“Las marchas en Colombia son muy violentas, ¿o no?”. Esta fue la pregunta que me hicieron minutos antes de que empezara la movilización por el día Internacional de la Mujer, en Montevideo, capital de Uruguay, y no supe qué responder. Agarré mi cámara para seguir fotografiando todo lo que me llamaba la atención. Había muy poca gente comparada con la cantidad de personas que marchan en la capital de Colombia, de donde vengo. No es para menos, en Uruguay habitan 3.461.734 personas aproximadamente y la mitad vive en la capital. 

La movilización inició aproximadamente a las 5:00pm y tomó la avenida 18 de Julio, una de las más importantes de la ciudad. Escuchaba los cantos, buscaba a la policía y al “ESMAD” uruguayo, pero no los encontré. Me daba temor no saber por dónde podrían salir disparando. Tampoco sabía hacia dónde debía correr en caso de que esto sucediera. La intranquilidad me acompañó toda la marcha, hasta las 7:30 pm, aproximadamente. En ningún momento apareció la fuerza pública; a pesar de que escuché aturdidoras, no vi quien disparó. A diferencia de Colombia, aquí no hubo personas heridas ni manifestantes corriendo para proteger su vida. 

Me pregunté si es violenta la ciudadanía colombiana, cansada de un gobierno en el que hay masacres casi que todos los días, en el que violan niñas indígenas, en el que matan por el simple hecho de ser mujer o líder social. Estando afuera del ‘país del sagrado corazón’ comprendí, que nuestras “marchas violentas” a las que más bien denominaría masivas y concurridas, son el resultado de un inconformismo histórico, que exige verdad, justicia y paz; tres grandes deudas del Estado con su gente.