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Recordando la ausencia a través del arte textil

Por Daniela Díaz Publicado en Plaza Capital Noviembre de 2021

Tejiendo la ausencia fue un proyecto creado por Juliana Buenahora y Valeria Enciso cuyo objetivo fue hacer memoria sobre las mujeres que han sido asesinadas o desaparecidas y que ya no están presentes. El proyecto nació en agosto de este año luego de que Juliana perdiera a una de las personas más importantes de su vida: su abuela.

Bajo la premisa “para hablar de la ausencia primero hay que hablar de la unión”, Juliana decidió convocar a diferentes mujeres a través de redes sociales para que realizaran, en cualquier técnica textil, cuadros de 15 x 15 centímetros en los que cada una representara su experiencia, sus reflexiones y sus sentires alrededor de ser mujeres. El propósito con estos cuadros era realizar una cobija que simbolizara la unión y la convergencia de experiencias particulares cuyo común denominador fuera el ser mujer.

Foto por: Julián Barrera

Al igual que Juliana y Valeria, varias colectivas feministas en diferentes regiones del país han utilizado el tejido y el bordado como una forma de recordar y hacer memoria de las mujeres víctimas de violencia de género. Este es el caso de la colectiva Chiros Parchados en Bogotá (de la cual Juliana hace parte); Matiz Lunar de Duitama, Boyacá; Entre Puntadas y Pomarrosas de Santander o El Costurero de la Memoria en Bogotá, que no solo se ha enfocado en casos particulares de violencia, sino que ha encontrado en el arte textil una forma de hacer memoria sobre las agresiones que vivieron las mujeres en el marco del conflicto armado colombiano.

Juliana y Valeria no tienen una colectiva, pero esto no les impidió formar una comunidad de 19 mujeres y llevar a cabo su proyecto. Una vez representaron la unión a partir de los cuadros que hizo cada una de las participantes, era posible hablar sobre la ausencia. Para esto Juliana y Valeria decidieron usar lo que en arte se llama “el negativo”, que se refiere al espacio que se construye a partir de los objetos que rodean lo que está ausente, según explica Juliana. “Pintar en negativo es pintar la línea que delimita el espacio ausente. Entonces en la cobija se construyen esos espacios desde la presencia”, cuenta la psicóloga y artista.

Foto por: Julián Barrera

Es decir, desde los cuadros realizados por las mujeres que sí están, se van dejando espacios vacíos, que representan los retazos no realizados de mujeres víctimas de feminicidio, trans feminicidio, trata de blancas, desaparición forzada y cualquier otra forma de violencia de género.

El ejercicio de memoria en este caso, según la experiencia de Juliana, se basa en representar y visibilizar la ausencia. El hueco en la cobija es notorio y transgrede la utilidad misma de esta cobija, pues lejos de convertirse en un abrigo y una fuente de calor, es una manta incompleta con orificios que dejan pasar el frío recordando que este era el lugar de un retazo que nunca podrá ser realizado.

Además de recordar a las que ya no viven, el ejercicio del tejido es una constante conmemoración a las mujeres que histórica y tradicionalmente se dedicaron a este oficio, es por esto que el proyecto Tejiendo la ausencia tuvo una continuación. “Tuvimos una segunda parte sobre todo de construcción de memoria que consistió en nombrar a las abuelas, a las tías, a las madres. Por ejemplo, mi abuela, que en este momento ya no está”, menciona Juliana. Su abuela no tejía, pero sus tías y sus tías abuelas sí. A principio de este año su madre aprendió a tejer y luego le enseñó a ella.

Foto por: Julián Barrera

Es recurrente que las mujeres de las generaciones pasadas hayan tejido durante su vida y hayan heredado esta tradición a las nuevas generaciones, como fue el caso de Ana Sofía. Según la socióloga Paula Pedraza, esto se debe a que históricamente las mujeres fueron relegadas a las labores del hogar y a los espacios privados, por lo que compartían este tipo de actividades que podían llevar a cabo desde sus hogares.

Además, la división de los roles de género impusieron en las mujeres una forma de comportamiento que coincide con las características del tejido, es decir, una actividad pasiva, manual, artística y delicada. “Esto estaba más acentuado en el pasado, pero es una creencia que todavía es vigente y esa es la razón por la que seguramente se están dando estas iniciativas de resignificación del tejido”, concluye Pedraza.

En ese sentido, el tejido y el arte textil en general buscan recordar y resignificar este oficio ya no como algo impuesto, sino como una forma de lucha, visibilización, resistencia y catarsis del peso que se carga cuando se es mujer.

El proyecto Tejiendo la ausencia fue culminado con un círculo de tejido que consistió ya no en representar la ausencia, sino en nombrarla. De esta manera, varias mujeres que participaron voluntariamente bordaron en retazos de tela blancos los nombres de sus madres, hijas, tías, amigas, primas que habían muerto recientemente. Estos retazos con los nombres bordados fueron pegados a la cobija llenando los espacios vacíos y retomando su utilidad.

Las colectivas y movimientos que están usando el arte textil como forma de memoria, lucha y resistencia están creciendo cada vez más. La resignificación de este oficio ha permitido que las mujeres se apropien de esta actividad y la sigan reproduciendo como tradición y reclamo social.

Las mujeres jóvenes son quienes llevan la bandera de este movimiento, pero teniendo siempre presente el legado y el dolor de sus ancestras ausentes.