindado ningún recurso, bendice al campo porque le ha permitido dar un sustento a su familia. “Dios bendiga al campo mamita. Sumercé aquí no tiene papas y va donde el vecino y este le regala un poco. En Bogotá si no tiene 100 pesos para ir a comprarse 2 se quedó sin comer. Esto acá es la tranquilidad”, asegura. Por su parte, la adolescente Laidy confiesa también ser amante de la vida en el campo, pues considera que es mil veces mejor que vivir encerrada en cuatro paredes en una ciudad, en el campo por lo menos puede salir a respirar aire puro.

Laidy dice que su rutina es bastante amena, pues se levanta y puede salir a caminar con mucha tranquilidad de que no le pase nada. Lamentablemente, lo único que le quita la paz a Laidy y a su familia, es el estrés y la preocupación por el estudio. Leidy se la pasa casi todo el día estudiando pues es muy difícil para ella entender solo con unas cuantas guías y sin ninguna explicación de un docente. Sumándole también que debe andar de loma en loma enviando trabajos y buscando un lugar en el que pueda tener señal de datos porque no hay internet en su vereda. A Laidy le toca salir sí o sí a buscar donde pueda haber un poco de señal para enviar todos sus trabajos por WhatsApp.

Laidy debe realizar unas guías cada 15 días y a su madre, pese a no tener muchos recursos económicos, es a quien le toca hacerle la recarga de los datos quinquenales para que Laidy pueda consultar en internet las tareas. Según Dora, esta situación empeora en la temporada de lluvias, donde es casi imposible conseguir señal de internet, no importa dónde se encuentre uno. Esa situación le duele mucho a Laidy y a su familia, pero lo que más les da tristeza es que ni siquiera el colegio le pide ayuda al gobierno. “Lo que me duele más es ver al niño del campo, porque el niño del campo siempre vive desprotegido en todo sentido del gobierno”, dice Dora.

Además, los padres de familia afirman que existe una indiferencia por parte de los profesores que, aunque saben que los niños de las veredas tienen problemas de conectividad, aun así les exigen hacer y enviar los trabajos por internet. Dora asegura que los profesores exigen, pero no ayudan. Hasta regañan a los niños, como si no supieran la escasez de herramientas que tienen los niños aquí en las zonas rurales. Según Leidy, para ella, ha sido muy difícil aprender desde que empezó la pandemia, pues no tiene a los profesores ahí, explicándole los temas con calma y resolviendo sus dudas.

Es preocupante como los niños campesinos no han tenido a quien preguntarle cuando no entienden algo desde que se iniciara la pandemia. Para Leidy, lo que más se le ha dificultado son las matemáticas, aunque a ella el colegio le da la opción de llamar a sus maestros, esto de nada sirve pues los únicos medios que tiene para comunicarse con ellos son los mensajes, correo, llamadas o videollamadas, algo imposible para ella pues en las zonas alejadas de la ciudad, no tienen las herramientas para hacerlo.

Laidy también nos relata como estuvo a punto de botar la toalla el año pasado, ya que no tuvo cómo enviar unas guías a los profesores por no tener internet. La solución de su madre fue mandarla a Bogotá con unas hermanas para que pudiera repetir todos los trabajos y enviar todo, ya que en la ciudad sí tenía cómo hacer las tareas y podía enviarlas sin problemas. Ahora, Laidy debe realizar obligatoriamente un curso del SENA, pero como en el municipio de La Calera el SENA se encuentra en modalidad virtual y en su casa no cuentan con señal de celular, ni de internet es probable que la envíen a Bogotá a exponerse al virus. Todo, por la negligencia del Estado con las necesidades de los niños y adolescentes campesinos.

“Me gustaría que el gobierno municipal y la alcaldía local nos pusieran internet aquí, en estas zonas apartadas, que empezaran las clases con alternancia con las medidas de bioseguridad o que, al menos, en los colegios veredales pusieran wifi o nos dejaran acceder a los útiles, libros, computadores o espacios de las escuelas para que los niños de cada vereda tengan un lugar donde estudiar. También unos buenos auxilios de alimentación, porque esos mercados que nos llegan son muy malitos y no alcanzan para nada…'. Exige Laidy Catalina Torres, de 15 años, al Gobierno Nacional.

Jean Carlos y Joseph, estudiantes de primaria y bachillerato

Otra de las familias que exigen atención y acción del gobierno hacía la educación de los niños del campo es la de los hermanos Jean Carlos Sabogal, de 10 años, y Joseph Cortés, de 5 años; su madre Jackeline Rodríguez asegura que la calidad de lo que los niños están aprendiendo ha bajado mucho desde que inició la pandemia. Además, agrega que para algunos padres de familia que no pueden estar en la casa todo el tiempo, ha sido complicado ayudar a los niños a estudiar, más en el campo, donde siempre hay algo que hacer y todos deben trabajar a diario, pues ellos deben recoger la comida de la tierra, si quieren comer ese día.

Jean Carlos se encuentra cursando sexto de primaria y estudia en el Colegio Departamental Integrado de La Calera. Emocionado expresa que ama vivir en el campo. Su rutina diaria consiste en desayunar, cepillarse los dientes, ayudar a su abuela a cocinar, por la tarde, ayudar a su abuelo a traer la cantina que usa para ordeñar y, finalmente, ir a ordeñar con José, su padrastro. Le gusta mucho estudiar y su materia preferida del colegio es la Biología, por los animales, pero nos confiesa que lo que más disfruta en el día, aún más que estudiar es ordeñar. Es por esta razón, que su sueño después de salir del colegio, es ser veterinario. Cuando Jean Carlos habla del campo se le iluminan los ojos, y con los ojos brillando dice: “Me gustan todos los animales, pero más lo caballos. Yo tengo un perrito, conejos y una gallina.”

Por otro lado, su hermano menor, Joseph quien estudia en la Escuela Integrada Buenos Aires y cursa primero de primaria, dice que su materia favorita en la escuela es la educación física, que también le gusta dibujar y su sueño es ser “caballista”. Pese a que Joseph es un niño bastante elocuente y activo, su madre Jackeline se encuentra preocupada, pues dice que se supone que Joseph debería estar aprendiendo a leer y que el niño, en este momento, no sabe nada, solo las vocales, pues desde la pandemia no ha aprendido nada. Además, nos cuenta que a Joseph le envían muchos videos del colegio para ver por internet, pero para ellos es imposible verlos, porque no cuentan con cobertura de internet y muy pocas veces tienen señal en el celular.

Jean Carlos, al igual que Laidy, expresa que desde que inició la pandemia, le resulta más difícil el colegio porque no entiende bien las matemáticas. Reconoce que ha sufrido por no poder pedirle explicaciones a los profesores, pues solo se puede hacer esto por medio de WhatsApp, pero en donde él vive no entra la señal de datos y tampoco de internet. Lo más triste para Jackeline es que desde que cerraron la escuela por la pandemia, los niños ya no tienen acceso a los libros y materiales que quedaron allí en la escuela, además, dice que antes había internet en toda la escuela y que los niños podían usarlo, pero ahora, debido a la pandemia lo quitaron pues se encuentra cerrada.

“Lo mínimo que le pido al gobierno es el internet, o por lo menos, que hablen con una empresa de telefonía de celulares para que pongan una antena por acá y poder tener señal de celular. En la escuela hay computadores, pero los tienen encerrados y los niños aquí del campo necesitando y no se los dejan usar”, exige Jackeline Rodríguez al Gobierno Nacional