El olor del río Tunjuelo es una nauseabunda mezcla entre heces, carne podrida, sangre y materia orgánica descompuesta. No hay necesidad de llegar para sentirlo, pues el hedor llega a varios metros de distancia. Está ubicado en Bogotá, nace en la localidad de Sumapaz en el páramo de Guacheneque y atraviesa la zona sur de la ciudad hasta desembocar en el río Bogotá por la localidad de Bosa.
Es el río más grande y caudaloso de la capital, y así mismo el más contaminado. Por sus aguas recorren miles de desechos que provienen de al menos tres de los diez millones de habitantes de la ciudad. Además de ser el portador de los residuos generados por las industrias de la construcción y la del cuero.
Y es esta en la que se centra este especial. Las curtiembres, ubicadas en el barrio San Benito de Bogotá representan uno de los mayores contaminantes del río. Estas arrojan a diario grandes cantidades de agua cargada de metales pesados como cromo y plomo, además de químicos no biodegradables que no solo matan al río sino que afectan la salud de las personas.
Pero esta problemática ambiental no es nueva. Desde hace más de 30 años la contaminación en el Río Tunjuelo es evidente. Factores como la acelerada y no planificada urbanización alrededor del río, el servicio de alcantarillado en la zona y la creciente industrialización en la cuenca media hicieron que muriera gran parte de su flora y fauna en los últimos tramos desde inicios de siglo.
De hecho, para finales de los 70 ya existían evidencias de que el río Tunjuelo era uno de los que más contaminación aportaba al río Bogotá, según lo narra el historiador de la Universidad Nacional, Julián Osorio. En la década de 1980, más del 80 % de la actividad industrial alrededor del río eran curtiembres y cerca de un quinto de ellas vertían casi la totalidad de sus residuos al río, sin ningún control. Entonces, semanalmente podía haber vertidos de “100 kl de cromo, zirconio, aluminio, cianuro, ácidos, grasa y materiales orgánicos”.
El especial cubre tres aristas. La ambiental, en dónde se explica cómo la industria del cuero daña los ecosistemas del río. La correspondiente a la salud, que expone los posibles perjuicios de la contaminación en el bienestar de los habitantes de Bogotá. Por último, se trabaja el factor económico, pues no se puede ignorar que de esta industria dependen cientos de familias.