Una generación cansada en un mundo que no se detiene: exministro Alejandro Gaviria habla sobre la salud mental de los jóvenes en Bogotá

Viernes, 10 Octubre 2025 14:23
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El exministro de Educación y de Salud reflexiona sobre la crisis emocional que atraviesan los jóvenes y propone repensar la salud mental como un desafío cultural. 

 

Alejandro Gaviria.||| Alejandro Gaviria.||| Foto tomada por Camila Vásquez 7 de octubre, 2025|||
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Este viernes 10 de octubre, en el Día Mundial de la Salud Mental, Bogotá despierta frente a una pregunta que resuena entre pasillos, aulas y pantallas: ¿cómo se sienten los jóvenes y qué nos revela eso sobre su salud mental?

Esta pregunta cobra relevancia en un contexto en el que, en lo que va de 2025, la Secretaría de Educación ha reportado 699 intentos de suicidio en instituciones educativas de la ciudad de los cuales 522 son de colegios públicos. Según el Observatorio de Salud Mental (SaluData), los trastornos de ansiedad representan cerca del 22 % de los casos atendidos en la ciudad y los trastornos del estado de ánimo, como la depresión, el 16 %. 

Para el académico y escritor Alejandro Gaviria, quien dirigió las carteras de Educación y Salud, este panorama desalentador revela una sociedad que apenas empieza a dimensionar el problema. El exministro afirma que la salud mental es uno de los mayores desafíos públicos de nuestro tiempo. Desde una mirada crítica y humana, plantea que este no es solo un reto sanitario, sino un desafío cultural y social que exige comprensión, apertura y espacios de cuidado colectivo.

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Vivimos en un mundo acelerado

Los jóvenes crecen en un entorno marcado por la presión del rendimiento, la exposición constante a redes sociales y un futuro incierto: “Vivimos en un mundo acelerado, donde parece que nunca hay tiempo suficiente”, explica Gaviria. 

El exministro resalta que esta es una consecuencia de nuestra manera de habitar el mundo:Me gusta decir que somos anfibios. Habitamos dos mundos. Este que podemos tocar y el otro virtual. Esa doble vida, ese habitar dos espacios al mismo tiempo. Eso genera una ansiedad constante. Siempre pendientes de algo que está por venir”.

Según la Política Distrital de Salud Mental 2022-2032, en la ciudad, los adolescentes concentran los síntomas más frecuentes de malestar emocional. Dolores de cabeza, ansiedad y dificultades para concentrarse son algunos que afectan a más de una quinta parte de esta población. 

El panorama se agrava cuando se suman factores estructurales como la pobreza, el desempleo, la inseguridad alimentaria y los entornos escolares o familiares donde el acompañamiento emocional sigue siendo limitado: Hay causas sociales profundas, como la desigualdad, la incertidumbre y la forma en que habitamos el mundo digital, que no se resuelven en solitario”, señala Gaviria.

La pandemia: un punto de inflexión

El impacto de la pandemia de COVID-19 dejó una gran huella. De acuerdo con el Ministerio de Salud, los síntomas de depresión aumentaron un 35 % en adolescentes durante y después del confinamiento. 

Para Gaviria, ese fue el punto donde la conversación cambió: “La pandemia fue un pico agudo que visibilizó lo que ya estaba ahí: el agotamiento emocional, la soledad, la desconexión. Pero también mostró que hablar de salud mental es urgente”.

Sin embargo, el sistema no se transformó al mismo ritmo. En Bogotá, las atenciones por trastornos del estado de ánimo representan 16,34 % de todas las morbilidades atendidas en salud mental: No hay todavía unas políticas de promoción y prevención robustas, permanentes y evaluables. Sigue existiendo además un déficit de talento humano, tanto de psiquiatras como de psicólogos”, afirma.

Entre pantallas, algoritmos y máscaras

 

Las redes sociales, que prometían comunidad, hoy también es un escenario de autoexigencia y comparación permanente. En América Latina, seis de cada diez jóvenes dicen que las redes sociales afectan su bienestar emocional. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Ministerio de Salud, en Colombia, más de la mitad reconoce que estas influyen negativamente en su estado de ánimo.

Gaviria lo explica como un fenómeno cultural: Las redes nos han llevado al aislamiento, a la idea de que esta es una lucha individual. Allí todos parecen ser felices. Esa ilusión de perfección genera frustración y sensación de insuficiencia”. 

Además, señala que el reto no está en alejarnos de lo digital, sino en aprender a usarlo con conciencia y equilibrio. Las redes, dice, son parte de la vida moderna, pero requieren una conversación más seria sobre sus efectos y responsabilidades compartidas: “No me gusta el prohibicionismo, pero creo que las sociedades necesitan tomarse en serio los desafíos regulatorios de estas plataformas”.

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Las aulas como espacio de cuidado

Un estudio latinoamericano de 2024 ubicó a Colombia entre los tres países de la región con mayores reportes de ansiedad juvenil, junto a Brasil y Chile. Los colegios públicos y las universidades se han convertido en el primer termómetro del malestar emocional.

Cada semana, los orientadores escolares reportan episodios de ansiedad, crisis de pánico o autolesión. La infraestructura emocional del sistema educativo sigue siendo débil. En 2024, datos del Observatorio de Salud de Bogotá reportaron 30.209 casos de ideación suicida, de los cuales casi el 30 % correspondió a jóvenes entre adolescencia y juventud. 

Para Gaviria, las instituciones educativas deben ser el corazón del cuidado: “No basta solo con más psicólogos. Hay que repensar las prácticas. Evaluar menos, escuchar más. Esa toma de conciencia colectiva es importante para las universidades”.

En su visión, la educación emocional no debe ser una asignatura aislada, sino un enfoque transversal que atraviese las relaciones, los ritmos y los modos de evaluar: “Promover hábitos de vida saludable, fortalecer la formación docente y el espacio para la escucha son parte del cambio cultural urgente que el país necesita para cuidar su salud mental.”

Está bien sentirse mal

El problema, insiste Gaviria, no es solo técnico, sino cultural. “Todavía cargamos el estigma que acompaña a la salud mental”. Durante su paso por el Ministerio de Salud, recuerda que en una reunión con psiquiatras terminó con una camiseta que decía ‘Yo también voy al psiquiatra’, una frase que, admite, buscaba evidenciar el prejuicio persistente frente a quienes buscan ayuda profesional.

El exministro defiende que este tema debe asumirse como una responsabilidad colectiva y hay que quitar el tabú“Veo una diferencia entre esta generación y la mía. Yo no hablaba mucho de este tema, cada uno lidiaba con esto silenciosamente”. 

Él recuerda que, en su juventud, en Medellín, le robaron el carro. No fue solo el susto lo que lo impactó, sino lo que vino después: noches sin dormir, desánimo, el cuerpo en alerta: “Durante mucho tiempo no tuve las palabras ni la conciencia para hablarlo”. Con los años entendió que aquello tenía un nombre: estrés post traumático, un episodio fuerte de ansiedad.

Esa experiencia, dice, le dio perspectiva. No dramatiza el pasado, pero lo mira con comprensión: “Antes uno no hablaba de eso”, reflexiona. “Ahora los jóvenes tienen otra relación con sus emociones”. Para él, ponerle nombre a lo que se siente, aunque parezca un gesto mínimo, es un punto importante de partida.

La conversación como acto de empatía

Bogotá, como muchas capitales del mundo, enfrenta un desafío doble: atender la crisis y construir una nueva narrativa del bienestar. En medio de las cifras y los diagnósticos, Gaviria deja una advertencia que también es una esperanza porque la conversación es también una forma de cuidado. “Tú empezaste esta entrevista diciendo, “¿Cómo estás?”, recordó. “En pandemia eso se volvió común, preguntar cómo estás. Se nos ha ido perdiendo eso.” 

Recuperar esas formas, añade, es clave para reconstruir la conciencia colectiva y entender que la salud mental todavía necesita un compromiso real del Estado, pero también del día a día, de los vínculos y la empatía cotidiana. Hacer la pregunta, escuchar al otro, no juzgar y contar la historia propia en una sociedad que tantas veces ha callado, sigue siendo un acto de resistencia y esperanza.

Conozca la red de apoyo del distrito

Hablar es el primer paso. Si está atravesando un momento difícil o siente que necesita acompañamiento, puede comunicarse con las líneas de atención en salud mental de Bogotá:

  • 106 – Línea de atención en salud mental (disponible 24 horas, todos los días).
  • También puede acercarse a los Centros de Atención Psicosocial (CAPS) de la Secretaría Distrital de Salud o consultar en tu EPS las rutas de orientación psicológica y psiquiátrica.

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