Sobre la vereda Betania, en el resguardo indigena La Aguada en Caldono, Cauca, una casa pequeña soltaba aroma de cebolla, tomate y carbón. Un niño cocinaba esperando la llegada de su familia. Estaba solo cuando un hombre irrumpió en el hogar “Nos vamos, tome lo que necesite y alístese, que ya es hora de que ayude a la causa”. Ese día, Alcides, con trece años de edad y un almuerzo a medio hacer, tuvo que repartir trozos de su libertad a cambio de la vida. Se lo llevaron un 5 de enero de 2009, esa fue la primera vez que la llamada “Causa” y los hombres de armas le arrebataron la libertad.
“Nos llevaron en una camioneta como por tres horas en trocha y yo, a esa edad, no sabía en dónde estábamos. Cuando llegamos a un campamento que estaba en el páramo, nos empezaron a hacer registro fotográfico, de huellas, de nombres completos, los nombres de todos nuestros familiares, en dónde vivían, a qué se dedicaban, cuántos menores de edad más había y todo tipo de información que les sirviera para ejercer algún control sobre nosotros o nuestros allegados”. Años después de ese acontecimiento, Alcibíades logró escaparse de las filas de las ahora extintas Farc durante un combate de este grupo armado contra el Ejército Nacional en Putumayo.
La segunda vez que lo reclutaron era ya un adolencente. Alcibaides cuenta que lo llevaron a un campamento en la vereda Paramillo del municipio de Santander de Quilichao. Le entregaron un fusil que accionó sin querer y, por eso, los comandantes lo amarraron de cuerpo completo por varios días. No le dieron comida, y pasó todo tipo de acto inhumano. Le pusieron una Guardiana, para suerte de don Alci era una antigua vecina del resguardo, quien fue la persona que lo ayudó a escaparse por segunda vez.