Los drásticos cambios que ha traído la pandemia han dejado múltiples víctimas que van más allá de las contagiadas, millones relacionadas con desplomes económicos de industrias tan grandes como la aeronáutica, con el sorpresivo aumento de accidentes por exceso de velocidad y con el drama, tanto del desempleo, que ya agrupa a la quinta parte de la fuerza laboral del país, como el de la salud mental de los adolescentes, los más afectados emocionalmente durante la cuarentena.
El 25 de marzo, la ministra de Transporte, Ángela Orozco, anunció la suspensión de vuelos comerciales en el país a causa de la emergencia sanitaria por Covid-19, medida expedida por el presidente Iván Duque el 17 de marzo. Casi dos meses después, el 19 de mayo, Duque anunció que la emergencia sanitaria será extendida hasta el 31 de agosto, con el fin de mitigar y disminuir el riesgo de contagio. Así mismo, se restringió el transporte aéreo doméstico, al menos, hasta la misma fecha. Dicha emergencia le permite al gobierno tomar decisiones y expedir normas, como la detención del flujo aéreo, mediante decretos legislativos.
Mientras tanto, las empresas que se enfocan principalmente en el transporte comercial aéreo, que son la mayoría, no podrán reanudar operaciones y seguirán sufriendo grandes pérdidas económicas.
La plataforma FlightRadar ha dejado a la vista la dramática disminución en el tráfico aéreo mundial a comparación de meses anteriores. La página registra que en enero se reportaban cerca de 190.000 vuelos al día, mientras que para abril la cifra llegó a casi 57.000 diarios.
Como consecuencia de la reducción exponencial de vuelos, el gerente de La Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas en inglés), Andrés Uribe, señaló que la pérdida que está sufriendo esta industria en Colombia es de USD3.500 millones, en medio de un debate en la Comisión de Ordenamiento Territorial del Senado. Este monto corresponde, según RCN Radio, al aproximado de tres veces lo que Estados Unidos proporcionó a AstraZenca para desarrollar la vacuna británica contra el Covid-19.
El impacto que ha tenido el cierre de operaciones en la economía y sostenimiento de las aerolíneas ha sido evidente a través de la reducción de personal como pilotos, copilotos, auxiliares de vuelo, técnicos, etc. Según menciona un capitán de una aerolínea regional, que no consideró pertinente revelar su nombre por los compromisos con la aerolínea a la que pertenece, “no todas las empresas son dueñas de los aviones o los han librado, puede que estén en leasing o algún tipo de arrendamiento. Entonces al estar parados pues no van a generar esos ingresos que les van a permitir cubrir esos gastos de tener todas esas plantas”.
Esto, sin contar con los gastos adicionales que implica el mantenimiento preventivo con el que deben cumplir las aeronaves, aunque estas no estén en funcionamiento. Este ha sido el caso de EasyFly, que a pesar de ser, hasta marzo, la empresa aeronáutica con mayor crecimiento en los últimos cuatro años en el país, ha tenido que tomar medidas para hacer frente a la situación económica a la que se enfrenta.
Recientemente, dicha empresa tuvo que devolver siete de las aeronaves que poseía, lo equivalente al 30% de su flota, por lo que igual porcentaje de la tripulación fue despedida. Así lo señaló Luis Mendoza, uno de los 26 pilotos afectados. Sin embargo, resaltó que se les realizó un “acuerdo voluntario de terminación de contrato con algunos beneficios proyectados a futuro”, que incluyen la recontratación en cuanto se nivelen las acciones de la aerolínea.
La demanda global en descenso ha significado el mayor desplome en la historia de este sector, por lo que la reducción de personal no ha sido solo un caso presentado en Colombia. Air Canada, Latam, British Airways y Delta han sido otras de las empresas que han recurrido a este método: la primera con un despido masivo de 20.000 funcionarios; la segunda, con un despido de 1.400 empleados; la tercera, planearía eliminar 12.000 puestos de trabajo, y, la última, otros 7.000.
Otras compañías extranjeras que se dedican a la fabricación de aeronaves, como la firma europea Airbus SE. y la estadounidense Boeing Co., debieron tomar medidas para adaptarse a la creciente disminución en la demanda aeronáutica y recorte en la industria. La plataforma informativa France24 y La República, señalaron que Airbus SE. registró una caída del 49% en sus ganancias básicas: USD304 millones, equivalentes al primer desembolso de un gran préstamo realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo a Colombia para reparar la emergencia generada por la pandemia actual, según Forbes Colombia.
Además, Airbus SE. habría limitado cerca de 6.000 empleos, 3.200 en el Reino Unido y 3.000 en Francia. Boeing Co., por su parte, comunicó tener planeado eliminar alrededor de 16.000 empleos y la producción de modelos aéreos tras presentar pérdidas de 628 millones de dólares en el primer trimestre del presente año. El equivalente aproximado a un brindado por el Banco Mundial a Colombia para la financiación de los programas sociales para atender la crisis por Covid-19, según la plataforma de noticias Dinero.
Ahora bien, esta no es la única estrategia a la que han apelado las aerolíneas y compañías: licencias no remuneradas y eliminación total del salario por cierto tiempo han sido otras de las medidas adoptadas.
Ante esta situación, algunos pilotos han tenido que acudir a otros medios de ingresos. Uno de estos casos ha sido el de Manuel del Castillo, un primer oficial que recientemente fue despedido de una aerolínea regional y ha encontrado una vía de sustento en la venta de material de bioseguridad, almuerzos y prestación de servicios para la movilidad de otros productos.
Pese a que el gobierno limitó las operaciones aeronáuticas, ha hecho una serie de excepciones que, hasta el momento, han admitido únicamente el uso de aeronaves por empresas y entidades que realicen vuelos humanitarios o de carga.
En consecuencia de lo anterior, gran parte de las compañías se han enfocado en dichos procedimientos, una de estas es la Fuerza Aérea Colombiana (FAC). Andrés Otero, piloto y director de Inteligencia Aeroespacial de esta entidad, señaló que debido a que las operaciones de la FAC funcionan de acuerdo a las necesidades del Estado, se han concentrado en fines humanitarios.
Esto implica repatriaciones, ayudas del gobierno a lugares del país con escasos recursos y el transporte de elementos de bioseguridad, al igual que pruebas, respiradores y demás equipo médico necesario para hacerle frente a la pandemia.
Traer ciudadanos colombianos de Wuhan, China (donde se originó el coronavirus), ha sido una de las misiones más destacadas que ha realizado la FAC durante la pandemia. Rolando Aros, un oficial activo de esta entidad y trabajador de la Unidad Administrativa Especial de la Aeronáutica Civil, hizo parte de la tripulación que la llevó a cabo.
“En lo personal y como tripulación pudimos poner en práctica toda la experiencia obtenida en una carrera de más de 20 años como piloto militar, fue una vuelta al mundo literal”, mencionó Aros, quien también resaltó que la misión fue realizada bajo distintas estrategias para garantizar la seguridad de la tripulación. Entre ellas: la preparación especial con personal experto en epidemiología y medicina de aviación, logísticas de descanso y alimentación y el acompañamiento de equipo médico del Instituto Nacional de Salud y la Cruz Roja Colombiana. Finalmente, destaca que dicha labor fue bastante positiva tanto para el país, como para la entidad en sí.
Algunas aerolíneas como Satena, Avianca Cargo, Latam Cargo, Líneas Aéreas Suramericanas, entre otras, también han podido realizar vuelos de carga y humanitarios. EasyFly es una de estas, pues, según el representante legal y director de operaciones, Hugo Acosta, esta empresa se ha encargado de movilizar, bajo una serie de protocolos, a la mayoría de los funcionarios de la industria minera que se encuentran en campos de explotación petrolera. Sin embargo, este movimiento aéreo es mínimo, por lo que estas misiones son destinadas a pocos pilotos y en orden de escalafón, es decir, de acuerdo con el orden de ingreso a la empresa.
Un Primer Oficial de una aeronave en Colombia, que no consideró prudente que se mencionara su nombre por obligaciones éticas con la empresa a la que pertenece, expresó la posibilidad de que la situación actual por el Covid-19 traiga consecuencias y enseñanzas a la industria aeronáutica. Así pues, puntualizó que “es posible que se acaben muchas empresas y empleos. Muy probablemente este momento será un punto de partida para muchos procedimientos de seguridad en cuanto a mitigación de riesgos biológicos por medio aeronáutico”. Es decir, que es probable que se tenga mayor precaución ante el contagio de diversas enfermedades dentro de las aeronaves y aeropuertos.
Ante lo anterior, Hugo Acosta señala que todas las aerolíneas que operan en el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, han realizado una serie de reuniones con el fin de determinar los procedimientos que se llevarán a cabo para la futura reanudación de actividades aéreas seguras, tanto para los usuarios como para las tripulaciones.
Protocolos como la toma de temperatura corporal, el uso de material de bioseguridad, la baja ocupación en las aeronaves por distanciamiento dentro de las mismas y limitación en el equipaje de mano han sido algunas de las opciones que se han planteado para la prevención del Covid-19 en los usuarios.
Los funcionarios de la movilidad aérea también estarían sujetos a diversas medidas, así lo mencionó Acosta. En lo que concierne a los pilotos comerciales, estos no podrían salir de la cabina hasta llegar nuevamente a su ciudad de origen, además de no contar con la posibilidad de tener contacto con las auxiliares de vuelo durante las asignaciones. Mientras que la FAC ha tomado otras alternativas como el establecimiento de tripulaciones permanentes, con el fin de identificar con mayor facilidad las personas que podrían encontrarse contagiadas.
Esta industria se encuentra a la expectativa de lo que pueda suceder con el futuro de empresas y funcionarios que la componen. Acosta piensa que la aviación no solo compete a tripulaciones, empresarios o usuarios, sino también a taxistas, industrias hoteleras y de turismo: “¿Tú te imaginas cuántas familias están en este momento haciendo fuerza y rezando para que podamos volver a volar?, ¿para que esos funcionarios puedan tener nuevamente su salario y puedan pagar el sustento de esas familias?”.
Por: Daniela Perea
Una de las poblaciones más afectadas por las medidas de aislamiento, producto de la llegada del coronavirus, es la desempleada, que crece cada semana. La imposibilidad de salir se convierte en un problema para aquellos que no cuentan con una entrada económica estable. Para esto la Alcaldía de Bogotá y la Gobernación de Cundinamarca, al igual que otros órganos estatales, han intentado minimizar el impacto negativo que dichas medidas han tenido en la vida de las personas.
El Ministerio del Trabajo determinó que únicamente los trabajadores ahora desempleados que hayan estado afiliados a cajas de compensación durante un tiempo determinado y pertenecientes a las categorías A y B, podrán aplicar al subsidio de emergencia del Mecanismo de Protección al Cesante. Esta ayuda, otorgada por cajas de compensación, requiere que: 1) las personas que apliquen hayan sido afiliadas durante tres años; 2) que hayan realizado aportes durante 12 o 24 meses, según su antigua modalidad de empleo, y 3) que no estén afiliados actualmente como cotizantes a una EPS o Caja de Compensación Familiar.
Otra ayuda que intenta aliviar la carencia económica es el Ingreso Solidario, que da 160.000 pesos a personas que, según dictamine el Ministerio de Salud, del Trabajo y el Sisbén, están en condición de vulnerabilidad. Sin embargo, estos apoyos han demostrado no tener una cobertura adecuada, dejando desprotegidas a muchas personas.
Daisy María Carmona es una mujer desempleada que vive saliendo de Bogotá vía Mosquera. “Antes de la cuarentena yo me dedicaba a hacer aseo en casas, oficios varios”, comenta. Antes del aislamiento no encontraba un empleo estable, de vez en cuando conseguía el dinero que podía limpiando casas. Ella y su esposo, que tenía un trabajo estable, se las arreglaban para mantenerse ellos y a su hija de 5 años. Sin embargo, con la llegada del Covid-19 y las medidas preventivas que incluyen la cuarentena obligatoria, no solo ella se quedó sin el trabajo que medianamente conseguía, sino que su esposo también perdió su empleo como operario en una fábrica de Nestlé Purina.
“No teníamos a veces para comer, no teníamos ni para comprarnos una bolsa de leche o unos huevos. Los primeros días fueron duros. Tuvimos que ir donde el vecino para que nos regalara alguito para comer”, cuenta Daisy. A pesar de ser una persona en condición de vulnerabilidad, no recibió ningún apoyo gubernamental. “Siguen llegando los recibos común y corriente. Sigue llegando el arriendo”. Con respecto a esto, se supone, existe el descuento de servicios públicos implementados por la Alcaldía de Bogotá que intentan sopesar el impacto económico producto del aislamiento obligatorio. Incluso fue implementado un alivio de arrendamiento solidario por $250.000 mensuales para hogares vulnerables. Sin embargo, estas medidas no han representado un apoyo significativo para las necesidades de Daisy y su familia.
Únicamente recibió un mercado del colegio de su hija, Deily, quien no ha podido volver a estudiar porque no poseen los medios para ver las clases en línea. Dice que gracias a “las personas de buen corazón” han logrado sobrellevar las cosas. Esta misma situación es la que viven muchas otras personas, que no tienen acceso a las ayudas gubernamentales necesarias, como el subsidio por desempleo, pues no cumple con los requisitos para acceder a este beneficio.
Eliberto Bustos cubría eventos masivos: “mi especialidad son los deportes, llevo siete campeonatos mundiales de fútbol y he tenido la posibilidad de cubrir dos juegos olímpicos, juegos centroamericanos, juegos panamericanos…”. Trabaja con Todelar y con Emisora Punto 5, donde presenta sus notas. Sin embargo, su contrato es freelance, lo que quiere decir que trabaja por su cuenta reporteando para luego vender sus notas. Su situación ha cambiado drásticamente con la cuarentena, no solo porque las aglomeraciones están prohibidas sino también por la reducción notable que han tenido los eventos deportivos. “Ha cambiado todo, porque uno trabaja por fuera”, dice. Aunque ha recibido ayudas de la Gobernación de Cundinamarca, un único bono de $160.000 pesos, cree que los auxilios económicos “alivian, pero no mucho, de 1 a 100 un 3%”, aclara. Este auxilio, sin embargo, lo recibió debido al trato cercano que su trabajo como periodista le permitió con la Gobernación.
Mientras tanto, como él dice, “ha tocado de puros ahorros, pero ya casi se acaban”. A pesar de tener un empleo en esta emisora, su contrato no le provee ninguna estabilidad laboral y mucho menos está afiliado a una caja de compensación, por lo cual no puede acceder a un subsidio de desempleo.
Leonardo Sosa lleva alrededor de 9 años en la ciudad de Bogotá, actualmente vive en la localidad de Bosa. Es actor profesional, especializado en teatro, pero antes de las medidas de prevención trabajaba en una empresa de suministro de impresoras, de la que fue despedido. “Te quedas sin recursos y es difícil, sobre todo cuando debes pagar cuotas en el banco, pagar el arriendo, a veces no sé que hacer para comer, para vivir, es muy difícil”. Leonardo hace énfasis en lo complicado que es salir adelante en esta situación y más para una persona que se dedica a la actuación: “la gente habla mucho de ‘reinventarse’, pero en un país como el nuestro, a veces para todos, reinventarse es otra cosa. Cuando no hay apoyo, cuando estamos olvidados, como que no existimos”, comenta en referencia a la dificultad que tienen algunas personas para salir adelante en tiempos de cuarentena. Por lo pronto, el único apoyo económico que le ha ayudado a mantenerse estos días es el de sus amigos. Al igual que Eliberto, Leonardo no puede acceder a las ayudas gubernamentales, pues no cumple los requisitos de aplicación y tampoco aplica para las listas del Ingreso Solidario.
Estas, como muchas, son algunas de las historias de personas desempleadas que se las arreglan para sobrevivir a esta cuarentena. La situación ha provocado graves inconvenientes con respecto al sustento económico de millones de personas que ahora están desempleadas. Si bien las ayudas gubernamentales se han extendido como una medida que intenta prevenir el impacto negativo del aislamiento, no tienen una cobertura adecuada. Son muchas las personas que no gozan de entradas económicas estables o personas cuyos trabajos dependen de salir a la calle, muchas en situaciones precarias y, aún así, no califican para obtener las ayudas como el subsidio de desempleo, los bonos de alimentación o el Ingreso Solidario.
Por: Daniel Vargas
Uno de los sectores de la capital que cambió radicalmente por el aislamiento preventivo obligatorio fue el de la movilidad. El Decreto 457 ordenó la restricción total de vehículos en todo el territorio nacional, a menos de que se cumpla alguna de las 34 excepciones para poder circular libremente. Esta medida influyó directamente en la cantidad de siniestros viales que sucedían diariamente, reduciéndolos drásticamente. Comparando los incidentes que se presentaron en la ciudad entre marzo y abril del 2019, con los que se registraron durante los mismos meses pero durante la cuarentena, se han reducido más de la mitad.
La mayoría de incidentes que ocurrían diariamente eran provocados por los vehículos particulares, así que la disminución de accidentes se debe principalmente a que estos no están en circulación. De hecho, una investigación realizada por la Secretaría de Movilidad, que analizó la información de 6.605 accidentes registrados entre el 9 de agosto y el 16 de septiembre de 2019, concluyó que los vehículos particulares participaron del 69% de los siniestros y fueron los actores viales que más se accidentaron entre sí.
A su vez, como consecuencia del bajo aforo vehicular, la SDM ha evidenciado un aumento en los accidentes ocasionados por exceso de velocidad. Así lo demuestran los datos registrados por la institución entre el 25 de marzo y el 19 de abril de este año; la velocidad promedio de Bogotá se incrementó ligeramente, pasando de 30,1 km/h en días típicos a 38,3 km/h en aislamiento, un aumento de 8,2 km/h o 27,4%.
Al respecto, el director de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANS), Luis Felipe Lota, comentó el 22 de abril, en una entrevista para Red Más, que el exceso de velocidad es el principal factor de riesgo en la siniestralidad de la ciudad, ya que a mayor velocidad aumenta la probabilidad de colisión y de perder la vida. De ahí que 125 de los 824 accidentes, registrados en el informe del Distrito de Movilidad durante la cuarentena, se hayan concentrado en corredores viales de alta velocidad como la calle 13, la Avenida Boyacá y la Avenida Ciudad de Cali. También cabe destacar que la mayoría de estos incidentes se presentaron en horas de la madrugada, debido a que a esa hora la capacidad de la vía permite que los conductores aumenten aún más la velocidad.
“Con un menor número de vehículos circulando en la mayoría de las vías arteriales, se redujeron los tiempos de viaje, por eso todos los conductores deben estar con los cinco sentidos al volante, para no poner en riesgo su vida ni la de los demás. Estamos en cuarentena y las normas de tránsito siguen vigentes, todos deben respetar los límites de velocidad, así como el semáforo en rojo y el PARE”, afirmó públicamente el Secretario de Movilidad de Bogotá, Nicolás Estupiñán, ante el reciente aumento de los accidentes por exceso de velocidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la mayoría de accidentes de tránsito que se presentan en el mundo suceden por error humano, como lo es el exceso de velocidad. Entre las medidas que ha propuesto para reducir la accidentalidad vial, la OMS ha insistido en que los gobiernos realicen dos acciones fundamentales: ser más rigurosos en las normas de expedición de las licencias para conducir y fortalecer la enseñanza sobre la seguridad vial en las escuelas de conducción.
Bajo esa idea, en los últimos años el gobierno ha endurecido los requisitos para sacar la licencia de conducción en los Centros de Enseñanza Automovilística (CEA), ha intentado evitar que cualquier persona saque el pase con medidas como la implementación de una prueba teórica y las clases prácticas son planeadas para ser monitoreadas en tiempo real por la Superintendencia de Transporte.
No obstante, hay quienes creen que todavía hace falta mejorar la enseñanza en las escuelas, como lo afirmó el director de la ANS en una reciente propuesta de la institución para que los aspirantes hagan una especie de “Icfes” que los certifique para sacar el pase: “Los estudiantes pueden tener muy buena teoría, saberse todos los códigos y señales, pero al final llegan a la práctica y no saben cómo parquear o tomar una curva. Antes de analizar las prácticas hay que analizar qué tanto sabe la persona”, aseveró el funcionario.
Plaza Capital le preguntó a la Secretaría de Movilidad si considera que hace falta fortalecer la enseñanza en los CEA, en vista de que el aumento de accidentes por exceso de velocidad durante la cuarentena evidenció la falta de inteligencia vial de los conductores bogotanos. La institución contestó que: “los excesos de velocidad se presentan porque la capacidad de la vía permite el aumento, es más un tema de consciencia que de algo que se imparta en los cursos de conducción. Por eso la Secretaría ha impulsado medidas para que los conductores tengan en cuenta que su peor enemigo es la velocidad”.
Estas son algunas de las medidas que habría tomado la entidad frente al aumento de velocidad por parte de los conductores: implementar 70 cámaras salvavidas en diferentes puntos de la ciudad, que le harán un comparendo al conductor si excede los límites de velocidad; establecer puestos de control de la Policía de Tránsito en los corredores viales más importantes de la capital; decretar una velocidad máxima de 50km/h, y establecer corredores de ciclo ruta temporales que garanticen la seguridad de los ciclistas frente a los automóviles.
Por: Santiago Marín
En los últimos meses el confinamiento para mitigar el contagio del Covid-19 ha generado gran impacto en la vida de todas las personas y los jóvenes estudiantes, particularmente, han tenido que enfrentarse a un duro cambio en sus rutinas diarias. El encierro, el aumento de la carga académica y la falta de interacciones sociales han traído consecuencias en la salud mental y emocional de los adolescentes.
En un informe del ICBF, el psiquiatra Roberto Chaskel afirma que los jóvenes “se encuentran en una etapa en la que quieren autonomía, privacidad, independencia y quieren estar con sus amigos. Al estar en aislamiento, es muy posible que presenten síntomas de tristeza, confusión, menor motivación y se sientan desubicados”.
Valentina Bernal, una estudiante de 18 años de la Universidad del Rosario, cuenta cómo la cuarentena obligatoria ha afectado su salud anímica, produciéndole desmotivación y tristeza por aquellas cosas que antes de la llegada del coronavirus la llenaban de alegría y de interés por aprender nuevas cosas. Antes de la cuarentena, disfrutaba mucho de la fotografía, leer y escribir.
Según la psicóloga y antropóloga social Anix Centeno, la crisis que afronta actualmente el mundo genera esos sentimientos de tristeza. La psicóloga hace una recomendación para que los adolescentes puedan despejarse un poco de aquello que los desmotiva: “Es importante que cada persona se reconozca a sí misma y que entonces mire qué es lo que realmente le gusta hacer y, en la medida de lo posible, durante el encierro, lo haga como un mecanismo de distracción”.
Escribir es una afición que Valentina sigue manteniendo y que le ha ayudado a sobrellevar los días difíciles. No obstante, había tenido que disminuirlo en gran medida debido a que la carga académica aumentó en comparación a cómo se desarrollaban las clases antes de la virtualización. “La carga académica me ha afectado mucho emocionalmente porque siento que no hay tiempo para nada, porque han dejado el doble de trabajo y a veces se hace imposible hacer todo, siento como si tuviera una carga encima que no me deja estar tranquila”, dice. Esta situación es uno de los factores que más le ha generado ansiedad y desmotivación para continuar con el mismo entusiasmo y compromiso que tenía antes de las clases virtuales.
Al no seguir con el interés por sus clases, sumado a la falta de sueño en la noche, pasaba la mayoría de sus clases durmiendo, llevándola a un sentimiento de frustración al sentir que “no estaba haciendo nada”, que “estaba perdiendo el tiempo”. En un informe del ICBF se afirma que para “adaptarnos a la situación actual debemos cuidar de nuestra salud mental, teniendo una rutina de sueño adecuada y hábitos saludables como hacer actividad física y dedicar tiempo para ti”. Recomendación que Valentina no pudo implementar debido, según ella, a la ansiedad del encierro y al estrés de la carga académica.
Una de las cosas que más extraña Valentina de las clases presenciales es el contacto físico. “Me hace mucha falta las conversaciones, ir a la universidad porque surgen momentos divertidos, la compañía en general es la que me hace falta de las personas que ya no puedo ver ahora”.
A pesar de todos estos estresores que afectan su salud emocional, Valentina rescata que el encierro le ha dado cosas que anteriormente no podía disfrutar mucho. “Ver películas con mi mamá es un pasatiempo que hemos adoptado porque vemos cosas juntas, es algo que antes no podíamos hacer. Compartir en familia es algo que me ha mantenido distraída, fuera de lo académico, durante la cuarentena”. Según el informe del ICBF, “este tiempo en casa es una oportunidad para compartir en familia, explorar habilidades y capacidades para ocupar nuestro tiempo y cuidar de nuestra salud física y mental”.
La cuarentena es un espacio que ha permitido que los adolescentes se tomen el tiempo de conocerse un poco más a sí mismos. Esta joven estudiante afirma que el pasar tanto tiempo analizándose a ella misma ha sido difícil: “algunas veces siento una inseguridad con las cosas que digo o hago que me hacen sentir de alguna manera extraña”.
El ICBF y la psicóloga Anix Centeno concuerdan recomendando que ante estos días en que los jóvenes tienen que enfrentarse al encierro, lo que debe primar es la comprensión y escucha por parte de quienes conviven con ellos durante esta crisis mundial. “Es importante que le dejes saber al adolescente que no estás para juzgar cómo se siente, que no está mal sentirse triste o preocupado por momentos y que, si bien todos y todas enfrentamos esta situación de formas diferentes, estamos juntos en esto”, afirma el ICBF en un comunicado sobre salud emocional en adolescentes .
Durante estos duros días de confinamiento, esta población enfrenta grandes crisis emocionales. “Una de las grandes cosas que nos mantienen sanos, en términos de salud mental, es mantener nuestras rutinas, en especial, las básicas, que es dormir a tiempo, comer a tiempo y estudiar en las horas destinadas para ello”, afirmó el psiquiatra Roberto Chaskel en un conversatorio sobre salud emocional. Es importante que en estos días los familiares que conviven con jóvenes estudiantes que afrontan sentimientos de tristeza, como es la situación de Valentina, los motiven a desarrollar actividades que les guste, para así distraerse de los factores que afectan su salud emocional durante el confinamiento.
Por: Alejandra Jiménez