En Colombia, primero se enseña a odiar y después a...

Martes, 18 Mayo 2021 13:32
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De pronto usted sienta que el tono agresivo del titulo que acompaña esta columna es exagerado o que incluso quien sabe que clase de intereses buscaré defender. Pero más allá de lo que pueda llegar a pensar, le hago la invitación a que siga leyendo y entienda el porqué de este titular...

Imágenes del Paro Nacional en Colombia|Imágenes del Paro Nacional en Colombia|Imágenes del Paro Nacional en Colombia|Imágenes del Paro Nacional en Colombia||| Imágenes del Paro Nacional en Colombia|Imágenes del Paro Nacional en Colombia|Imágenes del Paro Nacional en Colombia|Imágenes del Paro Nacional en Colombia||| Karen Rojas (Kyroja.photo)|Karen Rojas (Kyroja.photo)|Karen Rojas (Kyroja.photo)|Karen Rojas (Kyroja.photo)|||
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Colombia lleva más de 20 días en una convulsión social que se venía gestando desde el último paro agrario en el gobierno de Juan Manuel Santos. Un estallido que tuvo su primera escaramuza en 2019 con las protestas del mes de noviembre, que hizo un nuevo revuelo luego de lo acontecido con Javier Ordoñez en septiembre del 2020 y que vio en la reforma tributaria la excusa perfecta para estallar. Como si estuviésemos en 1810 y le fuésemos a pedirle un florero al señor José González Llorente para la llegada de Antonio Villavicencio, sabiendo que Llorente diría que no, así tan cual ocurrió todo en el país.

Se venía avisando que la dichosa reforma se caería, pero no porque los honorables parlamentarios se dieran cuenta de que era un despropósito, ciertos artículos de la reforma que buscaban darle un golpe directo a una clase media y baja empobrecida por la pandemia, sino porque había artículos como el impuesto al patrimonio, que por primera vez en la historia sería del 15%, o los impuestos verdes, que no les iban a convenir. Además, estamos en época preelectoral y esos intocables no se iban a dejar manchar el nombre señalados de ser: “los que votaron sí a la reforma”.

Pero como dije antes, la reforma fue la excusa y no el motivo de las marchas.

Eso sí, ni el más duquista puede negar lo multitudinarias que han sido las manifestaciones y es que esto era previsible. El país vive desde hace años una polarización extrema y el margen con el que ganó Iván Duque la presidencia fue corto, así que él ya sabía lo que se venía ‘pierna arriba’. En pocas palabras, esto era una granada que tarde o temprano iba a reventar. Pero es una granada llena de varias cosas como son la caída del PIB, el cierre de empresas, la muerte de líderes sociales, el fracking, el glifosato, el incumplimiento de los acuerdos de paz, la plata mal gastada en camionetas o armamento, la salud, la corrupción, la falta de garantías en la justicia, la baja inversión a la educación y un largo ecétera. Pero si vamos hilando fino, muchas de las problemáticas que vive Colombia no fueron nacidas del gobierno de Duque, son de años y años de periodos presidenciales corruptos, malos manejos y desconexión con las regiones. Pero claro, la granada un día iba a estallar y el presidente en lugar de buscarle el seguro, le metió más razones para que estallara.

Pero ahí está el epicentro de todo esto, son tantos los problemas que es difícil encontrar una solución en los escasos 15 meses que le quedan a este gobierno y es muy complicado porque realmente estamos mal económicamente, no hay un norte social, cada quién quiere jalar para su lado, pero sobre todo, el profundo odio que se derrama en redes sociales. Algunas de las personas que están de acuerdo con el Paro Nacional, están felices publicando cosas como “si me matan a mí, quemen todo”, “ni perdón, ni olvido”, “las balas que nos tiraron van a volver”.

Es preocupante que una generación que hace unos años le apostó a un proceso de paz, hoy quiera cobrar venganza.

Claro que es atroz ver los casos de brutalidad policial, es indignante, da rabia. Pero vamos al contexto de cobrar venganza, ir directamente a la ley del talión que algunas personas defienden a capa y espada y que sean atacados ferozmente o hasta asesinados los policías involucrados en todos estos actos. ¿Qué cambia? ¿Acaso con eso terminará la brutalidad policial? Realmente no, el ataque a esos policías solo será la excusa para que las entidades sigan ejerciendo esa violencia sin límites diciendo: “Es que son terroristas”.

Además, la juventud colombiana debe darse cuenta del país en el que vive, históricamente, ese discurso de odio en el que hay que cobrar venganza siempre se ha usado para la legitimación de una violencia sin límites. Los ejemplos salen a borbotones, la creación de las guerrillas, el reforzamiento militar del Estado, las acciones de los narcotraficantes, la creación de los paramilitares, la guerra en los territorios y todo con el mismo fin “no dejarnos de nadie”.

Y esto no lo digo porque quiera ir con la bandera de la policía, el ejército o todo lo establecido, al contrario, me considero un completo defensor de aquel pensamiento de María Teresa Ronderos de que se debe desafiar al status quo, pero con inteligencia y no con barbarie. Los jóvenes de este país estamos llamados a crear, a sumar, a construir, pero eso no se hace a partir de acabar con todo aquel que no piense como yo, que no crea lo que yo. Realmente vivimos un momento de dolor y rabia que puede hacer pensar que todos están en contra, pero no es así. Esta generación se hace llamar la que tiene la mente abierta, pero para toda aquella persona que piense igual, porque cuando se ve a alguien pensando de otra manera se le tilda, se le burla y se le dan mil y un improperios para quedar bien, para decirle como debe pensar, porque quieren quitar pensamientos establecidos, con otros pensamientos establecidos.

¿Por qué nos cuesta tanto escuchar a la otra persona?, ¿por qué sacan los famosos memes de “respeta la opinión de tus compañeros” solo para burlarse de los demás?

Somos un país que sigue creyendo que para decir lo que piensa hay que callar al otro, hay que dejar de lado el debate e ir directamente al ataque personal, porque al final lo que se busca es tener la razón y no discutir ideas o conceptos. Como país y como juventud, podríamos tomar de ejemplo lo dicho por John Paul Lederach para procesos de reconciliación: recomponga primero las relaciones y luego las estructuras. No podemos seguir con un discurso de odio y segregación creyendo tener la verdad sabida de todo y diciéndole a la gente como debe vivir.

En Colombia nos han enseñado a odiar, no a hablar, nos han enseñado a decir mil groserías en un minuto, pero no a decir “tienes razón, yo me equivoqué”. Nos enseñaron que no nos teníamos que dejar de nadie y que eso significaba pasar por encima de los demás, nos enseñaron a partir de aquella famosa frase de: “el fin justifica los medios”. Con esa frase nos han hecho creer qué si para cambiar el país toca morirse, pues ya que, si toca matar a alguien, pues ya que, si toca llevarnos por encima a quien sea, pues ya qué. Así mismo le enseñaron a quienes hoy están acusados de brutalidad policías, porque según sus altos mandos, hay que “defender” sea como sea y caiga quien caiga.

¿Vamos a seguir por ese camino?

¿Vamos a seguir creyendo que sobre la sangre de cualquier colombiano o colombiana es que formamos un nuevo país? La historia ya lo mostró, más de 60 años de guerra lo han mostrado, no se puede construir un nuevo país sobre la sangre, debemos sentarnos, escuchar, exponer ideas.

Las reformas que se buscan se pueden lograr a través de la vía plena de constitucionalidad, los cabildos abiertos, el recolectar firmas para hacer que en el congreso se tramiten y firmen proyectos de ley. Los mecanismos existen y claro que la protesta es uno de ellos, incluso uno de los más populares, pero solo esa, no es querer quemar vivos a más de 7 policías en un CAI, ni la gente que cree que disparando desde camionetas la protesta va a cesar, no es con la violación sistemática de Derechos Humanos, que las manifestaciones van a dejar de existir. Las cifras son alarmantes, hay una situación de violencia desbordada con más de 400 personas heridas entre manifestantes y fuerza pública, más de 150 hospitalizadas, violaciones, muertes ni qué decir.

Esta situación no puede seguir así, desde el Gobierno debe haber una apuesta real de cambio, de no solo escuchar las razones de la protesta sino tender puentes para dar soluciones reales y tangibles, pero también de parte del Comité Nacional de Paro y demás agremiaciones de escuchar, de entender el momento crítico tanto de salud, como social y económicamente que se vive. No andar con la bandera de: “se hace lo que yo digo y punto”. Los problemas de años de este país no se resuelven en 15 meses, hay que comenzar a labrar el camino, pero que vayan a creer que de la noche a la mañana nos vamos a volver Suecia es imposible.

Los cambios pueden lograrse, pueden hacerse, pero no es imponiendo y seguir fomentando el odio.

¿Queremos ser la generación del cambio? ¿Queremos dejarle algo bueno a las próximas generaciones? Pues empecemos por construir sobre el diálogo, la paz, la escucha activa, el discernimiento, el pensamiento crítico, la historia, la cultura y dejemos de lado el discurso de que hasta que no se pegue un golpe de Estado o cobremos venganza vamos a cambiar.