Del cafetal a la competencia: el viaje del café colombiano a Bruselas

Viernes, 16 Mayo 2025 09:36
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Desde las montañas cafeteras de Colombia, mujeres productoras desafían la industria con un café de lujo y sostenible que ahora estará en Bruselas en una de las competencias más exigentes del mundo.



Silvana Gonzáles y sus ayudantes en La Divisa||| Silvana Gonzáles y sus ayudantes en La Divisa||| Imagen tomada de Café La Divisa|||
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La Divisa, una empresa dirigida por Silvana González y conformada en su mayoría por mujeres, ha conseguido lo que pocos imaginaron: producir un café de lujo, sostenible y de calidad que ahora tiene la posibilidad de competir en Bruselas. Pero antes de que este café sea evaluado por jueces internacionales, debe recorrer un camino lleno de esfuerzo y dedicación.

El café colombiano ha sido durante décadas un símbolo de identidad nacional y motor de la economía rural. Sin embargo, en los últimos años, el mercado se ha ampliado, dando paso a nuevas iniciativas de cafés de especialidad. A pesar de su reconocimiento global, los pequeños productores enfrentan retos para competir con las grandes marcas. Factores como el cambio climático, la inestabilidad de los precios y la falta de acceso a la tecnología han amenazado la sostenibilidad de muchas fincas productoras.

En este panorama, La Divisa encuentra sus raíces en La Perla de Fresno, la finca donde se cultiva y perfecciona cada grano que lo compone. Ubicada en el departamento del Tolima, en las faldas del Nevado del Ruiz, esta finca ha logrado salir adelante desafiando estos obstáculos a través de un modelo basado en la sostenibilidad y el liderazgo femenino. La combinación de suelos volcánicos ricos en minerales, una altitud superior a los 1.700 metros sobre el nivel del mar y un clima templado han convertido este territorio en un lugar ideal para la producción de cafés de alta gama.

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El fruto en su punto exacto

La recolección es sólo el comienzo. Ahora, el verdadero desafío comienza: transformar estos granos en el café perfecto que representará a Colombia en Bruselas.

El sol comienza a calentar la finca La Perla de Fresno, mientras los canastos llenos de granos rojos y brillantes son trasladados a la siguiente fase: el procesamiento. Aquí, cada grano recolectado inicia un cuidadoso recorrido en el que será lavado, secado, clasificado y finalmente tostado hasta alcanzar su punto ideal.

“Cada etapa es esencial”, comenta Silvana González, supervisando el proceso con la misma atención que un maestro artesano da a su obra. “Un pequeño error puede cambiar por completo el perfil del sabor”.

Las trabajadoras distribuyen los granos en camas africanas, estructuras elevadas que permiten un secado parejo. El clima es crucial ya que, demasiada humedad puede perjudicar el lote, mientras que un calor excesivo acelera el proceso y afecta la complejidad de aromas.

“Aquí no hay espacio para improvisar”, dice Maritza, una de las operarias, mientras verifica la temperatura y la humedad. “Cada día adaptamos el proceso al clima. No solo se trata de secar el café, sino de sacar lo mejor de cada grano”.

Después del secado, el café pasa a la fase de trilla, donde se elimina la cáscara del grano y se realiza una nueva selección. Solo los mejores serán elegidos para el lote que viajará a Bruselas.

“Este café no solo debe ser bueno, debe ser excepcional. Vamos a competir con los mejores del mundo y nuestro café tiene que estar a la altura”, afirma Silvana con determinación.

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El café de las mujeres

Después de todo el trabajo realizado en la elección del café, hay un factor que hace que La Divisa sobresalga aún más: en un sector históricamente dominado por hombres, Silvana y su equipo han demostrado que es posible innovar y destacar sin perder la esencia de la tradición.  La inclusión de mujeres en todas las etapas del proceso no solo les ha brindado independencia económica, sino que también ha fomentado un modelo de producción más equitativo y sostenible. 

Cada grano elegido, tiene un propósito definido: mostrar que el café colombiano no solo es un artículo de exportación, sino un arte que puede competir en los más altos estándares de la industria. 

Mientras el equipo se alista para los desafíos venideros que implica representar a Colombia en un escenario internacional, el trabajo en las fincas continúa con disciplina y dedicación, asegurando que cada etapa del proceso mantenga la excelencia que los distingue. El ruido de los granos que caen en los canastos, el hablar de las recolectoras contando historias y el olor que llena el aire son evidencias de un trabajo que más que solo comercio: es un legado de años que se mantiene frente a los desafíos, una prueba de que el trabajo en equipo y la pasión pueden elevar el café colombiano a nuevos niveles.

Cada etapa del proceso es una prueba de paciencia y precisión. Una vez elegidos los granos, deben pasar por un proceso cuidadoso de lavado y secado. El agua fluye entre ellos, quitando la impureza y dejando solo aquellos que cumplen con estándares requeridos. 

“No hay posibilidad de error. Si este café no es ideal, no podemos despacharlo. El café que mandarán a Bruselas tiene que ser perfecto, y todos lo entienden. Este no es un café normal. Cada grano ha sido tocado por nuestras manos al menos tres veces. Si dejamos pasar un defecto, todo el esfuerzo se  pierde”, dice Silvana con firmeza.

El tueste es una de las etapas más importantes del proceso,  Luisa, la encargada de este proceso, lo sabe bien. “Aquí es donde decidimos si el café mantiene su equilibrio o si perdemos todo lo que hemos hecho. Cada segundo importa”.

El equipo está atento a cada aspecto. Un cambio en la temperatura, un pequeño ajuste en el tiempo de calentamiento, y el perfil del café podría cambiar por completo: “Si nos excedemos en el tiempo, se pierden las notas dulces. Si es muy corto, la acidez se vuelve muy fuerte”, explica Luisa, “el punto exacto es lo que hará que este café destaque”.

Las decisiones en esta fase no solo se basan en fórmulas técnicas, sino también en la intuición y la experiencia adquirida. Cada ajuste en el proceso busca lograr el equilibrio perfecto entre dulzura y acidez, asegurando que el café refleje la identidad de su origen. “Este café no solo tiene que ser bueno”, dice Silvana con determinación, “debe ser inolvidable”.

La selección final del lote que irá a Bruselas no es solo un asunto técnico, sino una decisión que muestra el compromiso de todo un equipo con la excelencia.

“Aquí no trabajamos para que salga un café cualquiera”, menciona Carmen, la encargada del control de calidad: “Trabajamos para que cada taza narre una historia”.

La Divisa no solo envía café a una competencia; envía el resultado de un modelo de producción que se basa en la precisión, el respeto por la materia prima y la búsqueda constante de la perfección.

El arte detrás de cada taza

Más allá del procedimiento técnico, cada etapa de producción de La Divisa contiene una historia de esfuerzo y detalle. No se trata solo de seguir pasos fijos, sino de entender el café en su esencia. Desde el primer grano hasta la última taza, hay un compromiso firme por lograr una calidad sin igual.

Este café tiene vida propia”, comenta Silvana Gonzalez, al pensar en el trabajo detrás de cada lote. “No es solo un producto, es el reflejo de nuestra tierra, de nuestra gente y de la pasión que ponemos en lo que hacemos”.

Esa pasión se ve en cada etapa del proceso. En la finca, las recolectoras saben que su trabajo no acaba con la cosecha; cada grano seleccionado significa horas de esfuerzo y conocimiento acumulado a través de generaciones.

A medida que el grano avanza en su proceso de transformación, la responsabilidad de mantener la calidad descansa en cada miembro del equipo. El trabajo en equipo es clave. No se trata de una tarea mecánica, sino de una mezcla de experiencia e intuición. Cada persona en La Divisa sabe que su aporte es fundamental para alcanzar la excelencia.

El café ya ha pasado por todas las pruebas y selecciones posibles. La Divisa ha logrado lo que pocos pensaban: demostrar que la tradición y la innovación pueden ir de la mano, que la sostenibilidad y la calidad no son rivales, y que el café colombiano, más que una bebida, es una historia. Ahora, cada grano que viajará a Bruselas no solo representa el esfuerzo de quienes lo trabajaron, sino la evolución de una industria que sigue reinventándose sin perder su esencia.

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