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“Toda la vida he tenido que equilibrar la balanza entre el cuidado de mis dos hijas y el trabajo. Ahora es más fácil porque tengo más tiempo. Pero cuando vivía en Honduras sabía que, si salía a trabajar, las niñas corrían muchos riesgos al salir a la calle solas, algunas veces incluso sin salir de la casa sentía que estaban en peligro. Cuando viven solo mujeres, a veces ni las paredes de su propio hogar las pueden proteger de las pandillas. Un día uno de los pandilleros que vivía muy cerca a nuestra casa se fijó en mi hija mayor, ahí supe que no podíamos continuar ahí, así que decidí atender el llamado que llevaba haciéndome mi hermana desde Estados Unidos durante los últimos diez años”.
-Johana, 42 años.

De acuerdo con el Centro de Estudios para la Migración de Nueva York (CMS) por sus siglas en inglés, la población indocumentada proveniente de México y el Triángulo del Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala) representa más del 60% de toda la población indocumentada en Estados Unidos. Estos cuatro países, están en la escala de las cinco nacionalidades con mayor número de indocumentados en el país.

Aunque de estos cuatro países, México es el más representativo con un 48.6%, las tendencias migratorias de este país tienen diferencias marcadas con respecto a las causas de la migración de los países del Triángulo del Norte, los cuales tienen características migratorias similares entre sí.

La migración mexicana hacia Estados Unidos responde a un contexto histórico, político y geográfico. Compartir una frontera de 3.169 kilómetros permitió que desde la primera mitad del siglo XX se presentaran desplazamientos de personas en búsqueda de trabajo, en su mayor parte con un flujo circular. Es decir, iban a trabajar por temporadas para luego volver a sus hogares en México. Además, desde el mismo gobierno estadounidense se emitieron políticas, como el programa Bracero, para atraer mano de obra mexicana, principalmente para las zonas rurales y grandes cultivos en California y Texas.

Por otro lado, la migración proveniente desde el Triángulo del Norte es mucho más reciente y aún continúa presentando grandes transformaciones. Las causas están relacionadas con la violencia y la pobreza extrema de sus habitantes. Los desplazamientos son mucho más complejos que en el caso mexicano, porque ninguno de los tres países comparte frontera con Estados Unidos y su principal ruta es atravesar México de sur a norte. Eso significa una frontera más para los guatemaltecos y dos fronteras más para los hondureños y salvadoreños. Debido a la complejidad del trayecto, en los últimos años tomó fuerza la modalidad de viaje en grandes grupos por las principales vías y pasos fronterizos, optando por una alternativa a los desplazamientos individuales.

Aunque los viajes en grandes grupos representaron una forma más segura de viajar, especialmente para las mujeres, Johana, quien estará presente a lo largo del reportaje, tuvo que emprender el viaje con sus dos hijas un año antes de que los desplazamientos masivos fueran contemplados como una nueva opción. Su vida en Honduras, además de ubicarse en un contexto social de pobreza y violencia, estaba permeada por la sensación de desprotección y riesgo inminente, ante el hecho de ser un grupo familiar conformado sólo por mujeres.

Migración desde el Triángulo del Norte

Una manera de entender la diferencia en cifras migratorias de los países del Triángulo del Norte con los otros de la región es que, del total de inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos, en 2017 al menos el 40% provenía de El Salvador, el 27% de Guatemala y el 18% de Honduras, seguido por Nicaragua, con un 7.5%.

Elaboración propia, con información del CMSNY

La recesión económica que empezó en el año 2007 estableció un punto de inflexión en las cifras migratorias de personas indocumentadas hacia los Estados Unidos entre los países de Mesoamérica. Desde el 2007, la llegada de personas indocumentadas provenientes de México, disminuyó, pasando de representar cerca del 50% de los recién llegados por esa vía, a casi un 20% en el 2017, con una disminución constante durante esa década.

Por su parte, esto contrasta con la población indocumentada proveniente del Triángulo del Norte, que en el 2007 representaba cerca del 10% del total de personas que llegaban indocumentadas a Estados Unidos, a un poco más del 20% en el 2017. Es decir que, por cada millón de inmigrantes, se pasó de cien mil en 2007, a doscientos mil en una década. De hecho, la población indocumentada proveniente del Triángulo del Norte fue la que más creció en ese mismo periodo. No obstante, de acuerdo con el Pew Research Center, la mayoría de inmigrantes indocumentados del Triángulo del Norte, llevan en el país más de 10 años.


Causas de la migración: población vulnerable

“Donde vivíamos cualquier persona era vulnerable, mujeres, niños, hombres, todos por igual. Porque en cualquier momento se puede presentar un problema entre los grupos [pandillas]. También le pueden pedir pisto [dinero] a la gente para entrar o salir de su propio barrio. Sabía de conocidas que estaban en la misma situación mía [cabeza de hogar] porque el esposo se había venido a trabajar a Estados Unidos o por razones de violencia ya no estaba con ellas”.
-Johana.

Dentro de la comunidad proveniente del Triángulo del Norte los motivos son diversos, pero la necesidad es la misma. Pobreza, hambre, violencia, desempleo, corrupción e incluso desastres naturales son algunos de los factores que obligan a cientos de personas al año a cruzar la frontera hacia Estados Unidos. El caso particular de Johana está relacionado con la presión que ejerció la violencia urbana constantemente en su vida y en su lugar de residencia. A su vez, cuenta que en ocasiones le quedaba difícil completar el dinero suficiente para la renta y para satisfacer las necesidades básicas de sus dos hijas.

“Toda mi vida me dediqué a la costura, trabajé arreglando ropa durante muchos años y con el trabajo de mi esposo nos alcanzaba. Pero como unos cinco años antes de venirme para acá [Estados Unidos] perdí mi trabajo y empecé a vender comida. Al principio por mi cuenta, vendiéndole a conocidos, pero cuando me quedé sola ya no alcanzaba y pude entrar a trabajar a una tienda. Igual era difícil tener para todo, porque mantener la casa sola yo, nunca lo había hecho y tuve que aprender. Eso sí, en mi calle las pandillas no cobraban casi nunca, era raro cuando lo hacían. Eso era una gran ventaja porque una señora de donde yo trabajaba le cobraban semanal para poder ingresar a su casa sin tener problemas”
- Johana.

El desempleo o la ausencia de salarios que garanticen un sustento básico son una de las principales causas de salida de estos países. Según el Instituto Nacional de Estadística de Guatemala (INEI) en su encuesta, para el 2019, el nivel de desempleo en este país era de 2,5% en un territorio cuya densidad poblacional es de al menos 17 millones de habitantes.

Ante eso, la cadena británica BBC, realiza un paralelo entre este caso y el índice de desempleo de una nación como Suiza, encontrando que los porcentajes son muy parecidos aún cuando la calidad y estilo de vida entre las dos naciones son completamente distintos. No obstante, esta paradoja va más relacionada a que, como Johana, hay miles de personas que tienen un empleo informal, mientras que dichas encuestas van más dirigidas a un trabajo formal, casi inexistente en Guatemala u Honduras. Los índices son tan bajos porque las personas ya no invierten tiempo tratando de encontrar un trabajo formal, sino que se emplean en lo que está disponible.

“Desde que mi hermana se vino, siempre me estuvo diciendo que me viniera porque acá era mucho mejor todo. Mi marido no quería y a mí me daba mucho miedo venir sola con mis hijas. Cuando me quedé sola estuve a punto de venir, porque ya no tenía el apoyo económico de mi marido y mi hermana me seguía insistiendo. Muchas veces estuve a punto de dejar todo y salir pero el miedo no me dejaba. Sobre todo porque no sabía cómo y no tenía la plata para el viaje. Me daba miedo salir sola con mis hijas porque uno escucha historias muy feas de gente que devuelven y hasta les hacen cosas. Cuando pasó lo de mi hija [el problema con el pandillero] fue como el último impulso que necesitaba, porque estaba viviendo con muy poco dinero y a veces hasta mi hermana me tenía que mandar para completar lo básico”
-Johana.

Historias como la de Johana, en muchas ocasiones, son el detonante de la migración en la mayor parte de los países centroamericanos. Un viaje sin retorno que puede llevar a sus caminantes a la búsqueda del american dream que muchos, por rumores o por diversas razones, ven en los Estados Unidos. Son personas que creen poder encontrar un alivio a problemas principalmente económicos, pero también sociales.


Diferentes tipos de migración forzada

ILUSTRACIÓN POR LAURA CIFUENTES @cifuentes_laura

La migración forzada se suele relacionar en mayor medida con conflictos armados, como la tensa situación que se vivía a diario en el barrio de Johana. Por eso, no es común contemplar otras causas que ocasionan el abandono masivo de las tierras por parte de sus habitantes. No obstante, se establecen conexiones entre la migración forzada y las consecuencias que dejan los desastres naturales. Las fuertes lluvias y posteriores inundaciones, huracanes y sequías, hacen parte de las razones por las que los habitantes, especialmente de las zonas rurales, deciden abandonar los países del Triángulo del Norte. Como se mencionó, esta situación es mucho más frecuente en las zonas rurales porque destruye los cultivos y, al no tener ninguna fuente de alimento o subsistencia, los pobladores se ven obligados a abandonar de manera forzada sus territorios, desencadenando, bien sea, una migración interna o internacional.

"Yo no me vi tan afectada por las lluvias o sequías porque vivía en una ciudad. Algunas veces lo que pasaba era que nos inundábamos pero no era frecuente. Sí tenía vecinos que habían llegado del campo porque habían perdido cultivos y se habían quedado sin dinero para vivir. La diferencia con ellos y los que ya llevábamos años viviendo en la ciudad es que nosotros teníamos nuestro trabajo o sabíamos hacer un trabajo de ciudad por decirlo así. Por ejemplo, yo sabía coser y tenía donde trabajar, pero los que iban llegando se les dificultaba encontrar trabajo porque no había y porque no encontraban algo que supieran hacer".
-Johana.

Aunque los medios de comunicación y las organizaciones internacionales recientemente han empezado a hablar del cambio climático como un factor de eyección de migrantes, esta es una realidad que por décadas ha acompañado a las poblaciones campesinas del Triángulo Norte. De hecho, los primeros grandes flujos migratorios en la población de estos países, se empezaron a dar durante los años 70 y 80. Sin embargo, estos desplazamientos eran internos, del campo hacia las principales ciudades.

A finales de los 80 y la década de los 90 se empezó a contemplar cada vez más la idea de realizar esos viajes fuera del país, principalmente hacia Estados Unidos, México y en menor proporción hacia otros países centroamericanos más pequeños como Costa Rica. A finales de la década de los 90, el Huracán Mitch afectó severamente a los países del Triángulo del Norte, especialmente a Honduras, convirtiéndose en uno de los primeros fenómenos naturales en la zona registrados como detonantes de migración. En ese momento, se presentaron grandes movimientos poblacionales de los campos a las ciudades, pero debido a que afectó a casi todo el país, se desencadenaron flujos migratorios hacia otros países.


Violencia

Los tres países que conforman el Triángulo del Norte enfrentan problemas de pandillas en sus principales ciudades. Por esa razón, la violencia urbana es una de las principales causas de migración de los ciudadanos de estos países hacia México y Estados Unidos.

Aunque, como ya se ha mencionado, las causas de migración en los tres países son similares, la problemática de violencia urbana entre pandillas afecta en mayor medida a El Salvador. Sobre todo, porque es el país en el que se encuentran las pandillas más grandes de la región desde inicios de los 90.

La pandilla más grande y antigua es la Mara Salvatrucha o MS-13. Al revisar sus orígenes, y el de la Barrio 18- Sureños, es paradójico que las personas huyan de sus países hacia Estados Unidos cuando la fundación de ambas organizaciones criminales se realizó en Los Ángeles en el siglo pasado. A lo largo de las décadas fueron creciendo y mediante algunas deportaciones de pandilleros, los grupos tomaron fuerza fuera de Estados Unidos, principalmente en los países del Triángulo del Norte.

Para dimensionar la presencia que tienen los grupos delincuenciales urbanos en El Salvador actualmente, el periodista de la BBC, Roberto Valencia, asegura que en un país de 6.8 millones de habitantes hay 60 mil pandilleros activos. De igual manera, en el 2018 el 44% de toda la población carcelaria en el país estaba catalogada como “pandilleros”. Sumado a eso, en el 2019, una de cada 4 personas que fueron atrapadas por la policía de El Salvador, pertenecía a la pandilla Mara Salvatrucha.

El hecho de que estos grupos delincuenciales urbanos tengan mayor fortaleza en El Salvador, no quiere decir que en Guatemala y Honduras no exista dicha presencia criminal. Pues estos grupos al margen de la ley tienen menos presencia y control, pero aún así, no dejan de ser un problema público que causa sometimiento en la población civil.

“Llega un momento en el que uno automáticamente va guardando y no se gasta el pisto [dinero] para poder pagarle a los pandilleros por si le cobran en cualquier momento. Siempre es mejor pagarles de una si llegan a pedir, porque después lo empiezan a conocer a uno, y es mejor que no. Mi caso fue peor porque además de dinero mis hijas ya estaban empezando a crecer y uno escucha que han cogido a algunas mujeres para prostituirlas y no sé qué más les hacen. Entonces, yo vivía con ese miedo hasta que un día mi hija mayor me contó que le daba miedo salir desde hace unos días porque uno de esos le había dicho cosas feas como en dos o tres ocasiones. En ese momento yo me di cuenta que no podía seguir aplazando la invitación de mi hermana y que por amor a mis hijas tenía que sacar el valor para viajar sola”.
-Johana.

Debido a que no es un único grupo delincuencial sino grandes organizaciones enfrentadas, la población civil además de verse presionada por la pandilla que opere en su zona, se encuentra en el fuego cruzado, producto de los tensos y constantes conflictos entre grupos enemigos. La muestra más reciente y reconocida sucedió el 24 de abril del 2020, cuando en el inicio de la pandemia se empezaron a incrementar las muertes en El Salvador drásticamente, dejando entre quince y veinte muertos por día. De inmediato, esa nueva ola de violencia se le atribuyó a los grupos de pandillas, sin lograr identificar uno puntual.

De acuerdo con el periodista salvadoreño Carlos Martínez, desde la llegada de Nayib Bukele a la presidencia de El Salvador a mediados del 2019, los homicidios en el país se habían estado reduciendo hasta los picos de abril del 2020. No obstante, aclara que las denuncias por cobro de renta o “vacunas” por el lugar de vivienda se incrementaron en un 30% durante el mismo período. Según Martínez, los mismos pandilleros admiten que en El Salvador se pueden disminuir otros delitos pero que el de la renta “no se toca”.

La influencia, poder y presión de los grupos delincuenciales sobre la población quedó demostrada de una forma particular en el inicio de la pandemia. Desde que se decretó la cuarentena en El Salvador, de acuerdo con el periodista Martínez, las pandillas empezaron a difundir videos para hacer pública su postura durante la emergencia sanitaria. Mientras un grupo publicaba videos en redes sociales castigando severamente a quienes violaran la cuarentena, la otra pandilla difundía videos ayudando a las personas más necesitadas con alimentación. Aunque cada una tomó acciones diferentes, la población civil está en un estado constante de vulnerabilidad ante las disposiciones voluntariosas de las grandes bandas criminales.

Violencia de género

En el caso particular de Johana, se evidencia que la necesidad económica fue un factor clave en su decisión de salir de Honduras. No obstante, la presión que ella sintió de un pandillero sobre su hija fue la estocada final a la resistencia que había mantenido por años. Esta última motivación de Johana no es un caso aislado y constituye una de las principales razones de migración femenina desde el Triángulo del Norte hacia Estados Unidos, la violencia de género.

Las mujeres de estos tres países a menudo se ven afectadas por violencia dentro de sus hogares o por los pandilleros que controlan la zona. En entrevista con Fernando Silva, periodista hondureño que cubre frontera para el medio digital Contra Corriente, se llega a la conclusión de que dentro de las razones por la que las personas migran hacia los Estados Unidos está la violencia intrafamiliar y, especialmente, la violencia de género.

“La primera historia que yo reporteo sobre este tema es la historia de una madre y sus dos hijas en un barrio marginal de Tegucigalpa, en el que la pandilla del barrio usa casas del barrio para guardar droga. Decidieron que la casa de la señora era un buen lugar para guardar la droga y ella no quiso. Así que prometieron dos cosas: violar a su hija de trece años o quemar su casa [si se oponía]”.
-Fernando Silva.

Aunque la historia de Johana y el relato del periodista Silva suceden en momentos diferentes, son casos similares entre sí. Corresponden a grupos familiares que están compuestos únicamente por mujeres, dado que los padres o esposos han tenido que, o simplemente han querido, abandonar su hogar por distintas causas. La principal razón por la que los hombres se marchan de su hogar es precisamente la migración hacia Estados Unidos. Deciden viajar de manera individual o en pequeños grupos y al llegar a su país de destino se ponen a trabajar para asistir a sus familias, aún en el Triángulo del Norte, mediante remesas.

Una vez planteado el panorama, se pueden entrever los dos tipos de violencia de género más comunes a los que están expuestas las mujeres en el Triángulo del Norte. El primero es intrafamiliar, dentro de su hogar y por parte de su propio compañero sentimental. El segundo, proviene de las pandillas cuando identifican un grupo familiar conformado sólo por mujeres.

Para poner la situación en cifras, según un informe emitido en diciembre del 2019 por el Equipo Regional de Monitoreo de Derechos Humanos en Centroamérica, durante el 2018 se cometieron 1.590 feminicidios en la región y sólo en la primera mitad del 2019 se reportaron 628 de estos.


Vulnerabilidad extrema de la población LGBTI

Además de las mujeres, las personas de la comunidad LGBTI son altamente vulnerables a la violencia y asesinatos en los países que conforman el Triángulo del Norte. De acuerdo con Pedro Vera, asesor regional sobre Derechos de las Mujeres y Cuestiones de Género de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, estos países son altamente peligrosos para las personas de la comunidad LGBTI porque “son sociedades dominadas por el patriarcado, por la misoginia y por la heteronormatividad”.

“Para mí fue un poco chocante cuando las primeras veces vi aquí [Estados Unidos] algunas parejas gays. Ya uno con el tiempo se va dando cuenta que acá es normal y ya ni me importa. Pero al principio sí, en Honduras eso nunca se ve. Se ve pero es muy raro y es como si estuvieran haciendo algo malo. Algunas veces se sabe que hay alguien que es gay pero no es algo que lo ande diciendo a todo el mundo, porque puede ser peligroso”.
-Johana.

Según la periodista española María Mur, la violencia y el rechazo hacia las personas LGBTI se refleja en el asesinato de cerca de 300 miembros de esta comunidad en la última década, sólo en los países del Triángulo del Norte. De hecho, el informe publicado en 2015 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, especifica que la mayor cantidad de asesinatos son de hombres homosexuales y mujeres transexuales.

Además, hace énfasis en un patrón en la modalidad de los crímenes en la que los hombres son asesinados por heridas ocasionadas con arma blanca y las mujeres con armas de fuego, en escenarios relacionados generalmente al ejercicio de la prostitución. Esta situación ejemplifica la alta vulnerabilidad de las personas LGBTI, en la que incluso hay espacio para establecer tendencias de asesinatos dentro de un mismo grupo poblacional.

Así, de acuerdo con un informe de las asociadas de información pública de la ACNUR, Francesca Fontanini y Ángela Flórez, tanto las mujeres como las personas de la comunidad LGBTI son los grupos más vulnerables, ya sea por los ataques de las pandillas como por la indiferencia del gobierno ante los crímenes en los barrios marginales de las ciudades del Triángulo del Norte. No hay diferencias marcadas entre las condiciones en las que se encuentran ambos grupos de personas en cada uno de los tres países. Esta es la principal razón que ha diversificado poco a poco los patrones de los migrantes centroamericanos hacia los Estados Unidos.


Una población entre la pobreza y la pobreza extrema

De otro lado, entre los factores que más desatan las olas migratorias, no sólo en Honduras sino en toda la región del Triángulo del Norte es la pobreza y, específicamente, la extrema pobreza en zonas rurales. Problemática que ha sido causada por extensos conflictos armados internos en cada uno de los tres países a lo largo de la década pasada, que dejaron como saldo altas tasas de desplazados.

Para entenderlo en cifras, en el año 2014 el porcentaje de pobreza de Guatemala era de 59.3%, mientras que en El Salvador en el 2015 era del 31%. Sin embargo, el país más afectado en términos de pobreza fue Honduras con un 38.4% de pobreza extrema.

Las consecuencias se ven reflejadas en las cifras relacionadas con la migración de este país centroamericano. Puesto que, de acuerdo con la ONU, para el 2019 el 24.1% de la población de El Salvador es emigrante con un aumento del 4% de la población salvadoreña inmigrante en el 2010 y casi un 8% de los emigrantes en el 2000. De este porcentaje, mayoritariamente, el 89.28% elige migrar hacia Estados Unidos.

“Yo siempre me resistía a irme. Cada vez que pasaba algo en la calle mi hermana me repetía que no estuviera más allá. Pero a mí me daba miedo viajar sola y llegar a donde no conocía nada. Porque yo tenía claro que mi hermana vivía acá [Estados Unidos], pero que ya tenía su propia familia. Lo del pandillero me dio fuerza para tomar la decisión, pero yo ya venía con muchos problemas de pisto [dinero]. (...) Es que ni trabajando más tiempo a uno le alcanza para lo necesario. A mí porque mi hermana algunas veces me ayudaba, incluso me ayudó con lo del viaje, porque a uno no le da para ahorrar. Ahora pienso y cuando tomé la decisión de venirme, no sé qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho. Pero llega un momento en que la necesidad lo pone a uno, a mucha gente, contra la pared”.
-Johana.