BELLEZA Y SEXUALIDAD

¿Que es lo bello?

En 1790 Kant definía lo bello como un concepto que atribuye una cualidad a un objeto, lugar, idea o persona. Un diseño significativo de experiencias perceptuales que proporcionan placer e importancia mediante manifestaciones sensoriales, las cuales, tienen en cuenta un conjunto de valores, referentes y expectativas. Durante el siglo XVIII, a finales de la edad moderna, el arte además de ser considerada la representación de lo real, también figuraba como la producción de lo bello. Con la llegada del Vanguardismo, dichas definiciones se derrumbaron, el movimiento artístico empezó a buscar que cada acto de la existencia humana se volviera más bello. Se formuló que la acción cotidiana transmutara en un esfuerzo por la creatividad permanente.

A pesar del intento del Vanguardismo por acercarse a lo cotidiano, el arte y lo bello se siguió limitando a los sectores más pudientes de la sociedad. No fue hasta finales del siglo XX y principios del XXI que la belleza empezó a interactuar con lo cotidiano a través de la publicidad, los medios de comunicación, la internet, las revistas y las redes sociales. Umberto Eco en su texto Historia de la belleza, explica que lo que es considerado bello depende del relativismo estético, el cual, se refiere a que lo bello se construye por medio de la temporalidad. Está ligado al momento histórico, social, cultural y político de la sociedad.

Sin embargo, esto nos hace preguntarnos si existe una belleza absoluta. Una de las cosas que más le ha costado a Maite Gómez ha sido aceptar su cuerpo. Ella es una mujer gruesa, tiene estrías, senos grandes, barriga y orejas grandes. Comprenderse como una persona bella, no ha sido fácil para Maite. La práctica del nudismo, le permitió entender su cuerpo de una forma distinta, deconstruyendo mucho de lo que pensaba sobre sí misma. La primera palabra que escoge para definirse es mujer, para ella, ser mujer significa responsabilidad al entregar lucha, vida e igualdad.  

Video realizado por: Camilo Cuellar y Maite Gómez

Industria de la sexualidad aceptada


Foucault en 1976 cuestionaba la “hipótesis represiva”, que propone que todos los seres humanos viven su sexualidad de forma reprimida. Para él, no es que no se hable de sexualidad, es cómo hablamos de esta. La sexualidad funciona como un ‘dispositivo’ del poder, en donde, el ‘sujeto está sujeto’, sujeto a un orden social, cultural y económico.

El filosofo explica cuatro modulaciones en donde el dispositivo de la sexualidad funciona:

- La histerización del cuerpo femenino: se refiere a cómo se patologiza el cuerpo de la mujer, presentándose excesivo, desviado y nervioso, y se configura en una sexualidad peligrosa para la sociedad.

- La pedagogización del sexo del niño: habla sobre los procesos de adoctrinamiento sobre el infante, que les muestra cómo relacionarse con los otros de género y con los otros sexuales.

- La socialización de las conductas procreadoras: se propone que la sexualidad solamente tiene que ver con la reproducción.

- La psiquiatrización del placer perverso: habla sobre las formas “incorrectas” que la sociedad construye sobre la experimentación del placer.

En este sentido, encontramos que la sexualidad no es un elemento sordo, sino, más bien, es uno de los que están dotados de mayor instrumentalidad. En la sociedad hablamos siempre de una forma correcta de vivir nuestra sexualidad, de experimentarla y de socializarla.

La figura de la mujer en el espacio social es de vital importancia para comprender a qué se refería el autor cuando habló del “dispositivo de la sexualidad”. En Colombia hay tres revistas que trabajan con el concepto de sexualidad y belleza a través del cuerpo: Soho, Don Juan y Playboy Colombia. Soho y Don Juan se definen como revistas para hombres que hablan sobre sexo, moda y mujeres. Playboy Colombia se muestra cómo una revista de arte y entretenimiento, centrada en temas de sexo.

Cuando entramos a analizar el contenido de estas revistas podemos observar una preocupación por mostrar el cuerpo de la mujer. No cualquier cuerpo, un cuerpo específico, que sea considerado bello y que contenga ciertas características. Lipovetsky en su texto La era del Vacío, afirma que vivimos en una sociedad compuesta por cuerpos artificiales y con límites difuminados, la sociedad genera estatutos de cómo deberían considerarse los cuerpos, cuáles son bellos y cuales deberían mostrarse. Esto funciona bajo un precepto que se refiere al funcionamiento correcto de los cuerpos en la sociedad. Según el autor, corresponde a la normalización postmoderna de poseer un cuerpo correcto, es decir, el individuo tiene que mantenerse joven, dinámico y esbelto.

La normalización postmoderna de poseer un cuerpo correcto la encontramos de forma muy clara en estas revistas. Piel suave, sin estrías. Cuerpo esbelto, atlético. Glúteos firmes, circulares. Senos y pezones simétricos, redondos. De vez en cuando publican historias como la de Marsha Elle una cantante y modelo que nació con deficiencia focal femoral proximal, condición que afectó el crecimiento de su pierna derecha. Marsha es una mujer de contextura gruesa, nariz ancha y labios grandes, no cumple con el cuerpo esbelto y dinámico. Sin embargo, Playboy Colombia publicó su historia. Historias como la de Marsha hay tanto en Soho como en Don Juan, pero esto no deja de ser una preocupación.

El cuerpo de Marsha y su historia se vuelve un producto que se vende, se consume y se comercializa. Bajo el ideal del “body positive” (cuerpo positivo), las revistas ponen al servicio de la población el caso de Marsha. Un solo artículo, entre cientos, que venden el ideal de cuerpo perfecto, delgado, joven y atlético. Cuerpos que se estilizan en un programa de edición, quitándoles las estrías, los granos, las manchas; las ‘imperfecciones’. Al servicio de una sociedad con doble moral que considera aceptable ver mujeres desnudas en la portada de una revista, pero imprudente y desviado ver a una mujer quitarse la camiseta y el brasier en un lugar público o en redes sociales. Una sociedad machista en donde la tetilla es aceptada y el seno es satanizado.

Diana Samaniego, politóloga con especialización en estudios de género, explica que el cuerpo de la mujer se comercializa bajo una serie de imaginarios sociales, que corresponden a cierto tipo de cuerpos. De igual manera, Samaniego afirma que esto surge a partir de una construcción erótica que se tiene sobre el cuerpo de la mujer, dando como resultado, una relación de oferta y demanda. “Pensando desde una matriz heterosexual masculina, uno no espera encontrar a la mujer de a pie en estas revistas, sino alimentar los imaginarios de belleza que tiene la sociedad”, comenta la politóloga de la Universidad Nacional. 

Con respecto a la censura del cuerpo de mujer en las redes sociales, Samaniego explica que también está mediada por el mercado y las industrias. Ella considera una hipocresía que estas se resguarden en el ideal de crear un ambiente ‘seguro’, en donde, se busca evitar que se conviertan en plataformas de comercialización sexual. Sin embargo, esto resulta ser una ficción, pues como lo enuncia la politóloga, en muchos casos, es a través de estas redes donde se realizan los primeros contactos. En este sentido, quienes podrían recibir un beneficio comercial serían las personas y no las industrias, por esta razón, es más rentable censurar el contenido. “Si vas a pagar una subscripción por cierto tipo de contenido, lo que esperas es no encontrarlo de forma gratuita en otra plataforma”, Afirma Samaniego. 

Video realizado por: Camilo Cuellar y Maite Gómez

La cultura de la sexualidad correcta


Natalia Coy es una mujer de 22 años. Tiene piel blanca, ojos cafés, pelo corto y piernas gruesas. Lo más me impresiona de Natalia son sus caras ¿Cuántas caras pueden caber en un solo rostro? ¿Cuántos gestos y muecas habitan en ella? La expresión de Natalia es única, cambiante y audaz. Aunque solo la conozco a través de una pantalla, es una de las personas más peculiares que he conocido. Natalia es seca, pero dulce al mismo tiempo. Es una de esas personas que te cuestiona con una sola mirada, que cuando está callada o te responde de forma directa, sientes que no tienes nada que decir. Cuando habla, se expresa y muestra lo que siente, te das cuenta que estás hablando con alguien que tiene un corazón inmenso, que su perspectiva del mundo es tan pura y real que no quieres escuchar nada más. Por lo menos es lo que yo sentí con Natalia, una dicotomía perfecta, un ser vivo que al igual que yo siente, y siente mucho.

La educación sexual que Natalia recibió en su niñez y adolescencia se fundamentó en la religión. En su casa y su colegio no se hablaba de sexualidad, no propiamente, se hablaba de la forma ‘correcta’ de experimentar la sexualidad. Cuando inició su vida sexual a los 17 años, Natalia desconocía muchas cosas sobre el acto sexual. La poca información que ella tenía, la había obtenido de su hermana mayor y de los videos porno que encontraba en internet. Entre los 17 y 18 años empezó a experimentar con su cuerpo, tenía una enorme curiosidad por descubrirse sexualmente. Se tocaba de forma diferente, comenzó a indagar sobre por qué le gustaba más el porno lésbico que el heterosexual. Descubrió que a la mayoría de mujeres les gusta más el porno lésbico por la sensibilidad que transmite. Poco a poco Natalia se fue entendiendo de diferentes maneras, se dio cuenta que le gustaban los hombres y las mujeres, y que la religión, hacía de la sexualidad un Tabú, en donde se vende el ideal de que el sexo es solo para la reproducción y que debes casarte y tener hijos con la primera persona con la que tienes relaciones sexuales.

La religión es un aspecto que ha marcado la experiencia sexual de Natalia. Cuando su madre descubrió que había perdido la virginidad a los 17 años, tras violar la privacidad de su hija, la trató de puta, pero cuando Natalia le confesó que le gustaban las mujeres, su madre le dijo que prefería una hija puta antes que una lesbiana. Esta frase se quedó grabada en Natalia y pensó que debía ser una puta y acostarse con cuantos hombres encontrara y se diera la posibilidad. Para la madre de Natalia, su hija es heterosexual, porque es lo que esta bien, es lo correcto, es lo que la religión le ha enseñado. Para Natalia, su sexualidad es algo que debe guardar para ella, que no puede mostrar, por lo menos, no con su madre, no en su hogar.

Natalia me hace pensar en muchas cosas, me hace cuestionarme sobre la libertad y la identidad ¿Hasta qué punto la sociedad nos permite expresarnos? ¿Hasta qué punto podemos desnudarnos física y emocionalmente ante los demás? ¿Por qué las instituciones sociales como el colegio, la religión o los medios de comunicación nos dicen constantemente cómo debemos sentirnos, querernos y mostrarnos?

Diana Samaniego, politóloga de la Universidad Nacional explica que la educación sexual en Colombia es moralista y cargada de misticismo. Ella considera que no se habla de forma directa sobre sexo y se limita, en muchos casos, al aspecto reproductivo, dejando de lado el placer. “A ti nunca te hablan del placer. Por ejemplo, marturbarse, a los hombres se les menciona, asumiendo que ellos sí lo hacen, pero a las mujeres no”, comenta Samaniego. 

Natalia no es la única que ha tenido problemas con su educación sexual. Maite Gómez, también los tuvo cuando inició su vida sexual a muy temprana edad. Ella creció con la idea que el sexo solo tenía que ver con la penetración, pensando que esa era la forma correcta de experimentar el placer. Ella afirma haber construido una imagen distorsionada de lo son las relaciones sexuales. De igual manera, Maite tenía la noción de que debía ser “la más puta” para tener más experiencias y saber más sobre sexo.  

“También está la idea de que si yo quiero tener una vida sexual activa, me hace ser una puta o ninfomana. Pero si tienes relaciones con muchas personas, ¿Eso por qué te haría ser una puta? solamente estás viviendo tu sexualidad”, Samaniego, politóloga especialista en temas de género. 

La educación sexual en Colombia es un problema. No sabemos hablar de sexo y culturalmente estamos inmiscuidos en un ideal heteronormativo. La preocupación del sujeto por experimentar su sexualidad se ve afectada por su entorno social, educativo y familiar. En muchos hogares, como es el caso de Natalia, la religión y las creencias juegan un papel determinante en la forma en cómo el individuo se relaciona con su identidad sexual. El hecho de que no se hable del placer en los hogares y en las instituciones educativas, hace que las personas no sepan cómo empezar a vivir su sexualidad y a conocer sus cuerpos, generando inseguridades derivadas de la falta información asertiva y el exceso de prejuicios que se tienen alrededor del sexo.