Veintiún misas en un día

Domingo, 20 Marzo 2016 18:44
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Entre ramos y figuras del divino niño se celebró el Domingo de Ramos en la plaza del 20 de Julio, una de las más representativas de Bogotá...

Divino Niño|||| Divino Niño|||| Hombre cargando el Divino Niño el Domingo de Ramos, Carolina Crosby||||
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Se alzan los gritos entre las estrechas calles que rodean la plaza del 20 de julio, ubicada en el suroriente de Bogotá. Apenas es posible distinguir lo que las voces de los trabajadores pronuncian repetidamente desde tempranas horas de la mañana en medio del tumulto de personas que se forma en un intento de transitar por los puestos ambulantes que allí se encuentran. Con fuerza, parece que cada voz pelea con las demás para hacerse resaltar en un intento de conseguir mayor clientela.

- ¿Van a llevar los tronquitos

- ¡Los tronquitos a mil, a mil!

- Escapularios, camándulas a la orden

-Un aplauso para Cristo, ¡qué viva Cristo!

Aquí, en repetidos puestos alrededor de la Plaza, se encuentra todo tipo de elementos religiosos: desde pequeñas figuras del divino niño, hasta manillas con imágenes religiosas que se ofrecen día a día a los devotos asistentes de la Parroquia del Niño Jesús. Muchos vendedores aprovechan fechas como hoy, domingo de ramos, para vender a los feligreses, los productos indispensables para que la celebración se lleve a cabo con todas las de la ley.

Por las lomas se ve un grupo de cuatro jóvenes que venden ramos. Uno de ellos, con camiseta desgastada y tenis viejos, arrastra con sus manos la canasta llena de mercancía loma arriba;  otra, una niña de cabello rubio y alborotado, hala con esfuerzo el cesto que tiene adheridas cuatro pequeñas llantas que ayudan a que la subida sea menos dura; y los otros dos, llevan una tercera canasta alzada al hombro mientras atraen a los clientes a gritos a medida que avanzan.

Anteriormente era frecuente encontrar la comercialización de las hojas de la palma de cera para celebrar el domingo de ramos, pero esto fue prohibido hace algunos años debido al riesgo ecológico que representa y desde entonces sólo se permite la venta de hojas de palmas de vino, espigas de trigo, hojas de plátano y flores. Los precios siguen siendo los mismos y los vendedores buscan la forma más estética para su venta.

Desde las 5:00 am llegan los comerciantes a los alrededores de la plaza y parqueaderos aledaños para postrarse en su lugar de trabajo en el cual permanecerán por lo menos doce horas seguidas. El negocio es familiar, se encuentran las madres con sus hijos organizando la mercancía para luego disponerla a la venta. Buscan asegurarse de que los productos estén en buenas condiciones para que los compradores prefieran su puesto y no el del vecino, para esto utilizan empaques adornados dentro de los cuales meten la hoja y la ofrecen al público.

El sol sale, son las seis de la mañana y se da inicio a la primera misa del día. El flujo de personas aumenta. Algunos dejan sus bicicletas en la puerta de la iglesia agarrada de las rejas con una cadena imposible de romper para evitar que se la roben. La mayoría de los asistentes son adultos mayores, los cuales sin ninguna señal de afán se acercan al puesto de palmas más cercano para llevarla a la misa y hacerla bendecir por el cura.

- Buenas, ¿a cuánto la palmita?

- Siga mi señora, a mil pesitos nada más

En total son veintiuna misas las que se realizan a lo largo del día, desde las 5:00 am hasta las 7:00 pm. Dentro de la parroquia se celebran quince y afuera en la plazoleta principal las otras seis repartidas en el día. Al medio día se realiza la más importante, en donde varios de los curas se reúnen y realizan juntos la  misa en la plaza pues para esta hora no hay misa dentro de la parroquia. Cuenta José Raúl Rojas, párroco director del lugar que “un cura acá no puede dar más de tres o cuatro misas por día, generalmente se dan doce misas, pero en celebraciones especiales se realizan más para que todos los que quieran puedan asistir a cualquier hora en una fecha tan peculiar”

En la parroquia se halla a la vista de todos los asistentes, y justo detrás del cura, una gran y blanca estatua de Cristo con sus brazos extendidos, iluminada por una luz roja que llama la atención de las personas. Hay tres filas de bancas que permanecen ocupadas todo el tiempo por familias enteras, apenas finaliza cada misa y el cura dice como últimas palabras “podéis ir en paz”,  todos los asistentes desocupan tranquilamente el recinto mientras que  por el otro lado van llegando nuevos asistentes a ocupar el lugar.

Son tantos los asistentes que las paredes de la iglesia sostienen extensas filas de personas que permanecen de pie la hora completa que dura la misa. Al lado, en un espacio que funciona como parroquia auxiliar, bajo una cúpula de cristal que permite el paso del ardiente sol que hay, se distribuyen, como haciendo reverencia a la cúpula, sillas a lado y lado que tienen vista a una enorme pantalla de televisión que se encuentra en lo alto de los muros en donde se proyecta al padre de la parroquia de al lado dictando la misa. A lo largo de los pasillos, distribuido en seis cuartos hay salas de confesiones llenas por filas de personas que esperan su oportunidad para tener una charla con el cura que aguarda dentro de una capilla pequeña.

Afuera en la plaza, frente a las escaleras donde la mayoría de asistentes ha preferido sentarse, hay una tarima adornada con grandes jarrones con flores, micrófonos, una cámara fotográfica, una cámara de video y una mesa con los utensilios del cura. Las cámaras se usan para transmitir la misa en vivo en una página web que ha creado la Parroquia.

La música de las misas simultáneas se mezcla en el aire, en ocasiones, cuando ya ha terminado la canción de la misa de afuera sigue retumbando la canción que están tocando dentro de la iglesia. Señores y señoras con chalecos color vinotinto recorren los espacios repartiendo una hoja para la eucaristía y otra con la programación de la Parroquia para esta Semana Santa.

Es menor la cantidad de personas que decide permanecer de pie frente a la tarima, sin embargo al inicio y al final de cada misa son muchos los que se acercan para ser bendecidos con agua bendita.

“Aquellos que quieran pueden acercar a los niños para ser bendecidos”, dice el cura

No son muchos los adolescentes que asisten a las misas, allí se encuentran parejas con sus hijos pequeños, numerosos adultos mayores y monjas. La mayoría de personas va en ropa deportiva, unos incluso aguardan todo el tiempo con su bicicleta en la mano. Uno que otro policía presta atención a las palabras del cura, el resto está pendiente de que nada malo ocurra o simplemente observando desde su puesto las personas que transitan.

A simple vista parece haber cerca de cuarenta uniformados distribuidos en la plaza para vigilar y mantener el control en caso de algún problema. “Nosotros estamos aquí desde las cinco de la mañana y nos toca quedarnos hasta las cinco de la tarde” dice Juan Ramírez, quien permanece en silencio al lado de la tarima y ya lleva siete horas de pie.

Otras de las entidades que allí se encuentran son los bomberos, la defensa civil y equipos de Bogotá Humana. Estos son indispensables en celebraciones especiales puesto que esperar el cupo en un parqueadero puede tomar cerca de media hora y para no estancar el tráfico, Movilidad es quien se encarga de organizarlo.

En el transcurso del día varias señoras tuvieron alguna baja en las defensas e inmediatamente fueron llevadas por el grupo de defensa civil a una carpa que permanece frente a la iglesia y que lleva estampada el nombre de “Parroquia, el niño Jesús”. Al grupo le avisan por radio de aquella persona que los necesite y estos, asociados en cinco personas, con una camilla en la mano, corren en auxilio para prestar su servicio.

Cada hora en punto, luego de bendecir niños y amuletos, con un grito alentador y lleno de energía el cura termina la misa para que las personas puedan retirarse finalmente con los ramos y tronquitos que han cargado en sus manos por más de una hora.

- ¡Qué viva!

- ¡Qué viva Cristo!

- ¡Qué viva!

- ¡Qué viva Cristo!

- ¡Qué viva!