Guachetá: tradición vs. Industria

Martes, 28 Octubre 2014 13:18
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La explotación de carbón representa el 88% de la extracción minera del país. Plaza capital visitó Guachetá, un pueblo minero en Cundinamarca, que se ha transformado en la última década por los cambios legales y económicos que trae consigo la extracción de minera.

||| ||| Fotografía: Luis Restrepo|||
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  • Coautor 1: Álvaro Avendaño

El pueblo:

A dos horas y media  de Bogotá y 120 kilómetros de distancia se ubica Guachetá, un municipio de Cundinamarca cercano a Ubaté en el norte del departamento. Allí el paisaje típico del altiplano cundiboyacense cambia drásticamente dejando atrás las fincas lecheras de Ubaté, que son paso obligado para llegar al pueblo. Se percibe un entorno más árido, con una carretera transitada por vehículos de carga pesada. En la entrada del municipio se observan en los costados talleres, fincas abandonadas, parqueaderos grandes y un ambiente más tosco e innegablemente industrial.

¡Salve oh pueblo de entraña minera! Reza la primera estrofa del himno del municipio, la misma entraña llena de carbón que es arrancada del suelo tonelada tras tonelada, día tras día, por brazos de hombres humildes. La misma entraña que a diario moldea la vida de los habitantes del pueblo y le otorga un futuro incierto a la región.

Gilberto Beltrán no nació en Guachetá sin embargo asegura tener más sentido de pertenencia y amor por 'el pueblito' que muchos que nacieron allí. Don Gilber, como le dice la gente del pueblo, pasa los días recostado tranquilo frente a su tienda ubicada en el parque principal del pueblo sin mayor preocupación y saludando amigablemente. Sus ojos fueron testigos de la bonanza minera del pueblo a inicios del año 2000 que parecía infinita y después de las dificultades financieras y legales que mermaron esta actividad económica. Vio los personajes que pasaron de no tener nada a tenerlo todo. "Haga de cuenta pasar de estrato uno a estrato ocho", afirma. También presenció lo ostentoso que fue un pueblo con tanto dinero en efectivo, lo rápido que se va y lo peligroso que puede llegar a ser.

Guachetá se diferencia de los otros pueblos del norte de Cundinamarca por la diversidad de su población, no es raro escuchar un popurrí de acentos en el que el guachetuno no tiene ningún tipo de exclusividad. La generación de empleos que la industria minera ha proporcionado, ha traído gente del Valle del Cauca, Boyacá y Tolima entre otros. Yovani extrae carbón de las entrañas de las montañas cercanas a Guachetá, metros y metros dentro de túneles que parecen interminables, donde la oscuridad de su piel parece poca. Hace dieciséis años dejo su pueblo en el Valle del Cauca para probar suerte en otros horizontes, terminó en Guachetá por lo que le contó un amigo de un amigo y ahí lleva quince años.

La migración en principio fue desde el Valle del Cauca, varios pobladores atribuyen los problemas de seguridad a mineros como Yovani, que tienen una cultura diferente, mucho más ‘bulliciosa’, de calle y con un sentido de pertenencia a la región casi nulo. En los últimos años el trabajo ha bajado e igualmente los salarios y así los vallunos se han ido, según el intendente Gómez, primero al mando en la fuerza policial de Guachetá, un despliegue de seis agentes para un pueblo de aproximadamente 10 mil habitantes, eso ha permitido que la convivencia sea mucho más sana, que disminuya la delincuencia común y que queden los que son de allá.

Sin embargo, últimamente los que dominan el sancocho cultural en que se ha convertido  Guachetá son los boyacenses. Muchos eran mineros de esmeraldas que al enterarse de que en minas de carbón se paga por quincena y no por “enguaque” (cuando se encuentra un yacimiento de esmeraldas) decidieron mudarse y esparcir el rumor. Eso le contaron a Roberto hace más de cinco años, un boyacense de mediana edad que trabaja en las minas de Guachetá. Ahora trabaja por contrato con diferentes empresas que mal o bien le aseguran estabilidad salarial y beneficios de ley. "Llegué acá porque acá hay trabajo, está duro, pero igual uno sabe que le llega la quincena, igual hay que trabajar duro", cuenta Roberto que en su piel refleja las ocho horas diarias en las que pica carbón, con restos de polvo negro que se han acumulado entre las arrugas de su piel.

Un vistazo:

La explotación de carbón en Guachetá lleva cerca de 60 años, hay minas tradicionales en las que personas de la región han trabajado por muchos años y ahora figuran como ilegales por carecer de título minero. Tras las presiones del gobierno muchas de esas minas han logrado conseguir su título y seguir operando bajo las normas contenidas en el Código Minero (Ley 685 de 2001). Los mineros tradicionales que quedan son “los que por orgullo no cierran sus minas, que pelean por un título y se reúsan a pertenecer de nuevo a los ciudadanos de a pie”, cuenta Gilberto.

El pueblo tiene la típica distribución en la plaza. La iglesia de fondo decora el parque que está en frente, dos hombres pintados en la pared con una sonrisa casi inexistente, que salen de una mina de carbón decoran la fachada de una casona antigua. Al otro extremo se encuentra el precario Palacio Municipal, un edificio deteriorado por la falta de mantenimiento. Mientras Gilberto Beltrán observa apaciblemente la plaza del pueblo, una nube de polvo sale abruptamente por el segundo piso de la alcaldía. "Ya se cayó el techo del palacio”, es la expresión que entre risas señala aquel ex concejal de 57 años mientras el estruendo de la caída del cielorraso avisa el mal estado de la construcción.

cuyo techo al caer reafirma la necesidad ser remodelado con urgencia. En el costado izquierdo están las tiendas, entre ellas la de Gilberto. ",

El panorama de Guachetá ha cambiado conforme la situación del carbón cambia, carros de lujo un día ocuparon las calles del parque principal., En esos tiempos la bonanza llenaba las alacenas de los hogares guachetunos y daba la bienvenida a cientos de mineros de diferentes lugares del país. Con los mineros llegó la prostitución y otros cuantos vicios de los que la ‘gente de bien’ del pueblo no le gusta hablar.

Como el de Yovani hay muchos casos, aunque cada vez menos. Muchas minas han sido cerradas por el gobierno, otras han tenido que recortar personal por escases de recursos y como dice Gilberto, "acá todo pequeño minero está quebrado". La agricultura en Guachetá fue exterminada casi totalmente por la minería, solo unas cuantas ovejas y vacas pastan en las grises praderas del pequeño pueblito. Cristina Sierra comerciante oriunda de Guachetá comenta como cambió del pueblo. "El pasto ya no es verde sino amarillo, esas ovejitas que se ven allá se están muriendo de hambre y nosotros a veces también, aunque si le va bien a los mineros hasta comemos", señala.

El mercado internacional define los precios en los que se vende el carbón. Los dueños de minas, que no hacen parte de transnacionales o grandes concesiones, venden el mineral a las grandes empresas, a veces le ganan 700 pesos a una tonelada de carbón y dependiendo de qué tanta ganancia le saquen al producto le pagan a los trabajadores. El negocio del carbón en Guachetá afecta a la comunidad entera, si no es por seguridad es economía "el comerciante vive del carbón, los transportadores viven del carbón, el panadero también vive del carbón, el pueblo vive del carbón", comenta Gilberto.

Títulos mineros:

La propiedad de los terrenos en Guachetá ha sido incierta. Sin embargo, es claro que muchos de los beneficiados de la minería empezaron esta actividad invadiendo minas abandonadas en terrenos sin ninguna propiedad clara. “Después de hacer su plante ya con la plata, podían (entre varios) comprar tierra, gente, políticos y pagar abogados de élite”, recuerda Gilberto. Según el Censo Minero departamental del Ministerio de Minas y Energía (MME) del 2010, en Cundinamarca el 33% de las minas operaban sin título minero y un 22% de la extracción minera a pequeña escala si operaban con título.

Según el Código Minero, “los minerales de cualquier clase y ubicación, yacentes en el suelo o el subsuelo, en cualquier estado físico natural, son de la exclusiva propiedad del Estado, sin consideración a que la propiedad, posesión o tenencia de los correspondientes terrenos, sean de otras entidades públicas, de particulares o de comunidades o grupos”. De éste artículo se sigue que toda extracción mineral debe tener un título (contrato con el Estado) que se le otorga para poder extraer de forma adecuada el mineral. Eso es lo que los mineros tradicionales no sabían, lo que les causó gran emoción cuando descubrieron que bajo sus terrenos había carbón, cuenta Gilberto.

En la actualidad existen tres situaciones de las minas que extraen carbón de Guachetá: sin título, con título pero que infringen las normas del código minero y por último las que cumplen con la ley y todo lo que esto conlleva. “Los ilegales se hacen llamar dizque tradicionales por la actividad que sus padres y abuelos ejercían en minas que no cumplían con ninguna ley, eso es solo una excusa para no pagar impuestos”, recuerda Gilberto de sus vecinos que ingresaron abruptamente a recibir dinero de las minas.

El programa de Control a la Ilegalidad, creado por el MME en 2007, busca controlar la explotación ilícita de minerales y el deterioro ambiental ocasionado por su extracción indiscriminada y anti técnica. Gilberto dice que las acciones de las autoridades mineras son de represión y no de prevención. Así, el proceso es la suspensión de actividades, el inicio de procesos judiciales en contra de los explotadores ilegales y la incautación de maquinaria y equipos utilizados en la minería. Quizá sea por este tipo de controles estatales que en Guachetá “de eso ya no hay, eso era antes, pero esas minas ilegales casi no se ven por acá, las han cerrado o han quebrado”, asegura Yovani.

Otra de las razones para el detrimento en la minería tradicional en el municipio, aparte de las clausuras de socavones, las malas inversiones y el derroche de dinero, se debió a “malas mañas” de los mineros: pagar nómina de forma arbitraria a los obreros, mezclar el carbón con tierra para hacerlo rendir y no adoptar las medidas de seguridad necesarias para la extracción, fueron algunas razones para que el negocio y la credibilidad de la minería en Guachetá se fuera a pique, sin mencionar la baja del precio del carbón en los mercados internacionales según cuenta Gilberto Beltrán.

El pequeño minero no puede exportar:

Luis Eduardo Sánchez Cometa, es dueño de minas desde el año 2000, es conocido por sus amigos de parranda y trabajadores como Lucho Cometa y este año tuvo que despedir a 200 de ellos y quedarse solo con seis minas por la crisis. Lucho asegura ser uno de los pocos mineros de la región que 'la supo hacer' y antes de que empezara la crisis compró tranctomulas, hoteles, restaurantes, buses, tierras, ganado e incluso una Hammer para moverse entre sus propiedades.

Cometa es uno de los casos que Gilberto Beltrán comentaba, uno de los 'afortunados' que aprovecho la bonanza. Un minero tradicional, de camisa abierta, ojos verdes y siempre acompañado de una infaltable botella de whiskey. Cometa también genera empleo y contribuye a la economía de la región, sin embargo su único interés en las minas es que le devuelvan la fortuna que le dieron hace 10 años, cuenta con mucha contundencia el dueño de minas. Afirma que multinacionales como MILPA (Colombia), CARBOCOQUE (Argentina) y BULKTRADING SA (Italia) manejan el negocio con el apoyo estatal. "Acá al gobierno solo le importan las grandes multinacionales ¿que los españoles nos tenían esclavizados? ¡Acá seguimos igual! uno tiene que trabajarle a los gringos, a los alemanes, a los italianos, a los españoles. El Estado le quita a los pequeños mineros para darle a las grandes multinacionales", dice Lucho Cometa.

Deber 2.000 millones de pesos al banco y tener un proceso en contra por enriquecimiento ilícito "que quién sabe de dónde" no es motivo para que Lucho Cometa pierda la fe en la "pequeña" minería. La minería ya no es como antes, eso es claro, Lucho se queja de que solo de vez en cuando se puede tomar una botella de whiskey y jugar un chico de billar con sus amigos (casi todos los días) cuando hace unos 6 años iba al parque principal a invitarle trago a todo el que pasara.

"Lo que los pequeños mineros o los tradicionales, como les gusta que les digan, muchas veces no poseen es la infraestructura que las grandes empresas sí", asegura Gilberto Beltrán. Mientras a un minero Lucho Cometa le paga 4.000 pesos por tonelada, si está bueno el precio del carbón, Milpa y otras empresas mineras ofrecen un salario fijo al trabajador, con prestaciones de ley y estabilidad laboral. Además si un pequeño minero quisiera exportar, costear 15 mil dólares diarios mientras el buque deja el puerto implica una solvencia económica que  respalde está operación y que, en el caso de Lucho, aunque no imposible es demasiado arriesgado.

Según Lucho el estado quiere acabar con la pequeña minería y la situación carbonera tampoco ayuda pues por tonelada producida el pequeño minero está perdiendo aproximadamente 15.000 pesos. Para la pequeña minería el precio internacional en el que se compra el carbón “es bueno” según Lucho, sin embargo ese es solo un espejismo al que el pequeño minero no puede acceder, ya sea por limitaciones económicas o por boicots de las grandes empresas. “Uno no es un gran minero porque uno no puede exportar, el día que ellos lo quieran joder a usted: lo quiebran. Le dicen el buque prográmelo para el 5 de noviembre y llega el 5 y resulta que confidencialmente están despachando lo de CARBOCOQUE, ellos manejan los puertos”, cuenta Lucho. Así, según Lucho y otros cuantos que han perdido su fortuna de carbón entre el gobierno y las multinacionales los quiebran porque los quiebran.

Lina Johanna Vargas, alcaldesa de Guachetá según se rumora en el pueblo ‘está que entrega el cargo’ por presiones de licencias mineras que no puede conceder a quienes apoyaron su campaña. La alcaldesa asegura que la ley es para todos y no puede considerar a los pequeños mineros si no cumplen con los requisitos necesarios, “todos tienen que acogerse a la ley y no es falta de apoyo sino que a nosotros también nos presionan desde arriba”, comenta la alcaldesa.

La minería cambia, el pueblo cambia, el minero sigue trabajando, picando carbón ocho horas al día o más si el hambre es mucha. Lucho Cometa sigue esperando que ese negocio que,  según él deja muchos muertos, lo lleve a la cima de nuevo. Todos esperan la bonanza, una que ayude a pavimentar las calles del municipio, remodelar el Palacio Municipal y les dé estabilidad económica y una vida tranquila. La forma de explotar el carbón también cambia, muchos como Lucho Cometa solo esperan la bonanza para retirarse de una vez por todas del negocio que los saco del túnel y los volvió a hundir.