“El narcotráfico es un negocio maldito”: Raúl Hernández, ex presidario

Martes, 10 Noviembre 2015 17:32
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Después de pagar un año en la cárcel La Picota por narcotráfico, este hombre cuenta el drama de estar privado de la libertad y cómo el negocio de las drogas cambió su vida para siempre.

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Raúl Hernández, duró un año, un mes y ocho días en la Picota en el 2008; rebajó la pena carcelaria con trabajo en la seccional de jurídica y dictando clases de guitarra. Por su buen comportamiento, duró poco tiempo en el penal, obtuvo la libertad condicional y en mayo de 2012 terminó su condena. El ex narcotraficante relata que la privación de la libertad es lo más terrible que le puede pasar a una persona y asegura que de este negocio no aprendió nada bueno.

Con lagrimeos, voces temblorosas y risas, Hernández comenta que en la cárcel se aprecia lo que antes no se valoraba: “De la cárcel no se aprende, sino se aprende en la cárcel, allí la vida es dura. Como vivencia se aprende a valorar lo que se tiene afuera, el apoyo de la familia y se extrañan cosas muy sencillas que cuando uno está en libertad ignora”.

Sobre su familia y lo que pensaban cuando fue capturado recuerda que su papá lo aconsejaba, y le decía que los triunfos y las derrotas las disfruta cada quien: “Mi papá me enseñó, pero yo fui el que elegí el camino”, recuerda Hernández. También habla sobre sus hijos: “Hablo con ellos, yo como papá solo puedo aconsejarlos, tengo dos hijos, un muchacho de 19 años y una niña de 8. Lo único que hago es intentar guiarlos por un buen camino, quiero que ellos aprendan a través de mí y que no tengan que cometer los errores que yo cometí”.

¿Cómo llegó usted al narcotráfico?

No sé cómo llegue al narcotráfico, tuve un tío que le gustaba el negocio y yo de joven miraba esa cuestión de las armas, los carros lujosos, las mujeres de la televisión, eso me parecía atractivo. Estaba el gusanito y la mente lo lleva a uno a lo que uno quiere hacer. Alguna vez pensé que esa vida era como chévere, a mí no me da miedo nada y las circunstancias de la vida lo llevan a uno a eso. No fue mi tío, fue otra persona la que me ofreció meterme en eso y desafortunadamente resulté en la cárcel.

Fui estudiante universitario, era una persona normal, trabajé en una empresa buena. Tenía un hijo y una esposa, tomaba traguito como cualquiera, jugaba futbol los domingos, montaba cicla. Se me presentó el negocio y la vida cambió. Todo se convierte en ambición. Quiere uno demostrarse que es el mejor, el más vivo, el que le saca el quite a la policía, el que se inventa lo más raro para llevar coca a otro país. Yo atravesé Sur América con coca y me parecía chévere. Muy de hombres. Que varón soy.

¿Qué piensa ahora del tráfico de drogas después de estar en la cárcel?

Nunca he dicho “jamás vuelvo a traquetear” pero sí aspiro a jamás volver a hacerlo, porque el día que lo haga los valores que aprendí en la cárcel, y que para mí son importantes, ahora van a dejar de existir. Cuando tenga un millón de dólares, y luego dos y así, los seres humanos van a quedar en un segundo plano y seguramente voy a volver a llegar a la cárcel o me toca cruzarme tiros con alguien y correr el riesgo de resultar muerto.

El narcotráfico, es un negocio maldito, le da a uno muchas cosas y luego le quita todo. Yo perdí familia, amigos, perdí toda la plata y me tocó empezar desde cero. Cuando se mezcla sangre, plata y coca es una combinación nefasta. Aquí se involucró con sangre y dejó  de ser negocio para ser delito. Es un asunto que viene manchado con prostitución, sangre, dinero y una cantidad de arandelas que son atractivas.

El narcotráfico es una ilusión y después viene el desencanto y los problemas por el resto de la vida. Casi el 99% de las personas que tocamos el negocio, al final nos quedamos sin plata y añorando el dinero que teníamos y desperdiciamos. No vale la pena, es vivir 5 años bien y el resto de vida mal, una vida de sufrimiento, de uno y de los que quiere.

¿Qué se siente en la captura, el paso por la cárcel y finalmente la libertad?

La captura es muy difícil, cuando le dicen camine conmigo y uno no sabe cuándo vuelve a su casa. Siempre hay abrazos, conversaciones y cosas que no se sabe cuándo se vuelvan a dar. Uno puede hacer lo que quiera pero no lo van a soltar. Mi hija tenía un año y yo solo me preguntaba ¿Cuándo la volveré a ver?

El momento de la entrada de la cárcel es miedoso, uno no sabe con qué se va a encontrar. Yo siempre he sido muy aguerrido y yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera, si me tocaba pelear peleaba, aunque la sensación de que estás con lo peor de la sociedad no es bonito. El día que uno sale, que me montaron en un camión, me sacaron y saber que recobraba la libertad. Eso se siente como volver a nacer y lo único que uno piensa es que no quiere volver.

¿Cómo cambia la perspectiva después de estar en la cárcel?

Yo he tratado de valorar, apoyar y estar con las personas que estuvieron conmigo, lo hago más por ellos que por mí. Pero también muchas personas me desconocieron y con esas trato de mantenerles a distancia. En medio de todo trato de hacer cosas para no caer allá de nuevo, tengo una hija y yo la verdad quiero verla crecer, estar cerca de ella así sea sin plata, aunque sea para darle un consejo.

Yo pasé con un poquito de suerte, de haber podido estar 12 años allá, solo estuve 1. Quiere decir que la suerte todavía me acompaña. Yo quedé con la sensación de que todavía me quería la vida y que yo hacía falta afuera. A la cárcel va el residuo de la sociedad, el 90% de las personas que están en la cárcel somos culpables, ese cuentico de que está lleno de inocentes, es mentira.

Si se pudiera volver atrás ¿Qué cambiaría?

Eso es lo que todos los seres humanos desearíamos: no cometer tantos errores. Cambiaría muchas cosas, pero en definitiva no tocaría el narcotráfico. A pesar de que este me permitió la oportunidad de conocer personas interesantes y de viajar por todo el mundo sin límite de dinero, si devolviera el tiempo mejor no conocer nada, haberme quedado de Bogotá a Melgar. No me da pena decir que estuve en la cárcel, me daría pena si hubiera violado un niño o hubiera robado a una anciana. Pero esto es un negocio y yo quise hacerlo, nadie me obligó. Haber estado en la cárcel no me quita ninguna autoridad.

Autora: Ludiam Cifuentes