La buena suerte en Bogotá, una cuestión de fe

Jueves, 14 Noviembre 2019 07:37
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Plaza Capital hizo un recorrido por la plaza de mercado de Paloquemao, los alrededores de la Iglesia del 20 de julio y el centro comercial Caravanad para ver cómo los bogotanos buscan las maneras de garantizarse una buena suerte en diferentes aspectos de su vida.

Elementos tradicionales que se usan para trabajar la buena suerte. Sirven para aplicarselos en el cuerpo, lugares de trabajo o viviendas.||| Elementos tradicionales que se usan para trabajar la buena suerte. Sirven para aplicarselos en el cuerpo, lugares de trabajo o viviendas.||| Isabella Amador y Juan Diego Bermúdez|||
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  • Coautor 1: Juan Diego Bermúdez Wallis

Eduardo Restrepo, profesor del departamento de estudios culturales de la Universidad Javeriana, señala que aunque no todas las personas crean en el concepto de la suerte y que este varíe según la sociedad donde se encuentre, es prueba de la forma en la que percibimos el éxito individual, lo que deseamos, y cómo nos vemos a futuro.

Por lo tanto, tener “buena suerte” es contar con la facilidad de llegar a esto, o “la forma como nos significamos en el mundo y de cómo nos relacionamos con lo que nos sucede”, afirma Restrepo. Para esto existen ritos que deben ser realizados con fe sólida dice el profesor.

Estos son algunos de los espacios en Bogotá donde los creyentes en la buena suerte acuden para obtener los elementos que prometen mejorar la suerte. Fotos: Isabella Amador y Juan Diego Bermúdez.

 

La meca de la buena suerte

El Centro Comercial Caravana se creó hace 22 años y, según lo publicó por el diario El Tiempo, es el establecimiento esotérico más grande de Bogotá. Ubicado en los alrededores de la Iglesia San Juan de Dios, a la altura de la calle 12 con novena, se presenta como un espacio donde se reúnen más de 100 locales que venden “menjurjes” de todo tipo.

Estos locales, en su mayoría pequeños, se encuentran uno al lado del otro, a donde se mire se podrán encontrar vitrinas y estantes acompañados de imágenes del médico venezolano José Gregorio Hernández; del Ekeko, el indígena boliviano de la buena suerte y la abundancia; de velas de distintos colores; de calaveras; budas de todos los tamaños y figuras; matas para la buena suerte; joyas; lociones, entre muchos productos más.

Al entrar a este lugar, con un olor en que el incienso predomina, distintas voces aparecen: “Bienvenido ¿qué busca?”, “¿En qué le puedo ayudar? Tenemos la lectura de mano”. Esto, como la invitación para adentrarse en todo un mundo de esoterismo en donde las energías, lo espiritual y la fe son lo que predominan.

Todos los lugares venden y prometen lo mismo a quienes veneran y creen en estos objetos e imágenes: que su destino y sus problemas se resolverán si compran estos productos, realizan los rituales al pie de la letra, pero, sobre todo, si realmente creen que eso funcionará.

Entre esos locales se encuentra ‘El Yachai’. Allí, se venden productos traídos del Putumayo donde se mezclan diferentes plantas en forma de loción que según los tamaños cambian de precio. Además de eso y de vender los mismos productos que venden en los demás locales, también se venden libros que explican cómo se puede jugar la lotería, que números se pueden escoger según los días de la semana, entre otras recomendaciones. Y, hay otros en los que se dan consejos para mantener una buena suerte económica.

Más adelante, se encuentra Martha, una vendedora experta en el uso de plantas. Ella, parada detrás de una vitrina adornada con diferentes tonos verdes invita a escuchar sus recomendaciones sobre el uso de dichas plantas. Una de las que más se usan para la buena suerte y la que más le compran es la Ruda que se puede tomar hervida o se puede aplicar en el cuerpo.

“Las personas se deben bañar con un jabón que no sea aromatizado, preferiblemente jabón de tierra y después de eso deben hervir el agua con la ruda y luego de eso la persona se debe echar esa agua y no enjuagarla. Pero eso sí, esas cosas solo funcionan cuando un tiene fe. Es como cuando alguien va a la iglesia, pero las plegarias no se le cumplen, es porque lo está haciendo sin fe”.

Aproximadamente  mil personas visitan el centro comercial al día, según el vigilante del establecimiento. Entre las dos y las seis de las tarde se presenta la mayor congregación de personas. Es así, como este centro que reúne elementos para realizar rituales como bañarse con jabones que quitan la mala suerte, prender velas para alejar el mal de los hogares o rezarles a diferentes santos, para asegurar que en el futuro todo pueda ser mejor y la suerte esté alineada con los deseos individuales.  

El 20 de Julio, más allá de una Iglesia Católica

Muchos lo describen como un lugar curioso, imponente, histórico y un referente de la ciudad. Según la página de la Sociedad Salesiana, la construcción de este templo inició oficialmente el 19 de marzo de 1937 con la bendición de la primera piedra que hizo parte de lo que después se convertiría en la emblemática casa del Niño Jesús del 20 de Julio. En febrero de 1942 se terminó la construcción y el 27 de julio del mismo año se consagró el nuevo Templo.

En esta Iglesia la imagen del Divino Niño Jesús se encuentra en una pequeña capilla-corredor situada a espaldas del altar mayor. Allí, se reúnen gran cantidad de personas a pedirle milagros o a venerar a la estatua del Niño Jesús con los brazos abiertos. Las afueras de este lugar se pueden considerar contradictorias a lo que se encuentra dentro en la medida que allí no solo se ven cosas tradicionales de la religión Católica.

Los alrededores están surtidos de aromas contra las envidias y los enemigos, jabones para sacar la mala suerte de la vida, velas talladas en forma de cuerpo para pedir milagros, joyas, medias, artículos tecnológicos, juguetes, comida, estatuas y distintos productos hechos a base de marihuana. Los carritos y almacenes que lo rodean llenan de ruido este lugar, de nuevas mercancías, diferentes olores, belleza y magia.

En uno de esos carritos una mujer le explica a un visitante del lugar el tipo de productos que allí se comercializan: “acá se vende de todo, tanto cosas que tienen que ver con lo católico como cosas que no, pero usted sabe eso depende es de en qué cree cada quien”. De esta manera funciona la búsqueda de la buena suerte a los alrededores de la iglesia del 20 de julio, pues allí la religión y la creencia en dios no parece ir en contra de las creencias esotéricas.

Uno de los elementos que predominó en este lugar a diferencia del centro comercial Caravana fueron las joyas. Las cadenas con medallas de santos religiosos o con piedras que se clasifican según los signos zodiacales funcionan como amuletos y contras para protegerse de las malas energías y la envidia. Mientras algunos lugares venden las medallas rezadas por los curas de la iglesia, hay otros, como en el que trabaja José Luis, que crean todo un proceso ritual alrededor de estas joyas.

“Las personas me deben dar su nombre completo, yo le hago un rezo a su cuarzo, que se escoge según el signo de cada persona, y luego eso se debe guardar en una bolsa dorada con siete arroces como representación de los siete chacras del cuerpo. Siempre le deben creer a la joya según cómo se ponga esta: si está caliente es porque algo malo pasar entonces si piensa ir a un lugar y la joya está caliente mejor evite ir”.

Estefanía Agudelo, compradora del sector y quien lleva una contra en su cuello, explica que efectivamente ella usa esto porque le permite sentirse más confiada y tranquila con todo lo que la rodea. “Yo no sé si es que soy muy supersticiosa, pero así como hay bondad yo se que hay maldad y creo que a pesar de que la mente es muy poderosa y puede manejar todo, no está mal que nos ayudemos de ciertas cosas y poderes que superan lo terrenal para protegernos. Yo creo en dios, pero también creo que estas cosas igual nos ayudan a sentirnos más protegidos si es que creemos en ellas”.

Al 20 de Julio llegan visitantes de todas partes y de varias edades. Algunos, con recogimiento y fe, van no solo a conocer o rezar, sino también en busca de ayuda para sus necesidades. Van a hallar todo lo necesario para vivir su fe religiosa y esotérica. Alrededor de la Iglesia se encuentra una gran diversidad en todo sentido. Esta, es construida por los vendedores, que configuran su vida alrededor de la venta, y los visitantes, que la configuran entorno a los rituales.

La buena suerte también puede ser enclasante

Los precios para la táctica de la buena suerte suelen variar según lo que se quiera, las velas son de lo más barato,  estas se venden en paquetes de 12 a  13 mil pesos, hasta las joyas que suelen ser lo más caro según los lugares visitados. Las cadenas o contras, rezadas cuestan  20 mil pesos. La lectura de mano cuesta $ 30 mil, un ajo macho a $ 500 y las lociones en la mayoría de los lugares eran a cinco mil pesos.

Pero, más allá de los precios, la misma forma de percibir la buena suerte y los ritos es diferente para cada clase social. “La suerte está presente en todos los estratos sociales, sin embargo, su forma de vivirlos es diferente, ya que es diferente la forma como ven el mundo unos con otros”, afirma Restrepo.

Con esto, hay que tener en cuenta que la percepción de éxito de cada clase social es distinta debido a su contexto. “Cosas como la muerte o la alimentación se viven muy diferente en las clases más populares con respecto a las más afortunadas, inclusive su enfrentamiento con la frustración, estas formas de verse en el mundo también varían en su concepción de la buena suerte”, concluye.

El poder de la fe

En estos tres espacios se reúnen todo tipo de productos y creencias. Un mismo individuo puede creer a la vez en la Santísima Trinidad y en la reencarnación, y participar en una peregrinación mariana y en un ritual de equinoccio. Se puede creer tanto en santos milagrosos, como en 'nahuales', o en la existencia en extraterrestres, troles, sirenas y hadas.

En suma, en la búsqueda de la buena suerte no importa a cuál dios se le rece día a día o si no se le reza a nadie, lo que realmente importa es encontrar la garantía de un mejor futuro y creer que todo lo que se haga será suficiente para lograrlo. Es más “una persona que no tenga creencia religiosa, igual puede creer en la buena suerte”, afirma Restrepo. Además, como se ha visto, estos mundos no están separados uno del otro. Más bien, son formas en las que las personas le dan significado a su realidad y ambas ayudan a construir ese significado.

Necesariamente, la fe está envuelta en aquellos que perciben que este tipo de ayudas son beneficiosas para la buena suerte. “Tú no puedes hacer una práctica para la buena suerte, si tu no crees que esa práctica tiene un efecto hacia esta misma”, afirma Restrepo. Así pues, es algo que sucede diariamente en Bogotá, personas que van en busca de ese empujón para lograr sus metas objetivos o caprichos, ese empujón al que llaman buena suerte.