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TIERRA DE LABRADORES



Nani es una lideresa ambiental del humedal Tibabuyes que recuerda cómo, en medio de la obra de una pasarela de concreto al lado del cuerpo de agua, decenas de animales corrían asustados por las calles de los barrios aledaños. “Había un lugar en donde se escondían sobre todo muchos curies que salieron corriendo porque les dañaron su casita y empezaron a resguardarse debajo de un puente que estaba cerca de los edificios de Alcaparros, un poquito cerca la huerta”, recuerda la lideresa.

‘Nani’ agrega que incluso los curies empezaron a correr hacia todos lados y en el centro comercial de Unicentro (de Occidente) empezaron a poner avisos para que la gente no los alimentara. “Empezaron también a resguardarse en los jardines que tenía el centro comercial”, recuerda.

No solo los roedores se vieron afectados, también se reportaron muertes de otras especies. “Sobre todo por el chat de la huerta y en los grupos de Facebook del del barrio subían muchas fotos de aves muertas, por todo el estrés que significaban esos ruidos de esa maquinaria pesada. Se veían muchas culebras sabaneras que huían y varias fueron aplastadas por las llantas de las bicis y de los carros”, cuenta ‘Nani’

Todos los animales que huían de la construcción son una muestra de la biodiversidad del humedal de Tibabuyes, uno de los ecosistemas más importantes de Bogotá. Según el Jardín Botánico de Bogotá, en este humedal se encuentran especies de aves endémicas como la tingua pico rojo (Gallinula galeata), la tingua pico amarillo (Fulica americana columbiana) y la tingua moteada (Gallinula melanops bogotensis). Además, es hogar de aves rapaces como el gavilán espíritu santo (Elanus leucurus) y el águila pescadora (Pandion haliaetus), entre otras.

La flora del humedal, que también es sensible a las construcciones como la de la pasarela, es igualmente diversa, con vegetación acuática que incluye enea, buchón y helecho de agua, y árboles como nogal, roble y cedro. Esta variedad de especies vegetales y animales no solo enriquece el ecosistema, sino que también contribuye a la regulación del clima, la calidad del aire y el control de inundaciones, servicios ecosistémicos fundamentales para la ciudad.

Según Melissa Sánchez Herrera, bióloga con una maestría en Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes y un doctorado de la Universidad Estatal de Nueva Jersey, los humedales son un ecosistema único, particularmente en una ciudad como Bogotá que se encuentra a 2600 metros de altura. “Bogotá es una planicie llena de humedales, una ciudad construida sobre lo que hace unos miles de años era un ecosistema humedal”, señala.

Este es el humedal. Foto: Laura Sánchez U

Estos humedales, a pesar de haber sufrido modificaciones debido a la urbanización, cumplen una función vital al actuar como esponjas y filtros naturales que eliminan contaminantes, lo que es crucial para una ciudad con altos niveles de contaminación y escasez de espacios verdes. Sánchez Herrera subraya que la construcción continua está erosionando estas herramientas naturales, afectando tanto el ecosistema como la salud humana al desconectar los humedales de las fuentes de agua limpia que provienen de los cerros orientales, en un contexto agravado por el cambio climático.

Protección Legal y Amenazas

El humedal Tibabuyes está protegido bajo la Ley 357 de 1997, que ratifica la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, conocida como la Convención Ramsar. Esta ley establece la obligación del Estado colombiano de conservar y utilizar de manera racional estos ecosistemas. Además, el humedal fue declarado Parque Ecológico Distrital de Humedal mediante el Decreto 190 de 2004, lo que refuerza su protección dentro del Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá.

A pesar de estas medidas, el humedal enfrenta múltiples amenazas. Según la Fundación Humedales de Bogotá, el crecimiento urbano descontrolado, la contaminación hídrica y la competencia con especies invasoras están poniendo en riesgo la integridad del ecosistema. Las obras de infraestructura, como urbanizaciones y pavimentaciones, han alterado el drenaje natural del humedal, reduciendo su capacidad para filtrar y retener agua.

La protección legal y ambiental de los humedales en Bogotá ha sido un proceso marcado por altibajos, influenciado por las administraciones de turno y sus prioridades. “Desde los años 90, hemos atravesado múltiples escenarios, que cambian principalmente según las alcaldías y el presupuesto asignado a los humedales”, explica Jorge Manuel Escobar, director de la organización Humedales de Bogotá.

El caso del humedal Tibabuyes es particularmente emblemático: pasó de ser un vertedero a experimentar una recuperación parcial, solo para ser nuevamente afectado por intervenciones urbanísticas. “Pasó de estar abandonado, recibiendo residuos, a tener una recuperación limitada, hasta que una administración decidió intervenir con un proyecto paisajístico, lleno de concreto”, subraya Escobar.

El impacto negativo de la cementación en la zona fue considerable. A pesar de algunos avances en biodiversidad y en la reconformación hidromorfológica, “el modelo paisajístico volvió a predominar, afectando gravemente el ecosistema”, concluye.

Uno de los principales problemas en la protección de estos ecosistemas radica en la falta de continuidad en las políticas ambientales. “Las últimas tres administraciones han reducido el presupuesto ambiental para Bogotá, priorizando temas como la seguridad y movilidad”, asegura el director. Además, las obras urbanísticas, como el paso elevado entre Engativá y Suba, avanzaron sin un adecuado estudio de impacto ambiental.

“A pesar de las advertencias de los colectivos y demandas presentadas, las obras siguieron adelante”, señala Jorge Manuel Escobar, recordando cómo las instancias judiciales fallaron a favor de la comunidad cuando ya el 80% de la obra estaba avanzada. Esta situación refleja la vulnerabilidad de los humedales ante decisiones políticas que ignoran la participación ciudadana y los estudios ambientales adecuados.

La falta de consultas ciudadanas ha sido un problema constante. En la administración de Peñalosa, por ejemplo, se omitieron instancias participativas, lo que facilitó la implementación de obras sin considerar los impactos ambientales, a pesar de las advertencias de las comunidades y la presentación de demandas legales.