Tres días de hermosos ruidos en la capital

Viernes, 09 Noviembre 2018 10:27
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En las noches bogotanas se puede encontrar desde hip hop y electrónica, hasta pop, rock y punk; una y otra vez, semana tras semana. Una vez al año todos esos sonidos se concentran en el mismo festival.

Stallone en el segundo día del festival Hermoso Ruido.||| Stallone en el segundo día del festival Hermoso Ruido.||| Fotos: Sara Sofía Rojas.|||
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  • Coautor 1: Sara Sofia Rojas Becerra
  • Coautor 2: María Fernanda Agreda Martínez

Durante los últimos diez años, la prosperidad de la escena musical bogotana no ha dejado ni una sola noche en silencio. Los eventos abundan, y desde el jueves, la situación se complica; hay que elegir entre dos, tres, cuatro y hasta más. Ha sido tal la oferta cultural, que no hace mucho, llegó a afectar tanto al público, en cuanto a lo monetario, hasta el punto en el que diferentes eventos empezaron a ser cancelados por falta de aforo. Aún así, la oferta de conciertos no disminuye y por el contrario, sigue aumentando.

Cada evento musical realizado en la ciudad, aún tratándose de una apuesta de fe, tiene de una u otra forma acogida. Al lado de los que aun pelean por el público, hay los que, con el trabajo de años, han logrado posicionarse entre los melómanos, como el Festival Yavería, Nada Tiene Sentido, Abran Paso, El Circo del Consul, La Antifiesta y otros más grandes como el BAUM Festival, el Estéreo Picnic, el Cosquín Rock o el Festival Hermoso Ruido, que se toma tres noches del último tercer trimestre del año y once escenarios diferentes para llenarlos de nuevos sonidos.

Hermoso Ruido ha tomado como bandera, durante sus 6 ediciones, llevar los sonidos emergentes a los oídos del que esté dispuestos a recibirlos. Por él han pasado artistas como Diamante Eléctrico, LosPetitFellas, Puerto Candelaria, Manuel Medrano, Oh’Laville y Esteman; hoy por hoy, ganadores de Grammys o nominados a ellos, cabezas de listas de reproducción en plataformas musicales y embajadores de Colombia en el resto del mundo.

           

El festival como plataforma para la visibilidad 

El 25, 26 y 27 de octubre se llevó a cabo la sexta edición del Hermoso Ruido, que reunió a bandas emergentes. El festival mostró el poder que tienen los mejores sonidos alternativos. La música alternativa no se define, se siente. Es complejo llegar a determinar qué tipo de música se clasifica dentro de la música alternativa porque esta es la casa de nuevos sonidos, sonidos reinventados, sonidos resignificados y sonidos especiales. Llegar a decir que es música no comercial es incorrecto porque la música en sí se vuelve en un punto comercial.

Ahora, este año contó con la participación de agrupaciones musicales de Argentina, Ecuador, Puerto Rico, Perú, México, Venezuela, Panamá, Guatemala e invitados internacionales desde Francia y España. Bogotá abrió sus puertas para la realización de 40 shows, 27 de estos realizados por artistas colombianos, para demostrar el poder que tiene la música independiente y las diferentes mezclas de sonidos tradicionales, de música electrónica, latinoamericana y colombiana.

Este año, los shows se llevaron a cabo en la zona rosa y Chapinero. Algunos de los grupos colombianos participantes fueron Las Yumbeñas, Mabiland, Rap Bang Club, Morfonia, Pablo Trujillo y Quemarlo Todo Por Error. Con este circuito se busca ampliar la experiencia de las bandas emergentes a través de la música en vivo, pues los artistas que estuvieron en escena buscaban, principalmente, proyectarse a otros lugares y tarimas del mundo, además de presentar nuevas propuestas musicales. Pablo Trujillo, un artista de rock/pop alternativo, que participará este año, aseguró que, para él, el festival “es muy importante porque es un espacio en el que se abren propuestas arriesgadas y es el espacio para que bandas emergentes que no tienen cabida en el mercado expongan sus iniciativas”.

El festival no solamente permitió mostrar nuevos talentos de diferentes géneros, sino de diferentes partes del país. Promueve una escena latinoamericana emergente, ejemplos claros son los colombianos Paola Navarrete y Los Walters. “Este es uno de los primeros pasos para llegar a presentarse en el Festival Estéreo Picnic”, así lo aseguró Sebastián López, colaborador de la revista VICE y enviado especial para cubrir el evento este año.

Quemarlo Todo Por Error, otro de los participantes, aseguró que el Hermoso Ruido le aporta mucho a su carrera musical, “exponernos en escenarios de Bogotá donde nunca hemos tocado, como en el auditorio Lumiere, es una muy buena oportunidad y pues mostrarnos a otros públicos también lo es. Es bueno proyectar nuestra música a nuevas personas”, aseguró Juan Pablo, uno de los cuatro integrantes.

La expansión del festival permite que no solamente haya una representación en espectáculos reconocidos con invitados internacionales, sino también que artistas emergentes de la música independiente se consoliden como grandes exponentes, como hace algunos años Diamante Eléctrico y Esteman lo hicieron en el mismo festival, para hoy ser parte de la escena internacional. “Esta edición ha sido la más diversa porque tuvo actos con muchos géneros musicales, desde un reggaetón experimental, pasando por el Neo soul y Dream pop, hasta llegar al Trap e Indie rock”, aseguró Sebastián López.  

Ha$lopablito, el artista sorpresa del tercer día del festival, contó que hacer parte del Hermoso Ruido fue algo inesperado, y muy gratificante. “Siento que el Hermoso Ruido es una gran oportunidad. La plataforma permite que nos mostremos a más público, además de promotores y gente que nos puede ayudar a explotar la música que estamos haciendo”, manifestó.

En últimas, el Hermoso Ruido invitó no solamente a los colombianos sino a los extranjeros a conocer lugares emblemáticos y a tener una opción para cambiar de ambiente. Las tarimas que se ubicaron tanto en Chapinero como en la zona rosa engalanaron la ciudad y contribuyeron a educar a los cientos de asistentes a través de las propuestas musicales con el fin de darle fuerza a la industria nacional y latinoamericana.

 

Mucha música, un solo sentimiento

Una chaqueta impermeable, una maleta pequeña, el cabello recogido y tenis, no más. Es viernes en la noche, no parece que fuese a llover, pero cuando se trata de un circuito, es mejor prevenir que lamentar, hay que caminar. Todos los escenarios del Hermoso Ruido están en Chapinero, seis para ser exactos: Boogaloop, Marino, Latino Power, The Music Hall, Submarino y El Chamán. La idea es pasar, por lo menos, por cuatro de ellos.

En cuanto a lo musical, la noche no empieza tan tarde como es usual, el primer concierto es a las 8:00 de la noche, el último, podría decirse, que más temprano, a la 1:30 de la mañana del día siguente. Hoy el Hermoso, como es usual, tiene de todo un poco: música electrónica (Boreahl, Latencia), Rock y Pop (Urdaneta, Cohetes), alternativa (Las Yumbeñas, Nicolás y los Fumadores), y más.

A solo dos cuadras de otro de los venues de esa noche, Boogaloop, está The Music Hall, cuyo nombre es prácticamente nuevo para la escena bogotana. El lugar, que se asemeja a una gran bodega con un escenario al final, abrió con Stallone. Con sus letras en inglés, la energía que emanaban las tres chicas en el escenario y su baterista (que esa noche tocaría dos veces, con Stallone y con Nicolás y los Fumadores) era igual a la de estar en la playa de noche, dejándose llevar por el sonido de las olas. Su música podría ser perfectamente la banda sonora de una película de adolescentes. Su set esta vez, tan corto y tan acogedor, terminó con quienes los acompañaban esa noche pidiéndoles una canción más.

De The Music Hall se debía correr a MarinoSubmarino para poder ver a Latencia, que tocaba justo al acabar Stallone. El lugar, sucesor de La Tora 4 Brazos que se vió obligado a cerrar luego de que se cayera su techo, es una casa antigua con dos ambientes, uno latino (Marino) y otro electónico (Submarino). En el latino, muchas luces, plantas, madera y antiguedades. En el electrónico, espejos, espejos, espejos, y la oscuridad que se comía hasta a la banda, que ya estaba tocando.

Con su propuesta de electrónica experimental, Latencia le hacía honor al nombre del festival. Sus beats profundos que en escena son acompañados por bajo, guitarra, batería y voz le dieron aún más fuerza a su en vivo. Su público, agradecido por los nuevos sonidos que llegaban a sus oídos y al caer en cuenta de que el show había llegado a su final, les gritaban que tocaran Solecito, el sencillo más conocido de Puente (2018), su primer álbum. Acto seguido, Submarino cantó “Tengo un solecito personal, su luz me lleva a algún lugar. Cuando lo salgo a buscar está del otro lado del planeta, cuando lo salgo a buscar sólo hay sombra, no hay respuesta”.

La energía que había dejado Latencia debía mermar antes del siguente show, Las Yumbeñas en The Music Hall. De vuelta al primer escenario, fue más difícil entrar esta vez, el lugar estaba prácticamente lleno, era mucha la gente que había llegado mientras no estábamos, y era evidente. Las dos chias y un baterista (de nuevo), con canciones como Melancólica, En Realidad No Eras Tan Cool y Corazón, que oscilaban entre el pop y el punk cargaron de rabia la noche. Sentimiento que se transformaría en alegría, energía y baile con el toque siguente, Tribu Baharú en Latino Power. El venue, que junto a El Chamán, es de los que está más retirado de los otros 4, esa noche era el encargado de la champeta, la fusión tropical y la música del pacífico.

En el lugar, a diferencia de los otros dos, había espacio para caminar, y hasta para bailar; qué suerte, porque los 40 minutos que le esperaban a la gente en Latino no hubiesen podido ser mejor empleados. Desde la primera hasta la última canción dieron cuenta de eso que los colombianos saben bailar. Sobre la tarima, que se les quedaba pequeña, seis músicos, todos negros, que le dieron a la noche el toque que le faltaba.

“A ver, arriba una chica que sepa bailar champeta”, dijo Makambille, vocalista de Tribu Baharu, 30 segundo después, además de estar cantando, bailaba campeta con una chica del público que no le daba la talla. Después de la chica, un chico, que acompañó con sus pasos la especie de jam campetuo entre congas, batería, bajo, guitarra y voz que la tribu estaba liderando. No había una sola persona quieta.

Estando en el punto más alto de su presentación, y sin que el público lo esperase, todo acabó. La gente desaprobó lo corto del show y mientras pedían otra canción, la Tribu les decía que no había más tiempo, que se quedaran porque ya venían sus amigos de Colectro, y que a ellos podían volver a verlos al día siguiente en la Media Torta. Mientras los amantes de los ritmos de las costas del país se quedaban en Latino Power, los que querían algo más debían volver The Music Hall, a encontrarse con quienes cerrarían esa noche del festival, Nicolás y Los Fumadores.

De vuelta en The Music Hall, ya habíamos cumplido con eso de visitar al menos 4 escenarios esa noche. No quedaba más que cansancio, y las ganas de descubrir qué traía para nosotros esa banda que hace un par de semanas le abría a Zoé en el Movistar Arena. Cada canción de la banda esa madrugada dejaba claro el porqué de su invitación al show de los mexicanos. Esta vez, más que las dos anteriores en el mismo lugar, había más gente de la que pudiese imaginar. Tener una chaqueta puesta dentro era imposible, la cantidad de personas, ya de entrada, daba cuenta de lo que nos esperaba para cerrar esa noche.

Más de la mitad de quienes estaban viéndolos coreaba cada una de sus canciones, y quienes no los conocían, hacían el intento. El poder de Los Fumadores para conectarse con la gente, gigante, su potencia y letras desgarradoras aunque a la vez trágico/cómicas hacían que cualquiera, independiente de lo que le gustase, moviera la cabeza. Como era de esperar, por lo que dejaron ver los otros shows de esa misma noche, al acabar la gente pidió más. Con el permiso de quienes estaban en la consola de sonido tocaron otra de sus canciones, una que, de hecho, ya había tocado esa noche, pero al no tener más, no hubo otra opción. La ovasión del final, indescriptible.

La tarea estaba hecha, el Hermoso Ruido le había dado a la gente lo que quería, música nueva. La labor de quienes lo organizaron, impecable. Cada uno de los shows en cada uno de los lugares, bien pensado. La boletería, con boletas en cada uno de los lugares por menos de $20.000, accequible. Fue una noche más en la capital, de esas que tienen lugar cada semana desde el jueves, pero que a diferencia de las otras, reunió diferentes músicas y un mismo sentimiento, el de ser uno por, para y en ella.