Doña Segunda, de trasteo con su fritanga a cuestas

Lunes, 16 Septiembre 2019 20:32
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 Luego de 62 años, el famoso piqueteadero de Doña Segunda, en el 12 de octubre, se ve obligado a cambiar de sede, por cuenta de una decisión del Instituto Para la Economía Social 

Doña Segunda Fonseca|||||| Doña Segunda Fonseca|||||| foto tomada por: Daniela Sierra||||||
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La calle está congestionada, el paso vehicular es lento y la decisión es intuitiva: hacer fila antes de parquear. Ya llegando, en efecto, la fila y el olor de la comida llegan hasta la otra cuadra. Doña Segunda Fonseca es la creadora de uno de los mejores restaurantes de fritanga en Bogotá: Piqueteadero Doña Segunda 

La emblemática esquina nororiental de la plaza de mercado del 12 de octubre que vio crecer el negocio de Doña Segunda pronto deberá trasladarse al interior de la plaza.                                                                     

Según el Instituto para la Economía Social ‘IPES’ y su resolución 018 de 2017, está prohibido ocupar los andenes o corredores interiores o exteriores de cualquier plaza de mercado.

Con 84 años, madre de nueve hijos y abuela de 24 nietos, se mantiene sentada haciendo frente al mejor lugar para comer picada de la ciudad. Siempre usando su delantal característico, con aretes largos, su cabello ya canoso y las manos en los bolsillos.

Para Doña Segunda y su familia, la esquina tiene 62 años de historia y tradición. Un espacio que nació con una olla como venta ambulante de papa criolla y rellena, en precarias condiciones. Su local fue hecho en la calle y su receta atrae diariamente a nacionales y extranjeros. De domingo a domingo, la venta de rellena, papa criolla, gallina, asadura y platano, acompañada de guacamole y ají.

La movilización vehicular por los carros estacionados alrededor, la invasión del espacio público por largas filas y el no poder vender alimentos preparados en un local hacia la calle, son los principales problemas por los que, asegura el IPES, deberán mudarse. Sin embargo, la familia de Doña Segunda se encuentra en completo desacuerdo con esta medida desde el momento de la notificación: “solamente nos dijeron: tienen que moverse… pueden vender arepas y lácteos si no les funciona” cuenta Miguel Velásquez, hijo de doña Segunda.         

Luego de hora y media, la fila finalmente comienza a avanzar, las personas han permanecido allí sin retirarse bajo el sol de la tarde de un domingo. Este famoso lugar también ha generado empleos informales como la persona que ayuda al momento de parquear, vendedores ambulantes de aguacate y mazorca, incluso, un señor que va avisando a los que se encuentran haciendo fila qué se va agotando en cocina.

En su silla, Doña Segunda se toma fotos como una celebridad con uno de sus clientes: Fernando Romero. Un hombre ya canoso, de camisa y sombrero que se llama a si mismo cliente fiel. Lo veo hablando con Doña Segunda y cuando vuelve a la fila le pregunto si son buenos amigos porque eso parecía: “somos conocidos -ella y yo- por la comida. Vengo cada fin de semana desde Fontibón casi sin falta y siempre vale la pena hacerle la fila a Doña Segunda. Es demorado, pero yo no he conocido mejor picada.”  

Finalmente estamos frente a la cocina y, en ella, ninguno de los trabajadores se choca con otro aunque sea pequeña. Hay quienes piden picadas que comienzan desde $ 7.000 y quienes piden por porciones entre los $1.000 y los $5.000. No hay mucho tiempo para pensar qué pedir.

 Con esa fila, lo ideal es que se pida en cinco minutos. Pican los alimentos frente al comensal y los colocan en una canasta casi mecánicamente. La entregan, se paga y la persona se dispone a cruzar la calle. Allí se encuentra un edificio de tres pisos que vende las bebidas y brinda las mesas. Dos horas después de la llegada se consigue mesa y uno logra almorzar.

Este año, Doña Segunda recibió el reconocimiento de “Toda una vida de trabajo” en Premios La Barra – Élite Professional 2019 donde se enaltece a los mejores restaurantes y personalidades del país en el ámbito gastronómico de Colombia.