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La crisis que dejó un fallo sin retorno

Jessie Archbold tiene 59 años, de los cuales 53 los ha dedicado al mar. “Desde pequeño llevaba un nylon en mi maleta para el colegio y pescaba en las playas que quedaban cerca”, cuenta, mientras se ríe y sus ojos se iluminan, así como cuando el sol se arrima en el mar.

Este isleño es de Santa Catalina, pescador de aguas profundas y miembro de la asociación de pescadores independientes I-Fish, con sede en Providencia. Actualmente se dedica a limpiar la langosta y el caracol, “una riqueza que los pescadores debemos cuidar a toda costa, de Norte a Sur y de Oeste a Este, porque esto si es de nosotros”, dice.

Para Jessie, los pescadores artesanales son como los 'soldados espartanos' de la antigua Grecia, luchan juntos contra cualquier tiempo, clima y adversidad. Hoy una de sus luchas es contra la pérdida del banco de pesca Luna Verde que ahora pertenece a Nicaragua desde el fallo de La Haya de 2012. “Es un banco de pesca riquísimo en langosta, en peces de aguas profundas y de aguas someras. Fue una gran pérdida, ya que era una despensa alimentaria y un potencial en biodiversidad y en biomasa”, afirma Edgar Jay, representante de los pescadores artesanales de Providencia.


La pesca es el segundo sector económico más importante del archipiélago después del turismo
Fotos: María José Mejía y JPong


El futuro de la pesca artesanal es cada vez más incierto y muchas son las razones: la falta de espacio marítimo, la escasez de recursos en el mar, el abandono del Estado y la poca motivación de los jóvenes a dedicarse a la pesca artesanal. Esto ha ocasionado que los pescadores tradicionales se sientan más afectados que nunca por una crisis económica y social que sigue poniendo en riesgo sus modos de vida.


El fin de la pesca en abundancia

“Ya todo está escaso, ya no es la misma pesca. Antes nosotros y nuestros viejos pescábamos hasta en los bordes de la costa de Nicaragua, pero el fallo de La Haya nos ha dejado en la ruina, pescamos para medio sobrevivir”, cuenta Arnulfo Tinoco, mientras se acuerda cuando sus abuelos le enseñaban a pescar en canoas cuando era niño, tiempo en el que no había motores y el remo era la herramienta para navegar.

Arnulfo afirma que después del fallo de La Haya la variedad de peces empezó a disminuir drásticamente por la pesca indiscriminada de barcos internacionales.

“Antes uno llenaba una nevera con un promedio de 800 libras de pescado. Ahora esa misma nevera se llena con 300 libras”, asegura.

Pescadores artesanales de Providencia desembarcando sus productos
Fotos: María José Mejía



En particular, Edgar Jay, también presidente de la asociación de pescadores I-Fish, solía pescar en el banco de pesca Luna Verde cuando las corrientes o la pesca no eran favorables en el Cayo Quitasueño.

“Actualmente flotas pesqueras industriales adscritas a Colombia, pero con bandera hondureña, son las que más están golpeando ese lugar, cosa que no entendemos”, señala.

Edgar también menciona que Luna Verde se ha convertido desde hace tiempo en un lugar peligroso para pescar, debido a que es una zona con rutas de narcotráfico. “Es un banco que queda entre el archipiélago y Honduras, entonces tiene tránsito la delincuencia internacional”, agrega.

Carlos Castaño, pescador artesanal de origen caldense, que hace más de 20 años se aventuró a vivir en la isla de San Andrés y hacer de la pesca su profesión, señala que las horas de faena ahora son más largas y se recogen menos productos. “Hay veces que debemos quedarnos hasta las 7:00 de la noche para tratar de conseguir tan siquiera el dinero de la gasolina”, dice.

Según Denny Fox, ex gerente de Coopesbi (Cooperativa de Pescadores Artesanales de San Andrés Islas Spraght Bight), anteriormente los pescadores iban de faena solo dos o tres horas y ya tenían los recursos suficientes para subsistir. “El pescado estaba relativamente cerca, pero por la escasez de productos tuvieron que hacer faenas mucho más largas y en lugares más apartados”, relata.

“Antes del fallo de La Haya, el galón de gasolina costaba como 3.000 pesos. Pero ahora está muy caro, está costando casi 11.000 pesos”, indica Arnulfo, quien en estos momentos se dedica a la pesca con nylon en la isla de San Andrés. Este panorama no es indiferente a los pescadores artesanales de Providencia, de acuerdo con Jesús Archbold. “Lo más costoso en la isla es la gasolina, cuesta casi 12,000 pesos y nosotros mismos tenemos que comprarla”, afirma.

Sobre esto, Carlos explica que si un pescador no es dueño del bote, lo primero que se saca es el gasto de la gasolina y lo que queda se divide en tres partes, entre el acompañante, la embarcación y el capitán. “Entonces es muy duro porque hay veces que ninguno consigue nada y nos vamos todos al hueco”, dice.

Otra de las razones por las que se ha venido reduciendo la producción pesquera es, según Carlos, que todos los pescadores están dirigiéndose a las mismas zonas para extraer productos. “Ya prácticamente la producción se acabó, se fue prácticamente al piso”, insiste.





Nos lavaron con dinero

Tras la decisión adoptada por la Corte Internacional de Justicia el 19 de noviembre de 2012, el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció ese mismo año el diseño del “Plan San Andrés, Providencia y Santa Catalina”, en el que se incluían alternativas para el bienestar de los pescadores.

Es así como el 5 de diciembre de 2012, desde la isla de Providencia, el presidente reveló una serie de acciones inmediatas para el alivio económico de los pescadores. La iniciativa contemplaba un subsidio de 1 millón 800 mil pesos por seis meses y el apoyo a cooperativas de pescadores.

“Nos lavaron con un pequeño subsidio que no nos sirvió para nada porque quedamos peor que antes”, dice Arnulfo, quien recibió aproximadamente 10 millones de pesos, dinero que solo le alcanzó para dos años.

Pero también hubo casos de pescadores artesanales que no recibieron todos los subsidios, lo que despertó su malestar e indignación. “Yo solo conseguí 3 auxilios de los 6 que dieron. Los otros 3 se embolataron”, cuenta Carlos.

De acuerdo con cifras de la Secretaría de Agricultura y Pesca de San Andrés, en el archipiélago existen 1.763 pescadores artesanales, de los cuales solo 1.166 recibieron los subsidios que prometió el Gobierno, entre el año 2012 y 2014.


Tenemos miedo

Con la delimitación marítima que estableció la Corte Internacional de Justicia en el fallo de 2012, los Cayos Quitasueño y Serrana quedaron enclavados dentro de las nuevas aguas nicaragüenses. Esta zona se convirtió en un campo de batalla, donde la pesca ilegal y desenfrenada ha ocasionado el temor de los pescadores artesanales del archipiélago.

“Tenemos miedo de ir a pescar en esos lugares donde siempre hay pescado porque llegan los foráneos, los dueños ahora en papel, quienes nos quitan nuestros productos. Entonces hay una amenaza”, afirma Ricardo Bush, representante de los pescadores de San Andrés Islas.

Esa inseguridad, de acuerdo con Ricardo, también se debe a que los pescadores artesanales no creen que la armada tenga la capacidad para defenderlos en altamar. “No hay control efectivo por parte de la marina, no tienen las embarcaciones suficientes para hacer esos patrullajes y realmente la vida de algunos pescadores que salen a faenar está en riesgo por barcos extranjeros”, menciona.

En particular, Carlos no se atreve a pasar el límite marítimo dispuesto por la Corte, ya que siente temor de lo que pueda pasar. “Si a uno lo atrapan y está de malas tiene que quedarse preso bastante tiempo, mientras uno consigue una persona que lo pueda rescatar”, asegura pensando en las historias de pescadores que fueron detenidos por la Fuerza Naval de Nicaragua y perdieron sus embarcaciones.

Frente a esta situación, Randy Manuel, Secretario de Agricultura y Pesca del archipiélago, afirma que desde el gobierno Departamental se ha venido buscando y gestionando medidas para velar por la seguridad marítima de los pescadores artesanales. “El mar es inmenso y no se había trabajado con lo que está en los decretos y resoluciones, con los Guardacostas, DIMAR y los pescadores artesanales”, asegura.


Nos tienen olvidados

“Nosotros no tenemos representantes que nos protejan y nos ayuden. El Gobierno siempre ha dejado el área de la pesca olvidada”, dice Arnulfo con impotencia, antes de mencionar que la Secretaría de Agricultura y Pesca siempre ha estado liderada por personas que desconocen el mar y las problemáticas de los pescadores artesanales del archipiélago.

Ese abandono e indiferencia es lo que ha ocasionado, según Arnulfo, que las futuras generaciones no quieran dedicarse a la pesca artesanal y tomen otras opciones de ingreso como lo son el transporte de mercancías ilegales y el narcotráfico. “El Gobierno no está colaborando para demostrarle a los jóvenes que sí hay futuro y un desarrollo en el mar”, señala.

“Antes nuestras islas eran independientes, teníamos todo con la pesca y la agricultura. Pero la juventud de hoy en día ya no cree y ni piensa en eso”, afirma Jesús.


Hay jóvenes isleños que se han convertido en pescadores artesanales gracias a las enseñanzas de sus abuelos, padres y amigos, preservando así esta actividad tan crucial para la cultura raizal
Foto: María José Mejía


Con el fallo de La Haya de 2012, Ricardo piensa que “tanto el Gobierno Nacional como Departamental, tiene que hacer una evaluación de cómo vivían los pescadores antes del fallo y cómo están viviendo ahora, de lo contrario el problema seguirá”.

Para él, uno de los problemas principales es que no se tiene en cuenta las opiniones de los pescadores. “El Gobierno viene a tomar decisiones para nosotros los raizales y no son coherentes con lo que pensamos nosotros. Hay muchas decisiones que vienen de Bogotá y en las que nos dicen: 'Toma esto o déjalo' ”, afirma.

Por su parte, Manuel afirma que ha faltado mucho fortalecer la asociatividad con los pescadores. “Es un punto que como gobierno tenemos que mejorar, debemos buscar la forma de articularnos con ellos, pues los pescadores también tienen muchos proyectos para dar solución a su situación”.


Aún hay esperanza

Ante la respuesta tan negativa que han dado los gobiernos nacionales y locales frente a la crisis económica y social que viven los pescadores artesanales del archipiélago, han surgido nuevas propuestas de desarrollo económico lideradas por esta comunidad para mejorar sus estilos de vida.

Una de esas propuestas que es encabezada por la Federación de Pescadores de Providencia y Santa Catalina es la de tener una comunidad de pescadores que se apropie de modelos de producción colectivos y solidarios. “Nosotros ahora dirigimos el producto directamente a la comunidad y empezamos a obviar los intermediarios, entonces lo que está generando es una catarsis del mercado y esa catarsis estratégicamente va a ser favorable para nosotros”, señala Edgar.

Ese mismo modelo de producción quiere ser implementado por los pescadores de San Andrés a través del terminal pesquero. “Si logramos eso y todos los pescadores venden su pescado ahí sería fabuloso. Podríamos hacer un procesamiento y una transformación efectiva de los productos y vender el pescado a la comunidad”, menciona Ricardo.

"Es importante también construir un laboratorio para criar pescado y langosta, con el fin de hacer repoblamiento en todas las áreas donde hay escasez de productos. Se puede coger caracol de Quitasueño y sembrarlos en los cayos de San Andrés”, agrega Ricardo.

Mientras tanto, Jessie sigue limpiando la langosta y el caracol para luego empacar el producto en bolsas y finalmente llevarlo a neveras frías para que se mantenga sostenible para la comunidad raizal. No sabe cuántos años se dedicará a esto, pero si tiene certeza de una cosa: “Voy a seguir en la lucha como lo hicieron mis abuelos y mis tíos que pescaron toda su vida”.