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Personas “sin Estado”: seres sin derechos

La decisión de dejar el lugar de residencia, aquel en el que se ha crecido, convivido y echado raíces, hace parte de la forzosa situación a la que los migrantes se enfrentan por la búsqueda de una vida en relativa calma. Sin embargo, los peligros sorteados en sus países de origen, en ocasiones, no desaparecen durante este viaje.

Tanto el caso de Johana como el de otra migrante en Honduras, a quien llamaremos María Carmen porque así nos lo solicitó, convergen en que las dos son mujeres cabeza de hogar. Además, ambas fueron movidas por presiones de grupos insurgentes para tomar la decisión de dejar lo que alguna vez creyeron era un hogar seguro para vivir y criar a sus hijas.

Carmen enviudó luego de que su esposo, quien pertenecía a la fuerza pública hondureña, fuese asesinado por una de las bandas delincuenciales que cobran vacunas, extorsionan y manipulan a la sociedad civil a su antojo. En el año 2012, luego de episodios y situaciones desagradables con las pandillas de su barrio, decidió que lo mejor para ella y sus hijos era coger sus maletas y, un día sin avisar a nadie, marcharse al american dream del que tanto le habían hablado.

El viaje, sin lugar a duda, es la etapa de la migración con mayor incertidumbre. Casi nunca se está seguro de lo que vendrá después, de lo que alcanzarán; el temor más recurrente entre los forzados viajeros es, “no poder pasar. Uno cuando va con sus hijos se tiene que armar de valor, hay que sacar fuerzas de donde sea, hasta cuando creamos que no lo vamos a lograr. Pero a mí me asustaba no poder pasar, que me cogieran o devolvieran, ¿y mis hijos qué?”, comenta María Carmen.

No obstante, las circunstancias que rodean a los inmigrantes una vez emprendido el viaje son diversas. Puesto que, el peligro del que tanto huían se puede presentar nuevamente en el camino. La vida de estas personas está en constante riesgo y más aún cuando el viaje se hace de forma clandestina, en pequeños grupos y apoyados por personas que pertenecen a otras bandas delincuenciales.

“Yo viajé con un grupo pequeño de personas de Honduras y El Salvador. Por medio de una persona a la que llegué mediante recomendaciones, porque mucha gente de mi barrio se había decidido en irse. Entonces mediante una vecina me puse en contacto con la persona que nos ayudó a pasar en grupo”
-María Carmen.

Jacinta Astles, periodista regional de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para América del Norte, Central y el Caribe asegura que la migración individual y en grupos pequeños es un viaje que suele ser más rápido y, sobre todo, más sigiloso. Eso implica que los controles en los puntos fronterizos sean menores, pero a su vez hace que los viajes sean mucho más costosos y peligrosos. Se debe pagar un coyote que, por lo general, cobra por cada persona que esté guiando. La vulnerabilidad es mucho más alta porque la persona que está guiando lo puede dejar abandonado en cualquier momento y en cualquier lugar del camino como sucede en muchas ocasiones.

Tanto la migración de Johana como la de Carmen se dio de manera irregular y por caminos poco vigilados para evitar los controles policiales. De manera que, el desierto y los caminos boscosos, fueron el escenario esencial para llegar a los Estados Unidos.

“Yo duré unos 25 días en atravesar las fronteras de Guatemala y México. Fue un viaje muy largo, pero la parte más complicada fue el paso de la frontera entre México y Estados Unidos. Cuando pasamos por el desierto teníamos que dormir en tiendas improvisadas, solo con agua y, de vez en cuando, pan. No conocía nada, no había nada en esas tierras, tenía que orar y confiar en el ‘coyote’ que nos llevaba”.
-María Carmen.

Un “coyote” es la persona que se dedica a cobrar por pasar personas en la frontera entre México y los Estados Unidos, usualmente son residentes en este último para no generar sospechas en los oficiales de migración. Actualmente existen cientos de estas personas que tienen sus propias rutas, formas de cruzar la frontera y reglas para no cruzarse en los caminos de los otros. El precio puede variar entre los 800 y los 3 mil dólares.

La abogada experta en inmigración Nishtha Kohli, asegura que en el negocio del tráfico ilegal de inmigrantes se lucran, en mayor medida, las oficinas y líderes de estas organizaciones delincuenciales. Aunque poco se habla de este tema, los llamados ‘coyotes’ son un grupo muy organizado con sus propias reglas.

María Carmen, quien llegó a los Estados Unidos desde Honduras, cuenta que oyó testimonios de personas que fueron abusadas en sus anteriores intentos migratorios cuando viajaban solos.

Historias como las que comenta María Carmen en conversación con los periodistas, se pueden contrastar con las cifras e informes de instituciones internacionales, que dan cuenta de la situación por la que inmigrantes indocumentados se enfrentan al momento del viaje. De acuerdo con las estimaciones realizadas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, son al menos quince mil los migrantes indocumentados que anualmente son secuestrados. Sin embargo, esta cifra puede llegar a ser mucho mayor dado que no se tiene conocimiento por parte de las instituciones del dato exacto de víctimas de desapariciones forzadas, secuestros, y transgresiones. No obstante, gracias a los testimonios de las personas que sobreviven y tienen éxito en su travesía, se pueden conocer estos hechos, de los cuales los inmigrantes son víctimas en escenarios prácticamente invisibles.

Algunos de los casos que comentan las personas con las que María Carmen viajaba, se pueden mostrar mediante uno de los testimonios que se documenta en el Informe Especial sobre los Casos de Secuestro en contra de Migrantes. En este, un grupo de indocumentados originarios de Guatemala, relatan los abusos de los que fueron víctimas y testigos en Orizaba, Veracruz. “Si no pagábamos, nos decían que nos iban a sacar un riñón para venderlo en Estados Unidos. Nos pegaban con la mano y con la cacha de los cuchillos también”.

A pesar de las extorsiones de las que son víctimas, también se identifica que en las áreas por las que atraviesan los indocumentados existe un control y vigilancia de grupos armados que se encargan de delinquir, secuestrar, asesinar y, en muchas ocasiones, coordinar trabajos de narcotráfico en la frontera: “Ellos decían que había veinte grupos de ‘zetas’, secuestradores, y que cada grupo tenía como diez integrantes. Se la pasan escuchando ‘corridos’ de los ‘zetas’, nos enseñaban videos de cómo mataron a un migrante que era ‘coyote’, se ve cómo lo tienen rodeado y lo están pateando hasta que le avientan una piedra en la cabeza, se ve cómo se le deshace la cabeza”.

Con el motivo de mitigar al máximo estos riesgos que se seguían corriendo al momento de cruzar las fronteras y durante el trayecto de la migración, Johana y Carmen coinciden en que puede llegar a ser más fácil hacer el viaje en grupos, más aún “cuando se pasa con hijos”.


Las caravanas: una nueva forma de viaje segura

ILUSTRACIÓN POR LAURA CIFUENTES @cifuentes_laura

Las caravanas migratorias son definidas, por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), como grandes grupos de personas que se mueven por tierra a través de las fronteras internacionales. Estos movimientos se crearon con el fin de reducir los peligros a los que se enfrentaban por querer una mejor calidad de vida, buscar asistencia de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales y, reducir costos en el trámite del viaje cuando debían pagar a personas que trafican con inmigrantes.

Este fenómeno, asegura la periodista Astles en un informe para la OIM, es organizado en buena medida mediante las redes sociales y de forma anónima, a través de grupos en Facebook u otras plataformas virtuales. Además, es una situación bastante nueva, pues la primera gran caravana se organizó a finales del 2018 y, ha permitido que mucha gente que antes no se atrevía a migrar encuentre la oportunidad perfecta para hacerlo.

No obstante, desde la primera caravana que se organizó en octubre del 2018, se empezaron a gestar múltiples viajes grupales y algunas caravanas mucho más pequeñas. Sin embargo, debido al escaso número de viajeros, estos movimientos en grandes grupos no generaron mucho ruido en los medios de comunicación, ni discusiones políticas entre países, como sí sucedió con las más numerosas. Según datos recolectados por el profesor mexicano Alfredo Islas Colín, la primera caravana, que partió el 13 de octubre de 2018, fue la más numerosa.

Elaboración propia

Como se puede observar en la gráfica, las caravanas siguientes a la del 13 de octubre, disminuyeron de una manera notoria. Las que más se acercaron en número de integrantes fueron las del 29 de octubre y la caravana que partió en dos días, 14 y 16 de enero del 2019. La cifra inicial de la primera caravana era superior a las mil personas. Sin embargo, esta nueva modalidad de migración tuvo tal acogida entre las personas del Triángulo del Norte que, antes de llegar a la frontera entre Guatemala y México, ya se habían sumado alrededor de seis mil personas más.

Fernando Silva, periodista del medio hondureño Contra Corriente, asegura que la primera gran caravana tuvo tal éxito porque los gobiernos no estaban preparados para un desplazamiento migratorio de tal envergadura y, por lo mismo, no supieron cómo actuar ante esa caravana. Mientras que, para las siguientes caravanas ya había una mayor preparación de los gobiernos, especialmente mediante el uso de las fuerzas militares en las fronteras y en los puntos estratégicos.

Dichas medidas represivas por parte de los gobiernos centroamericanos, tanto del Triángulo del Norte como de México, estuvieron incentivadas fundamentalmente por un reclamo de la administración de los Estados Unidos. De este modo, los gobiernos se vieron presionados a tomar medidas para intentar detener las caravanas, cuando las críticas estadounidenses se transformaron en advertencias de posibles recortes en los presupuestos de ayuda destinados para estos países.

El surgimiento de las caravanas marca una diferencia entre las modalidades de migración, así lo asegura Silva. Aunque antes había diferentes formas de migrar, como apoyarse en un coyote o en un migrante experimentado que había sido deportado, ahora se pueden entender estos procesos desde los viajes individuales o los viajes en grandes grupos.

El papel de la Iglesia durante el viaje migratorio

ILUSTRACIÓN POR LAURA CIFUENTES @cifuentes_laura

Justamente, el surgimiento de las caravanas le ha permitido a las personas encontrar una forma de migrar que les evita correr todos los riesgos que implica una migración individual. Según Silva, las caravanas representan gastos muy bajos para los migrantes, ya que hacen muchos recorridos a pie y cuentan con el apoyo de algunas instituciones privadas como casas de apoyo al migrante que les brindan alojamiento durante cierto tiempo. En cuanto a la seguridad, para el periodista, las personas se encuentran mucho más seguras dentro de estos grandes grupos migratorios que individualmente.

Las casas del migrante, que son instituciones poco mediáticas y de las cuales casi no hay un reconocimiento a su labor, cumplen un papel importante durante el viaje migratorio. Estos lugares son coordinados y manejados por la Iglesia Católica. Este es el caso de la casa del migrante de Guatemala, un lugar que está al servicio de la comunidad, y que por iniciativa de la Congregación de Misioneros de San Carlos Scalabrinianos, funge como refugio para aquellas personas que están en tránsito, o que son deportadas y no tienen dónde regresar.

El padre Mauro Verzeletti es el director, y está al frente de la casa del migrante en Guatemala, lugar donde actualmente hay alrededor de 150 migrantes quienes están allí por diferentes motivos. La mayoría están en tránsito, aunque otros muchos se encuentran a la deriva, y ven allí un lugar donde refugiarse mientras deciden qué hacer con sus vidas.

“La función de las casas del migrante es un lugar para acoger, proteger, promover, integrar, mientras la persona se va insertando a la sociedad, o mientras planea su sueño como persona. Por ejemplo, la casa del migrante de Guatemala acoge a las personas que huyen de la violencia, la pobreza, aquellos que se encuentran en tránsito, desplazados internos, personas que solicitan protección internacional y personas que son deportadas desde Estados Unidos y México”.
-Padre Mauro Verzeletti.

En estos lugares, las personas migrantes pueden encontrar refugio, comida, un lugar donde dormir, y servicios como duchas, baños, etc. La casa del migrante tiene dependencias como hospital, enfermería e incluso tiene un personal de Derechos Humanos destinado a recibir las denuncias de las violaciones a los derechos humanos.

La estadía en estos lugares tiende a ser corta, de tres a cinco días. Sin embargo, Verzeletti asegura que el problema está cuando las personas después de 20 o 30 años de vivir y trabajar en los Estados Unidos son deportadas, dado que, al haber trabajado gran parte de su vida en este país, muchos no tienen a donde regresar porque cuando emigraron lo vendieron o regalaron todo.

No obstante, el contexto tanto de las caravanas, como de la pandemia del Covid-19 ha desencadenado una serie de necesidades en estos lugares, en los cuales hay una sobrepoblación de personas migrantes, pues hay que tener un distanciamiento mínimo seguro. El padre ha hecho varias veces pública la necesidad de que otras instituciones contribuyan a esta labor, para salvaguardar a las personas tanto del virus como del des-auxilio. Así explica el flujo de las caravanas migrantes:

“A partir de 2018 se ha iniciado un gran flujo migratorio llamado caravanas, que, por ejemplo, del 14 de octubre de 2018 hasta comienzos de enero de este año [2020] hemos atendido a más de 30 mil personas que han pasado por la casa del migrante en Guatemala”.
-Padre Mauro Verzeletti.

Es en el escenario de las caravanas a las que se refiere el padre, donde las mujeres, muchas veces con sus hijos, y las personas de comunidades LGBTI han encontrado una oportunidad ideal para migrar en los últimos dos años. En algunos de los casos, el viaje de estas personas no llega hasta Estados Unidos, sino que se quedan en México, ya que, según Silva, la caravana se fragmenta bastante durante el camino.