Inicio Historias Resistencias Memoria
Background Image
Background Image

Remendando historias: el bordado como narrativa de mujeres

Por Catalina Sanabria Publicado en Plaza Capital Noviembre de 2021

La creación de un vestido bordado fue uno de los primeros acercamientos que Daniela Torres y Nathaly Prieto tuvieron con el hilo y la aguja. En él cosieron a una muchacha con flores en su cuerpo, las cuales simbolizaban los puntos en los que, por lo general, los hombres golpean a las mujeres. “Nosotras estamos en sintonía con la reivindicación de nuestros derechos y el rechazo al
feminicidio El feminicidio o femicidio se define como el asesinato selectivo de mujeres por el hecho de ser mujeres, lo cual significa que es una forma de violencia de género. Este fenómeno es estructural y sistématico, y se puede clasificar como feminicidio íntimo o no íntimo. El primero se refiere al homicidio de mujeres por parte de parejas, ex parejas o cualquier hombre que llevara algún tipo de relación con la víctima, mientras que en el segundo caso se trata de un desconocido., entonces nos parecía vital evidenciar estas situaciones”, cuenta Daniela.

El vestido surgió en 2018 durante la campaña Resistimos a la guerra y desde entonces ha sido utilizado en repetidas ocasiones para ir a marchar, hacer conversatorios, ha servido como atuendo para obras de teatro e incluso fue expuesto en el repositorio textil de la Universidad Nacional de Colombia. “Siempre lo llevamos”, dicen, “es como una bandera”. Aunque lo trabajaron únicamente Daniela y Nathaly, después hicieron otro en conjunto con el colectivo que integran: Surcos en la piel.

Así, por medio de las artes textiles, cosas que pueden parecer tan cotidianas como una prenda de vestir o un retazo de tela se han convertido en elementos que permiten contar sentires, aspiraciones y denuncias frente a las violencias de género. En este caso un vestido transformó la acción del golpe, de la violencia, en una acción simbólica representada a través de la flor. De esa misma forma han surgido muchas otras iniciativas colectivas de bordado y tejido por parte de mujeres que le apuestan a un cambio social.

Foto por: Surcos en la Piel



Lo que guarda la piel

El colectivo feminista de Bogotá Surcos en la Piel nació gracias a una inquietud conjunta por el cuerpo, las cicatrices y lo que es ser mujer. El grupo es diverso, pues además de trabajar el bordado también se desenvuelve en el teatro, la danza, el dibujo y otras formas de manifestación artística. Uno de sus primeros proyectos se llamó Las escritoras textiles, que fue un laboratorio permanente en donde hacían talleres para reivindicar estas prácticas y conocer más sobre su historia.

A lo largo de sus actividades y convocatorias, uno de los objetivos de Surcos ha sido metaforizar la costura a partir de la sanación en conjunto. Según cuenta Daniela: “Siempre hay heridas corporales, heridas físicas y emocionales que llevábamos al espacio. Había algo que dolía que necesitábamos contar, y el tejido y el bordado empezaron a ser una manera de curarnos en colectivo”.

Escuche más sobre las apuestas de Surcos en la Piel en la voz de Nathaly.

Por su parte Paula Rodríguez, bordadora autodidacta y profesora diferencial chilena, concuerda en que las artes textiles ayudan a tramitar dolores personales. “El ejercicio de bordar junto a otras mujeres es muy sanador, es como que de alguna manera vamos remendándonos a nosotras mismas. Yo cuando descubrí la
arpillera







La arpillera es una técnica textil que consiste en realizar bordados en las telas con las que se hacen los sacos de papa.

Foto: Cortesia de MOLAA
fui haciendo un ejercicio muy auto exploratorio, me fui conociendo. Mis arpilleras se convirtieron en un diario de vida”, expresa.

Sin embargo, Nathaly adiciona que si bien en un principio las artes textiles son evidencia de esos dolores y denuncias, también deben ser pensadas como una transformación en la que las víctimas no solo se queden en ese momento. Al tejer y bordar ellas se paran desde sus propias violencias o las de sus madres y abuelas para asumir su potencia creativa y sus nuevas posibilidades.

Foto por: Surcos en la Piel



También en los procesos textiles las mujeres se encuentran con otras, pares a ellas, que comparten historias similares. Dichos espacios multiculturales y de diálogo se caracterizan por una horizontalidad, donde no ponderan ciertos pensamientos sobre otros ni se hacen juicios. Desde la solidaridad se acepta a la compañera y el hecho de que cada una tiene su forma particular de bordar. Allí convergen muchos elementos además de lo textil pero que igualmente generan colectividad y unión.

Daniela menciona que es una experiencia vital en la que se intercambia conocimiento. “Mientras la otra va cosiendo yo le pregunto algo. Hay un hilado no solo físico sino también de la palabra”, explica. Entonces, existe una gran diversidad de cosas alrededor de estos círculos: al mismo tiempo que unas bordan, otras preparan el alimento o están pendientes de cosas que se necesitan atender. Todo ello queda grabado en el textil, en los vestidos, las arpilleras y los retazos de tela trabajados en conjunto.

Foto por: Surcos en la Piel



De lo privado a lo público

Aunque hoy en día las artes textiles han funcionado como herramientas que pueden ser politizadas, herramientas de autonomía, no siempre fue así. Estas solían ser labores que se relegaban a las mujeres a falta de sus posibilidades de educación. Según expone Paula, el bordado tradicional se presentaba mayormente en la clase burguesa, cuando ellas se quedaban en casa cosiendo mientras sus esposos iban a trabajar. En cambio, en los pueblos originarios, esto tenía más que ver con un sentido funcional, pues las mujeres tejían para hacer ropa o elementos que sirviesen a sus comunidades.

De cualquier modo, históricamente lo textil ha estado relacionado con el mundo privado de la mujer, pero desde el movimiento feminista se ha invitado a que esto se traslade a la esfera pública. Así lo confirma Daniela: “Hay un lugar de creación muy sensible en el textil que estuvo guardado en la casa, muy desde lo decorativo, lo íntimo, lo doméstico. Llegó el momento de sacarlo al espacio público para que simbolice esa potencia de los lenguajes propios de las mujeres”.

Tejer y bordar son acciones de lucha y resistencia, más aún cuando se llevan a la vida en sociedad, un lugar que ha sido conflictivo para el desarrollo de ideas y propuestas de las mujeres. Además, Nathaly cuenta que incluso en la posición, en el mismo gesto de agarrar la aguja y coser, hay un ejercicio que va de adentro hacia afuera, una metáfora de llevar lo íntimo a lo público. Es un diálogo en el que se moviliza el cuerpo en ambas direcciones y una unión entre esos dos espacios.

Foto por: Surcos en la Piel



Legados latinoamericanos: la arpillera

Paula cuenta que la técnica textil conocida como arpillera surgió entre los 50 y los 60 gracias a la artista musical Violeta Parra, quien empezó a bordar en telas de sacos de papa y harina que reciben ese mismo nombre. Durante la dictadura de Augusto Pinochet, mujeres familiares de detenidos y desaparecidos recogieron la idea de Violeta para bordar su cotidianidad y contar los sucesos que ocurrían en el régimen militar. Así, se agrupaban en lugares determinantes y transformaban ese dolor que habitaban en el momento. La angustia se tramitó en ese soporte textil.

Las arpilleras salieron de Chile y se dieron a conocer a nivel mundial. Muchas veces en ellas se enviaban mensajes secretos sobre lo que pasaba, pero posteriormente sirvieron para reflejar la cultura chilena, su folclor y su ruralidad. Entonces, tal como dice Paula, la arpillera es un pedazo de memoria: reúne retazos de tela que cuentan una historia, la homenajean y testimonian. “La arpillera es un arte que surge de lo precario y el dolor y se convierte en un objeto hermoso, lo cual es una gran dualidad”, comenta.

En 2019, la colectiva Autorretaso, de la cual Paula forma parte, lanzó una convocatoria abierta llamada La mujer de mi vida. Esta consistía en bordar a una amiga, una madre, una hija, incluso a una figura pública, siempre y cuando fuese mujer y evocara el sentimiento de ser imprescindible. “Tratamos de invitar a esa reflexión de que siempre hay una mujer que es la mujer de tu vida. Fue un proyecto muy bonito, nos llegaron muchas arpilleras diversas e hicimos un lienzo súper grande donde reunimos 35 imágenes”, cuenta ella.

Esta gran arpillera, compuesta por otras más pequeñas y donde las protagonistas fueron mujeres relevantes para aquellas que se expresan a través del bordado, recorrió las calles de Santiago de Chile en la marcha multitudinaria del 8 de marzo
(8M)Conmemoración anual del Día Internacional de la Mujer. de 2019. Cientos de chilenas se manifestaron por las calles de su país, utilizando lo textil como una herramienta casi exclusiva de las mujeres, que les pertenece, y que en su proceso genera comunidad entre ellas para terminar por contar sus historias.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo las artes textiles son una forma de narrativa para las mujeres. A su vez, tejer y bordar también pueden interpretarse como acciones de resistencia y de construcción de memoria colectiva. Lea los siguientes reportajes para conocer más de estas historias.