Teatro: un escenario para las víctimas



En la escena

A María Sirley Acevedo le desaparecieron a su hija, a su hermano y a ocho familiares más. Esta es la historia de una mujer desplazada del Llano, quien sufrió múltiples daños por el conflicto armado. “Yo tuve un ataque depresivo después de que los hechos ocurrieron. Los psicólogos que envía el Estado me estaban enloqueciendo más, pues no siento que hicieran su trabajo de corazón. No sé cómo decirle, la verdad fue una atención muy mala”, comenta. Los psicólogos obligaban a Sirley a repetir constantemente lo que le había ocurrido, por lo que los hechos dolorosos revivían constantemente en su cabeza.

Casa Dulima, Cartas para renacer, 2020

Una vez llegó a Ibagué, Sirley afirma que fue a través del contacto con el teatro que pudo mantenerse en pie: “Después de los hechos, me sentía demasiado mal. Fue gracias al teatro que pude seguir adelante”, cuenta. Mediante las obras y la representación de mujeres maltratadas, Sirley pudo revivir el pasado de su historia, pero esta vez intentó brindar un final diferente, pues en este espacio se rebela ante la opresión y el daño. “Ha sido mediante el teatro que pude expresar todo lo que llevaba dentro”, comenta.

Según la Unidad de Víctimas, actualmente hay más de 9 millones de personas registradas como víctimas de las cuales 8.1 millones han sido desplazadas. Según Lorena Cudris Torres, investigadora asociada y par evaluadora del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, en su artículo Malestar psicológico en víctimas del conflicto armado, el estrés postraumático y la depresión se manifiestan en cerca del 30% de las personas expuestas a violencia. De acuerdo al portal web Rutas del Conflicto, en su especial El duelo no resuelto, la agonía de la desaparición forzada en Colombia, menos del 4% de las víctimas de este crimen han recibido atención de salud mental para sanar sus heridas. Es en este punto donde el teatro surge como alternativa para sanar las dolencias del conflicto.

Actualmente, Sirley trabaja de la mano con Casa Dulima, organización de teatro que busca difundir la verdad de las víctimas a partir de la representación teatral. Mediante el proyecto audiovisual “Hasta encontrarlos”, ella busca narrar la memoria de las víctimas, profundamente invisibilizadas e ignoradas por la opinión pública en general. En la actuación teatral, se narra la historia de los desaparecidos y se busca generar reflexión en la sociedad. “Así como me ayudaron a mí, yo ahora quiero ayudar a muchas personas que están sufriendo ese dolor tan aterrador”, expresa Sirley. El teatro en organizaciones como la Fundación Menonita Colombiana para el Desarrollo, Mencoldes, y el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice le han permitido a Sirley ser líder y precursora en el cambio social de las víctimas del Tolima.



Déficit de atención a la salud mental por parte del Estado

En el contexto de las masacres del país, el panorama de salud mental resulta preocupante, puesto que según la psicóloga Nora Londoño en su artículo de investigación Salud mental en víctimas de la violencia armada en Bojayá (Chocó, Colombia), un 37% de las víctimas de la masacre ocurrida en Bojayá en mayo de 2002 presentaron síntomas de estrés postraumático. Así, los principales síntomas que se manifestaron en la población fueron fobia social, trastornos por angustia y agorafobia. En el informe Basta Ya! publicado el 11 de abril de 2016 por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), se asegura que: “La guerra colombiana no ha sido una guerra de combatientes, sino que todos han enfilado sus fusiles contra quienes están desarmados. A veces de manera colectiva, con masacres, pero la mayor parte del tiempo de manera selectiva a través de sicarios o comandos”.

Iniciativas del Gobierno como el Programa de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas (PAPSIVI) están encaminadas a atender las heridas emocionales de las víctimas. Sin embargo, el informe Acceso a la salud integral para las víctimas del conflicto armado en Colombia de la Corporación Vinculos, indica que el PAPSIVI lejos de ser un programa que realmente ayude y garantice la salud integral de las víctimas del conflicto, evidencia la ausencia de una política pública. Además, del incumplimiento de la sentencia T-045 de 2010 ordenada por la Corte Constitucional al Ministerio de Salud y Protección Social.

También, se puede ver problemas en el acceso y gratuidad del programa, la preferencia, la especialidad de la atención –tanto profesional como institucional-, la plenitud de la atención y la integralidad de la misma. Lo cual, perpetúa la vulneración del derecho a la salud de las víctimas sin garantizar ningún criterio reparador y de rehabilitación real y efectivo. Lo anterior lleva a la pregunta: ¿cuáles han sido las alternativas para sanar las heridas del conflicto?




El teatro como alternativa

Según Diana Rodríguez, psicóloga de la Universidad del Rosario en su artículo de investigación El Arte como Proceso de Subjetivación del Duelo: “En el caso de Colombia existen diferentes fragmentos artísticos que pueden ser libros, fotografías, canciones, y performance, entre otros”. Los anteriores elementos ayudan a aceptar e interiorizar el dolor causado por las diversas situaciones de violencia. Entre estas formas de sanación, hay una estrategia para enmendar las heridas del conflicto: el teatro.

"Mediante el teatro se puede expresar todo aquello que no quiere narrar con palabras, pues el hecho de decirlo le resulta doloroso"

Desde obras reconocidas internacionalmente, como Antígonas y Guadalupe, años sin cuenta, hasta obras que son poco reconocidas en la escena, el teatro se ha establecido como una de las principales herramientas para enmendar heridas y crear memoria a partir de la propia voz de las personas que sufrieron el conflicto.

Jacqueline Castillo es la representante legal del colectivo las Madres de Soacha. Ella expresa que ha percibido un crecimiento y empoderamiento de varias madres víctimas de desaparición forzada: “Desde la muerte de sus hijos, varias madres no hablaban, eran profundamente silenciosas y ensimismadas. Pero después de varios talleres, varias madres se volvieron participativas, hasta el punto que ya no nos dejan hablar a las demás”, expresa con una sonrisa.

El colectivo Las Madres de Soacha es uno de los referentes a nivel nacional e internacional, pues mediante la representación de obras como Antígonas, han logrado contar su historia al público y revivir el sentimiento de anhelo por verdad y reparación. En esta obra en específico, se denuncian distintos tipos de crímenes de Estado: los falsos positivos, la persecución a líderes sociales por parte del extinto Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, entre otros. Así, se busca confrontar al público con el dolor de la desaparición y no dejar que los rostros de los desaparecidos queden en el olvido.

Rocío Rodríguez fue víctima de desplazamiento forzado. Después de las múltiples amenazas y sufrimiento, ella y su familia decidieron establecerse en Bogotá, para comenzar una nueva vida. En la ciudad, Rocío descubrió el teatro y decidió comenzar a estudiar Artes Escénicas. En este punto, afirma que su vida comenzó a tener un rumbo distinto: “Descubrí en el teatro la forma de transformarme, ser varias personas a la vez, cambiar de personalidad. Fue un desfogue total y creo que por eso me iba tan bien”, narra.

Ella considera que mediante el teatro puede expresar todo aquello que no quiere narrar con palabras, pues el hecho de decirlo le resulta doloroso. Afirma que cuando representó la obra Lo que callan los inocentes pudo expulsar los dolores que tenía atrapados en su interior. Así, mientras estudiaba Artes Escénicas, propuso al profesor representar un personaje ficticio que había sido desplazado del campo y violado: “A mis compañeros les gustaba como actuaba porque me decían que me gustaba mucho el tema, que mis expresiones eran muy muy de adentro”.

La recuperación emocional para Rocío fue lenta. Sin embargo, gracias a que pudo narrar su historia mediante el teatro a un público que no tenía certeza sobre si lo que estaba presenciando era real o falso, pudo seguir adelante y lidiar con este capítulo en su vida: “Como en el teatro la gente no sabe qué es real o no, a menos que uno se lo cuente, entonces creí que no iba a ser identificada y que nadie iba a pensar que eso era una historia real. Lo que yo viví en la universidad fue el desfogue de mis emociones”, expresa la víctima.

María Paula Bahamón, psicóloga que hace parte de la Asociación Colombiana de Arteterapia, afirma que mediante el teatro y la sanación artística se pueden suplir las necesidades de cada víctima, pues cada herida requiere una forma diferente de sanación: “Podemos encontrar un amplio abanico terapéutico, podemos elegir terapias diferentes de todo tipo en estos tiempos. Que sean realmente acordes a las necesidades de las poblaciones y sus características particulares”, explica.

Yenny García, dramaturga y coordinadora de proyectos de arteterapia con víctimas del conflicto armado, expresa que el teatro es una de las mejores formas para sanar heridas del pasado. “Al representar otros personajes, el vivir otras experiencias vitales, puede ayudarte a reflexionar sobre tu propia vida y rebelarse frente a posibles opresiones que estés viviendo”.

Yenny fue víctima de violencia sexual en su niñez. En un principio, los proyectos de teatro y escena se le dificultaron, pues le incomodaba el contacto físico debido a sus experiencias anteriores. No obstante, una vez comenzó a hacer teatro, pudo resignificar sus heridas y generar sistemas de catarsis personal. “Siempre he sido una persona sumisa. El teatro me hizo reflexionar para decirme a mí misma ‘he representado personajes de leona, he sido capaz de defender mi cuerpo, mi territorio, ¿cómo no voy a defender mi cuerpo?”

Yenny trabajó en asentamientos de Ibagué, como el Rincón de la Virgen en la Comuna 11. En este punto, quiso compartir su experiencia de sanación con otros, ayudándoles a sanar por sí mismos. “En algunas comunidades, la mayoría de las personas han sido desplazadas, han sido víctimas de abuso sexual, tienen personas desaparecidas. Esos cuerpos son muy rígidos. El trabajo que nosotros hacemos allí es buscar que el cuerpo respire y que fluya”.

Según el artículo académico de la periodista Diana Marcela Martínez , titulado Tratamiento informativo, salud mental y posconflicto en Colombia, la agenda informativa no suele tener como prioridad el mostrar los problemas y las estrategias de sanación que tienen las víctimas para curar las dolencias del pasado. En muchas ocasiones, la sobresaturación de información y de eventos trágicos en el país terminan invisibilizando las voces de protesta frente al déficit de salud mental de las víctimas. De este modo, el teatro surge como un espacio alternativo, en donde la voz de las personas damnificadas por el conflicto es el principal protagonista. Así, se evitan las distracciones o el desvío de la atención de la opinión pública hacia otras temáticas.

Desde el Atlántico, con grupos como la Red Juvenil del Suroccidente de Barranquilla y el Colectivo Escénico de Mujeres Alas y Lunas, hasta mujeres del Cauca y Santander, con colectivos como la Ruta Pacífica de Mujeres, las iniciativas de sanación a través del teatro han sido múltiples. Pero, ¿por qué tantos colectivos se decantan por esta estrategia?

Teatro y memoria

Paola Andrea Muñoz, es una dramaturga y actriz que ha trabajado en organizaciones encaminadas a crear teatro para la memoria, como el Centro Cultural Horizonte, que funcionó en Barrancabermeja en el pasado. Actualmente, es fundadora del colectivo “Magdalenas”, grupo que nace con el objetivo de acoger mujeres víctimas de múltiples violencias, entre las que se incluye la victimización por el conflicto armado. De esta manera, se realizan talleres y prácticas que interrelacionan el arte, la memoria histórica, el diálogo intergeneracional, desde un enfoque de género. “Es ahí en donde es fundamental el teatro, ese teatro que acerca, que conmueve, que siente y que dice. Le damos un lugar a esa esencia humana tocada por el dolor”.

Muñoz considera que, mediante el teatro se puede resignificar la concepción de víctima del conflicto, en tanto no se les presenta a las víctimas como personas que exclusivamente han sufrido, sino que también se les representa como constructoras de paz y la defensa de los derechos humanos en el territorio. “Mediante el teatro, entendemos el rol de las mujeres que nos anteceden: mujeres que perdieron a sus hijos, perdieron a sus esposos, perdieron sus tierras, fueron violadas y despojadas. Buscamos reconocer a todas las mujeres que nos anteceden en esta región, que tienen una memoria y un legado que no debe ser olvidado”, relata la lideresa.

Mediante el arte, las víctimas del conflicto pueden encontrar una apertura emocional para construir memoria y realizar denuncia social. José Luis Mondragón, filósofo de la Universidad Nacional, se especializa en la construcción de paz a través del arte, afirma que es fundamental generar espacios artísticos para producir la sanación.

Mondragón considera que hay múltiples formas para hablar acerca del conflicto, y las obras de teatro son una de ellas. “Una de las diferencias que existe en comparación con las artes plásticas es que el teatro tiene un mayor componente narrativo. Esto hace que para las víctimas, al ver su dolor representado tengan un tipo de validación distinto al que se obtiene a partir de otras terapias”, afirma. Este es el caso de famosas obras en donde actores de profesión se dedican a contar una historia que representa memoria histórica.

Según Mondragón, la construcción de memoria histórica es importante porque no deja que el paso del tiempo borre los sucesos y a través del teatro se cuentan las partes que la historia ´oficial´ ha quitado o no le ha dado la trascendencia que merece. El Estado tiene sus propios medios de construir memoria, por ejemplo, por medio de la educación en las escuelas y los medios de comunicación y lo que le queda al arte es contar eso que el Estado no quiere que se cuente.

Al tener en cuenta todas las situaciones de violencia en Colombia, hay mucho que contar y obras como Kilele, que habla acerca de la masacre de Bojayá o La Siempreviva, que habla de la tragedia ocurrida en el Palacio de Justicia demuestran el poder de la sanación a través del teatro.

En España, La Colectiva de Mujeres Refugiadas, Exiliadas y Migradas en España realizó un encuentro para mostrar su obra llamada Mujer-Eres que según un artículo del Museo de Memoria de Colombia “nace como una iniciativa creada por 40 mujeres que, siendo perseguidas y violentadas en el marco del conflicto armado colombiano, tuvieron que migrar forzadamente y cruzar las fronteras de su propio país para exiliarse en España”.

Este colectivo fue creado por mujeres colombianas víctimas de violencia, quienes trabajaron las expresiones teatrales como el Teatro por la Paz de Tumaco, Centro Cultural Horizonte de Barrancabermeja y el Teatro por la Paz de Buenaventura en Colombia y tienen como objetivo visibilizar todas las situaciones de violencia en las que se vieron envueltas en su país y sensibilizar al público español frente a este tema.

Así como existen obras como Kilele y La Siempreviva que han tenido altos reconocimientos, también existen obras que no han tenido tanta trascendencia, pero que sirven para el desarrollo emocional de la persona. Según Mondragón, las personas se empoderan y llevan su duelo de una manera diferente. Cuando cuentan la historia hay dolor y muchas lágrimas, pero cuando están realizando una presentación, se enfocan en que todo salga bien, en el arte en sí mismo.

Como en el caso de Sirley, Rocio y Jaqueline, la lucha por la memoria y la reparación simbólica se revive cada día en espacios como Casa Dulima, Fundación Mencoldes, Magdalenas, entre otros. Así, las víctimas logran resignificar los espacios de empoderamiento, para construir paz a través de la creatividad y el entretenimiento y de esta manera, encontrar la sanación a través del teatro.

Jennifer Medina · Relatos de memoria, escena y conflicto