Descenso

Miércoles, 26 Octubre 2016 04:47
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El nombre de William Martínez no quedará escrito en la gloriosa historia del ciclismo nacional. No será una leyenda. Su historia, por el contrario, toma el carácter de un largo y complejo trayecto. Es una de las hazañas que, lejos de brillar por su intensidad y trascendencia, se oscurece poco a poco en los albores de la clandestinidad.

Chocolate|||| Chocolate|||| Fotografía tomada por Iván Felipe Salamanca||||
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Aunque el atardecer se ha diluido casi por completo y el frío ha aumentado considerablemente, él parece sentirse igual de cómodo a cuando salió a trabajar en las primeras horas de esta madrugada. Esta, sin duda alguna, es una tarde particularmente fría y este hombre parece ser el único en ignorarlo. No importa que lleve una chaqueta consigo, pues difícilmente la usará para calentarse. Su piel, rugosa y clara, es un manto apropiado para soportar las inclemencias del clima en el clima de hoy. No hay frío lo suficientemente extremo como para abatir a alguien que ha pasado noches enteras expuesto a la intemperie o a la brisa congelante de un potente aguacero nocturno.

La jornada de hoy, aunque de ritmo intermitente, ha sido de gran provecho. En este día hubo una serie de tareas diversas tales como cargar bolsas que contenían alimentos, comprar alimentos y cuidar una carreta. Todo bajo la demanda y consentimiento de las personas del barrio. Ya a esta hora su rostro deja entrever la sensación de que la meta casi ha llegado a feliz término, pues no hay premura ni ansiedad. Un par de diligencias más y el turno de esta noche en el albergue estará asegurado. Un par de diligencias más y hoy, a diferencia de dos días del mes pasado, habrá un techo seguro para “Chocolate”.

Es un hombre de estatura media. Es canoso, su pelo es abundante. Siempre usa un traje formal con camisas de tonos claros. Tiene los ojos rasgados y su nariz es ancha. En su rostro sobresale el grosor de sus cejas. Es de contextura gruesa. Su voz es de un tono grave y no habla a un volumen muy alto. Cada vez que acaba de contar algo fija su mirada en quien hace las preguntas, como si esperara pasivamente que la conversación recayera en las manos de quien lo aborda. Sonríe con relativa frecuencia aunque no lo hace de manera intensa o desmedida.

“Chocolate” es el sobrenombre con el cual los residentes del barrio El Carmen se refieren a él. Es un hombre de confianza para los locales. Dejó de ser un pasante desconocido para convertirse en el “todero” de algunos vecinos, además de ofrecerse como sobandero por encargo. El sobrenombre con el cual es conocido surge de una anécdota que se desarrolla en la otra vida de Chocolate, esa que le fue arrebatada por los giros radicales del destino. Detrás del hombre de la piel rugosa y clara se esconde la historia de un campeón que se preparaba para batirse en algunas de las gestas más rudas de uno de los deportes que ha conjurado algunas de las glorias más sublimes para el país…el ciclismo.

Su nombre real es William Martínez. Él nació en la ciudad de Bogotá hace 54 años. Desde pequeño mostró un talento natural para el deporte, razón por la cual ingresó a un equipo de ciclismo. William comenzaría desde muy joven a perfilarse como un deportista de alto rendimiento en las competiciones y desde el ingreso a su primer equipo, el equipo de Ciclo- Ases, estuvo corriendo algunos circuitos locales. Las participaciones más significativas de su carrera son sus apariciones en tres ediciones diferentes de la tradicional vuelta de la juventud, aunque también participó en los denominados “Clásicos” RCN. El primer clásico lo corrió en 1979. Entre 420 ciclistas quedó clasificado en el puesto 32. En este momento tenía 17 años. De ahí en adelante se prepararía para las competiciones de mayor exigencia.

Normalmente los seis mil pesos de la entrada al albergue serían recolectados con masajes en el barrio. Cuando no hay masajes, como el día de hoy, “Chocolate” debe rebuscar alguna ganancia con tareas de todo tipo. Una familia de residentes le ayuda a guardar su ropa y también le brinda desayuno o almuerzo. También suele frecuentar las cantinas del barrio, pues es un bebedor activo desde hace algunos años. Esta noche no consumirá alcohol porque dice que debe salir muy temprano del albergue. Como hay tanta gente y sólo hay un baño, es mejor madrugar para poder asearse.

La primera participación que tuvo en la vuelta de la juventud fue en la edición de 1980. “Chocolate” cuenta que, aproximadamente una hora antes de iniciar la etapa de la vuelta a Colombia de 1980, el equipo para el cual corría se instaló en un restaurante para desayunar. Luego de que todos habían pedido sus respectivas comidas, William le dijo a la mesera que le trajera un chocolate. Pasaron casi 50 minutos y la mesera no traía el chocolate. Los ciclistas deben desayunar con al menos una hora de anticipación antes de iniciar la primera etapa, y faltando unos pocos minutos para arrancar el calentamiento William no había obtenido su orden. En ese momento, entre risas, un periodista argentino que transmitía para RCN llamado Julio se percató de la situación. Antes de arrancar la etapa Julio se refirió a William como el “Chocolate” Martínez y los compañeros de equipo de William finalmente acuñaron el sobrenombre.

Si bien “Chocolate” no puedo no pudo ganar esta edición de la vuelta de la juventud, sí quedó acomodado en el top ten de la clasificación general. Ya que los entrenamientos habían sido programados en distintos municipios de Cundinamarca, William tenía las condiciones suficientes para ser un pedalista completo, sobre todo desempeñándose como escalador. También tuvo la oportunidad de crecer a nivel deportivo al competir con las que serían algunas de las figuras superlativas en el ciclismo nacional, pues en estas mismas vueltas corrían los ciclistas Luis Herrera y Fabio Parra.

Ya para la edición del 83, William venía con más madurez y experiencia. Era tal vez uno de los momentos más intensos de su práctica deportiva y estaba enfocado en ser un objetivo de los fichajes de los equipos que enlistaban talentos para pelear la vuelta a Colombia. Ya con 20 años había tenido un fogueo apropiado en distintos terrenos. Este fogueo le había dado buenos resultados, pues William había conseguido escalar al top 5 de la clasificación general transcurridas las primeras etapas de la competición. Sin embargo, algo cambiaría. Sería cuestión de segundos para que su brillante actuación se viera opacada por aparatoso accidente.

El líder de la etapa era Carlos Arturo Saldarriaga, de Antioquia. William era el líder transitorio de la vuelta y estaba escapado junto con otros cinco competidores. William en particular estaba a 26 segundos de Carlos. Entraron en un descenso de alta complejidad. Uno de los escapados logró posicionarse al frente de William, pero a los pocos segundos ejecutó un frenazo intempestivo. No hubo tiempo para reaccionar. William chocó de frente al competidor y salió disparado. Su cicla quedo a algunos metros de distancia. Aunque pudo levantarse con relativa facilidad, su cuerpo había quedado profundamente resentido.

William perdió el dedo anular de la mano derecha. Abandonó la vuelta y dejó de correr durante seis meses. Pasados los seis meses, Manuel el “Jumbo” Cárdenas, un corredor de notable talento y que había sido reclutado para correr en España, le insistió a William que entrara de nuevo en la competencia de alto rendimiento. Después de eso nada fue igual. Todo lo que “Chocolate” ganaba en los valles y los picos, lo perdía en los descensos. No era el mismo desde el accidente. En medio de todas las bajadas se le nublaba la mente, la tensión en su cuerpo aumentaba y entonces reducía la velocidad.

Ni las terapias psicológicas ni los artilugios de sus compañeros de equipo lograron recomponer el equilibrio mental en William. Finalmente, a los 26 años, decide dejar de correr. Debido a sus conocimientos y sus ganas de trabajar en el medio, uno de los directivos del equipo Ciclo-Ases recluta a William para colaborarle con diversas tareas relacionadas con alimentación, hidratación, servicio técnico y masajes para los corredores. Sin una educación formal en el oficio William se convierte en el masajista del equipo. Aprende a partir de su observación a los especialistas internacionales.

Después de su salida del equipo de Ciclo-Ases vendrían los ciclos de trabajo con diferentes selecciones. Esto le permitió viajar por México, Venezuela, Guatemala y Costa Rica. Acá en el país acompañó competiciones en Boyacá, Cundinamarca, Antioquia y otros lugares. Estuvo involucrado en otras vueltas de la juventud, vueltas a Colombia y otros clásicos RCN. Es por esta razón que en el barrio lo conocen como un sobandero. Muchos residentes han acudido a su experiencia para aliviar dolencias o para recibir masajes de relajación.

Hasta este momento William ha perdido una compañera sentimental, a su hermano, a su hija y a dos de sus mejores amigos. Así como los lazos que lo conectan a los corredores con los cuales compitió y entabló buenas amistades, también la mayoría de referencias a su familia ahora son un cúmulo de recuerdos tibios que difícilmente él logra liberar. Cada pregunta por todo lo que William amó y que al mismo tiempo no sea ciclismo queda reducida a un mensaje perdido, una pregunta retórica. William insinúa algunas palabras y sugiere la idea de que ha respondido pero deja entrever la nostalgia que le produce su propio pasado.

Hoy tuvo la fortuna de encontrar un lugar seguro para descansar. Más allá de esto, el día de mañana su suerte podría cambiar. En cuestión de segundos, como hace 33 años, William podría experimentar un giro totalmente adverso y radical. El tesón y la fuerza de su espíritu se han moldeado a partir de este vaivén de situaciones a las cuales se ha visto expuesto. El coraje que lo sostiene lo lleva más allá de lo que los pedales de una bicicleta jamás lo llevarán. Hoy, como la primera vez que pedaleó para competir, no tiene nada que perder pero todo por ganar.