Laura Flórez* es una joven de 20 años cuya vida dio un giro de 180 grados el 31 de marzo, cuando se anunció la cuarentena estricta por el covid-19 en Colombia. Ella tuvo que enfrentarse a la realidad de aislarse socialmente, de ver clases virtuales y de agotarse de esta nueva rutina. Laura, como el 62% de jóvenes colombianos, comenzó a sentirse cansada sin motivo con el transcurrir de la pandemia y empezó a ver cómo su salud mental se deterioraba.
La siguiente gráfica muestra cómo la pandemia ha afectado el estado de ánimo de las personas en Colombia.
Según Profamilia , los jóvenes entre los 18 y 29 años presentan los índices más altos de afectación mental en la cuarentena. Para Miguel Gutierrez, profesor de psicología de la Universidad del Rosario y magíster en psicoanálisis, la pandemia produjo tres olas de afectación: física, económica y a la salud mental.
Según Gutierrez, los jóvenes que estaban acostumbrados a una vida socialmente activa iniciaron a sentir ansiedad de que sus lazos de amistad se perdieran por las circunstancias. Además de tener que, en muchos casos, lidiar con las disputas familiares por una convivencia continua. Esto se agudiza cuando ellos no exteriorizan, ni reconocen, sus emociones; o agrava una condición previa.
En la siguiente línea de tiempo podrá ver algunos de los hechos que impactaron en la vida de los jóvenes:
David* es un joven de 21 años que sufre de depresión y ansiedad. Antes de la pandemia llevaba un proceso con su psicóloga que tuvo que detener debido a las circunstancias. Con el transcurso de las semanas, se sintió agotado, ansioso y sin ganas de salir de su cuarto. Por eso, después de pensarlo junto a sus familiares, decidió que debía retomar las sesiones con su psicóloga.
Para Gutierrez, si bien esto no significa que todos los jóvenes necesiten este tipo de ayuda profesional, sí es necesario tratar las señales que puedan indicar un daño en la salud mental. Esto porque las consecuencias aparecerán después de la pandemia.
Valentina Urbina es una joven de 21 años que estudia y trabaja para cumplir sus horas de prácticas. Ella fue diagnosticada con trastorno límite de la personalidad, estrés postraumático y depresión. En medio del encierro obligatorio sufrió acoso por parte de su expareja, su ansiedad aumentó y su preocupación por contraer covid-19 también. Como Valentina, el 64% de los jóvenes entre 18 y 29 años, se sienten más preocupados por el control de la pandemia y la vuelta a la vida normal.
Según Paul Bedoya, profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana y psicólogo con maestría en Psicología Clínica y de la Salud, los factores externos contribuyen a crear una sensación de cansancio, pero también ocurren respuestas neuronales que hacen a las personas más propensas a tener una afectación mental. Bedoya comenta que en está época, los niveles de dopamina y serotonina, disminuyen. Estos dos son neurotransmisores, responsables de controlar nuestras emociones y estado de ánimo.
Lo que sucede, explica Bedoya, es que cuando las personas constantemente tienen sentimientos negativos los neurotransmisores bajan sus niveles y pueden causar un colapso en la estructura mental. Esto significa que pueden suceder ataques de pánico o registrar altos niveles de ansiedad que se manifiestan en la sudoración de manos, estrés y dolores de cabeza:
“Siempre tengo mucha ansiedad, pero últimamente está más fuerte, me como los dedos, me muerdo los dedos, una cosa así muy fuerte.”
Pero no se puede pensar que todos los sentimientos negativos conllevarán a diagnósticos como la depresión. Según Bedoya, es normal que por las circunstancias las personas tengan la tendencia de tener tristezas pasajeras. Pero si sumamos síntomas como la anhedonia (o las ganas de no hacer nada) y las ideas suicidas, es necesario consultar con un especialista.
A continuación verá dos escáneres de cerebros con diagnósticos de depresión y bipolaridad más otros dos que no presentan estos síntomas.
A continuación verá un escáner de un cerebro con diagnóstico de depresión y otro que no.
Es importante que las personas busquen ayuda con profesionales en salud mental. Esto porque el ignorar dichas alertas pueden conducir al empeoramiento de un diagnóstico previo o la creación de uno. Pero esto contrasta con la realidad donde, según Bedoya, la cultura colombiana no se le enseña a expresar la condición emocional. Para él, como sociedad se minimizan las cosas y se le quita el nivel de relevancia a lo que se siente.
Además de tener que enfrentar el costo mental que implica la cuarentena, los jóvenes han tenido que lidiar con los desafíos que implica la virtualización de sus clases: “me he sentido muy abrumado sobre todo en el período de exámenes finales, todo se mezcla, lo laboral y lo académico” cuenta Juan José Flórez, estudiante de derecho de la Universidad de Antioquia.
Por este motivo, las diferentes universidades han implementado una serie de programas de atención mental a sus estudiantes que incluyen desde líneas de atención hasta cursos virtuales para regular la ansiedad. “Tenemos una plataforma virtual llamado UR Motion que tiene talleres para enfrentar la frustración, entrenamiento emocional, arteterapia, otra forma de entender las emociones” afirma Laura Heyck, psicóloga de la Universidad del Rosario.
Aunque, estas medidas podrían parecen ineficaces, cuando los estudiantes no conocen estos apoyos o se sienten incómodos al acudir a ellas. “Yo he oído que la universidad tiene algunos programas de psicología, pero la verdad nunca los he utilizado ni sé cómo inscribirme a ellos” afirmó María José, estudiante de periodismo de la Universidad del Rosario.
Escuche el siguiente podcast para conocer de primera mano una historia desde la voz de su protagonista y expertos en el tema:
Si bien es cierto que las universidades están trabajando en el acompañamiento de sus estudiantes, ellas no son centros de salud mental. Heyck explica que la universidad no está para tratar los casos a profundidad. La institución hace acompañamiento, si es necesario, remite a otras entidades y acompaña en los procesos. “A mí me ayudaron a gestionar mis emociones, tuve 5 sesiones con una psicóloga que fue muy amable y me acompañó todo el semestre” afirma Sofía*, estudiante de periodismo de la Universidad del Rosario.
En Colombia existen 36 líneas de atención a la salud mental dispuestas por el Gobierno Nacional en esta pandemia. Pero, estas solo cubren 20 de los 32 departamentos del país. Además, muchas de estas no estaban en funcionamiento antes de la coyuntura.
Pedro Pablo Ochoa, director de programas y proyectos del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colpsic), dirigió el proyecto equipo de respuesta psicológica del Covid- 19, y uno de los primeros hallazgos fue que muchas de las líneas departamentales, que deberían estar en funcionamiento, no lo estaban: “cuando inició la pandemia nos dimos cuenta de que hay líneas departamentales que deberían existir y no existen”. Y las líneas existentes tienen problemas de financiamiento.
La línea 192 fue un proyecto creado para apoyar por 4 meses la salud mental de los colombianos durante la pandemia. Esta fue financiada por el Gobierno de Canadá y apoyada por psicólogo nacionales. Pero con el fin del contrato se perdió la financiación gubernamental extranjera y el gobierno nacional no impulsó este proceso tampoco. Según Tatiana González, psicóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana y exfuncionaria de esta línea, fue un proyecto que contó con 36 teleorientadores que prestaban primeros auxilios psicológicos. Aunque se está evaluando una posible renovación, según González, no hay nada seguro.
Otro de los problemas es que, aunque existan líneas de atención los jóvenes no las usan. Según la línea 106, el 85% de las personas que se comunican con esta lo hacen por llamada de voz. Pero, los adolescentes entre 14 y 18 años prefieren recurrir al chat.
Desde el inicio de la pandemia, esta línea, con más de veinte años de trayectoria ha recibido 5888 llamadas. Lo que asemeja la cifra de "llamadas" recibidas por SOS Sin Culpa, una línea de atención sin ánimo de lucro que surgió a partir de la coyuntura, que ha recibido 5.000 chats y 3.000 llamadas en los 5 meses de cuarentena estricta. La mayoría de estas atenciones fueron buscadas por jóvenes.
Según, Linama Suarez, psicóloga y cofundadora de SOS Sin Culpa, los jóvenes conocieron la iniciativa gracias a un influenciador digital, que cuenta con un millón de seguidores en su cuenta de Instagram. Los jóvenes sí necesitan ayuda, pero existe un estigma hacia la salud mental y las atenciones sobre ella.
Según Ochoa, tenemos un sistema más enfocado en la enfermedad que en la salud: “cuando hay un trastorno es cuando se pide ayuda y eso hace que el sistema sea insostenible”. Para Ochoa el gobierno debe crear políticas para la prevención y promoción de la salud mental. En esto, Paul Bedoya, psicólogo de la UPB, también concuerda, para él los gobiernos deben crear programas que comprendan el cuidado personal y que se adopten como una condición de vida.
La pandemia fue un llamado de atención a la salud mental. No solo dejó entrever los problemas existentes con las líneas de atención nacionales, sino que mostró también el estigma que se tiene en Colombia: “se ha criticado a los psicólogos, se ha dicho que son muchos, pero con la pandemia se dio la vuelta, se dieron cuenta que los psicólogos son muy importantes y que no alcanzaban”, afirma Ochoa.
*Los nombres fueron cambiados a petición de los entrevistados.