Yanelda Jaimes, 'la reina de la madrugada' en el periodismo colombiano

Lunes, 27 Abril 2020 06:51
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En 28 años de carrera, esta reconocida periodista ha sido testigo directo de los hechos que han marcado la historia del país. 'La reina de la madrugada', como es conocida en el mundo del periodismo, lleva más de trece años con un estilo de vida diferente al de la mayoría. 

Yanelda Jaimes en RCN Radio.||| Yanelda Jaimes en RCN Radio.||| Foto: Facebook|||
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A las siete y quince pasaditas de la noche, apenas se acaban los titulares del noticiero, procura estar ya acostada a punto de dormirse. Esto porque a las dos y treinta de la mañana en punto suena su despertador indicándole que su día acaba de comenzar. Yanelda conduce el programa matutino de cuatro a seis de la mañana en RCN Radio. Luego, acompaña a su jefe, Yolanda Ruiz, hasta las diez. Ahí queda libre. Llega a casa y lo primero que ve es a Luna, su perrita pincher que, como ella misma lo dice, pareciera la reencarnación de una hija suya, porque no se le despega ni un minuto. Cuando va a la cocina, lugar al que no le ha podido ganar la batalla de la promesa de aprender a cocinar bien, entran en acción Jeremías y Lola, sus dos gatos que todos los días, como un relojito, a las once en punto le piden comida. Durante el día trata de mantenerse ocupada con sus tres actividades preferidas para que no le dé sueño: el gimnasio, Netflix y la lectura.

A lo largo de su larga carrera profesional ha tenido que vivir múltiples acontecimientos que, tal como lo describe ella, le han marcado su vida personal. Uno de ellos, y quizá uno de los más fuertes, fue cuando en medio del proceso de paz en San Vicente del Caguán sostuvo una fuerte discusión con el temido comandante de las Farc 'Simón Trinidad'. Yanelda no suele ser una persona con malgenio o respondona, pero ese día se salió de sus cabales, tanto así, que retó a la muerte.

Ver: Colombia: materia prima en contar historias y hacer periodismo

Yanelda se ha caracterizado siempre por ser responsable con su trabajo y por siempre cumplir con sus labores, pero hay un desafortunado hecho del que nunca ha podido hablar al aire: el trágico accidente del bus escolar del Agustiano Norte en 2004, en el que murieron 21 niños. Fue un episodio traumatizante para ella porque su hijo Sebastián estudiaba en ese colegio. Todavía cuando habla del tema se le entrecorta la voz y se le escurre una que otra lágrima. Además de ser periodista, Yanelda, con “y de yuca”, es mamá, animalista, antitaurina e hincha de Millonarios. Esta es la historia de una “reina” que en vez de corona brilla detrás de un micrófono.

¿Cada cuánto le toca deletrear su nombre?

Uy… todavía a estas alturas del paseo hay veces que me toca decir con Y de yuca y deletrearlo letra por letra. Al principio fue muy difícil y me generaba mucha mortificación porque nadie se lo aprendía, hasta que un día, un buen amigo, que en paz descanse, me llamó y me dijo: “Hola Yanelda, cómo estás?”, y yo le dije como: “ay doctor, ¿usted por qué se sabe mi nombre?” y en palabras más palabras menos dijo que mi nombre tiene una particularidad muy grande, o la gente se lo aprende una vez o nunca se lo aprenden.

¿Cómo es eso que usted nace en Bogotá pero se crió en Sincelejo?

Es una simbiosis muy rara porque mi papá es de Bucaramanga y mi mamá de Boyacá. Nací en Bogotá efectivamente, pero llegó un momento raro donde la situación económica nuestra no era la mejor, lo que hizo que nos fuéramos para Sincelejo. Soy sincelejana por adopción, amo la costa y se siento caribeña.

¿Se considera costeña o cachaca?

Costeña a morir, de cachaca no tengo nada, si algo el acento.  Amo ir a la costa y hablar otra vez costeño; mis hijos me regañan por hablar costeño cuando voy, pero adoro mi región.

¿Cómo fue su infancia?

Muy buena. En medio de tantas dificultades, por supuesto. Siento que fui feliz, muy feliz. Estudié en colegio público, yo era la líder en muchas cosas; siempre en lo bueno y en lo malo estaba yo [risas]. En medio de todas esas dificultades lo único que yo quería era cantar, bailar y jugar básquetbol. Yo aprecio todas las cosas que viví.

A pesar de todos los problemas, ¿extraña esa infancia?

Sí, tanto mi infancia como mi adolescencia. Creo que todo el mundo el mundo debería sentirse orgulloso de lo que vivió, sea bueno o malo. A pesar de que tuvimos muchas dificultades, como cuando yo estudiaba en la mañana y mi hermana en la tarde y en medio del trayecto para la casa me tocaba pasarle mis zapatos porque solo teníamos un par. Todo eso a uno lo va enriqueciendo. Claramente muchas otras cosas que se vivían en el momento dolían, pero hoy me siento orgullosa de mi infancia.

¿Es verdad el cuento que una vez se hizo pasar por huérfana en el colegio para que no la expulsaran?

[Risas] Son historias que nunca se olvidan. Mi mamá trabajaba muchísimo para sacarnos adelante, entonces una vez ya las directivas del colegio estaban cansadas de mi porque yo me la pasaba peleando para defender a mi hermano. Me dijeron que me iban a expulsar, entonces, como bien dice el dicho de que en las crisis nacen las soluciones, se me dio por inventarme que yo era huérfana para generar lastima en los profesores. Al final me funcionó.

Su primer acercamiento con el periodismo está relacionado con el béisbol, ¿cómo fue eso?

A mí me comenzó a gustar el periodismo desde que era chiquita chiquita, porque recuerdo el terremoto de Popayán, que lo escuché todo por radio, recuerdo a Juan Gossaín contar la historia y no sé, ellos me llevaban con sus voces.

Creí que eso era lo mío porque me gustaba hablar mucho, contar muchas historias, pero la oportunidad no existía. En ese entonces hubo un nacional de béisbol en Sincelejo y mi mamá tenía una casa grande donde alquilaba piezas, donde ahí llegó el señor que iba a transmitir el nacional. De una manera lanzada le dije que me llevara al estadio y yo le ayudaba a leer las cuñas, pero a él se le hacia rarísimo porque yo tenía como 14 años. Se hizo el permiso y terminé en el estadio 20 de Enero leyendo comerciales y aprendiendo mucho.

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Entonces, ¿por qué tomó la decisión de estudiar ingeniería química en la Universidad de Sucre?

Por las mismas condiciones económicas, en Sincelejo no había nada más. Uno terminaba el bachillerato o estudiaba en el SENA, donde también estoy orgullosa de haber estudiado, o se casaba uno y tenía hijos, siguiendo así con la pobreza. No existía la mínima posibilidad de que yo estudiara en una universidad afuera, pero ni por más remota que fuera. Ni en esta vida ni en la otra yo en Sincelejo habría alcanzado una universidad. Al final claramente no me dio porque yo era negada con los números, así que me retiré.

¿Cómo toma la dedición de venirse a los 18 años recién cumplidos para Bogotá completamente sola?

Son decisiones difíciles porque yo era una niña muy apegada a mi mamá. A los 18 años es complejo que uno se vaya a una ciudad como Bogotá completamente sola. En una navidad llegó un tío de Bogotá a Sincelejo y la decisión la tomé de la noche a la mañana, literalmente. El día antes que se fuera le dije: “Tío, ¿me puedo ir con usted para Bogotá?” y me dijo: “Pero yo no tengo donde tenerla” a lo que le dije que él no se preocupara que con tan solo dejarme en Bogotá yo solucionaba. Convencí a mi mamá que lloró mucho, y pues claramente mis hermanos también se pusieron muy tristes. Yo ni siquiera sabía a qué me iba, yo solo quería ser grande.

¿Cree que por esa decisión es usted hoy lo que es en el periodismo colombiano?

Claro que sí, porque las decisiones te marcan. Los grandes fracasos y éxitos dependen de tus decisiones en tu juventud. Hoy digo que fue mi decisión de vida, no sé cuál hubiera sido mi futuro si me quedaba en Sincelejo, mejor o peor, no lo sé.

¿Cómo fueron sus primeros días en Bogotá, donde se hospedó?

Aquí yo tenía una tía en el barrio Galán, con ella me quedé unos meses. Pero la meta mía era estar sola porque si me quedaba con mi familia sabía que no iba a hacer nada. Después empecé a trabajar para poderme ir a vivir sola.

Durante cinco años le tocó ahorrar para pagar un semestre de universidad, ¿en qué trabajó y cómo fue toda esa experiencia?

Era difícil y yo veía inalcanzable poder entrar a una universidad. El sueldo mínimo nunca lo pude alcanzar. Yo vendía revistas, trabajaba en restaurantes, era mesera, limpiaba pisos, trabajos de ese estilo. Nunca me alcanzaba la plata ni para pagar arriendo y estudiar, hasta que un día encontré la fórmula: durante dos años empecé a ahorrar para un semestre. ¿Dónde? No sabía, pero yo me puse esa meta. Yo ya llevaba comiendo física, ya sabes qué, en Bogotá. Aguantaba hambre, con los zapatos rotos porque la suela se desgastaba. Mi meta era, ni tener novios, ni embarazarme. Mi meta era triunfar como profesional. Al paso de los dos años, pude pagar mi primer semestre de universidad.

Entonces entró a la Universidad Nacional a hacer un semestre de diseño gráfico, pero después se volvió a retirar

Al ver que era pública pues me lancé a ver si pasaba en Diseño y mira cómo es la vida, pasé el examen. Yo desde el principio sabía que me tocaba en algo público porque en una universidad privada nunca iba a estar. Me retiré porque ahí encontré un problema…si estudiaba de día, me moría de hambre, entonces me tocaba trabajar de día y estudiar de noche, entonces me retiré.

Luego de ahorrar para un tecnólogo en periodismo en el INPAHU, ¿cómo es eso de que usted entra a la radio por casualidad porque iba por un trabajo de recepcionista y terminó como locutora?

Yo siempre he dicho que Dios le pone a uno las cosas. Yo estaba en el segundo semestre en el INPAHU, de noche por supuesto, y allá en el Galán, donde mi tía, vivía una muchacha que se llamaba Betsabé, y le dijo a mi tía que en la oficina donde ella trabajaba, que era de toreros, actividad que aborrezco, estaban buscando una secretaria. Mi tía me recomendó con ella y al otro día me tocó llevar una hoja de vida al centro. Al otro día me llamó una muchacha que se llamaba Alexandra Mora, quien es hoy la madrina de mi hijo, y me dijo que vio en mi hoja de vida que estudiaba periodismo, y me ofreció un puesto como practicante en Radio Súper.

Claramente ese puesto iba sin sueldo, cosa que no importó, así que acepté. Ahí empezó mi carrera.

A la par de estar estudiando periodismo en Los Libertadores, ¿cómo llega a sus practicas en Todelar?

Yo llego a Todelar tocando puertas. Yo siempre intentaba tocar puertas en todas partes. Recuerdo bien que Edgar Artunduaga estaba de director. En ese momento, en año 91, comenzaba la Asamblea Constituyente y estaban buscando un periodista para hacer la pasantía junto a los grandes periodistas que estaban en ese entonces. Ellos querían un pasante más que todo que les pasara la grabadora, que les pasara los tintos, pero con el `boom’ de estar cubriendo la constituyente. A mi me escogieron por persistente. Éramos como cuatro pasantes y los otros eran muy perezosos, entonces cuando me eligieron por encima de los otros tres que llevaban mucho mas tiempo que yo, fue una alegría inmensa.

Yo sufrí mucho eso porque yo no sabía nada, así que hice un curso súper rápido de política, leí mucho y así lo pude sacar adelante.

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¿Qué fue lo más difícil del Caguán?

Todo fue difícil, pero lo más duró fue cuando terminó. En los acuerdos existía un pacto que decía que, si por x o y razón el proceso no se daba, el Gobierno colombiano le tenía que dar 72 horas a los guerrilleros para que se fueran de la zona de distensión y, cumplido el plazo, el ejército haría la retoma. Fue en esas horas donde secuestraron a Ingrid Betancourt.

Esas 72 horas a mi me tocaron en la zona. A la mañana siguiente teníamos que llegar a San Vicente para cubrir todo. Eran tres horas de carretera desde donde estábamos, en Florencia. Alcanzamos a coger un carro y en la mitad del trayecto nos paró la guerrilla. Nos decían que iban a minar la carretera y que tenían 72 horas para hacer lo que les diera la gana. Nosotros seguimos y más adelante nos encontramos con el Ejército.  

Nos dijeron que paráramos y a los 100 metros comenzamos a escuchar ráfagas de fusil, en un enfrentamiento del ejército con la guerrilla. Al final pudimos pasar. Éramos muchos periodistas, tanto nacionales como internacionales, y tomamos la decisión de andar juntos. Si mataban a uno nos mataban a todos y si secuestraban a uno nos secuestraban a todos; nos cuidamos entre si.

Cuando logramos llegar a San Vicente explotó un carro bomba en el parque principal. Teníamos mucho miedo, nadie nos daba posada. Tomamos la decisión de pararnos en el parque a ver qué pasaba y pasó un carro repleto de guerrilleros disparando al aire y nos gritaban que nos fuéramos que iban a volar el parque, como efectivamente pasó horas después. Duramos dos días sin comer hasta que encontramos un lugar donde nos vendieron un pedazo de carne, no sé si de perro, de gato o de lo que fuera, pero nos comimos eso. Ya al tercer día, a pocas horas de que se cumpliera el plazo, de Bogotá mandaron un avión de Satena y yo fui la primera que me subí. Fueron los tres días más angustiosos de mi vida.

¿Es cierto que usted sostuvo una fuerte discusión con un guerrillero de las Farc?

Sí, esa pelea fue con “Simón Trinidad”. Dura, muy dura. Me salí de casillas. Estábamos en Los Posos, un campamento en zona selvática donde se reunían a veces los guerrilleros y el gobierno. En ese entonces yo andaba con un equipo satelital carísimo y estaba a punto de mandar un informe al noticiero, pero como no encontraba señal, me fui como a una especie de baño ya que ahí entraba un poco de señal. Yo necesitaba informar que 'Manuel Marulanda' iba a llegar y que se activarían de nuevo los diálogos.

Estando en eso, llegó “Trinidad” y tiró la puerta y nos vio, y lo primero que me dijo fue: “¿usted no entendió? Se tiene que largar de acá. Le estamos dando la orden porque llega mi camarada “Marulanda” y nadie puede estar acá”: Yo me puse de pie y sentí un centello en la mente, me salí de casillas y le dije: “un momento, usted a mi no me grita”. Al ver que yo también le grité, me bajó la tapa del satelital muy duro y lo rompió, y yo creo que ahí fue cuando me descontrolé, porque en Caracol me dijeron que si le pasaba algo al equipo yo tenía que responder y ese satelital costaba, en ese entonces, como veinte millones de pesos. Cuando rompió el satelital dijo: “es que aquí mando yo”. A lo que yo le respondí: “usted aquí no me manda, gran yo no sé qué (yo era muy grosera), aquí puede llegar su camarada Marulanda, pero usted a mí no me da ordenes. Dele órdenes a sus guerrilleros, a mí me da órdenes mi jefe, Darío Arizmendi, y nadie más”.

Entonces el tipo me encaró duro y puso el fusil sobre la mesa y lo golpeó diciendo “por segunda vez le estoy dando la orden que salga” y yo golpee la mesa con mi mano y le dije “yo por segunda vez le estoy diciendo que de aquí no me voy. Y si es tan macho y verraco y así como mata gente y mata niños, máteme, lo reto a que me mate”. Fue una cosa espantosa.

En ese momento ya comenzó a llegar el comisionado de paz, Víctor G Ricardo, 'Raúl Reyes', excomandante de las FARC, mejor dicho, todo el mundo, para calmar el asunto. Apenas Darío se enteró pidió que me sacaran del Caguán para Bogotá, por mi seguridad. A los quince días llamó Marulanda a decir que estaba invitada a un almuerzo de paz con Trinidad para pedir disculpas, y así fue, me tocó volver y allá nos pedimos disculpas.

¿En qué momento pasa usted de ser la reportera que se la pasaba en la calle y en todos los países a una periodista de cabina?

Eso también pasó en Caracol. Cuando termina el proceso de paz del Caguán, el de Ralito con los paramilitares, pasé a ser periodismo internacional, donde me tocó conocer casi todos los países de Suramérica. En un momento dado, Caracol cambió sus dueños y con ello casi todos los formatos. Estaban buscando voces diferentes, y la mía se parecía a la que buscaban ellos. Ahí me comenzaron a probar en noticiero del medio día, donde di resultados, pero al final me quedé con la franja de 4 a 6 de la mañana, donde, muchos años después, sigo. De ahí sale el apodo de `La reina de la madrugada´

Siendo usted tan miedosa a los aviones, ¿cómo hacía para viajar tanto?

Es la hora que no lo sé, creo que cada vez que me vuelvo más vieja ese miedo aumenta más. Con decirte que una vez me bajé de un avión a Alemania, íbamos para el proceso de paz con los `elenos´. Alcancé a llegar a CATAM, pero me desmayé, vomité etc. Tanto así que mis colegas siempre se burlaban, siempre que me veían en un avión me decían “hágase atrás porque en un accidente los de adelante quedan decapitados”.

Hay otra infortunada anécdota que fue el trágico accidente del bus escolar del Agustiano Norte donde pensó que iba a su hijo, ¿Cómo fue ese proceso?

Es un episodio del cual no pude informar. Yo me encontraba en equis evento cubriendo una noticia, cuando llamo a Caracol para que me dieran cambio y me responden que no, que tenían una noticia de última hora, por lo cual pensé como bueno, más adelante será. Comienzo a escuchar por radio que un bus del colegio Agustiano Norte, donde estudiaba mi hijo, se accidentó y murieron varios niños de tales edades, y mi hijo coincidía con esas edades. Cuando yo escuché eso quedé paralizada y empecé a llorar, pensando que mi hijo estaba allí. Empecé a llamar a la casa y no me contestaba nadie. Cogí un taxi llorando y seguía marcando, hasta que contestó mi hijo y en medio del desespero yo gritaba, pensando que me había contestado mi mamá: “mamá, mamá, ¿ya llegó Sebastián?” y él respondía “soy yo mamá” [Yanelda llora] Yo no lo entendía y le decía “tú no eres, tú no eres”. Llegué y me calmé.

Al otro día me tocó ir a cubrir eso al colegio, y cuando Darío me dio cambio quedé en blanco y comencé a llorar. Darío inmediatamente me sacó de allí y nunca más me mandó a cubrir ese evento. Fue muy difícil superar eso, ir al colegio y a las misas y ver [Llora de nuevo] todas las fotos de los compañeritos de sebas. Fue tan duro que lo cambié de colegio.

Luego de 17 años en Caracol, ¿cómo se da su paso a RCN Radio?

Eso fue duro y difícil, casi un año de negociación. Amo Caracol, siempre se portaron muy bien conmigo y ellos no querían que me fuera. Pero ya después de 17 años también quería cambiar, así que acepté la oferta y aquí estoy.

Teniendo en cuenta la coyuntura actual, ¿alguna vez se imaginó haciendo radio desde su casa?

Nunca, jamás. Una reportera como yo, de mi generación que llevamos más de 28 años en la calle, tocando a la gente, llorando con la gente, y llegar a sentarse en mi estudio con un micrófono a transmitir, es difícil, muy complicado. Me angustio, me estreso y trabajo más que antes. Aparte que la tecnología no va conmigo.

¿Piensa que esto transforma el periodismo en un futuro?

Claro que sí, pero no solo el periodismo; va a cambiar absolutamente todo. Este coronavirus cambió al mundo.

Y ya para finalizar, a lo largo de toda su carrera, ¿quién ha sido su mejor jefe?

Me la pones difícil porque yo he querido a todos mis jefes, pero yo amo a Darío Arizmendi.