EL ETERNO
RECORRIDO



Un viaje que parece no tener fin

A las 3:30 de la mañana se levanta Henry Calderón, un profesor de sistemas quien vive en el barrio Hogares en Soacha, para llegar sin afán a dictar su clase de las 7 de la mañana en un colegio en la calle 80 con avenida Ciudad de Cali en Bogotá. Este profesor sale de su casa, a las 4:30 de la mañana y ahí comienza el trajín del viaje.

En la madrugada, Henry camina cerca al CAI de Hogares para tomar una buseta que lo deja en la estación de Transmilenio San Mateo. “Pero eso son filas, filas y filas, e inseguridad porque hay mucho ladrón”, cuenta el profesor. Cuando llega a San Mateo, Henry se sube a un bus que hace parte del sistema Transmilenio que lo deja en el Portal Sur.

Desde allí, Henry se demora una hora en llegar a la estación Granja con carrera 77, para luego caminar 15 minutos y por fin después de dos horas y treinta minutos, llegar al colegio. “Me voy sentado, sin afanes de que se me va a hacer tarde y relativamente cómodo”, dice el profesor de sistemas.

Salir de Soacha hacía Bogotá es un sufrimiento, sobre todo para los habitantes de los barrios ubicados al norte del municipio y al límite de la localidad de Bosa. El Transmilenio es el medio de transporte más rápido que tienen las personas del sector para llegar a la capital, con aproximadamente dos horas de viaje sin contar los transbordos que deben hacer.

Foto tomada por: Juliana de los Rios y Juanita Forero Ruiz. Largas filas para tomar el alimentador hacia la estación San Mateo.

En ese trayecto Henry se encuentra a varios de sus vecinos y ya reconoce a algunas personas que hacen el mismo recorrido. Según el informe Somos un solo territorio, realizado en 2017 por la Universidad de La Sabana y la Secretaría de Planeación, cada día 250 mil personas se desplazan de Soacha (la mitad de esta ciudad) hacía Bogotá y 200 mil de la capital a Soacha. Esto lo convierte en el flujo más grande de la ciudad con un municipio aledaño.

Al igual que Henry, Stella Falco, sale a las 4:30 de la mañana de su casa en el barrio Parque Campestre que queda cerca de la avenida Indumil. Se demora aproximadamente dos horas o dos horas y media hasta llegar a las casas en donde trabaja al norte de Bogotá.

“Claro, al principio es así, uno lo ve largo, pero será que ya la costumbre que a mí me lo hace ver corto”, comenta Stella, quien llegó a Bogotá hace más de 15 años.

Seis días a la semana, Stella va hasta diferentes barrios de Bogotá a trabajar y casi siempre es la misma ruta. Los sábados, Stella toma una buseta cerca a su casa que la deja en la estación de Transmilenio San Mateo y después de varios transbordos, llega por fin a la estación de la calle 127. De ahí camina media hora hasta llegar a la 124 con carrera 10, dos horas después de haber salido de su casa.

Foto tomada por: Juliana de los Rios y Juanita Forero Ruiz. Largas filas para tomar el alimentador hacia la estación San Mateo.

De regreso, el trayecto es un poco más largo. Tipo cuatro o cinco de la tarde Stella acaba su trabajo. Muchas veces toma un SITP hasta la estación San Mateo y se va caminando 45 minutos hasta su casa. “Las rutas se demoran mucho y me desespero ahí esperando entonces me voy caminando que siento que me rinde más”, dice Stella.

Según explica el politólogo, abogado y creador de los Ciclo paseos en Bogotá, Andrés Felipe Vergara, la Autopista Sur es la única ruta que conecta a Soacha con Bogotá. “Esta vía no está en capacidad de atender la cantidad de viajes que se realizan, teniendo en cuenta que por ahí se hace el ingreso de transporte particular y de carga del sur occidente del país”, aclara Vergara.

Cuando los hijos de Stella eran más pequeños, necesitaba que alguien los llevara y los recogiera del colegio ya que su pareja y ella salían a trabajar desde muy temprano. Ahora, la hija mayor, de casi 15 años, y el hijo menor de 13, se preparan su desayuno y se van al colegio solos. Pero, a Stella le toca dejar listo el almuerzo el día anterior para ellos.

En el caso del profesor, su jornada laboral acaba a las cuatro de la tarde haciendo horas extras. “A la hora de salida del trabajo empieza lo tenaz”, cuenta. A esa hora Henry camina hasta la estación Granja con carrera 77 porque dice que, si toma un alimentador le tocaría esperar 40 minutos. Desde esa estación se regresa al Portal 80 para tomar un bus vacío que lo deje en el Portal Sur.

Allí, nuevamente hace el mismo recorrido de la mañana, toma un bus circular que lo deja en la estación Terreros y de ahí se va en buseta hasta su casa. Desde hace dos años, esta rutina de transporte le toma cinco horas al día a Henry. “Reniego todos los días y a veces me desquito con los demás”, cuenta el profesor.




Un costo muy alto

Además del eterno recorrido para llegar a Bogotá desde Soacha y devolverse, el precio del transporte público es demasiado alto para la mayoría de los habitantes.

Stella se gasta 9.950mil pesos al día, solo en transporte para ir a Bogotá. Lo que sería al mes un gasto de aproximadamente 258 mil pesos. El costo aumenta si Stella decide tomar buseta, el cual aumentaría el costo.

La situación de Henry es parecida, ya que trabaja cinco días a la semana y se gasta fijo 8.500 pesos al día en transporte, lo que sería al mes un gasto aproximado de más de 200 mil pesos.

Teniendo en cuenta que, como lo explica el profesor de logística y transporte de la Universidad Javeriana de Bogotá, Darío Hidalgo, “Soacha es un municipio que tiene serias dificultades financieras para sostener las necesidades de la creciente población porque principalmente tiene ocupación informal y de bajos ingresos”. Por esta situación, muchos habitantes del municipio han protestado por el precio del Transmilenio.

Ante el alto costo del transporte público y el tortuoso recorrido de más de dos horas, el profesor de sistemas ha considerado dos opciones. La primera es comprarse una moto, aunque no le guste mucho. En ese caso, ya podría salir un poco más tarde de su casa y no demorarse tanto en el transporte público. La otra opción, más a futuro, sería vender el apartamento e irse con su pareja más al norte.

En el caso de Stella, ella prefiere seguir usando el transporte público. Su esposo se compró una bicicleta para ir al trabajo y le iba a comprar una a ella, pero confiesa, “a mí me da mucho miedo, miedo de que me roben la bicicleta o de que me hagan algo para robarme”.

¿Los servicios piratas, posible alternativa?

Diariamente se forman filas interminables de usuarios en estaciones de Transmilenio como San Mateo y Terreros, quienes buscan transporte para poder llegar a sus hogares. Una abrumadora tarea que deja a la vista la sobreexplotación demográfica del sector.

Como si montar en Transmilenio no fuera ya una dificultad por las demoras en el servicio y las largas filas, en Soacha hay una falta de vías de acceso y escasez de rutas de transporte. Es por eso que, los habitantes deben tomar un bus o un “carrito”, como le suelen llamar a los carros piratas, para que los dejen cerca a los portales de Transmilenio.

Este es precisamente el trabajo de muchos de los habitantes de Ciudad Verde, quienes ven en la falta de transporte intermunicipal una oportunidad de ganarse la vida. John, es uno de los conductores de carros particulares piratas que se forma para acudir a la alta demanda de usuarios que se enfrentan a este clavario por el pésimo servicio de transporte.

En su Chevrolet blanco de modelo antiguo, John acerca a un promedio de ocho personas por hora a sus casas y a las estaciones de Transmilenio. “Salgo por la tarde todos los días y todo el día me la paso aquí montado en el carro”, comenta John. Además, sabe que ante la falta de transporte no tendrá problema en ir y volver siempre con su cupo lleno. “Siempre voy hacia Terreros porque ahí fijo salen carreras. Depende de la hora, hay fila de carros entonces nos toca esperar, pero siempre hay pasajeros”, afirma el conductor.

Foto tomada por: Juliana de los Rios y Juanita Forero Ruiz. John en su trabajo.

El experto y profesor de transporte y logística de la Universidad Javeriana, Darío Hidalgo, ve como una necesidad que las personas usen estos servicios piratas, ya que no existen soluciones de movilidad formal que provean esa accesibilidad. Hidalgo explica que, “el tema está en generar esa regulación y esa gestión desde el Estado, para que no sea necesario para las personas usar estos vehículos piratas”.

Sin embargo, hay algunos usuarios como Henry Calderón que no ven en este servicio una buena alternativa para los habitantes. Él enfatiza que, aunque los carros piratas hacen el mismo servicio de las busetas, no cuentan con los papeles básicos para poder rodar con seguridad. “Estos vehículos no son muy confiables porque en caso de un accidente ¿quién responde? Yo como pasajero prefiero esperar a una buseta”, reitera Calderón.

Lo que padece Henry y Stella, lo sufren la mayoría de los habitantes de Soacha que trabajan en Bogotá; la falta de recursos para vivir cerca a su lugar de trabajo y el déficit de transporte empeoran la calidad de vida de estas personas.

Por un lado, el experto Darío Hidalgo, propone como posible solución a esta problemática, corredores adicionales que ya están en construcción, como la avenida de Cali que pasaría por el borde de Soacha y la línea tres del metro de Bogotá por el corredor férreo del sur, que apenas está en la fase inicial.

Para el experto Vergara, se debería considerar la opción del ferrocarril del sur, que quedó abandonado en los años 80, para mejorar el transporte. “Tener en cuenta que el antiguo Ferrocarril del Sur, que llegaba incluso hasta Sibaté, y el cual tuvo proyectos para utilizarse como un tren de cercanías”, dice Vergara.

Henry confiesa que llega cansado a su casa y no es por su trabajo, sino por el transporte. “Tengo una hermana que vive en Suba, entonces dejé ropa allá o le digo a un sobrino mío que tiene su moto y a veces me rescata”, cuenta Henry.

Para Stella demorarse más de dos horas en cada trayecto es algo normal, ya se acostumbró a caminar y a pasar tanto tiempo en el transporte público. Lo que esta mujer no ha tenido en cuenta es que en realidad pasa alrededor de 65 días completos en un bus de Transmilenio.