Los retos de la educación incluyente en Colombia

Miércoles, 25 Mayo 2016 13:53
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A pesar de los avances, evidentemente valiosos, realizados en Colombia respecto a la educación de los niños en condición de discapacidad, aún son grandes los retos para lograr que todos ingresen a un sistema educativo íntegro y de calidad.

Educación|||| Educación|||| Fotografía: Paula Rodríguez||||
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A nivel internacional existe un proyecto de inclusión que consiste en la integración de niños con necesidades educativas especiales (N.E.E) es decir, que presenten síndrome de Down, autismo, retraso leve, entre otros, a las aulas regulares de clase. En Colombia el proyecto entró en vigencia desde hace unos años y en la capital son varias las instituciones educativas distritales que acogieron el plan educativo dentro de su malla curricular. Ubicada en la localidad de Bosa, se encuentra la institución educativa Fernando Mazuera Villegas, uno de los colegios designados por la Secretaría de Educación para adoptar el proyecto y que además es pionero en la implementación del mismo dentro de la localidad.

Con la Revolución Educativa del 2002, se estableció en el país a través del Plan de Desarrollo, una serie de objetivos con la intención de mejorar la configuración del sistema educativo. Se planteó la necesidad de ampliar la cobertura, el mejoramiento de la calidad de la educación y la eficiencia del sector educativo. La intención fue priorizar la educación integra y de calidad de los niños y jóvenes.

Dentro de esta Revolución, el gobierno se comprometió igualmente con la educación de poblaciones vulnerables, como los niños con necesidades especiales. "Si formamos a estas poblaciones que anteriormente estaban marginadas de la educación, le apostamos a que se vuelvan productivas, sean autónomas y fortalezcan relaciones sociales; así, la educación se convierte en un factor de desarrollo para sí mismas", comenta Fulvia Cedeño, asesora del Ministerio de Educación Nacional. A partir de estas reformas se determinó que estas poblaciones son prioritarias y por lo tanto las instituciones educativas deben transformarse para posibilitar la integración de los niños.

Estas transformaciones se realizan en los colegios a través de procesos de adaptación y flexibilización curricular realizados por los educadores especiales y los docentes. Estos educadores son profesionales especializados para trabajar con estudiantes que tienen alguna discapacidad de aprendizaje, comportamiento, emocional o física. “Cuando los niños son integrados a las aulas debe considerarse las debilidades que poseen para poder así, implementar estrategias de apoyo puntuales que correspondan a sus necesidades y falencias”, señala Rose Mary Gutiérrez, educadora especial del colegio Fernando Mazuera Villegas.

Los educadores en conjunto con los docentes de aula se encargan de ajustar los módulos educativos teniendo en cuenta las capacidades y aptitudes de los niños, ya que no puede evaluárseles de la misma manera que al resto de estudiantes. Pues generalmente esta población presenta compromisos cognitivos significativos reflejados en la fragilidad en el desarrollo psicomotor y dificultades en las habilidades adaptativas, es decir su incorporación a la actividad social.

“Se realizan una serie de adaptaciones para evaluar a los niños teniendo en cuenta sus mínimos, si el logro principal de matemáticas para estudiantes de tercero es que se aprendan los números del 1 al 1.000, el logro para los niños con necesidades especiales será aprenderlos de 1 al 100. Todo depende de la condición cognitiva de cada niño”, señala la educadora Gutiérrez. Los educadores orientan a los maestros, les ofrecen sugerencias y estrategias metodológicas para el manejo en aula teniendo en cuenta las competencias de cada niño.

No obstante, pese a las herramientas implementadas por el equipo profesional existe un fenómeno de resistencia por parte de los docentes, pues consideran que no cuentan con las capacidades necesarias para el manejo de los niños, lo que supone un obstáculo dentro del proceso. “Doy clases a 10 niños de inclusión y cada uno tiene una problemática diferente, por eso mismo es más complicado el trabajo”, comenta Milena Vásquez, profesora de español del colegio Fernando Mazuera Villegas. Existe una inconformidad dentro del plantel de docentes pues lo grupos de por si son bastante amplios – de más de 40 estudiantes- y a esto se le suman los niños de inclusión.

Los docentes no cuentan con la preparación necesaria para adecuar sus clases a este tipo de población y el acompañamiento de los educadores especiales es restringido debido a que la presencia de estos es insuficiente frente al número de niños. La Secretaria de Educación es la encargada de brindar el personal humano y pedagógico para realizar el proceso de inclusión y acompañamiento adecuado. Sin embargo, los recursos que está envía son insuficientes. En el colegio Fernando Mazuera Villegas, que tiene siete sedes y dos jornadas, se cuenta con solo con 4 educadores especiales para asesorar a más de 100 niños de inclusión.

Esta escasez de personal de apoyo necesario para el acompañamiento a niños y maestros supone un obstáculo en el proceso. A esto se le suma que muchos de los niños vinculados deberían encontrarse en aulas especializadas donde la educación sea personalizada. “En su afán de querer que todos los niños vayan al aula, Secretaria ha empezado a enviar niños con procesos cognitivos más serios y problemas neuromotores, un gran agravante para el trabajo de los docentes con los grupos”, señala la educadora Gutiérrez.

Para determinar si un niño está en capacidad de ingresar o no a las aulas regulares se realizan unos procesos de selección donde se examina el diagnóstico clínico, los resultados de la prueba de coeficiente intelectual y una valoración pedagógica realizada por los educadores especiales, que determina las competencias del niño. Se considera apto cuando posee los mínimos establecidos en cuanto al ámbito académico y respecto a las actividades básicas cotidianas como control de esfínteres, mínimo de autonomía e independencia, en relación con la edad y el grado al que pretende ingresar.

“Doy clases a niños que no pueden caminar, incluso uno de ellos se moviliza deslizándose por el suelo, otros no se comunican verbalmente por lo que la labor es difícil. Además, no tenemos enfermeras que los acompañen a los baños o personal de servicio social que nos colabore”, afirma Azucena Rodríguez, profesora de primaria del Fernando Mazuera Villegas.

“Tenemos en la institución niños multidéficit, que presentan varias complejidades, como síndrome de Down y déficit cognitivo moderado, cuya educación debería ser personalizada no en las aulas regulares donde el docente no está en capacidad de brindar el acompañamiento permanente que se requiere”, señala la educadora Gutiérrez. Y es que, aunque existen unas aulas especializadas para la educación de estos casos más severos, la Secretaría de Educación en diversidad de ocasiones los remite a los colegios de inclusión, pues lamentablemente son escasas las aulas en relación al número de niños que las necesitan.

Lo anterior es importante pues el objetivo de implementar estos proyectos es facilitar los procesos sociales de los niños y en consecuencia permitir su participación activa dentro de la sociedad pese a sus limitaciones y que por el contrario no sean víctimas de la exclusión y discriminación por su condición distinta. De allí la necesidad de erradicar estas fallas para garantizar un verdadero acompañamiento. "Anteriormente se pensaba que las personas con discapacidad no tenían condiciones para aprender; empezamos a trabajar por cambiar estos imaginarios, a revisar las prácticas y a generar una política de inclusión", señala Cedeño, la asesora del Ministerio de Educación.

En la institución Fernando Mazuera, además de los inconvenientes anteriores, se presentan una serie de fallas en la infraestructura, pues no hay rampas, la adecuación en los baños es inexistente y no se cuenta con barandas de soporte, elementos necesarios para la movilidad de varios de estos niños. Estas falencias son contraproducentes dentro de un proceso que busca erradicar el rechazo y generar una incorporación a la sociedad. Sin embargo, no todo es malo, este proyecto ha logrado potencializar el talento de estos niños y brindarles las herramientas para desenvolverse dentro del espacio educativo y social.

Generalmente cuando estos niños terminan su ciclo de educación básica y media, se desarrollan en el mundo laboral dentro de áreas artísticas ya que durante sus procesos escolares son estimuladas diversas competencias relacionadas con lo manual. Si bien los oficios y las artes suelen ser las áreas comunes, existen excepciones como un estudiante de déficit cognitivo leve que fue parte del proceso de integración en la institución Fernando Mazuera e ingresó a la universidad a estudiar la carrera de biomédica.

“Cuando él ingresó al curso sabía lo básico como el reconocimiento de vocales y en el proceso fue adquiriendo muchas habilidades como sumar, restar y leer frases, estoy muy agradecida”, comenta Yiseli Silva, madre de Michel diagnosticado con parálisis cerebral atáxica. En la actualidad este tipo de instituciones que posibilitan la interacción social y humana están solicitando a la Secretaría de Educación la ayuda necesaria y las adecuaciones de infraestructura requeridas para continuar de manera óptima el proyecto y garantizar un verdadero proceso de inclusión.