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El lugar de los espacios a la hora de sanar

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La reconciliación en Colombia parece un sueño lejano. Entre enero y abril de 2022 se  han perpetrado más de 30 masacres, casi 60 asesinatos de líderes y defensores de DDHH, y 15 de firmantes del Acuerdo de Paz. Sin embargo, hay lugares que son excepción a esta narrativa de guerra sin fin. La Casa de la Paz y Casai fueron creados para que víctimas y victimarios se puedan mirar a los ojos y sanar las profundas heridas del conflicto. 


Doris Suárez estuvo 29 años en las FARC, de los cuales pasó 14 años en la cárcel. Hoy tiene un emprendimiento de cerveza artesanal y es administradora de la Casa de la Paz.  Ella entró a la guerrilla con una fuerte convicción de búsqueda de igualdad social y se denomina así misma 'mamerta'. Desde que dejó las armas, trabaja en un espacio en donde emprendimientos de víctimas y excombatientes se unen, la Casa de la Paz.      

Doris preparando cerveza artesanal. Foto: Valentina Santiago

Los productos que se ofrecen allí son tan variados como los vitrales que la adornan. El catálogo de productos demuestra que si hay espacios adecuados para el diálogo víctimas y excombatientes se pueden dar las manos para construir un futuro mutuo, en donde las heridas del pasado se curan a través de emprendimientos, principalmente gastronómicos. Uno de estos productos es el curcumetto que es una curcuma producida por comunidades afro y emberas de Bojayá, que fueron afectadas por una de las masacres más desgarradoras perpetradas por las Farc. Además, en la sede de la Casa, se realizan periódicamente los llamados  ‘mercadillos de la paz’, en los cuales según cuenta Suarez,  “vienen víctimas de toda clase, incluso madres de soldados”, que comercializan los productos en este espacio. 

Diana marcela Buitrago · MERCADILLOS POR LA PAZ

Además, este lugar brinda una oportunidad de sustento para personas que el conflicto les arrebató todo. Como Virgelina que con sus mermeladas Propuesta de Política y Paz sigue recaudando fondos para seguir tejiendo un telar infinito que va cubrir todo el Palacio de Justicia y que busca hacerle un homenaje a sus dos hijos que hacen parte del al menos 6.400 ejecuciones perpetradas por el Ejército Nacional.  Es que la gastronomía o los sabores locales se pueden convertir en mediadores. Según el sociólogo Johan Mendoza la gastronomía “convoca al diálogo,  convoca el encuentro y en este uno identifica al otro en su forma más pura”, lo que permite ayudar sanar las heridas tan profundas que dejó el conflicto. 


Sin embargo, no se reduce sólo una forma de diálogo, sino es un sustento económico fundamental. De acuerdo con la Unidad de Víctimas en Colombia hay alrededor  28000 emprendimientos de víctimas y según la Agencia Reincorporación y Normalización hay alrededor de 2000 excombatiente que ven como posibilidad de sustento económico y un cambio de vida. De ahí la importancia de que espacios como la Casa de la Paz existan. 


Otro de los emprendimientos que apuntan a tener espacios para sanar es una iniciativa de comida saludable llamado Casai en Itagüí, Antioquia. En principio, este negocio solo pretendía hacer comida saludable y mejorar la alimentación de los colombianos a través de productos orgánicos. Sin embargo, esto cambió con una conversación que tuvo el fundador Juan Garzón  con uno de sus trabajadores, Jeison, que llevaba trabajando solo tres días en la empresa.  Le contó  que era un ex presidiario y militar retirado condenado por haber perpetrado una ejecución dentro del contexto de los llamados ‘falsos positivos’.

Muñecas "Virgelinas", otro de los emprendimientos de Chará. Foto: Alejandra Montoya

Al contar la historia Jeison a los otros trabajadores pasó lo inesperado. “ Juan (trabajador de Casai) lloró. Resulta que el papá de Juan había sido víctima de los ‘falso positivo’. Entonces, nos habíamos encontrado a víctima y victimario ahí”. El propietario de Casai al ver esto decidió poner a trabajar a los dos en el mismo turno y sucedió lo impensable: Juan ayudó a incorporar a la vida civil a Jaison que llevaba más de nueve años en una cárcel. “Le ayudó a sacar la tarjeta del metro, a moverse en ese tipo de transporte, a utilizar un cajero electrónico”, cuenta Garzón.


Según Maria Paula Herrera, asesora de Derechos Humanos de la Comisión de la Verdad  y  fundadora de los Mercadillos de Paz,  “las víctimas y excombatientes están en otro nivel de perdón que la sociedad colombiana”.. Por eso, Juan Garzon decidió hacer un cambio de enfoque e incluir en su nómina a personas que estuvieran atravesadas por el conflicto armado colombiano. Entre los empleados de Casai también  están Sebastián, víctima de la masacre de Cañaveral, perpetrada por militares en 1983 y Felipe desplazado del Chocó. “Cuando uno ve esa humanidad digamos que  no hay otra alternativa, si no sé qué respaldar y entender esto ayuda al  proceso de reparación entre los actores y víctimas del conflicto”, dice Garzón.