Podando estigmas:

Huitaca, la huerta urbana de
Los Pinzas

Daniel Leyton, un jóven médico veterinario, ha dedicado 13 años de su vida a las huertas urbanas y aproximadamente unos 20 a ser hincha de su equipo, Millonarios. Por su amor al fútbol, desde hace tiempo hace parte de la barra Los Pinzas de los Comandos de los Azules, junto a quienes encontró una manera de unir sus dos pasiones: el equipo y el trabajo con la tierra. Fue así como en 2021 crearon una huerta urbana en el parque Villa Luz, que, entre ellos y la comunidad, cuidan y mantienen semanalmente.

La Huerta Huitaca, ubicada en la localidad de Engativá, al noroccidente de la ciudad, es un espacio comunitario de cultivo urbano en medio del concreto característico de Bogotá. Esta huerta nació de una idea de Daniel mientras estaba con sus compañeros barristas en el parque del barrio Jardín de Villa Luz. Al apoyo de sus compañeros se unió el colectivo gráfico “Sumercé” y, gracias al voz a voz, dieron a conocer la huerta.

Los Pinzas se encuentran todos los martes para el cuidado del espacio comunitario. Los domingos se unen los vecinos para la recolección de compuestos orgánicos y el trabajo de agricultura, el cual se ha vuelto su actividad favorita del fin de semana. Estos, a su vez, la cuidan y protegen desde su fundación el 28 de febrero de 2021.

“Lo más importante es crear comunidad por medio de las huertas urbanas”

Daniel Leyton en la huerta Huitaca. Foto: Laura Ríos


Huitaca: ¿cómo nace este sueño de unos barristas de Millonarios?

Al hablar de sus compañeros barristas y la huerta, Daniel, gestor de la idea de Huitaca, se emociona y comenta que el simple hecho de ver a sus compañeros un martes metidos en la tierra es muy importante, ya que muestra otra cara de ellos. “Tenemos todos los problemas de los barristas: peleas, alcohol, consumo, pero este espacio ha servido bastante para mirar otras cosas. No todo es color de rosa, pero se trata de hacer lo que se puede”, dice Leyton.

“Mucha de la arborización de este parque la hicieron mis compañeros de la barra 20 o 25 años atrás”, dice también. Los Pinzas, que existen hace 30 años en el barrio Villa Luz, siempre han estado motivados por la protección ambiental. Así como les preocupa el ecosistema del parque y el barrio, les interesa la seguridad del espacio, “aquí no permitimos que nadie robe, no sólo la huerta, sino en el parque”, tal y como explica Rubén Stefens, también llamado 'Chamito', barrista y colaborador de la huerta de la tercera edad. Algunas de las reglas de Los Pinzas en Villa Luz incluyen que no haya consumo de estupefacientes, que respeten a los niños, la huerta y a los vecinos de la zona.

Poco a poco Huitaca se ha convertido en el hogar de muchas personas: Antonieta, Arley, Amaranta y Nicolás son algunos de los que cada domingo asisten a la huerta y reciben residuos orgánicos para convertirlos en compostaje. “La idea de esto es crear conciencia y conocer personas, hacer comunidad con todos, incluyendo a los chicos de la barra”, dice Arley mientras construye la paca digestora, que son un un sistema de compostaje sin oxígeno que fermenta la materia orgánica a través de la presión manual de los residuos, de la semana con desechos orgánicos, tierra y hojarasca para generar abono luego de mínimo seis meses de espera.

La barra, un grupo que durante años ha sido estigmatizado por las creencias generalizadas sobre peleas, drogas y robos que rodean a las barras bravas de fútbol, viven en una realidad donde no todo es “desorden”, como explica Daniel Leyton.

Mural de la barra Los Pinzas en el parque Villa Luz. Foto: Laura Ríos

En Bogotá, una ciudad en la que, según la organización Greenpeace, el 80% de la población vive con un déficit de áreas verdes, han florecido nuevos espacios gracias a la intervención de la comunidad. Los agricultores urbanos han hecho uso de parques públicos, azoteas, patios, jardines y otros espacios para la creación de huertas urbanas, que son cultivos dentro de las ciudades donde se siembran todo tipo de plantas.

De acuerdo con Paola Laverde, ingeniera ambiental y sanitaria con experiencia agricultura urbana, si bien existen huertas en la ciudad hace muchos años, el verdadero auge de estas se da en 2020 en medio de la pandemia en distintas zonas de la ciudad como Engativá, Teusaquillo, Fontibón y Barrios Unidos. Aunque no se tiene datos desde las redes comunitarias (ya que las bases oficiales cuentan las huertas institucionales, que son ajenas a las de los barrios) de cuántos de estos espacios hay en Bogotá en total, se calcula que son más de 400 huertas las que son mantenidas por comunidades de vecinos en las localidades bogotanas en funcionamiento y con cosechas que, además de alimentos, generan tejido social, una de las tareas que Laverde destaca de estos espacios.

Huitaca surge para ser una huerta sostenible que ayude a sus fundadores a hacer pedagogía, que una a la comunidad y que permita la recuperación del espacio que, hasta antes de su fundación, estaba siendo ocupado por recicladores con sus carros y cambuches. Fue así como Los Pinzas comenzaron con el liderazgo de la huerta urbana.

Desde el 28 de febrero de 2021, los barristas y los vecinos del barrio han ido sembrando y dando vida a la idea de Daniel, que surgió postpandemia y que, con convocatorias y el apoyo de muchas manos, ha fortalecido a Huitaca. Comenzaron armando un sembrado con camas de cultivo que utilizan tierra fértil que producen los mismos miembros de la huerta con pacas digestoras que se convierten en abono apto para siembra que reutilizan en la misma huerta.

Instrucciones para hacer una paca. Foto: Paola Montañez

El proceso de Huitaca fue llevado con mucha paciencia, afirma también. Esto es muy importante, sobretodo si se tiene en cuenta que las camas de cultivo necesitan técnicas de excavación y aprovechamiento de residuos que toman más de dos meses en hacer apta la tierra para sembrar; o que las pacas digestoras demoran más de seis meses en convertir los desechos orgánicos en abono. “La idea de la Huerta es tener alimentos variados y disponibles todo el tiempo”, dijo Leyton.

Daniel, que practicó durante mucho tiempo en casa con una huerta pequeña llamada Mamá Elvia, experimentó con técnicas de sembrado en botellas, cajones y llantas para descubrir la mejor forma para cultivar y obtener cosecha. "Lo que me gusta es que sea muy productiva la tierra. Las huertas que uno ve en Bogotá son más para parchar y compartir, y no se ve el alimento, acá si tratamos de que sea así”, afirma Leyton.

El fundador de la huerta, que además de ser veterinario ha estudiado empíricamente a través de cursos en el SENA y del Jardín Botánico sobre el cuidado del suelo durante años, decidió aplicar sus conocimientos para enseñar a sus compañeros de la barra y a los vecinos que dedican sus fines de semana al cuidado de la huerta y que han creado una comunidad en torno a Huitaca.

Además de la huerta Huitaca, hay otras dos que han sido fundadas por barristas de los Comandos Azules y se han consolidado como espacios para la cosecha y el compartir de los hinchas y la comuniadad. Esta red de huertas urbanas se encuentra en las localidades de Barrios Unidos, Bosa y Engativá.




Huitaca, la leyenda muisca

Huitaca recibe su nombre por la diosa de los Muiscas, que, según la leyenda, es castigada y convertida en lechuza por su rebeldía, una de las cosas con las que Los Pinzas se identifican. “Huitaca es la diosa irreverente, le gusta la fiesta, le gusta llevar a los hombres a farrear. Por eso le pusimos así. Por eso y por las lechuzas que hay acá. El mito dice que a Huitaca la convirtieron en búho”, comenta Daniel.

Los Pinzas consideran este lugar su hogar. Según Rubén, uno de los miembros más antiguos, los barristas han pasado más de 20 años en el Parque Villa Luz y se han encargado no solo del cuidado de la tierra, si no de la protección de animales, como los búhos, que inspiraron el nombre de la huerta y que son atacados por personas del barrio que piensan que son “brujas disfrazadas”.

“Los barristas trabajan en la huerta los martes porque los domingos Millos juega mucho”, cuenta Leyton. Además, entre los jóvenes también suele haber bastante fiesta los sábados, por lo que la asistencia de los domingos se suele reducir. “Acá estamos todos los martes limpiando, poniendo abono de la paca y hojarasca para proteger los cultivos del sol”, dice Ivonne, una de Los Pinzas.

Con el compromiso y la pedagogía hecha con los barristas y los vecinos, la huerta se ha convertido en un espacio fértil: “Acá lo principal del cultivo es que la gente que trabaja se lleve lo justo, no más, así es que hemos rendido la cosecha. Por eso hemos enseñado a tomar solo lo necesario desde el comienzo”, dice Freddy, otro de los barristas que asisten todos los martes a cuidar la huerta.

El florecimiento de Huitaca

Con el tiempo, entre el trabajo comunitario de los vecinos en los domingos y el trabajo de los martes de los barristas, la huerta se ha ido nutriendo: hay calabazas, orégano, cilantro, lavanda, romero, cubios, ajos, romero, helechos, mora, geranios, anís, mirto, lechuga, entre muchas otras cosas que están a disposición de aquellos que trabajan en el espacio.

Nicolás García, vecino de Huitaca, dice que las huertas son iniciativas que ayudan a reducir la generación de gases dañinos del relleno sanitario Doña Juana, que produce gas metano y dióxido de carbono por la degradación de compuestos orgánicos. Una de las maneras de contrarrestar estos desechos es con las pacas digestoras, que evitan gases propios de la descomposición.

Además de los aportes comunitarios, la Huerta ha ganado dos proyectos para su financiación. Uno con el Instituto Distrital de Participación y Acción Comunal (IDPAC) por quince millones de pesos, con los que compraron canecas para reservorio de agua y adecuación, y otro de ocho millones en un concurso relacionado con la soberanía alimentaria con los que construyeron una malla de protección y consiguieron materiales para pintar el mural.

Uno de sus principales cultivos son los cubios, que se producen de forma perenne, es decir, se regeneran sin necesidad de sembrar más semillas. Además, cuentan con una cerca viva en la que han florecido plantas aromáticas, ornamentales, frutales, arbustos, ortiga y tabaco. Esta última rodea un cultivo que está en el centro, tiene forma de sol y corresponde al espacio en el que se cambia la tierra y las semillas cada seis meses. También tienen un lombricultivo para ayudar a degradar los desechos orgánicos, una zona de pacas digestoras de desechos y un semillero.

Huerteros de la barra Los Pinzas. Foto: Laura Ríos



Huertas urbanas en Bogotá

En Bogotá, de acuerdo con el Observatorio Ambiental de la Alcaldía de la ciudad, la agricultura urbana se realiza con fines educativos, ambientales, alimentarios y comunitarios, y hace uso de la tierra para el cultivo de plantas ornamentales, medicinales, hortalizas, aromáticas, entre otras.

Según Arley, ambientalista colaborador de Huitaca, el mayor auge de la agricultura urbana se da justo después de la pandemia como una alternativa alimentaria a las limitaciones que trajo el confinamiento obligatorio. Luego, continuó con el denominado “estallido social” de 2021 como una forma de de protesta pacífica ante la falta de una reforma agraria en Colombia. Debe quedar claro que los inicios de las huertas urbanas en Bogotá se remontan a mucho más atrás.

Desde 2004, el Jardín Botánico ha trabajado en un programa de huertas para fortalecer la producción de alimentos en espacios de la ciudad. En la actualidad se ha capacitado a más de 60.000 personas, esto, de acuerdo con datos de la Alcaldía de Bogotá, según la que, además, estas huertas representan una herramienta para suplir necesidades alimentarias, garantizar la sostenibilidad y crear comunidad con conciencia de la naturaleza, el trabajo en equipo y la responsabilidad con el medio ambiente.

Nicolás García, huertero desde 2020, afirma que estos espacios también constituyen un trabajo de resistencia y revolución pacífica para dar respuesta al tema de inseguridad y soberanía alimentaria. “Después de la pandemia nos dimos cuenta de lo importante que era aprender a cultivar y crear comunidad ”, dice García.

Como lo muestran datos de la Alcaldía y el Observatorio Ambiental de Bogotá, la ciudad se ha convertido en un referente en Latinoamérica en temas de agricultura urbana al contar con más de cuatro mil huertas activas (intitucionales y comunitarias) destinadas a la producción de alimentos en distintos espacios de la ciudad, sea en la tierra o en lugares adaptados en las casas.

De acuerdo con Laverde, ingeniera ambiental con experiencia en huertas, Bogotá es pionero en temas de agricultura urbana y comunitaria. Para ella, las que son creadas por personas en sus barrios y hogares son las que permiten generar conciencia del territorio y crear escenarios de tejido social y aprovechamiento del suelo, una actividad destacable junto a la defensa del espacio. Esta distinción la hace respecto de las huertas institucionales, que son completamente ajenas a lo comunitario y, aunque también son contadas en los censos oficiales del Jardín Botánico, tienen un objeto social distinto.





El futuro de Huitaca y las huertas urbanas en Bogotá

El esfuerzo de los miembros de Huitaca ha convertido la huerta en un espacio sostenible y que cumple con lo que eran sus objetivos al nacer, a la vez que ha unido a la comunidad con las personas de la barra.La relación entre la Huerta, la barra y la comunidad ha logrado convertir y recuperar el espacio, construyendo una forma sostenible de alimentación, cultura y encuentro.

En el caso de Huitaca, la protección del espacio para su sostenimiento es prioridad. Aún hoy existen personas que vandalizan la huerta y se llevan parte de la siembra, por lo que la pedagogía es vital. “Queremos y amamos el parque, sin embargo, para la gente nunca va a ser suficiente, entonces ya no les ponemos atención”, contó Daniel. Agregó que, en realidad, los problemas de Huitaca ni siquiera se comparan con los de muchas otras huertas si no que “es normal porque está expuesta al público”.

En el futuro, los barristas y vecinos parte de Huitaca, esperan lograr enseñar bien a la comunidad y que esta tenga las herramientas y habilidades para que puedan “ir a su casa o al parque de su barrio y armar una igual donde puedan producir su propio abono y sus alimentos”. Además, que cada vez la red de huertas de Engativá y de las barras se haga más fuerte puedan proteger y nutrir más los cultivos comunitarios.

Además de la red de huertas creadas por Los Pinzas, en Bogotá se encuentran otras que replican su modelo en diferentes localidades, de acuerdo con el directorio que mantiene el Jardín Botánico . Es de aclarar que este directorio no está completo, pues en la ciudad existen más de estos espacios que no se encuentran registrados institucionalmente.

El papel de las huertas comunitarias es importante. De acuerdo con Karen Carrero, ecóloga, esta forma de agricultura urbana genera una variedad de servicios ecosistémicos que contribuyen a la calidad de vida de las personas en las ciudades, generando beneficios sociales y culturales que pueden llegar a suplir ciertos servicios. Por esto y por el tejido social que representan hace necesario que se cuide su futuro.

Leyton recolectando caléndula. Foto: Paola Montañez

“Toca hacer algo para que las huertas no se queden sin gente. La idea es hacer estrategia de redes y mucha convocatoria porque al inicio, cuando era moda, había muchas personas, pero ha ido bajando y la idea es no dejar morir estos espacios tan bonitos e importantes para la ciudad”, apunta Laverde, quien ha dedicado los últimos años de su carrera a compartir información y eventos organizados por distintas redes de huertas y de agricultura para dar a conocer estos espacios que, desde su visión profesional, son necesarios para ciudades como Bogotá.

En cuanto a los retos generales que enfrentan las huertas urbanas, Laverde considera que algunos de estos se relacionan con la falta de personas que trabajen la tierra y las mantengan vivas, esto, junto a la cantidad de detractores de los barrios que llegan a vandalizar o destruir las siembras. Aún así, uno de los problemas más importantes se relaciona con la regulación desde la Alcaldía de Bogotá y el Jardín Botánico, que, en conjunto, crearon unos protocolos que buscan legalizar las huertas pero no tienen en cuenta su funcionamiento interno.

El desconocimiento de que no existen representantes legales de estos espacios, la prohibición de siembra de algunos productos agrícolas o la limitación excesiva del trabajo autónomo son algunos de los vacíos de esos intentos de legalización que entorpecen el trabajo de las huertas. Esto, junto a la pérdida de interés del cuidado o cultivo de las mimas, de acuerdo con la ingeniera ambiental.

De acuerdo con Laverde, quien ha dedicado los últimos años de su carrera a compartir información sobre huertas para dar a conocer estos espacios que, desde su visión profesional, son necesarios para ciudades como Bogotá. “Toca hacer algo para que las huertas no se queden sin gente. La idea es hacer estrategia de redes y mucha convocatoria porque al inicio, cuando era moda, había muchas personas, pero ha ido bajando y la idea es no dejar morir estos espacios tan bonitos e importantes para la ciudad”.